Latinoamérica
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LA BATALLA ENTRE LOS DOS MEXICOS
Por: Víctor Flores Olea
La cuestión es más grave de lo que generalmente se supone:
sectores de mexicanos abogan activamente por la plena anexión de México
a la potencia del norte.
No se trata simplemente del 'entreguismo' que practica el actual gobierno, aún
cuando lo haga de manera mayúscula, sino de un proceso más profundo
en marcha desde hace tiempo. No se trata de la 'pérdida' de soberanía,
sino de una transformación que opera ya por muchos años, décadas
seguramente, y que sitúa al país en un espacio diferente, en que
la idea misma de soberanía se convierte en obsoleta, a los ojos de la
gran potencia y de muchos mexicanos. Nuestro 'destino manifiesto', para ellos,
sería el de 'formar parte' íntegramente de la región norte
del hemisferio.
'Destino manifiesto' deseable para algunos mexicanos porque, a sus ojos, la
incorporación o la anexión de México a Estados Unidos sería
lo más conveniente para el país. Si 'ellos', los de 'allá',
han resuelto la cuestión del desarrollo ¿por qué no integrarnos
plenamente a ese país? Tal paso sería para México la solución
de muchos problemas y el ahorro de los sacrificios y privaciones que tendremos
que vivir aún. La solución de golpe y porrazo, casi mágica,
está a la mano, y no hay patriotismo ni cariño ni fe en los mexicanos
que se oponen a tamaña simpleza. ¡Hagámoslo ya y saltemos en nuestra
historia etapas innecesarias, que sólo retardarán nuestro arribo
a la felicidad!
Estas palabras, que a ciertos oídos parecerán escandalosas, revelan
sin más el pensamiento efectivo de muchos mexicanos (de esa nueva especie
a que un día se refirió Monsiváis: 'los primeros estadounidenses
nacidos en México'). Y, claro está, revelan los motivos hondos
del accionar político de muchos funcionarios, capitanes de empresa, hombres
y mujeres de los servicios y las profesiones, y hasta del mundo 'científico
y cultural'.
Todo esto se ha revelado flagrantemente con motivo de la presencia en aeropuertos
mexicanos de agentes policíacos estadounidenses (de la CIA y del FBI)
'dirigiendo' o 'supervisando' en los aeropuertos del país a los viajeros
que se dirigen a Estados Unidos, y que inclusive revisan los pasaportes e interrogan
a quienes se consideran sospechosos. Y sobre lo cual el mismo Fox afirma ¡que
no hay menoscabo alguno de soberanía!
¿Tales controles resultaron sólo de un acuerdo entre Colin Powell y Ernesto
Derbez? ¿Ni siquiera se cuidaron las formas de un acuerdo del gabinete de Seguridad
Nacional de nuestro gobierno? ¿En las vejaciones que han sufrido los viajeros
en los aeropuertos, que ha denunciado la Comisión Nacional de Derechos
Humanos, intervienen agentes estadounidenses? ¿Estamos tan desvalidos que se
hace imprescindible esa presencia, como paladinamente lo sugieren las autoridades
mexicanas? ¿No resultaban suficientes los servicios de seguridad del Estado
mexicano?¿Y por qué no se exige la presencia de Ernesto Derbez ante la
Comisión Permanente del Congreso de la Unión junto a los secretarios
Creel, Cerisola y Gertz?
La otra cuestión que llena los periódicos estos días es
la iniciativa de George W. Bush ante su Congreso para legalizar temporalmente
a los trabajadores indocumentados (además de 'abrir las puertas' a nuevos
solicitantes para trabajar en Estados Unidos). Aparte de los argumentos ya vertidos,
que hablan de un 'vaso medio lleno y al mismo tiempo medio vacío', todo
indicaría, y esto es lo importante, que Bush lanzó su iniciativa
con un claro propósito electoral, para congraciarse con la numerosa población
hispana.
Inclusive un analista como Arturo Valenzuela dijo que los indocumentados seguramente
'optarán por no inscribirse (al programa de trabajo temporal propuesto
por el presidente), ya que se les privaría de su trabajo después
de un corto tiempo y se les forzaría a abandonar el país… . A
pocas horas de su anuncio ya se escuchan comentarios en Washington de que el
presidente no buscó generar una coalición ganadora por no interesarle
completar una reforma migratoria en este año electoral. Lo que buscaría
son los aplausos del gobierno de Fox y la esperanza de quedar bien electoralmente
con una población hispana esperanzada por la posibilidad de mejorar la
estancia de los indocumentados. Así la propuesta pareciera ser más
bien una maniobra política que un esfuerzo genuino por cambiar la situación
de vida de millones de inmigrantes'.
(Por supuesto, la misma operación electoral explica las renovadas críticas
de Condolezza Rice y del sombrío subsecretario Roger Noriega, a Cuba
y Venezuela, como países 'desestabilizadores' de la democracia latinoamericana.
¿Tomará Bush una iniciativa más radical frente a Cuba, en estos
meses de campaña electoral? Lo veremos, en todo caso no debe sorprendernos
el delirio renovado de su pandilla de extremistas).
Y todo lo anterior sin considerar, además, que el plan Bush para indocumentados
implica un especial registro de los indocumentados, sin seguridad alguna de
ser admitidos en el programa, lo cual, como es evidente, implica su localización
segura y su deportación probable.
Pero decíamos inicialmente: el hecho grave es que la relación
entre los dos países se ha modificado profundamente en las últimas
décadas. Sí, ante Estados Unidos hemos vivido prácticamente
siempre en la dependencia económica, pero también política
y social, que en tiempos anteriores se procuraba contrarrestar y ahora se estimula
y alienta.
El hecho es que esa batalla ha definido en gran medida nuestra historia. Por
eso a la expropiación del petróleo se le ha llamado la 'segunda
independencia' de México, y fue, sin duda, la afirmación sin par
de nuestra soberanía en lo que va del siglo. Los gobiernos del PRI, digamos
hasta Miguel de la Madrid, se definieron y calificaron esencialmente, mal que
bien, por su voluntad de resistencia ante las pretensiones del gran país.
Pero las 'cosas', quiero decir en primer lugar la mentalidad política
y la cultura de amplios sectores, lo que se denomina la 'cultura antropológica',
se han modificado radicalmente. Por supuesto, en ello ha tenido que ver la globalización
neoliberal, que en las clases dirigentes es vista todavía, pese a las
pruebas en contrario, como una 'oportunidad', penetrando en ellos ese 'canto
de las sirenas' que es fuerte raíz de la 'casta técnica' que abunda
en puestos de decisión del país y que solamente parece tener un
interés esencial: la eficiencia, la competitividad, la productividad,
sin preguntarse en beneficio de quién o de quienes actúa esa eficiencia,
competitividad y productividad.
No es que anteriormente se descalificaran tales nociones, pero siempre (o casi
siempre) prevalecía la preocupación por alcanzar una nación
independiente con justicia social, y por dignificar y promover a los más
desvalidos de entre nosotros. Tal decisión y esperanza de un mundo mejor
y de una nación independiente, por lo que han luchado y siguen luchando
muchas generaciones de mexicanos, se fue disolviendo hasta desaparecer como
la preocupación esencial de políticos y empresarios y convertirse
en algo remoto y casi incomprensible: tendencias del pasado que es preciso liquidar
y minimizar en la práctica.
¿El resultado? Las clases dirigentes del país, muchos de sus políticos
y empresarios, han impulsado así el implacable proceso de la anexión
en marcha. ¿Momentos esenciales de ese proceso? El Tratado de Libre Comercio,
la antipolítica del tecnócrata Zedillo, el gobierno foxiano 'de
empresarios y para empresarios'.
Pero no se crea que han desaparecido entre los mexicanos las aspiraciones a
un mundo mejor y más humano, y por la justicia social. No, ante la quimera
de la anexión como 'destino manifiesto' siguen vivas, y más vivas
que nunca, las aspiraciones de libertad, independencia e igualdad. Por eso fueron
derrotadas hace apenas unos días los propósitos de privatización
de los energéticos, la reforma fiscal regresiva, el desmantelamiento
último de los derechos laborales, la astringencia de las inversiones
sociales, y al menos un comienzo de control sobre las abultadas percepciones
de los altos funcionarios.
La moneda está en el aire. Hay una batalla cerrada entre dos Méxicos:
el de la anexión y el servilismo y el de la autonomía y la dignidad
con justicia. Tal es la real situación que vivimos. Tal es la lucha cerrada
por debajo de los incidentes y peripecias de ocasión. Una moneda que
está en el aire y que deberá, al final de cuentas, caer del lado
favorable del pueblo mexicano y de sus aspiraciones.