Acuerdo de integración de los pueblos de América: la alternativa latinoamericana
Luis Fernando Vincenti Vargas, Edwin Monroy y Rolando Campen
Rebelión 1.- El contexto mundial
El mundo, y en ese contexto los países de América Latina, confronta actualmente la creciente agresión del más poderoso y voraz imperio que ha existido en la historia de la humanidad. Desde sus inicios, la administración Bush ha dejado en claro su devoción por la doctrina Monroe, cuya aplicación aspira a llevar hasta sus últimas consecuencias, sin importar el costo político que ello le demande en el resto de las naciones del mundo, y menos aún las consecuencias que tenga sobre sus pueblos.
El gobierno norteamericano, sin respeto a principios básicos del ordenamiento jurídico internacional como la no intervención en asuntos externos y la autodeterminación de los pueblos, despliega una agresiva campaña en los ámbitos económico, político y militar, destinada a incrementar aún más su ya ilimitado poderío y control sobre el mundo, particularmente en contra de las regiones y países que, poseyendo cuantiosas riquezas naturales, vivimos en la pobreza.
En concordancia con esas acciones, los gobiernos del Norte conforman un bloque cada vez más compacto y coherente con dicha política exterior del imperio, cuyas contradicciones en la materia tienen una importancia apenas de segundo orden y que tienden a resolverse siempre a costa de los intereses de los países del Sur. Si bien por intereses geo-económicos y geo- políticos concretos algunos de estos países tuvieron abiertas contradicciones con EEUU y sus dos apéndices europeos respecto a la ocupación de Irak, la comunidad de sus intereses relativos a la subordinación de los países del Sur, hizo que ésta sea resuelta en Cancún durante la reunión de la OMC. Cancún fue el reencuentro del Norte, la consagración de la nueva repartija del mundo y el nuevo rol de sumisión asignado a las NNUU, que en lo sucesivo dependerá más del eje del Norte que de sus cada vez más testimoniales Asamblea General y Consejo de Seguridad.
Pero Cancún fue también el punto de encuentro, la convergencia de los gobiernos del Sur, quienes en legítima defensa constituyeron el Grupo de los 23 que representa a más de dos terceras partes de la población mundial, grupo que actuó en bloque para impedir que se consume la subordinación del Sur vía el modelo de globalización neoliberal pretendido por el Norte, y que se constituye en el nuevo referente para la acción gubernamental en el escenario internacional.
Tal acción, al igual que el irreversible revés al ALCA propiciado pocas semanas después en Miami, hubiera sido impensable sin la cohesión de los gobiernos populares latinoamericanos, en particular los de Argentina, Brasil y Venezuela que, en el caso de Cancún, tuvieron la capacidad de congregar a importantísimos países como China, India y Pakistán, entre otros, para construir una infranqueable barrera a las pretensiones del Primer Mundo.
Es decir, que la recolonización neoliberal pretendida por los gobiernos del Norte a través de las políticas impuestas por sus organismos internacionales, ha generado distintas respuestas defensivas concertadas por aquellos gobiernos reacios a someterse a tales designios.
Pero además, y tan importante como la anterior, el crecimiento y maduración del Movimiento Social Mundial ha dado lugar a su fortalecimiento, aunque no presenta aún el suficiente grado de organización y coordinación; sin embargo, es un referente natural insoslayable que guía la acción de los pueblos en los momentos más álgidos. Lo más preocupante de lo antes expuesto, es que esta vocación excluyente del Norte - que de hecho niega nuestro derecho al desarrollo - es una constante histórica de magnitud creciente, pues el modelo de depredación y despilfarro interno de sus economías no puede ser sustentado por su propio crecimiento económico sino a expensas de nuestro aporte. En tales condiciones, la transferencia de ingentes riquezas desde el Sur nos condena sin apelación posible a la extrema pobreza.
2.-El potencial latinoamericano
América Latina es una región privilegiada en la disponibilidad de los más importantes recursos naturales, con cuantiosas reservas minerales suficientes para emprender nuestro desarrollo autónomo: con cerca del 25% de sus tierras cultivables, poseedor de cerca de un tercio de los recursos forestales mundiales, con ingentes recursos hídricos para el consumo, la generación de hidroenergía, agricultura, ganadería y suficiente agua dulce para el consumo de nuestra población. Además, disponemos de más del 15% de los recursos hidrocarburíferos existentes en el mundo, del que somos la segunda región exportadora con cerca del 12%.
Es decir, que los latinoamericanos disponemos de valiosísimos recursos como tierra fértil, reservas minerales, recursos hídricos, forestales, energéticos, agrícolas y, además, una población joven y con tendencia creciente que ya hoy es superior a la de EEUU y aún de Europa, que se constituye en un importante mercado potencial para nuestra producción y los excedentes de otras regiones.
3.-La integración intra-regional como motor del desarrollo
En el actual contexto mundial, resulta entonces ilusorio fundar nuestras esperanzas de bienestar común en la recíproca cooperación Norte - Sur; por el contrario, tal parece que nuestra mejor opción - aunque no excluyente pero sí condicionante de las demás - consiste en asignar prioridad al diseño e implementación de nuevos mecanismos para la interacción Sur- Sur. Bajo tales premisas, la mayor posibilidad de desarrollo de los países latinoamericanos requiere poner el mayor énfasis en la concertación, diseño y puesta en práctica de políticas de integración intra-regional, de manera de constituir un bloque sólido, compacto y coherente que confiera prioridad a nuestra región antes que a cualquier otra y que se relacione y negocie en compacto bloque, tanto con los organismos internacionales como con los otros bloques regionales del mundo. Solamente por esa vía podremos hacer valer nuestras ventajas comparativas. Persistir en el camino del aislamiento, diluirnos solitariamente en acuerdos o tratados bi o multilaterales con países fuertes, cualesquiera que éstos sean, o adscribirnos sumisamente al ALCA en cualquiera de sus versiones, representa no una ventaja individual sino una condena colectiva de todos nuestros países.
Pero el modelo de integración intra-regional, que debemos ser capaces de crear, deberá ser de naturaleza distinta a los que actualmente rigen. Deberá, en primer término, constituir un proceso gradual de acercamiento e intervinculación entre los países, que trascienda el aspecto meramente comercial hacia los planos de integración económica, financiera, social, cultural y política.
En tal sentido, deberá ser un modelo de naturaleza solidaria y de complementariedad - antes que de competitividad - entre sus signatarios, de manera que promueva el desarrollo equilibrado, equitativo y armónico de cada país en el concierto del todo latinoamericano, según su vocación y potencialidades, para lograr el desarrollo equilibrado de todos sus países miembros.
Equilibrado, además de la legitimidad para su inclusión en el proceso integrador, porque no es posible desarrollar la región si alguno de sus miembros se mantiene considerablemente rezagado de los demás, pues actuará como lastre al conjunto.
Equitativo, pues cada uno de los países participantes del acuerdo de integración se inserta al conjunto en procura de ventajas comparativamente mayores a las que podría obtener actuando por separado respecto a otras alternativas de integración.
Armónico, porque solamente en ese marco, que implica la satisfacción de las expectativas previamente definidas por cada uno de los países miembros, es posible trascender un acuerdo inicialmente comercial hacia una forma de integración superior.
Es a partir de allí, de las vocaciones y potencialidades de cada uno, que los países miembros deberán planificar sus economías procurando la recíproca complementariedad antes que la competitividad.
Resulta además importante resaltar el inédito mapa político del subcontinente, que es en definitiva el aspecto que podrá dar consistencia y sustento político al nuevo proyecto de integración, más aún con la alta probabilidad de mejorar significativamente la correlación de fuerzas en el corto plazo.
4.-Vocación y potencialidades bolivianas
Bolivia dispone, además de su apreciable riqueza cultural derivada de su diversidad y de su ya tradicional producción de minerales, de la mayor reserva de hierro de Sudamérica, de la segunda reserva de recursos hídricos (después de Brasil), de grandes reservas forestales cuya producción basada en el manejo sostenible es la mayor del mundo, de una biodiversidad que nos ubica como decimoquinto país del mundo, la segunda reserva sudamericana de gas natural (después de Venezuela, aún a pesar que ha sido explorado apenas el 4%, del 47% de su territorio potencialmente hidrocarburífero) y de una posición geográfica privilegiada, aún a pesar de nuestra forzada mediterraneidad, entre otras.
Y todo ello para una población de apenas 8 millones de habitantes. Estos aspectos definen la natural vocación integracionista de nuestro país, que no ha sido adecuadamente aprovechada por nuestros gobernantes que en su adscripción a las políticas del imperio nunca gobernaron en favor de los intereses nacionales y populares, sino del poder imperial. En el nuevo contexto político ellos, sin embargo, constituyen un significativo aporte en un esfuerzo continental.
5.-Factibilidad de la integración energética subcontinental
El eje que recorre desde Venezuela, pasa por Brasil, Bolivia, Paraguay, Uruguay y llega hasta Argentina, contiene más del 60% de las reservas energéticas, cerca del 50% de la capacidad industrial instalada, tres cuartas partes de los recursos hídricos provenientes de las cuencas del Amazonas y del Plata, el 80% del territorio, la totalidad de los climas existentes, alberga una población superior a los 250 millones de habitantes y sintetiza la diversidad cultural sudamericana.
Es pues una región capaz de generar e impulsar un proyecto integrador que termine por aglutinar a toda América Latina y el Caribe como poderosa región que unida puede compararse a cualquier otra del mundo. Tal proceso de integración depende en lo fundamental de la voluntad política de sus pueblos y gobiernos.
En este ámbito, existen temáticas de gran impacto en beneficio de la economía de cada uno de nuestros países que, en la medida de su correcta resolución, pueden contribuir a dinamizar el proceso de integración, como es el ámbito energético e hidrocarburífero. El carácter estratégico que representa la disponibilidad de reservas energéticas en esta subregión continental, nos lleva a formular la posibilidad cierta de constituir un proyecto integrador que congregue a las importantes empresas estatales de petróleos y gas, para que en el marco de ese proceso de integración solidario, complementario, equilibrado, equitativo y armónico, sume sus potencialidades para satisfacer las necesidades energéticas de todos los países miembros y negocie conjuntamente la exportación de sus excedentes a países de fuera de la región.
Este proyecto integrador deberá considerar las reservas, potencialidades, disponibilidad de tecnologías, experiencias y capacidad instalada de cada uno de los países miembros en actividades que van desde la prospección, exploración, explotación, industrialización, transporte y comercialización de productos terminados, así como en la generación de energía eléctrica conforme a la disponibilidad de cada uno de los países y la demanda de los países miembros.
6.- Propuesta energética para el desarrollo de Bolivia
Bolivia refrenda su vocación integradora y expresa su disposición a participar a la brevedad de un proyecto integrador en el campo energético e hidrocarburífero como el antes expuesto, aportando con sus reservas de petróleo y gas, con sus vastas áreas potenciales de reservas, con su experiencia en materia de gestión y planificación acumulada en más de 60 años de existencia de YPFB.
Declara asimismo su disposición a participar de actividades como la exploración, explotación, transporte, industrialización y comercialización de hidrocarburos, así como en la generación de energía eléctrica mediante plantas termoeléctricas para el abastecimiento a los países vecinos, en el marco del Acuerdo de Integración de los Pueblos de América.
En el ámbito productivo, esto se traduce en concertar y planificar nuestra integración desde la disponibilidad de nuestros recursos naturales, aunar recursos humanos, tecnológicos, económicos y financieros para desarrollar los procesos de su transformación en función de las necesidades de nuestros pueblos y de la demanda de los mercados locales y remotos, para la comercialización de la producción y servicios, etc., todo ello estableciendo mecanismos de regulación que garanticen el desarrollo equilibrado de todos y cada uno de los países miembros.
Desde el punto de vista de la demanda energética, que correlaciona adecuadamente los niveles de productividad de un país, Bolivia muestra una gran depresión respecto a los estándares de otros países subdesarrollados; nuestro nivel de consumo energético per cápita es apenas del orden de 13 KWh/habitante/día, debiendo alcanzar niveles entre 80 a 100 KW/h/habitante/día para poder encarar en forma equilibrada los procesos de integración regional. Esta situación grafica el estado de desequilibrio energético boliviano, advirtiéndose por tanto la necesidad de activar su aparato productivo con el propósito de incrementar sus fuentes de empleo y por tanto su nivel de demanda interna a fin de contribuir adecuadamente a los proyectos de integración.
Considerando que Bolivia es un país esencialmente gasífero debe, por una parte, ampliar su capacidad productiva en el ámbito de la transformación de sus materias primas, para lo cual requiere incrementar sustancialmente su generación interna de energía, actividad que conlleva la generación de significativas fuentes de empleo permanente. Por otra parte, debe concretar proyectos de industrialización de su gas orientados a la exportación redundando en un aumento del mercado laboral interno.
Consiguientemente, Bolivia debe proponerse la transformación de su matriz energética hacia la utilización intensiva de su gas natural en lo que se refiere al consumo interno y debe apuntar a ampliar sus exportaciones de hidrocarburos líquidos y energía eléctrica a los países vecinos.
Por lo anteriormente indicado, nos planteamos la necesidad de industrializar nuestro gas a fin de transformarlo en hidrocarburos líquidos tales como crudo sintético y sus derivados: el metanol, gas licuado de petróleo ( GLP Sintético) y energía eléctrica, para cubrir la demanda de dichos productos en el marco de futuros acuerdos de integración.
Paralelamente, Bolivia ofrece una potencialidad de mercado basado en una población de 8 millones de habitantes con capacidad de consumo equivalente a países referenciales en vías de desarrollo, para productos que ofrezca la región.
En síntesis proponemos:
Ampliar el aparato productivo nacional, a partir del uso intensivo de nuestro recurso energético que es el gas. Este aparato productivo debe estar orientado hacia la industrialización de nuestras materias primas, entre ellas el propio gas.
Industrializar el gas hacia la producción de hidrocarburos líquidos y energía eléctrica, para la exportación.
Ampliar nuestra capacidad de demanda interna, a los productos de la región.