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Cumbre Extraordinaria de las Américas en Monterrey

12 de enero de 2004

La cumbre de Monterey puede ser compleja para Bush

Ariel Florit
World Data Service

Los vientos que soplan actualmente en América Latina están azotando el rostro ultraconservador del gobierno de Estados Unidos, y ello podrá quizá reflejarse con cierta vehemencia en la próxima cumbre de los jefes de Estado o Gobierno de las Américas que se reúnan desde el martes próximo en la ciudad mexicana de Monterrey, con la única ausencia de Cuba por voluntad de Washington.

Las quejas al respecto de la administración republicana del presidente norteamericano, George W. Bush, están ahora en las primeras planas del continente: La Casa Blanca está tratando de culpar a la influencia de Cuba de los "desvíos" de los gobiernos de importantes países del área del camino de "libre mercado" trazado desde Washington no solo por el gobierno sino también por entidades como el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial.

Según altos funcionarios norteamericanos como Colin Powell, Secretario de Estado y su subalterno Roger Noriega, sub secretario de esa cartera, el asunto se limita a la "candidez" o la "mala intención" de gobiernos latinoamericanos que han decidido permitir el "intervencionismo" cubano.

Las "críticas" y "preocupaciones" al respecto de esos funcionarios han dejado a un lado cómo llegaron al poder presidentes latinoamericanos que, en efecto, están tratando a Cuba como un país fraternal más de la región.

Esos mandatarios llegaron al poder por las quejas de las poblaciones latinoamericanas, que son mucho más complejas, concretas y poderosas que las de Powell y Noriega.

En Venezuela, el presidente Hugo Chávez encabeza la revolución bolivariana después de ganar dos elecciones. Los analistas sostienen que las votaciones en favor del mandatario fueron, en principio, un rechazo a la denominada política tradicional venezolana apoyada por Estados Unidos por décadas, que llevó al país al camino del desastre social.

En Brasil, Luiz Inacio Lula da Silva, un ex obrero metalúrgico defensor de la eliminación de los profundos sufrimientos sociales de esa nación, obtuvo un triunfo electoral incuestionable también por sobre los "políticos tradicionales".

En Ecuador, independientemente del desarrollo posterior de los acontecimientos, obtuvo la presidencia por votación masiva Lucio Gutiérrez, elevado sobre una plataforma de promesas sobre reivindicaciones sociales. Lo mismo ocurrió en el caso de Nicanor Duarte, en Paraguay, y posiblemente ocurra próximamente en Uruguay, donde los sondeos indican que ganará el candidato presidencial del Frente Amplio.

En Argentina, escenario del más profundo fracaso en la región de los programas neoliberales, Néstor Kirchner, obtuvo su éxito en las urnas sobre la base de los mismos principios. No es una casualidad que el enfrentamiento diplomático norteamericano más serio de esta semana con el pretexto de Cuba haya sido precisamente con Kirchner.

En Bolivia fue derrocado por la explosión popular un presidente, Gonzalo Sánchez de Lozada, en 2003 a causa de los resultados de su programa neoliberal y de su atención primordial a Estados Unidos.

Las declaraciones del ex general Powell y su subordinado Noriega aparecen ante algunos analistas como una carga de artillería política contra personalidades influyentes -y desobedientes- al sur del Río Bravo en un intento de "reblandecerlas" antes de la Cumbre de Monterrey.

Esgrimir la bandera anticubana le posibilita a la Casa Blanca reiterar argumentos que ha manejado por casi 50 años y no tener que sumirse en respuestas -que no tiene- para la extrema pobreza en América Latina.