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Cumbre Extraordinaria de las Américas en Monterrey

Fiasco estadounidense en Monterrey

Por Luis Bilbao (*)
(Monterrey, 13 de Enero de 2004). Una hora después de clausurada la Cumbre Extraordinaria de las Américas, está claro que el objetivo central por el cual el gobierno de Estados Unidos adelantó el encuentro, estuvo lejos de lo buscado. Con las excepciones habituales en los últimos tiempos, Suramérica no se alineó tras de Washington, el comienzo del ALCA no fue ratificado, resultaron infructuosas las múltiples presiones para mantener callado al presidente venezolano Hugo Chávez y, para colmo, en su discurso de clausura el presidente argentino Néstor Kirchner hizo una cruda denuncia apuntada a los propios funcionarios de Bush que lo atacaron en la última semana y al FMI, cuyo titular figuró, incomprensiblemente, entre los oradores que inauguraron la cumbre. Eludiendo sutilezas, Kirchner hizo público desde este foro internacional que: (los gobiernos del área) "sufrimos presiones sin comprensión, indefiniciones y demoras de organismos internacionales que parecen no entender la necesidad de crecer para resolver el problema de la deuda en forma eficaz".
Aunque en su intervención Kirchner pidió a George W. Bush "un Plan Marshall para América Latina", su denuncia contra los organismos internacionales, la ratificación del compromiso argentino para que Bolivia obtenga una salida al mar, así como la afirmación de que mantiene un diálogo permanente con Chávez y con el presidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva, implica un acto de clausura de la Cumbre exactamente inverso al buscado por el Departamento de Estado estadounidense con la aparatosa reunión fuera de agenda de los 34 presidentes (todos los del hemisferio, excepto Fidel Castro).
Maestros de la manipulación mediática, los estrategas del Departamento de Estado no previeron que al poner el foco sobre una reunión de tal magnitud ineludiblemente las miradas del mundo se posarían en las dos posiciones polares: el monótono discurso amenazante de Bush y la neta alternativa delineada por Chávez, estrella del encuentro ante la ostensible desesperación de los máximos funcionarios estadounidenses.
Nada ahorró ayer Bush en su intervención de apertura: insistió en la necesidad de derrocar al gobierno cubano, machacó sobre el ALCA (Area de Libre Comercio de las Américas), comparó la situación política venezolana con las de Bolivia y Haití y al salir de su encuentro con el anfitrión, Vicente Fox, colocó en una situación imposible al gobierno mexicano: "el presidente Fox y yo (...) vamos a trabajar con la Organización de Estados Americanos (OEA) para asegurar la integridad del proceso de referéndum presidencial que se está llevando a cabo en Venezuela", dijo ante el gesto estupefacto de Fox.
La mayoría de las comitivas diplomáticas de los 34 países reunidos manifestó en reuniones privadas el profundo desagrado causado por la prepotencia sin mesura de un presidente que sólo brilla por el cargo que inviste. Otro tanto ocurrió con la casi totalidad de los centenares de periodistas acreditados. Pero el disgusto mayor se percibe en los medios mexicanos: utilizar este país -históricamente identificado con la defensa de la soberanía- para intervenir en la problemática interna de Venezuela, es una decisión cuyas consecuencias en la política mexicana no tardará en comprobarse.
Mientras tanto, Hugo Chávez apareció con toda nitidez como la figura representativa de un creciente malestar en todo el hemisferio. Mediante múltiples presiones, se intentó que el presidente venezolano morigerara su tono respecto de los temas más conflictivos en la región. El objetivo, se dijo desde algunas cancillerías, es evitar que el gobierno estadounidense continúe sufriendo reveses sonoros, como los de la conferencia de la OMC (Organización Mundial del Comercio) en Cancún, en septiembre pasado, y en la reunión de cancilleres del ALCA en Miami, apenas una semana después. "No hay que azuzar al león", se escuchó en algunos corrillos; "para avanzar es necesario evitar a cualquier precio la ira del Departamento de Estado".
No fue el criterio de Chávez. Desde que descendió de su avión ayer lunes a las 9 de la mañana, comenzó a trazar una posición alternativa que como punto de partida tomó la oposición al ALCA, subrayando que ese proyecto está muerto: "están usando al ALCA como al Cid Campeador" dijo, aludiendo al hecho de utilizar un cadáver para librar una batalla. Inmediatamente, en improvisada conferencia de prensa, reiteró antes de su reunión con Kirchner su deseo de "bañarse en el mar de Bolivia". Y en la primera sesión de trabajo, luego del discurso de apertura en el que Bush atacó a Cuba y manifestó su intención de intervenir en Venezuela, Chávez hizo una defensa de la ayuda cubana a Venezuela y los avances que esto permitió en su país en materia social, sanitaria y educativa: "este es el país cuyo gobierno se pretende derrocar", dijo.
En la segunda sesión de trabajo instó a que los presidentes presentes "reconozcamos la gravedad social de nuestros pueblos, por lo que debemos declarar una emergencia social en el continente". Insistió en que así como se acordó una carta política, deber aprobarse una "carta social". Repitió también su propuesta de crear un Fondo Humanitario Internacional", tomando dinero de una reducción de los gastos militares, imposiciones sobre las transacciones financieras, reducción de pagos de la deuda externa, etc. En cada oportunidad insistió en que la pregunta "¿cómo revertir los mecanismos de la desigualdad? sólo puede responderse con un cambio del modelo neoliberal".
Trascendió también que Chávez y sus pares de Brasil, Argentina y Paraguay avanzaron efectivamente en la incorporación de Venezuela al Mercosur, perspectiva a la cual se opone frontalmente Estados Unidos, porque ve en ella mucho más que el fracaso del ALCA. Por dificultoso que sea el período hasta la próxima reunión Cumbre, en Buenos Aires el año próximo, está claro que con este encuentro extraordinario el Departamento de Estado no logró retomar efectivamente la iniciativa política a escala suramericana ni imponer, como lo hacía hasta muy poco tiempo atrás, el alineamiento automático de los países de la región. Bush vino a la carga a Monterrey. Y sale chamuscado.
(*) El autor es director de América XXI.