Latinoamérica
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LOS RETOS DEL 2004
Las expectativas para el 2004 son de mayores dificultades y sin salida a la vista. En este año es de esperar la intensificación del conflicto interno como resultado del desespero uribista por mostrar victorias, la cacería de brujas para mostrar éxitos de la política de "seguridad democrática" reforzada con el estatuto antiterrorista, el aumento de las cargas impositivas para atender los altos costos de la guerra y la deuda impagable.
El desempleo, la pobreza y la miseria se incrementarán más, la economía seguirá en crisis, así las mentiras oficiales digan lo contrario y anuncien crecimientos del 4.%. La presencia y dependencia del imperio será mayor con el beneplácito del establecimiento colombiano.
La principal tarea, convertida en obsesión presidencial, es la intensificación de la guerra para cumplir la promesa de enterrar definitivamente la insurgencia, antes que se inicie el 2005, y sentar a la mesa los sobrevivientes para firmar una "paz" indigna, sin que nada cambie y el país siga de mal en peor.
La guerra que atiza Uribe, y que no la va a ganar estando por fuera de la lógica de los conflictos internos y a espaldas de las causas que lo generan, es hoy en día un instrumento de los planes de dominación que tiene los Estados Unidos para la región, llámense ALCA, Plan Colombia o Iniciativa Regional Andina, lo que explica que la búsqueda y construcción de la paz sea ajena a la agenda de prioridades del establecimiento actualmente.
De los gritos histéricos y alborotos bélicos ha hecho un comodín que utiliza para condicionar el disfrute del paraíso prometido a ganar la guerra, para enmascarar la gestión opaca y ocultar los desaciertos de su gobierno, para inflar la imagen virtual que le aplauden la oligarquía y la embajada gringa.
El manejo desastroso, la corrupción y la política económica dependiente de los intereses y planes extranjeros llevaron al país a la peor crisis de su historia.
Por consiguiente, la segunda tarea de la agenda del gobierno es imponer más medidas, descargar la tercera reforma tributaria sobre los colombianos, dar garantías del pago del servicio de la deuda, hacer los ajustes que faltan para terminar de implantar el modelo neoliberal y allanar el camino hacia el ALCA, sin estorbos legales, con cheque en blanco.
La deuda externa colombiana, que en la actualidad suma US 37.941 millones, se volvió insostenible y es equivalente al 48.7% del PIB del 2003, se come 42% del presupuesto del 2004, solo en pago del servicio. Lo dramático es que este porcentaje representa el 80% de los ingresos tributarios que recibe la nación.
El déficit del gobierno se volvió crónico, con un hueco fiscal que fue imposible de tapar con las ocho reformas tributarias aprobadas en menos de una década, incluidas las dos del gobierno de Uribe. Para mayor desgracia, a escasos días de la última, se anunció que el hueco sobrevive por encima del 2.8% del PIB y se requiere otra reforma.
Pero ¿de dónde y con qué se van a tapar el hueco fiscal y los nuevos costos de la guerra?
Ya no se puede con más cargas. El recorte de la inversión social se hizo hasta llevarla casi a cero, ya no quedan más trabajadores del Estado para despedir, las pensiones están gravadas, los ingresos personales no dan para más impuestos, el incremento del IVA reduce el consumo y aumenta la miseria a más del 67% de la población. Las empresas alegan que han dado lo suficiente y los dueños de grandes capitales manifiestan lo mismo.
Las empresas rentables, patrimonio de los colombianos, las feriaron vendiéndolas a menos precio y las que quedan las están quebrando deliberadamente para justificar su irrentabilidad y venderlas. Ya empezaron a meter la mano a las Empresas Públicas de Medellín que siempre fueron el modelo de buen manejo empresarial.
¿Por qué los colombianos tenemos que costear una guerra injusta, innecesaria y fratricida que sólo beneficia a un reducido grupo, cuando los cambios urgentes que necesita el país se podrían lograr a través de la solución política al conflicto interno? ¿Por qué los colombianos tenemos que seguir pagando una deuda impagable, sin saber cómo entró, qué se hizo y que aportó? ¿Por qué tenemos que seguir tolerando que el FMI y los intereses extranjeros sean los que nos manejen la economía y el futuro del país?
Uribe anunció la presentación en las próximas reuniones del Congreso otra reforma tributaria, supuestamente para tapar el hueco fiscal, cumplirle al FMI, financiar la guerra y sanear el presupuesto del 2004 aprobado fraudulentamente.
El tercer despropósito de la agenda del gobierno para el 2004 es hacer de la economía un apéndice de los intereses estratégicos de los Estados Unidos y el crecimiento de sus trasnacionales, entregando por esta vía lo poco que nos queda de soberanía como nación.
El ALCA y el TLC están previstos, en el siglo XXI, como instrumentos para la recolonización de los países latinoamericanos y caribeños. Son acuerdos comerciales ventajosos para el imperio que aplastan la iniciativa y arrasan con la economía nacional, ponen a depender la seguridad alimentaria de la agricultura norteamericana y chupan la riqueza para beneficiar la metrópoli y un reducido grupo de burgueses exportadores.
Estos tres propósitos, de por sí, son suficientes para prever la avalancha que se avecina y con ella los sufrimientos que van a cubrir el país en este 2004. Es el anuncio de lo distante que están la solución política al conflicto interno y el disfrute de la tranquilidad a que aspiramos los colombianos.
Este 2004 necesariamente se anuncia, también, como un año de lucha y de respuestas dirigidas a salvar el país y abrir caminos ciertos a la paz. Está a la orden del día unir, resistir y luchar en torno a un programa que unifique y sintetice las aspiraciones de las mayorías y la construcción del nuevo país.
Es el reto que se nos plantea a los demócratas y revolucionarios en este año: recomponer la unidad popular sobre bases sólidas y respeto de los demás, partiendo de identificar problemas centrales y causas que los generan, de entender el conflicto interno y la forma de solucionarlo.
Reto para quienes soñamos con un país distinto al que nos tocó vivir, para quienes pensamos que es posible un mundo mejor y que queremos, sumando fuerzas y esfuerzos, construirlo.
El desgaste y agotamiento presidencial que se está haciendo manifiesto y el nuevo mapa político, que surge con la elección de algunos mandatarios regionales y locales que han hecho expreso el compromiso social, abren perspectivas para la recomposición de la unidad popular y avanzar con nuevas propuestas.
La respuesta a los tres propósitos del gobierno son un buen punto de encuentro de los revolucionarios y demócratas para forjar la resistencia activa, unificar la lucha para derrotarlos y salvar el país.