Internacional
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¿Los aliados de Bush lo seguirán en su caída en
Irak?
Llegó la hora del motín
Naomi Klein *
Masiosare/La Jornada
Es hora de rebelarse contra la ocupación estadunidense de Irak, asegura la
analista canadiense. A un año de su inicio, parece destinada a fracasar en todos
los frentes: el político, el económico y el militar. Oleadas de soldados,
trabajadores y políticos bajo el mando de la autoridad de la ocupación se
rehúsan a seguir órdenes y abandonan sus puestos. Cada vez hay más países que se
amotinan: España, Honduras, República Dominicana, Nicaragua y Kazajastán ya
retiraron sus tropas. Soldados estadunidenses abandonan Irak y hasta los
contratistas se repliegan. Incluso la ONU, que ha jugado un papel despreciable,
podría –según la autora– reivindicarse si también se suma al motín
¿Podemos, por favor, dejar de llamarlo un cenagal? Estados Unidos no está
atorado en un pantano o en una ciénaga en Irak; está en caída libre desde una
barranca. Ahora, la única pregunta es: ¿quién seguirá al clan de Bush en su
caída del precipicio, y quién se rehusará a brincar?
Más y más gente, por fortuna, opta por la segunda opción. El último mes de
provocadora agresión estadunidense en Irak ha inspirado una respuesta entre los
miembros de la coalición estadunidense que sólo puede ser descrita como un
motín. Oleadas de soldados, trabajadores y políticos bajo el mando de la
autoridad de la ocupación estadunidense de pronto se rehúsan a seguir órdenes y
abandonan sus puestos. Primero España anunció que retiraría sus tropas, luego
Honduras, República Dominicana, Nicaragua, Kazajastán. Las tropas sudcoreanas y
búlgaras fueron replegadas a sus bases, mientras que Nueva Zelanda está
retirando a sus ingenieros. El Salvador, Noruega, los Países Bajos y Tailandia
probablemente serán los próximos.
Y luego, se han amotinado miembros del ejército iraquí, controlado por Estados
Unidos. Desde que comenzó la más reciente ola de combates, han donado sus armas
a los luchadores de la resistencia en el sur y se han rehúsado a pelear en
Fallujah, argumentando que no se afiliaron al ejército para matar a otros
iraquíes. A fines de abril, el general Martin Dempsey, comandante de la Primera
División Armada de Estados Unidos, informaba que "cerca de 40% [de los agentes
de seguridad iraquíes] dejaron el empleo a causa de la intimidación. Y casi 10%
trabaja contra nosotros".
No sólo los soldados iraquíes han desertado de la ocupación. En protesta, cuatro
ministros del Consejo Gobernante Iraquí renunciaron a sus puestos. La mitad de
los iraquíes con trabajos en la asegurada "zona verde" –como traductores,
choferes y empleados de limpieza– no se presenta a trabajar. Y eso está mejor
que hace un par de semanas, cuando 75% de los iraquíes empleados por la
autoridad de la ocupación estadunidense se quedaron en casa (esa impresionante
cifra proviene del almirante David Nash, que supervisa el otorgamiento de los
contratos de reconstrucción).
Pequeñas señales de amotinamiento surgen incluso dentro de las filas de los
militares estadunidenses: los soldados Jeremy Hinzman y Brandon Hughey
solicitaron refugio en Canadá, por ser objetores de conciencia, y el sargento
Camilo Mejía se enfrenta a una corte marcial, tras rehusarse a regresar a Irak
bajo el argumento de que ya no sabía de qué se trataba la guerra.
Rebelarse contra el mando estadunidense en Irak no es una traición, tampoco le
da "un falso consuelo a los terroristas", como recientemente le advirtió George
Bush al nuevo presidente de España. Es una respuesta completamente racional y
basada en principios, a políticas que han puesto en un grave e inaceptable
peligro a todos los que viven y trabajan bajo el mando estadunidense. Este punto
de vista es compartido por los 52 ex diplomáticos británicos que recientemente
enviaron una carta al primer ministro Tony Blair, declarando que a pesar de que
estaban de acuerdo con sus intentos por influir en la política estadunidense en
Medio Oriente "no había razón alguna para apoyar políticas que están destinadas
al fracaso".
Y, a un año de su inicio, la ocupación iraquí parece destinada a fracasar en
todos los frentes: el político, el económico y el militar. En el frente
político, la idea de que Estados Unidos podría traer una genuina democracia a
Irak fue irremediablemente desacreditada: demasiados parientes de miembros del
Consejo Gobernante Iraquí obtuvieron los más codiciados empleos y amañados
contratos, demasiados grupos que exigen elecciones directas fueron reprimidos,
demasiados periódicos fueron clausurados y demasiados periodistas árabes fueron
asesinados mientras intentaban hacer su trabajo. Las más recientes bajas fueron
dos empleados de la televisora Al Iraqiya. Soldados estadunidenses abrieron
fuego contra ellos y los mataron mientras filmaban una caseta de revisión en
Samarra. Irónicamente, Al Iraqiya es la red de propaganda controlada por Estados
Unidos, que se suponía que debilitaría el poder de Al jazeera y Al Arabiya, las
cuales también han perdido reporteros en el último año a causa de los fusiles y
cohetes estadunidenses.
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Los planes de la Casa Blanca de convertir a Irak en un modelo de la economía de
libre mercado también están en mala forma, plagados de escándalos de corrupción
y la furia de los iraquíes que han visto pocos beneficios –tanto en servicios
como en empleos– gracias a la reconstrucción. Las exposiciones de comercio
fueron canceladas en todo Irak, los inversionistas se reubican en Amman, y el
Ministerio de Vivienda iraquí calcula que más de mil 500 contratistas
extranjeros huyeron del país. Bechtel, mientras tanto, admite que ya no puede
operar "en los puntos calientes" (y hay pocos y preciados puntos fríos), los
traileros tienen miedo de viajar por las carreteras con bienes valiosos, y
General Electric suspendió su trabajo en plantas generadoras estratégicas. El
momento no podría ser peor: se aproxima el calor de verano y la demanda de
electricidad está a punto de incrementarse.
Conforme este predecible (y predicho) desastre se desarrolla, muchos voltean
hacia la ONU en busca de ayuda: en enero, el gran ayatola Ali Sistani hizo un
llamado a la ONU a que apoyara su demanda de elecciones directas. Más
recientemente, hizo un llamado a la ONU a negarse a ratificar la despreciada
constitución interina, la cual la mayoría de los iraquíes ve como un intento de
Estados Unidos de mantener el control del futuro de Irak mucho tiempo después de
la "entrega de poder" del 30 de junio, a través de, entre otras medidas, darle a
los kurdos (los únicos aliados que le quedan a Estados Unidos) un aplastante
poder de veto. El nuevo presidente de España, José Luis Rodríguez Zapatero,
antes de sacar sus tropas, hizo un llamado a la ONU a que remplazara a Estados
Unidos al frente de la misión. Hasta Muqtada Sadr, el clérigo chiíta "bandido",
pide a la ONU que prevenga una carnicería en Najaf. El 18 de abril, el vocero de
Sadr, Qais Khazaali dijo a una televisora búlgara que "es del interés de todo el
mundo enviar fuerzas de paz bajo la bandera de la ONU".
¿Cuál ha sido la respuesta de la ONU? Peor que el silencio, se ha puesto del
lado de Washington en todas estas cuestiones críticas, anulando las esperanzas
de que pudiera proveer una genuina alternativa a la ingobernabilidad y
brutalidad de la ocupación. Primero, se rehusó a apoyar el llamado a elecciones
directas, aduciendo preocupaciones de seguridad. En retrospectiva, apoyar el
llamado a elecciones directas podría haber prevenido mucha de la violencia en la
que ahora está sumergida el país. Después de todo, la respuesta de la ONU
debilitó a Sistani, el más moderado, y fortaleció a Sadr, cuyos seguidores
siguieron demandando elecciones directas y lanzaron una campaña contra el plan
estadunidense de transición y la constitución interina. Esto fue lo que empujó
al jefe enviado por Estados Unidos, Paul Bremer, a acabar con Sadr, provocación
que desencadenó la resistencia chiíta.
La ONU ha demostrado ser igual de sorda a los llamados a remplazar la ocupación
militar estadunidense con una operación de mantenimiento de paz. Al contrario,
ha dejado claro que sólo reingresará a Irak si Estados Unidos garantiza la
seguridad de su personal –aparentemente inconsciente del hecho de que estar
rodeado de guardaespaldas estadunidenses es la mejor manera de garantizar que la
ONU sea un blanco. "Tenemos una obligación desde [el ataque contra las oficinas
de la ONU] el verano pasado de insistir en que haya claridad y en saber qué se
nos está pidiendo", declaró Edward Mortimer, un alto asistente del secretario
general Kofi Annan, a The New York Times. "¿Cuáles son los riesgos? ¿Qué
garantías nos pueden dar de que no vamos a volar en pedazos? Y, ¿es lo
suficientemente importante el trabajo como para justificar el riesgo?",
preguntó.
Aun tomando en cuenta aquel terrible atentado con bombas, ésta es una asombrosa
serie de preguntas, ya que provienen de un funcionario de la ONU. ¿Tienen los
iraquíes garantías de que no volarán en pedazos cuando vayan al mercado en la
ciudad de Sadr, cuando sus niños se suban al camión escolar en Basora, cuando
envíen a sus heridos a un hospital en Fallujah? ¿Hay trabajo más importante para
el futuro de la seguridad global que el mantenimiento de la paz en Irak?
La mayor traición de la ONU está en la manera en que vuelve a entrar a Irak: no
como un agente independiente, sino como un subcontratista estadunidense
glorificado, el arma política de la prolongada ocupación estadunidense. El
gobierno de transición post-30 de junio que el enviado de la ONU, Lakhdar
Brahimi, está en proceso de establecer, estará sujeto a todas las restricciones
a la soberanía iraquí que provocaron, en primer lugar, el actual levantamiento.
Estados Unidos mantendrá completo control de la "seguridad" en Irak, incluyendo
del ejército iraquí. Y de los fondos de reconstrucción.
Y, lo peor de todo, el gobierno de transición estará sujeto a las leyes
establecidas en la constitución interina, incluyendo la cláusula que establece
que debe cumplir las órdenes escritas por los ocupantes estadunidenses. La ONU
debería de estar defendiendo a Irak contra este intento ilegal de socavar su
independencia. En vez de eso, vergonzosamente ayuda a Washington a convencer al
mundo de que un país bajo continua ocupación militar por un poder extranjero es,
en realidad, soberano.
Irak necesita urgentemente a la ONU como una voz clara e independiente en la
región. La gente lo pide, ruega que la institución internacional cumpla con su
mandato como pacificador y que diga la verdad. Y sin embargo, justo cuando más
es necesitada, la ONU está en su momento más comprometido y cobarde.
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Hay una manera en la que la ONU puede redimirse en Irak. Podría optar por
sumarse al motín y aislar aún más a Estados Unidos. Esto ayudaría a forzar a
Washington a entregar el poder real –en último término a los iraquíes, pero
primero a una coalición multilateral que no haya participado en la invasión y
ocupación y que tenga la suficiente credibilidad como para supervisar unas
elecciones directas. Esto podría funcionar, pero sólo a través de un proceso que
proteja ferozmente la soberanía de Irak. Lo cual implica:
–Deshacerse de la constitución interina. La constitución interina es tan
ampliamente odiada en Irak que cualquiera que esté sujeto a sus reglas
inmediatamente será visto como ilegítimo. Algunos argumentan que Irak necesita
una constitución interina para prevenir que unas elecciones abiertas entreguen
el país a los extremistas religiosos. Sin embargo, según una encuesta de febrero
de 2004, realizada por Oxford Research International, los iraquíes no tienen
ningún deseo de ver que su país se convierta en otro Irán. Cuando se les pidió
jerarquizar sus preferencias en cuanto a sistemas y actores políticos, 48.5% de
los iraquíes catalogaron a la "democracia" como la más importante, mientras que
un "Estado islámico" recibió 20.5% de apoyo. Cuando se les preguntó qué tipo de
político preferían, 55.3% escogió a "demócratas", mientras que sólo 13.7% optó
por políticos religiosos. Si se les da a los iraquíes la oportunidad de votar
según su voluntad, no existe razón alguna para esperar que los resultados no
reflejen un equilibrio entre su fe y sus aspiraciones seculares.
Siempre hay maneras de proteger los derechos de las mujeres y las minorías sin
forzar a Irak a aceptar una constitución escrita bajo una ocupación extranjera.
La solución más simple sería restablecer pasajes de la constitución provisional
de 1970, la cual, según Human Rights Watch, "formalmente garantizaba igualdad de
derechos para las mujeres y, específicamente, aseguraba su derecho al voto, a ir
a la escuela, contender por cargos políticos y ser dueños de propiedades". La
constitución también garantizaba la libertad religiosa, las libertades civiles y
el derecho a formar sindicatos. Estas cláusulas fácilmente pueden ser
rescatadas, y se pueden eliminar las partes del documento diseñadas para
afianzar el mandato baatista.
–Poner el dinero en un fideicomiso. Un punto crucial en el proceso de lograr una
transición de Irak hacia la soberanía es salvaguardar sus bienes nacionales: sus
ingresos petroleros, el petróleo restante para pagar el programa "petróleo a
cambio de alimentos" (actualmente administrado por Estados Unidos sin
supervisión externa), así como lo que queda de los 18.4 mil millones de dólares
de los fondos de reconstrucción. Ahora, Estados Unidos planea mantener el
control de este dinero después del 30 de junio; la ONU debería insistir en que
sea puesto en un fideicomiso para que un gobierno iraquí lo gaste.
–Des-chalabificar Irak. Hasta ahora, Estados Unidos no ha podido instalar a
Ahmed Chalabi como el próximo líder de Irak –consecuencia de su historia de
corrupción y absoluta ausencia de una base política. Sin embargo, a miembros de
la familia Chalabi se les ha dado control, de una manera callada, en todas las
áreas de la vida política, económica y judicial. Fue un proceso de dos fases.
Primero, como líder de la comisión des-baatificadora, Chalabi purgó a sus
rivales del poder. Luego, como director de la Comisión Económica y Financiera
del Consejo Gobernante, instaló a sus amigos y aliados en puestos clave:
ministro de Petróleo, ministro de Finanzas, ministro de Comercio, gobernador del
Banco Central, y más. Ahora, el sobrino de Chalabi, Salem Chalabi, fue designado
por Estados Unidos para encabezar la corte que lleva el juicio de Saddam Hussein.
Y una empresa con estrechas ligas con Chalabi se quedó con el contrato para
resguardar la infraestructura petrolera de Irak –básicamente una licencia para
construir un ejército privado. No es suficiente mantener a Chalabi fuera del
gobierno interino. La ONU debe desmantelar el Estado fantasma de chalabi a
través de un proceso de des-Chalabificación a la par del ahora abandonado
proceso de des-Baatificación.
–Demandar el retiro de las tropas estadunidenses. Al pedirle a Estados Unidos
que sea su guardaespaldas para volver a Irak, la ONU pone las cosas al revés:
sólo debería de entrar si Estados Unidos se sale. Las tropas que participaron en
la invasión y en la ocupación deberían de ser remplazadas por quienes mantengan
la paz –preferentemente los Estados árabes vecinos– y trabajen extremadamente
bajo el limitado mandato, para que aseguren que se puedan realizar elecciones
generales. Si se saca a Estados Unidos hay una fuerte posibilidad de que los
países que se opusieron a la guerra estén dispuestos a hacer este trabajo.
El 25 de abril, la junta editorial de The New York Times hizo un llamado hacia
el enfoque opuesto: argumentó que sólo una gran inyección de tropas
estadunidenses y "un verdadero incremento de largo plazo en las fuerzas en Irak"
podrían traer seguridad. Pero estas tropas, si llegan, no brindarán seguridad a
nadie –ni a los iraquíes, ni a sus compañeros soldados, ni a la ONU. Los
soldados estadunidenses provocan más violencia, no sólo por la brutalidad de la
ocupación en Irak sino también por el apoyo estadunidense a la mortal ocupación
israelí de territorios palestinos. En las mentes de muchos iraquíes, las dos
ocupaciones se fusionaron en una sola barbaridad antiárabe, con los soldados
israelíes y estadunidenses vistos como intercambiables y los iraquíes
identificándose con los palestinos.
Sin las tropas estadunidenses, la incitación principal a la violencia dejaría de
estar presente, y permitiría que el país se estabilizara, con muchos menos
soldados y mucha menos fuerza. Irak aún enfrentaría retos en materia de
seguridad –todavía habría extremistas dispuestos a morir por imponer la ley
islámica, así como intentos por recobrar el poder de parte de leales seguidores
de Saddam. Por otro lado, con los chiítas y sunitas unificados contra la
ocupación, es el mejor momento para que un agente honesto negocie un acuerdo
equitativo para compartir el poder.
Algunos estarán de acuerdo en que Estados Unidos es demasiado fuerte como para
ser sacado a la fuerza de Irak. Pero desde el principio, Bush necesitaba una
máscara multilateral para esta guerra –por eso formó la "coalición de los
dispuestos", y por eso ahora va a la ONU. Imagine lo que podría pasar si más
países se salen de la coalición, si Francia y Alemania se rehúsan a reconocer un
Irak ocupado como una nación soberana. Imagine que la ONU decidiera no ir a
rescatar a Washington. Se volvería la ocupación de uno solo.
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La invasión de Irak comenzó con un llamado a amotinarse –un llamado hecho por
Estados Unidos. En las semanas anteriores a la invasión del año pasado, el
Comando Central estadunidense bombardeó a los funcionarios militares y políticos
iraquíes con llamadas y correos electrónicos en los que los conminaban a
abandonar las filas de Saddam. Los aviones de combate dejaron caer 8 millones de
volantes en los que pedían a los soldados iraquíes que abandonaran sus puestos y
les aseguraban que no saldrían perjudicados.
Por supuesto que estos soldados rápidamente fueron despedidos cuando Paul Bremer
tomó el mando y ahora son frenéticamente contratados de nuevo, como parte del
cambio de rumbo de la política de des-baatificación. Es sólo un ejemplo más de
la letal incompetencia que debería provocar que todos los que aún apoyan la
política estadunidense en Irak lleguen a una conclusión inevitable: es la hora
de un motín.
(Traducción: Tania Molina Ramírez. Copyright Naomi Klein 2004. Este texto fue
publicado en The Nation)
*Autora de No logo y Vallas y ventanas.