Internacional
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14 de febrero del 2004
Adiós Clark: "Oye muchacho, żdónde quedó tu candidato?"
Salve, Kerry: senador de dos caras
Alexander Cockburn y Jeffrey St. Clair
Estamos a la espera del discurso de Michael Moore en el que admita su derrota después de que su héroe, el general Wesley Clark, saboreara las cenizas de la derrota en Tennessee y Virginia y tuvo el buen sentido de arrojar la toalla.
Si Dean fue el héroe de los punto coms, Clark fue creado por el eje Arkansas- Hollywood encarnado por directores de escena como Harry y Linda Thomason, Mary Steenbergen y Ted Danson. Se suponía que sería el Hombre de la Esperanza: la continuación, ahora con un auténtico oficial militar, del lugar de Bill el prófugo del servicio militar. Esta vez el ataque lateral de la campaña de Clark fue el "Hijo nativo" de Linda Thomason, aludiendo a los años jóvenes de Clark en Little Rock. Junto a Clark se encontraba Bruce Lindsay, antiguo socio del estudio legal de Bill Clinton y posteriormente su asesor en la Casa Blanca. Lindsay hizo saber que la misión de Clark era detener el meteórico avance de Howard Dean y Clark declaró a los periodistas que los Clinton lo habían urgido que se presentara a la campaña. En las semanas antes del "caucus" de Iowa, Clark fue el único candidato demócrata que pudo lograr que Clinton se presentara en un spot publicitario de la campaña. El representante Rahm Emanuel, ex funcionario en la Casa Blanca de Clinton, se declaró a favor de Clark. Otro glamoroso apoyo provino del eje Detroit-Hollywood de Michael Moore y Madonna la que, después del retiro de su héroe, dijo ahora que se va a mudar a Francia. Otro apoyo liberal vino de la New York Review of Books, que publicó todo un capítulo de la ininteligible biografía de propaganda electoral de Clark.
Tambaleando bajo el peso de semejantes auspicios, Clark se hundió despatarrado en un montón de contradicciones. Había apoyado el ataque contra Irak, pero ahora se oponía. La guerra fue lanzada utilizando presunciones fraudulentas pero sí, sí había estado de acuerdo con Bush y Rumsfeld en cuanto a la amenaza representada por las armas de destrucción de Sadam Husein. No tardó mucho para que su campaña flotara muerta cuando los votantes comunes ya no podían comprender qué es lo que quería Clark. Se suponía que Virginia fuera su gran estado, y ni siquiera alcanzó dobles dígitos.
La moral del asunto: obtén que Bill Clinton o Al Gore te den sus apoyos y te hundes como una piedra en el agua. El apoyo de Al Gore para Dean fue por lo menos un intento honrado con un hombre que Gore pensó era un probable vencedor y un buen oponente contra Bush. Como siempre, los Clinton se lanzaron a un juego egoísta. Para ellos la función de Clark era sólo detener a Dean, preservando así el poder de los Clinton dentro del Comité Nacional Democrático. Día tras día mafiosos de Clinton como McAuliffe, Carville y Begala utilizaron los teléfonos y los programas de entrevistas para ridiculizar a Dean y su ataque fue muy efectivo.
Dean cometió sus propios errores y gastó tontamente gran parte de sus 40 millones de dólares en pésimos anuncios electorales, pero es evidente que en Iowa y en New Hampshire se enfrentaba a la máquina del Partido Demócrata y carecía de manipuladores experimentados que pudiesen haberlo salvado. Fue la máquina del partido la que ayudó a Kerry y, una vez que éste había obtenido esas dos cruciales victorias, lo sacó adelante la abrumadora ansiedad de los votantes demócratas por tener un campeón indisputable contra Bush.
Es difícil pensar en un candidato demócrata que en los últimos treinta años haya estado aparentemente seguro de ser nominado por su partido y que haya tenido que sufrir menos insultos en las primarias que el senador John Kerry. Normalmente un candidato de primer línea puede esperar una cierta oposición de sus contrincantes. Pero fue Dean el que atrajo todo el fuego, Clark fue una distracción de primer orden y Kucinich la pequeña esperanza de los progresistas. Así que el atroz historial de Kerry ha podido sobrevivir en un decoroso aislamiento.
La mayoría de los demócratas consideran que el historial de Kerry es irrelevante y ven a los que tienen el mal gusto de destaparlo como si fueran saboteadores de una causa justa. Pero Karl Rove, el comisario político de Bush, no mostrará tanta cortesía.
Kerry nos recuerda a Mr. Dos Caras en el Progreso del Peregrino de Bunyan. A diferencia de Bush, que tuvo el buen sentido de tomar vacaciones de los peligros del conflicto en la Guardia Nacional, Kerry se alistó para ir a combatir a Vietnam y viajó regularmente arriba y abajo por el río Mekong al comando de un Swift Boat, empeñado en el tipo de misiones de contrainsurgencia en las que el antiguo colega senatorial de Kerry, Bob Kerrey de Nebraska, degollaba a aldeanos vietnamitas.
Kerry volvió a EE.UU. y se lanzó como dirigente del movimiento contra la guerra, pero tuvo cuidado de distanciarse de los Veteranos de Vietnam Contra la Guerra [VVAW, por sus siglas en inglés]. Como Clinton que trató de arreglárselas para evitar respetablemente el servicio militar, Kerry cuidó de preservar su viabilidad política dentro del sistema. "La agenda de algunos de los tipos dentro del movimiento de veteranos terminó por confundirse y fue mucho más allá de tratar de terminar la guerra", declaró más adelante Kerry al Boston Phoenix. "Hubo mucha retórica sobre cada mal social y de eso hubo bastante". Los medios se dieron cuenta de donde iba. Morley Safer de CBS aplaudió a Kerry como "un veterano cuyo elocuente llamado a la razón en lugar de la anarquía parece cerrar la brecha entre Abbie Hoffman y la así llamada Mayoría Silenciosa de Mr Agnew". ĦDe Abbie a Agnew, qué salto!
A pesar de su disgusto por la anarquía, cuando VVAW impuso una audiencia del senado sobre la guerra, Kerry se esforzó por ponerse en primera fila para presentar el prominente testimonio ante las cámaras de la televisión y, más adelante, en una manifestación de los veteranos en la Casa Blanca aprovechó de la misma manera la considerable cobertura del evento para unirse a otros veteranos que lanzaron sus medallas de la guerra por sobre la reja de la Casa Blanca. Las que Kerry lanzó pertenecían en realidad a otro, permitiendo así que el prudente Kerry conservara las suyas para exhibirlas orgullosamente más adelante en sus diversas oficinas y para terminar mostrándolas como ardientes reproches a Bush.
Como numerosos aspirantes a políticos ansiosos por reforzar su viabilidad, Kerry el cierra-brechas se convirtió entonces en un fiscal en el distrito Middlesex, y luego en 1982 en lugarteniente del gobernador en el régimen del gobernador... bueno, pueden buscar por donde quieran en la biografía electoral de Kerry, pero les será difícil detectar el nombre de Michael Dukakis. Kerry fue elegido al senado de EE.UU. en 1984.
En su primer período Kerry se aventuró por un terreno bastante interesante y políticamente peligroso con las audiencias sobre BCCI, el banco vinculado a la CIA y sumido en escándalos, y sobre los escándalos de armas por cocaína en Centroamérica. Al final perdió el coraje, y las audiencias terminaron por naufragar sin lograr resultados. Fue la última chispa de vigor en una carrera senatorial caracterizada por lo anodino y lo tímido.
Ya en los años 80, este supuesto liberal de Massachusetts (una especie cuyos méritos han sido siempre exagerados) apoyó la ley Gramm-Rudman de reducción del déficit, una puñalada en el corazón de los programas sociales. Kerry renovó más tarde su compromiso con la guerra contra los pobres al respaldar el exitoso ataque de Clinton contra la ayuda a las madres pobres y sus hijos y aún más recientemente, al votar por las reducciones de impuestos de Bush. En los años Clinton, Kerry se ubicó como alguien que ponía en duda la eficacia de la acción afirmativa.
Cuando la administración Reagan lanzó en 1983 toda la fuerza del poder de EE.UU. contra la isla de Granada (población 80.000) Kerry criticó esa excursión imperial. Ahora, con sus medallas fuera del armario, dice: "básicamente la apoyé. Nunca me opuse en público".
Durante la primera guerra del Golfo a comienzos de los años 90, Kerry cambió de posiciones tan rápido que su equipo se mareó en sus esfuerzos por seguir los giros de su jefe. Finalmente votó contra la autorización de la guerra, pero casi de inmediato publicó un comunicado de prensa apoyando la invasión. La guerra de 2003 resulta en que Kerry vota con la administración Bush sólo para presentarse a principios de la estación de primarias como oponente.
Kerry votó por la ley del crimen de Clinton y por la Ley de Contraterrorismo y Efectiva Pena de Muerte de Clinton que fue un modelo para la Ley Patriota de Bush. Kerry, que ahora no pierde oportunidad para menospreciar al insípido John Ashcroft, también considero apropiado apoyarla.
Kerry se ha permitido la permitida y esperada retórica populista contra el Gran Petróleo, las compañías farmacéuticas, las HMO [Siglas en inglés para: Organizaciones para el Mantenimiento de Salud] y los "traficantes de influencias". Considerando su historial en general, ese parloteo no puede ser tomado en serio, como algo que sea otra cosa que un seguro electoral contra los ocasionales discursos populistas de John Edwards, su rival en la ruta de las primarias.
La campaña de Kerry tiene la sólida ventaja de la vasta fortuna de su señora, que solía ser Teresa Heinz, la tumultuosa hija del imperio portugués. Mrs. Kerry puede utilizar su herencia para publicar anuncios temáticos. Su interés por los temas del entorno ha sido expresado sobre todo a través de su Fundación Heinz cuyo consejo, hasta hace poco, estuvo adornado por el héroe del medioambiente del libre mercado, Ken Lay de Enron.
La Fundación Heinz puso a Ken Lay a cargo de su iniciativa sobre el calentamiento global. Al reventar Enron, la Fundación se solidarizó con su hombre. "Sean cuales sean los problemas que tuvo en Enron, Ken Lay tuvo una buena reputación en la comunidad ecologista por ser un empresario sensible al medio ambiente. Cuando alguien hace algo malo en una parte de su vida, no significa que no pueda hacer algo bueno en otra parte de su vida".
Es el tipo de sublime indiferencia ante las desagradables realidades de la política y la vida que ahora inspira a los demócratas a unirse bajo Kerry, tras la pancarta disponible: Cualquiera Mejor que Bush.
11 de febrero de 2004