Europa
|
La Europa-potencia y el militarismo europeo
Claude Serfati
Revista Viento Sur
Desde hace algunos meses, se habla mucho de la "Europa-potencia" o, más a
menudo, de su ausencia. La expresión tiene una popularidad facilitada por su
imprecisión semántica. Cuando se mide la potencia por el peso económico o
militar, la expresión corresponde además a una inexactitud factual. Puede
parecer ligeramente absurdo no calificar la potencia militar de la UE que cuenta
con el 20% de los gastos militares mundiales en 2002 (fuente: SIPRI, 2003), que
coloca 29 grupos en la clasificación de los 100 primeros grupos mundiales.
(fuente: Defense News, 2003). La hipótesis de este artículo es que la Política
de Seguridad y de Defensa Común (PSDC), más allá de sus avances limitados,
favorece una dinámica que refuerza el militarismo de los grandes países europeos
y el de la UE como entidad política. El "factor transatlántico" sigue siendo
primordial, lo que no excluye la búsqueda de una autonomía operativa que, según
algunos, haría más sólida la emergencia de un "imperialismo posmoderno" europeo.
El artículo discute después sobre la "forma Estado" que se constituye en la
Unión Europea.
Aunque las primeras tentativas europeas en el terreno de la defensa sean
anteriores a la creación de la CEE, hay que esperar a 1992 (Tratado de Maastrich)
para que las cuestiones de defensa sean (prudentemente) introducidas en un
tratado.
Claro y ofensivo sobre la creación de la moneda única, el tratado es más que
prudente sobre la política exterior y de seguridad común (PESC) que depende del
mismo pilar (intergubernamental) y por tanto de la toma de decisión por
unanimidad. Las fórmulas son vagas /1, el horizonte es indefinido, las
modalidades imprecisas. Los avances existen, por ejemplo la Cumbre
francobritánica de Saint- Malo (4 de diciembre de 1998) que propone la puesta en
pie de una capacidad política y militar de la UE. A finales de los años noventa,
la PESC es así provista de una PSDC.
La historia de la PSDC
Otra iniciativa importante tomada en junio de 1992 marca la historia de la
PSDC. El Consejo europeo reunido en Petersberg fija a las fuerzas armadas de los
países europeos misiones humanitarias y de salvamento, de mantenimiento de la
paz y de fuerza de combate en la gestión de las crisis, incluyendo el
restablecimiento de la paz (peacemaking). Estas misiones calificadas luego como
misiones de "Petersberg", son confirmadas e inscritas en el tratado de la Unión
como los objetivos centrales asignados a la defensa europea por construir
(artículo 17.2). Como ocurre a menudo en la diplomacia internacional, las
traducciones de los textos en las diferentes lenguas de los Estados miembros
dejan sitio a lo que, en el lenguaje de las cancillerías, es llamado una
"ambigüedad constructiva", y que significa más sencillamente la utilización a la
carta de los textos.
Así, algunos expertos consideran que la participación de los países europeos en
la Guerra del Golfo de 1991, y bastante antes en la Guerra de Corea (1952)
pueden ser consideradas como "misiones de Petersberg" /2. Además, no hay duda de
que las misiones de peacemaking, término relativamente neutro, incluyen de hecho
el uso de medidas coercitivas. La flexibilidad de las formulaciones adoptadas
por la UE permite al grupo de trabajo sobre la Constitución consagrado a la
defensa someter propuestas que, de hecho, amplían la gama de las "misiones de
Petersberg" (por ejemplo a la asistencia militar y a la cooperación con las
fuerzas armadas de países terceros) /3.
Estos objetivos han sido acompañados de decisiones que apuntan a permitir su
puesta en marcha operativa mediante la creación de una "fuerza de reacción
rápida". Las cumbres de Colonia (junio de 1999) y de Helsinki (diciembre de
1999) definen un "objetivo global" (headline goal) destinado en el horizonte de
2003, a dotar a la UE de capacidades militares. Estipula que "los Estados
miembros, deben ser capaces, de aquí a 2003, de desplegar en sesenta días y por
una duración de al menos un año fuerzas militares que pueden llegar hasta 50-
60.000 personas capaces de llevar a cabo el conjunto de las misiones de
Petersberg" /4. El puesto de Alto Representante (creado en 1999) confiado a
Javier Solana, que acababa de abandonar el puesto de secretario general de la
OTAN, y otras medidas de coordinación de los estados mayores figuran igualmente
entre los elementos constitutivos de la política de defensa común.
El proyecto de tratado que instituye una Constitución para Europa oficializa de
alguna forma la existencia de una "política de seguridad y de defensa común
(...) que incluye la definición progresiva de una política común de defensa de
la Unión. Ésta conducirá a una defensa común, una vez que el Consejo Europeo lo
haya decidido por unanimidad" (art. 40). El mismo artículo del tratado recuerda
que esta política respeta los compromisos de los Estados miembros "que
consideran que su defensa común se realiza dentro de la Organización del Tratado
del Atlántico Norte".
El "factor transatlántico"
El "factor transatlántico" está, en efecto, omnipresente en las cuestiones de
defensa, tanto en el plano político-estratégico (doctrina, capacidades) como
tecno-industrial.
Una lectura, incluso rápida, de los documentos oficiales y las declaraciones de
los representantes de los gobiernos no deja lugar a dudas: la defensa europea no
tiene ninguna existencia y ningún futuro fuera de los fuertes lazos que mantiene
con la OTAN. Este hecho está totalmente reconocido por los países miembros,
incluida Francia, cuyos gobiernos tanto de derecha como de izquierda reafirman
periódicamente su adhesión a la OTAN /5. La discusión está circunscrita al grado
de autonomía del que puede disponer la UE en sus decisiones de implicación
militar.
La convergencia de puntos de vista entre los EE UU y la UE está, en primer
lugar, en los principios y valores a defender. No hay necesidad aquí de
extenderse sobre la visión fundamentalmente parecida del futuro de la "mundialización"
fundada en los principios de la democracia, de la paz, y de la economía de
mercado. Esto no significa que, en el contexto de crisis que una buena parte del
Planeta conoce de forma endémica o súbita, y que ha alcanzado en 2000 a los EE
UU, que son el "epicentro" (en el sentido climático) de la mundialización del
capital, la competencia no se agudice. Permanece, sin embargo, circunscrita a un
marco "pacífico" /6
Un segundo factor de convergencia se refiere al estado de las capacidades
militares. En el decenio de los 90, en las guerras de envergadura realizadas (y
no en las operaciones militares que se han multiplicado, en general bajo el
mandato de la ONU), es decir la Guerra del Golfo (1991), la Guerra en Serbia
(1999), la Guerra en Afganistán (2002), los EE UU aseguraron no sólo la
dirección operativa, sino que también proporcionaron lo esencial (del 80% al
90%) de las capacidades militares desplegadas. Los Ejércitos de los países de la
UE están de hecho integrados en las alianzas dirigidas por los EE UU que son
desarrolladas en esas guerras. Esta dependencia de los países europeos fue
teorizada hace algunos años por la secretaria de Estado de Clinton, Madeleine
Albright, que lanzó el slogan de "No decoupling, no duplication, no
discrimination". En el seno de la OTAN, no puede haber "desacoplamiento" entre
las capacidades militares europeas y americanas, como tampoco en su utilización;
en el lenguaje inimitable de los expertos en defensa, los medios militares
pueden "estar separados, pero no son separables". No debe haber en ellos
"duplicaciones" de producción de materiales (en nombre de la racionalización de
los medios y de la economía de los recursos); en fin, ninguna "discriminación"
debe existir en el seno de la Alianza Atlántica entre los países europeos,
pertenezcan o no a la UE (esto, a fin de facilitar la adhesión de los países del
PECO a la OTAN, antes de su entrada en la UE). Esta defensa en "tres
dimensiones" sigue siendo el principio director.
En fin, factores tecnoindustriales favorecen la convergencia. Los EE UU han
apretado de nuevo el acelerador en la carrera tecnológica militar que intenta
impedir a todo enemigo potencial amenazarles verdaderamente. Esta carrera crea
también un "efecto umbral" con sus aliados, que son a la vez socios y
competidores en el terreno económico. En 2002, los gastos de equipo militar de
los EE UU han alcanzado 83,6 millardos de dólares (dólares del año 2000) y los
de sus aliados europeos de la OTAN (Francia incluida), 19,3 millardos de
dólares. La distancia entre los EE UU y Europa, que con toda seguridad ha
aumentado desde esa fecha, es aún más grande en materia de gastos consagrados a
la innovación tecnológica militar (la diferencia de gastos es de 1 a 8). Los
grandes países europeos productores de armas, principalmente el Reino Unido,
Francia y Alemania, desarrollan y producen equipamientos militares que deben ser
compatibles al máximo con los equipamientos producidos en los Estados Unidos
debido a su utilización conjunta en guerras y operaciones militares. La "transatlantización"
de las industrias de armamento es entonces un camino inevitable; los grupos
europeos están obligados a ir a buscar a los EEUU los créditos de I+D del
Departamento de Defensa y los pedidos de los ejércitos americanos /7. No es
sorprendente que Bae Systems que ha orientado deliberadamente su estrategia
hacia lo militar (80% de su cifra de negocios) y marginado sus actividades
civiles, esté ampliamente comprometida en programas financiados por el
Pentágono. Pero EADS, cuya actividad civil adosada a la producción de Airbus es
ampliamente mayoritaria (80% de su cifra de negocios), busca igualmente aumentar
su actividad militar y multiplica los acuerdos con todos los grupos americanos
de la defensa, incluido Boeing (en el marco del programa de defensa antimisil).
Esto revela la complejidad de las relaciones de competencia y de cooperación, a
menudo plagadas de intrigas, que caracteriza los comportamientos de los grupos
multinacionales en ciertas industrias mundiales, puesto que EADS compite a la
vez con el grupo americano en los segmentos civiles (Airbus versus Boeing) y es
su socio en ciertos segmentos de la producción militar. Se comprende por qué los
dirigentes del grupo europeo son fervientes partidarios del despliegue de un
sistema de defensa antimisil europeo. El gobierno francés, tras haber declarado
su hostilidad (en nombre de los riesgos de agravación de la carrera de
militarización del espacio) desarrolla programas de armas que pueden figurar en
un sistema así.
La imposición del factor transatlántico no significa la ausencia de divergencias
entre los EE UU y sus aliados, como muestra la guerra en Irak encabezada por
Bush. Una parte de los gobiernos europeos observan con consternación, incluso
con cólera, cómo los EE UU utilizan la violencia militar (en nombre de la lucha
antiterrorista) con el objetivo de obtener ventajas económicas "privadas"
unilaterales. Estos gobiernos intentan acelerar las medidas que favorezcan la
constitución de un potencial militar europeo. La puesta en marcha de capacidades
militares autónomas, el objetivo buscado por los gobiernos más decididos,
comienza tímidamente a ser alcanzado (ver más adelante). Esta voluntad se
acompaña de un esfuerzo por defender la producción de equipamientos europeos y,
cuando es posible, promover programas europeos.
Europa potencia e "imperialismo posmoderno"
La constitución de una potencia militar europea está considerada como un punto
de llegada que coronaría el edificio construido desde hace seis decenios. La
integración comercial, la circulación del capital y del trabajo, la creación de
una moneda única que jalonan la historia de la UE no esperaría más que la etapa
de "defensa común". La distancia entre la potencia económica y la potencia
militar de la UE es frecuentemente subrayada, y cada vez más lamentada, en el
momento en que los EE UU han decidido bajo la Administración Bush, aumentar aún
más la utilización de sus ejércitos en la gestión de los asuntos del mundo.
Los partidarios de la construcción de una potencia militar europea se
tranquilizan precisando que ésta no tendría nada que ver con una postura
militarista. Una figura emblemática de esta posición es R. Cooper, consejero del
primer ministro británico Tony Blair. Si seguimos a Cooper /8, que acaba de ser
nombrado para un puesto junto a Javier Solana en Bruselas, Europa ha entrado en
la era de la posmodernidad que los EE UU no han aún alcanzado. El gobierno y el
Congreso tienen aún reticencias a aceptar la interdependencia y sus corolarios:
la apertura, la vigilancia mutua y la ingerencia que caracterizan esta nueva
era. En cambio, la Unión Europea es el arquetipo de este tipo de Estado
posmoderno puesto que la interferencia mutua y la transparencia son la regla en
ella. La UE es más un Estado transnacional que supranacional, una asociación
voluntaria más que la sumisión a un Estado central.
El imperialismo posmoderno que practica consiste en crear, bajo la égida de la
ONU, un protectorado en Bosnia y en Kosovo y proporcionar soldados y medios
materiales. La intervención (militar) humanitaria encuentra su justificación en
la concepción universal (cosmopolita) de los derechos humanos de la que los
Estados, que los violan demasiado a menudo, han dejado de ser el garante
exclusivo.
Pascal Lamy, el comisario europeo de Comercio, y Zaki Laidi desarrollan un punto
de vista convergente con el de Cooper. Partiendo de la distinción establecida
por J. Nye entre hard y soft power (designando este último la capacidad de un
país de obtener lo que quiere por la simple atracción que ejerce) /9, consideran
que la UE no debe seguir los métodos de los EE UU en la gestión de las
relaciones internacionales.
Éstos utilizan la fuerza militar para hacer prevalecer los intereses generales
de paz, pero también sus intereses particulares. La UE, que tiene una larga
historia de conflictos mortíferos, debe por el contrario afirmarse como un soft
power. Los europeos pueden dotarse de un útil militar propio y de una diplomacia
autónoma, pero no estarán probablemente puestos al servicio de una voluntad de
dominación política.
De una parte porque "Europa ha agotado (sic) su necesidad de imperio", de otra
parte porque Europa, tiene pocas posibilidades de convertirse en un
Estado-nación /10".
La idea de que "Europa" defiende valores profundamente diferentes de los "EEUU"
está muy extendida. Se encuentra entre quienes continúan viendo un "modelo
social europeo" fundado en "la tradición política del movimiento obrero, la
fuerza de las doctrinas sociales católicas e incluso ciertos principios
normativos del liberalismo social" /11. En la vanguardia de la defensa de sus
valores, se encuentra precisamente la "República Francia", pues si los franceses
mantienen la idea de que /pueden dar lecciones (en materia de libertades, de
democracia, de república social francesa, etc.), no es ésta una pretensión de
dominador, sino de artesano /12. La historia, antigua y reciente de África (no
solo la de los Grandes Lagos) invita a más circunspección en el entusiasmo
visceral de la "República Francia" por los valores universales. En cuanto a la
reconstrucción de una Europa que sería el hogar permanente de la democracia y de
los derechos humanos, "es, en gran medida, un mito" /13
Efectos sobre el militarismo europeo El comportamiento de la Administración Bush
ha marginado, desde hace algún tiempo un poco más el examen crítico del
militarismo europeo. El hecho es aún más patente en Francia, donde el
antimperialismo americano, incluso cuando no se reduce a antiamericanismo,
permite demasiado a menudo ignorar la contribución de Francia a la defensa del
"orden mundial" /14. Es ciertamente posible proclamar un escepticismo en cuanto
a la capacidad de la UE para desarrollar "a tiempo" una Política de Seguridad y
de defensa común (PSDC). Las fórmulas prudentes contenidas en el proyecto de
tratado que instituye una Constitución para Europa indican que los gobiernos
tienen plenamente conciencia de la amplitud de las divergencias y que están muy
preocupados por mantener sus prerrogativas nacionales. No se puede, sin embargo,
subestimar el papel jugado por estas iniciativas. Los avances en el terreno de
la PSDC, incluso limitados, tienen efectos autoreforzadores sobre el militarismo
europeo por, al menos, tres razones. En primer lugar, proporcionan un impulso no
despreciable al desarrollo de la potencia militar de los Estados miembros de la
UE, al menos de Gran Bretaña y de Francia. Estos dos, que son los más
militarizados (sus gastos de equipamiento sumaban el 60% de los gastos totales
de los países europeos en 2002), han decidido un aumento significativo de los
gastos militares desde el comienzo de este decenio /15. Sus gobiernos estiman
que, en razón del "rango" que estos dos países ocupan, deben tener un papel
central en la defensa europea. Los aumentos de los presupuestos militares se
conjugan con las iniciativas de cooperación y de fusión tomadas por los grupos
europeos de la industria de defensa.
Además, los progresos de la PSDC permiten desarrollar cooperaciones entre países
europeos voluntarios para llevar a cabo intervenciones militares sin tener que
esperar a que todos los demás países se comprometan en ellas /16. El proyecto de
tratado de la Constitución para Europa establece la posibilidad de
"cooperaciones estructuradas". Esta posibilidad multiplica las oportunidades de
despliegue de las fuerzas armadas, y evita las molestas discrepancias de los
Estados más reticentes a la utilización de la fuerza armada.
El ascenso como potencia militar de la UE se manifiesta en dos direcciones: el
contenido de las misiones y las zonas de intervención. Sobre el contenido de la
PSDC, la convergencia con los EE UU se está estableciendo sobre los objetivos y
los medios de lucha contra el terrorismo, las armas de destrucción masiva y los
"Estados fracasados" /17. En el terreno de las zonas geográficas de intervención
militar, la voluntad de la UE de jugar un papel más ambicioso es también
explícita. En relación con la declaración de la Cumbre de la OTAN en Washington
(abril 1999), la UE ha ampliado el espectro de sus ambiciones militares. Desde
la conferencia europea de noviembre de 2000 sobre los compromisos de capacidad
militar, la referencia frecuentemente utilizada para definir el radio de las
operaciones militares de la Unión Europea es de 4.000 km., lo que engloba la
Europa Central y Oriental, África del Noroeste, la región del Caucaso, y la
parte occidental de Rusia /18.
En fin, se esperan iniciativas en el terreno de la PSDC: la creación de una
"cultura europea de seguridad", que como indican los debates sobre las
cuestiones más importantes, "constituirá una mezcla de neorrealismo (fuerza de
reacción rápida potente, sanciones y disuasión nuclear hipotética), de
internacionalismo liberal (ayuda al desarrollo, incitaciones comerciales,
asistencia civil), de universalismo moral (prevención de los conflictos), de
intervencionismo... Esto proporcionará a los responsables una panoplia sin igual
de recursos que les permitirá enfrentarse a cualquier problema" /19. Esta gama
ampliada de justificaciones a las intervenciones militares de la UE permite
también conciliar las posiciones bastante contradictorias de los países miembros
de la UE, que pueden fácilmente encontrarse en torno a valores emblemáticos del
imperialismo posmoderno.
A fin de cuentas, las misiones militares que asumen los países de la UE fijadas
por el Consejo de Feira (junio 2000) son de tres tipos: a) la OTAN sola, b) la
UE utilizando los medios de la OTAN, c) la UE sola.
En junio 2003, por primera vez, la UE realizó en el Congo y a demanda de las
Naciones Unidas una intervención militar ("Artemis"). La presencia de 1.200
soldados (principalmente franceses) marca el fin de la regla (no escrita) que
autolimitaba las intervenciones de la UE en su "exterior cercano" (near abroad)
(los 4.000 km. De radio alrededor de Bruselas) y que hacia el Sur, se quedarían
por tanto en el Magreb. Terminada el 1 de septiembre la operación "Artemis" de
despliegue de tropas en esas dos zonas, la UE está a la búsqueda de una misión a
la que podrían ser enviados sus soldados /20.
La "forma Estado" de la UE y el militarismo
La formación de una potencia militar europea se considera una conclusión que
culminaría el edificio construido desde hace seis decenios. La integración
comercial, la circulación de los capitales y del trabajo, la creación de una
moneda única que jalonan la historia de la UE no esperan más que la etapa de la
"defensa común". Los elementos presentados en este artículo indican
efectivamente un refuerzo del militarismo europeo. Sin embargo, no permiten
concluir en la existencia de una defensa común, que estaría basada en objetivos
comunes, una estrategia única y capacidades operativas totalmente compartidas y
que, de hecho, llevaría a la creación de una industria de armamento integrada,
como la de los EE UU, o como pudo serlo, en menor medida, la industria francesa
durante los años setenta y ochenta.
La realización de este objetivo significaría un avance significativo en la
constitución de una potencia militar comunitaria y, más allá, en la formación de
un Estado europeo. Estamos muy lejos de ello, pero sin embargo hay que intentar
comprender las dinámicas que están en juego, así como sus límites. El
capitalismo se ha impuesto históricamente como el resultado de una interacción
entre el capital (relación social) y el Estado (forma de dominación política),
pero el lugar fundamental del Estado no está circunscrito a la génesis del
capitalismo (la "acumulación primitiva"). Uno de los aportes importantes de los
teóricos del imperialismo de comienzos del siglo XX está en la reconsideración,
que desarrollan de forma más o menos explícita, de la relación entre lo
político, que incluye por supuesto la violencia militar, y lo económico /21. Sin
embargo, los teóricos del imperialismo ponen su atención sobre el carácter muy "estadocéntrico"
del movimiento de internacionalización del capital. Bujarin considera incluso
que se ha formado progresivamente en los países capitalistas una especie de "trust
capitalista nacional" que fusiona el capital y su Estado, y que sólo puede tener
una solución violenta.
Una nueva configuración de las relaciones interestatales entre países
capitalistas desarrollados, cuyo pilar han constituido y constituyen aún los EE
UU, ha emergido de la Segunda Guerra Mundial. Las rivalidades entre los Estados
nacionales de los países capitalistas desarrollados no han desaparecido, por
supuesto, pero excluyen desde la Segunda Guerra Mundial, el uso directo de la
fuerza armada como modo de solución de su conflicto /22. En este contexto
profundamente modificado, la internacionalización del capital ha tomado formas
diferentes, y su etapa actual (la "mundialización") plantea en términos nuevos
la cuestión de la relación del capital con el Estado. Las clases dominantes han
intentado dotarse de una "arquitectura institucional" que les permitiría
gestionar los conflictos y contradicciones planteadas por este movimiento de
internacionalización del capital /23. Aunque este movimiento sea antiguo, se ha
acelerado y tomado una nueva dimensión, tras la Segunda Guerra Mundial, con la
creación de instituciones internacionales, con competencia financiera (FMI, BM),
comercial (GATT), etc. Algunos consideran incluso que un "Estado mundial" se
está formando hoy, en tanto que expresión de la mundialización del capital y de
la solidaridad de las clases dominantes /24.
Europa, por un conjunto de razones conocidas, ha constituido un terreno
privilegiado para los intentos destinadas a superar el modo de resolución bélica
de las rivalidades nacionales, que había conducido a la barbarie de la primera
mitad del siglo XX. La CEE ha proporcionado el marco en el que estas rivalidades
han sido disciplinadas y las burguesías de Europa occidental han podido
organizar ciertas alianzas para afirmarse en el mercado mundial. Mandel,
analizando el movimiento de internacionalización del capital y subrayando la
persistencia de las rivalidades interimperialistas (frente a la tesis del "superimperialismo"),
estimaba que la constitución de un Estado burgués federal o supranacional era la
hipótesis posible incluso probable para la CEE /25. La creación de este Estado
federal europeo resultaría de una interpenetración creciente de los capitales
europeos, que constituiría de alguna forma su "base nacional europea" a la que
debería corresponder una forma estatal. Poulantzas desarrolla una posición
simétrica, que pone el acento en la dependencia europea respecto a los EEUU pues
este país reproduce en el seno mismo de las demás metrópolis (en el sentido de
"países desarrollados") sus propias relaciones de producción. "Estas coordenadas
que se relacionan con la reproducción ampliada del imperialismo dominante en el
seno mismo de las demás metrópolis imperialistas, no conciernen sólo a las
relaciones de producción: implican la extensión de las condiciones ideológicas
de esta reproducción en el interior de estas metrópolis" /26. Por ello, los
Estados europeos se convierten en vectores de la extensión de las relaciones de
producción de los EE UU: "Estos Estados toman ellos mismos a su cargo los
intereses del capital imperialista dominante en su desarrollo en el seno de la
‘formación nacional’ a saber en su interiorización compleja a la burguesía
interior a la que domina" (p.72). Este análisis, que parte justamente de la
transnacionalización del capital y de su impacto sobre el Estado nación, conduce
a su autor, aunque se defienda de ello, a presentar a los EE UU como un "superimperialismo"
que no sólo domina las relaciones de producción de los países europeos (lo que,
por supuesto, va más allá de indicadores estadísticos, como la parte en el
comercio mundial, el volumen de inversiones directos en el extranjero, etc.)
sino que gobierna también su estructura estatal.
Este diagnóstico no tiene fundamento. Se pueden analizar las transformaciones de
la UE hasta hoy como producto combinado de la acción de los Estadosnación, de la
presión de los grupos financieros, bancarios e industriales, y de las propias
instituciones comunitarias, en primer lugar de las cuales se encuentra por
supuesto la Comisión, cuyo crecimiento burocrático se alimenta del papel que
cumple /27. La UE no se ha convertido en un conjunto políticamente integrado en
el que el Estado toma a su cargo a nivel federal las cuestiones como la moneda,
la defensa, etc., y en el que los ciudadanos votan directamente para la
representación política federal. No puede ser, sin embargo, reducida a una
simple construcción intergubernamental analizada por Raymond Aron y la corriente
"realista" de las relaciones internacionales.
La construcción híbrida
La UE es una construcción híbrida que constituye una "respuesta" a los procesos
de mundialización del capital, admitiendo que esta mundialización se desarrolla
en formas políticamente determinadas, particularmente en Europa, donde los
Estados-nación han tomado la forma más acabada. La mundialización del capital,
hay que recordarlo, no es una simple conclusión de una tendencia "espontánea"
("el mercado mundial está contenido en la noción misma de capital"). Adopta hoy
una fisonomía que está marcada por el dominio de un capital rentista –que
funciona por apropiación de rentas o por captación de riquezas basada en la
existencia de diferentes tipos de derechos de propiedad– cuya envergadura es
mucho más importante que a comienzos del siglo XX, pero también por el tipo de
relaciones de fuerza interestatales (hegemonía americana) y las configuraciones
estatales producidas por la historia.
Dicho de otra forma, los formas de dominación política ejercidas a cuenta del
capital no son inmutables; siguen dominadas por la existencia de clases
dirigentes que están organizadas en un espacio sociopolítico delimitado por un
territorio. La UE es un intento de atemperar las contradicciones entre el
movimiento del capital y las formas históricas en las que ha construido su
dominación política y que actúan como condicionamientos. La diversidad de las
respuestas a las cuestiones económicas y políticas que afronta la UE es
reveladora de estas contradicciones. Se encuentran ciertos terrenos en los que
los procesos de integración de la UE están muy avanzados, como muestra la
creación de una moneda única. El Banco Central Europeo es claramente una
institución cuya creación desplaza el poder hacia la UE.
La decisión de crear una moneda única es, en parte, el fruto de una voluntad
política que no es evidentemente reducible a la dimensión política de la pareja
formada por Kohl y Mitterrand. La iniciativa participa así del combate colectivo
del capital de los países europeos, cuya defensa está asegurada por los Estados,
que aceptan para esta "causa", la pérdida de un atributo histórico de su
soberanía. Esta decisión remitiría pues al deseo expresado por el liberalismo
tipo Hayek de alejar la gestión de la moneda de las presiones y reivindicaciones
de los asalariados que pueden presionar a las autoridades monetarias para
adoptar comportamientos "laxos" (creación monetaria, etc.) /28. Pero la creación
del euro no corresponde a una nueva etapa en un proceso de integración
armonioso, en la forma en que las teorías neofuncionalistas dan cuenta del
proceso europeo. Introduce contradicciones ya perceptibles en el plano externo
–el estatuto de moneda de reserva internacional del euro frente al dólar exige
bastante más que una "competitividad" económica de la UE– y potencialmente
explosivas en el plano interno de la UE, como el lugar de la política
presupuestaria (y por tanto fiscal) de los Estados miembros. La ampliación de la
UE va a agudizar estas contradicciones.
Los Estados nación siguen siendo las piezas esenciales de la UE. Las cuestiones
de defensa en las que su dominio es más fuerte que en cualquier otro terreno,
aclaran igualmente las contradicciones más generales de la construcción
comunitaria. La necesidad para la UE de reforzar su potencia militar es hoy
crucial y se ve incluso aumentada debido al curso tomado por los EE UU desde el
año 2000. La PSDC proporciona un marco favorable para este reforzamiento bajo la
acción de las tres fuerzas motrices (Estado, capital e instituciones
comunitarias) de la construcción europea. Junto a los Estados, cuyo papel es
evidente, la acción de los grupos de la industria de la defensa es igualmente
importante. El proceso de concentración lleva a la creación de algunos grandes
grupos europeos (en la aeronáutica, el espacio y las tecnologías de la
información). Este proceso ha llevado a los Estados a organizarse de forma
conjunta para establecer frente a esta "oferta" cada vez más concentrada, una
"demanda" cuyo poder de mercado sea capaz de resistir. Su acción pasa por la
creación de una agencia de compra de materiales militares europea (OCCAR)
(inscrita en el proyecto de Constitución), lo que permitiría la creación de un
mercado común de los equipamientos de defensa, la estandarización y la
interoperatividad de los equipamientos proporcionados a los ejércitos, el
aumento del número de programas de I+D llevados en común, etc. Incluso la
Comisión, a quien le estaba prohibido expresarse sobre las cuestiones de
"defensa", ha comenzado a entrar en el debate por medio de las tecnologías de
doble uso (militares y civiles, igualmente calificadas de "duales") en tanto que
son una componente de la política tecnológica que es de su competencia; más
recientemente a través de las cuestiones industriales (ataques a la competencia
en la concentración, etc.). También ha enviado "señales", en parte concertadas
con los Estados europeos afectados, a través de las decisiones de la directiva
sobre la competencia sobre fusiones entre grupos americanos algunas de cuyas
actividades son militares (Boeing-MDD, GE-Honeywell, etc.).
Sin embargo, no hay que esperar la llegada de una "defensa común" europea como
otros esperarían a Godot. El marco está dispuesto, las fuerzas que empujan por
un reforzamiento de la potencia militar son activas. La alianza transatlántica
sigue siendo dominante, se organiza bajo formas diversas que no reflejan sólo la
relación de los países de la UE con los EE UU, sino también el grado de
cooperación y de rivalidad intereuropeas. Una de las expresiones de ello es la
combinación cambiante de "parejas" entre Alemania, Francia y el Reino Unido (es
algo más raro la formación de un trío). Por ello la cuestión no está en
preguntarse si la PSDC verá la luz "a tiempo", sino en observar cómo constituye
ya, a la vez, un discurso y un factor muy real para el desarrollo del
militarismo en Europa.
* Nota de Correspondencia de Prensa: Claude Serfati es economista,
maestro de conferencias e investigador en el Centro de economía y ética por el
medioambiente y el desarrollo de la Universidad de Versalles- Saint Quentin de
Yveline. Autor entre otros libros de "La mondialisation armé. Le déséquilibre
de la terreur" (Editions Textuel, Paris 2001), y contibuyó a la obra "Les
piéges de la finance mondiale: diagnostics et remèdes", coordinada por
Francois Chesnais y Dominique Plihon. Colabora regularmante con las revistas
Carré Rouge (Francia) y A lencontre (Suiza).
Bibliografía
1 / Cf artículo j.4: "La política exterior común de seguridad incluirá
todas las cuestiones relativas a la seguridad de la Unión, incluida la
definición más adelante de una política de defensa común que podría, llegado el
momento, conducir a una defensa común".
2/ Heisbourg F. (con otras contribuciones), "European Defence: Making It Work",
Chaillot Papers, 42, septembre 2002, p.23.
3/ The European Convention, WG8 22, 16 diciembre 2002.
4/ El objetivo de Petersberg (60.000 soldados desplegados) exigiría en la
práctica la existencia de una reserva de 180.000 (rotación, soporte de las
tropas, etc.) Los Estados europeos han confirmado en el 2001 la existencia de un
potencial de más de 100.000 soldados, 400 aviones de combate y 100 navíos de
guerra.
5/ Ver entre numerosas declaraciones, las de M. Védrine, entonces ministro de
Asuntos Exteriores: "la defensa europea no es solo buena para Europa, sino
también para la Alianza", (Le Monde, 13/06/2001) o recientemente por M Alliot-Marie,
ministra de Defensa que recuerda que "la OTAN es la garantía mayor de nuestra
seguridad colectiva".
6/ Carchiedi considera que contradicciones entre los EE UU y la UE, similares a
las que han existido entre los Estados Unidos y la URSS, podrían desarrollarse.
G.Carchiedi, "Imperialist contradictions at the Threshold of the Third Millenium:
A new Phase?, en R. Albritton, M.Itoh, R. Westra, A. Zuege, Phases of Capitalist
Development, Boom, Crise and Globalizations, Palgrave Pub, 2001.
7/ C.Serfati, "Coopération européenne et intégration transatlantique des
industries d´armement: le cas de l´aéronautique", en J. Klein, P. Buffotot, N.
Vilboux (bajo la dirección de), Vers une politique européenne commune en matière
de sécurité et de défense: défis et opportunités, Economica, 2003.
8/.R.Cooper., "The Post-Modern State", in M.Leonard, Re-Ordering The World, The
Foreign Policy Centre, London, 2002.
9/. El contrasentido para las nociones de hard y de soft power es frecuente en
la literatura, sin que se sepa si es producto de la ignorancia. El creador de
estas fórmulas, Nye, no ha considerado nunca que la existencia de un soft power
sea posible sin la existencia del "bastón" que recuerda las realidades. "Las
fuerzas armadas de los EE UU presentes en Asia favorecen también el desarrollo
democrático en Asia, proporcionando un ejemplo claro y claramente visible del
papel apolítico de las tropas americanas (...que) ha permitido a Asia del
Sureste tener un fuerte crecimiento económico", "The Case for deep engagement",
Foreign Affairs, 74, 4 julio agosto 1995, pp. 90-102. Muy recientemente, expresa
su acuerdo con la nueva doctrina de seguridad nacional a la vez que critica a
Bush, y considera que la presencia de los periodistas que seguían a los
Ejércitos americanos era una buena ilustración del soft power pues ha frenado en
seco la estrategia de Sadam de "crear una protesta internacional afirmando que
las tropas americanas mataban deliberadamente civiles" (p.67). Se puede resumir
así su concepción: "Los EEUU deberían inclinarse hacia el multilateralismo cada
vez que es posible a fin de legitimar su poder y obtener un amplio consenso
sobre su nueva estrategia" (p.69), "US Power and Strategy After Iraq", Foreign
Affairs, julio-agosto 2003.
10/.Z.Laidi, P.Lamy, "La gouvernance ou comment donner sens a la mondialisation",
en Jacquet P, Pisany- Ferry J., Tubiana L., Gouvernance Mondiale, Consejo de
Análisis Económico, 2002.
11/ J. Habermas, "A Constitution for Europe?", New Left Review,
septiembre-octubre 2001. pp.2-27.
12/ Joxe A., L’Empire du chaos. Les Républiques face a la domination américaine
dans l´après guerre froide, La Découverte, 2002.
13/ Y. Salesse, Propositions pour une autre Europe. Construire Babel, Éditions
du Félin, 1997.
14/ Se puede uno remitir a las alabanzas dirigidas al presidente de la República
por su actitud sobre la guerra en Irak, incluso por ciertas personas del
movimiento altermundialista, en la discusión sobre la ley de programación
militar (2003-2008), del proceso Elf o incluso de la Francafrique, y de la
operación "Licorne" en Costa de Marfil.
15/ Para Francia, estos aumentos están previstos por la ley de programación
militar. Ya se ha producido un aumento de los créditos de equipamiento del
11,16% para 2003 y de 9,37% para 2004.
16/ Esta posibilidad está condicionada por la ausencia de oposición por parte de
los países miembros, que pueden por el contrario practicar la "abstención
constructiva".
17/ J. Solana, "A secure Europe in a Better World", European Concil,
Thessaloniki, 20 junio 2003.
18/ Numerosas operaciones militares emprendidas por la UE en los años recientes
no entran en este radio: el Golfo, Timor, Sierra Leona, Rwanda y Afganistán.
19/ Howorth J., "The CSDP and the Forging of a European Culture", dans Irondello
B. et Bennesson P., "L´Europe de la défense: institutionnalisation,
européanisation", Politique européenne, nº 8, automne 2002.
20/ CF. : "EU Force Seeks New Mission After Congo", Defense News, 8 septembre
2003.
21/ Esta cuestión está desarrollada en: Impérialisme et militarisme au vingt-et-unième
siècle, Pàge 2, de próxima edición.
22/ Esto no tiene nada que ver con el fin de la guerra como herramienta de
conquista o su ausencia definitiva de utilización. El esfuerzo militar intensivo
de los EEUU (incluido el sistema de defensa antimisiles) está en gran parte
destinado a "contener" a China, cuyo ascenso como potencia no se ve cómo podría
seguir pacíficamente.
23/ Estas cuestiones son objeto de una atención particular de los investigadores
de economía política internacional que se autodenominan "neogramscianos".
24/ He analizado los límites de estos procesos de "transnacionalización" de las
clases dominantes y de formación de un "Estado mundial" en C.Serfati, "Une
bourgeoisie mondiale pour un capital financier mondialisé?", en (obra
colectiva), La Bourgeoisie: classe dirigeante d´un nouveau capitalisme, Syllepse,
2001.
25/ E. Mandel, Le Troisième Age du capitalisme, Les Editions de la Passion,
1997, p. 259, (primera edición 1976). (El Capitalismo Tardío, de. ERA, México,
1979).
26/ N. Poulantzas, Les Classes sociales dans le capitalisme aujourd´hui,
Editions du Seuil, 1974, p. 67 (subrayado en el texto).
27/ La Comisión actúa como un árbitro entre los diferentes gobiernos, les sirve
de representante en ciertas negociaciones internacionales y constituye una
palanca muy importante en la supresión de derechos y conquistas sociales. Como
toda burocracia investida de una autoridad pública, es una fuerza social que
intenta hacer prevalecer sus intereses particulares y reforzar sus posiciones en
el marco de las funciones que cumple.
28/ W.Bonefeld, "European integration: the market, the political and class",
Capital and Class, nº 77, 2003.