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Europa

29 de abril de 2004

El primero de mayo y los lemas sindicales

Juan Pablo Mateo Tomé *
Rebelión

El próximo Primero de mayo se celebrará la tradicional manifestación en honor del día del trabajador, recordando el cruel asesinato de obreros llevado a cabo por la patronal en Chicago hace 118 años, en 1.886. De todos los días que componen el año es el único que se dedica al individuo que desgraciadamente no tiene más que vender en el mercado que su propia capacidad de trabajo, todos los días restantes son dedicados al empresariado o "grupo emprendedor", como se dice ahora.
Los principales sindicatos, CC.OO. y UGT, encabezarán dicho acto bajo dos lemas que me llevan a escribir estas líneas: NO AL TERRORISMO y CONSTITUCIÓN EUROPEA PARA LA PAZ, EL PLENO EMPLEO Y EL BIENESTAR. Soy consciente de que hay temas más importantes sobre los cuales la justificación del vertido de tinta, tiempo y neuronas cerebrales estaría probablemente más justificado que éste, incluso el congreso confederal de CCOO del 21-24 de abril o los elogios a la moderación salarial que se vierten desde sus filas. Sin embargo, por una parte, ciertamente existen otras personas más versadas para opinar de cuestiones más trascendentales, y respecto al congreso, como militante eternamente crítico, de poco margen de maniobra dispongo entre una burocracia que asume y defiende el sistema capitalista que nos explota; por otra, este lema sirve como coartada para opinar sobre ciertos temas de gran actualidad y se erige en ejemplo de los derroteros por los que se mueve nuestro sindicalismo contemporáneo.
Veamos el primero y principal de ellos: NO AL TERRORISMO. Como todo término, antes de nada debemos ponernos de acuerdo en el concepto mismo. Podríamos definirlo como una serie de actos de carácter violento llevados a cabo bajo el deseo de infundir terror entre la población. A mi cabeza llegan inmediatamente las imágenes de las guerras mundiales, de la represión contra los huelguistas, el exterminio de los pueblos explotados que desean acabar con la dominación colonial, los bombardeos de la OTAN-EE.UU. y demás compinches contra inocentes, el hambre, la pobreza desgarradora… y un etcétera innumerable. En este ejercicio memorístico encuentro una de las mejores definiciones de terrorismo, y se la debemos al general Wesley Clark, jefe militar de las fuerzas de la OTAN, quien con total franqueza declaró el menú de intenciones de la "comunidad internacional democrática" (que no representa ni el 20% de la población mundial) justo en el momento de la devastación de Yugoslavia: "vamos a demoler, destruir, devastar, degradar y finalmente eliminar la infraestructura esencial
1", o sea, todo lo que proporciona los medios de vida de los ciudadanos. Estos ejemplos, que reflejan dolor y sufrimiento, no conocen de fronteras ni de razas, ni edad ni sexo, pero sí de clases sociales, y mucho. La clase de los explotados, trabajadores y desempleados, ha sido desde los albores de la historia el objetivo de todos los terrorismos. Y bajo el capitalismo no iba a ser menos, pero ahora las espadas y los garrotes han sido sustituidas por bombas y misiles inteligentes. Ahora se despersonaliza la muerte, se oculta la sangre y se lanza un velo opaco sobre la lucha de clases. El conflicto no obstante perdura, y está presente por doquier.
Nos aterramos y apelamos a la humanidad del hombre blanco cuando la violencia, esa que acostumbramos a visualizar desde la lejanía y frialdad de la televisión, llama a nuestra puerta y aparece en nuestros barrios, como en el 11-M. Y los medios de comunicación, los adláteres del capital, nos repitan machaconamente cada día la crueldad del terrorismo. ¿Y cuándo mueren en Irak, Afganistán, Yugoslavia… bajo las democráticas bombas (ciertamente tratan a todos y todas por igual) del imperialismo del occidente cristiano? Pero aquí también estamos los ateos, y los currantes del primer mundo también sufrimos la explotación del capital ¿Adónde vamos?
Para recapitular, ¿de qué terrorismo hablamos? ¿No es terrorista un sistema explotador que condena al hambre, la muerte y a una existencia miserable a la mayoría de su población? Y los que defienden el orden social actual, y los que justifican hoy el genocidio en Irak, ayer en Afganistán, antes de ayer en Yugoslavia, y mucho antes se vestían de médicos con sotana y extirpaban con católica bendición peligrosos tumores malignos y contagiosos en Chile (1.973) ó España (1.936), ¿qué son ellos?
Resulta inadmisible lanzar términos vacíos y demagógicos desprovistos de un mínimo de análisis. Por supuesto, estamos contra el terrorismo, pero los primeros terroristas son ellos, los capitalistas y sus mercenarios. Y por supuesto, los atentados del 11-M fueron terroristas y profundamente reaccionarios, atacaron al corazón mismo de la clase trabajadora. Ellos tienen chófer y nosotros cercanías. Sin embargo debemos jerarquizar mínimamente los hechos. Los primeros responsables son los que por intereses imperialistas han cometido un genocidio valiéndose de su poderío militar. Algunos deberían pararse a pensar que sentimiento de odio no albergará el interior de todos los iraquíes que han sufrido los bombardeos y han visto tanta violencia, al lado de lo cual el 11-M se queda en una simple anécdota.
Es evidente a su vez que la connotación del término terrorismo se dirige hacia la violencia de los grupos no gubernamentales, por más que sea de menor profundidad. El uso tan extendido por los medios de comunicación y de forma tan sesgada de acuerdo a los intereses económicos de los que beben nos obliga a los demás a cierta cautela. Planteado de una forma tan genéricamente superficial sirve perfectamente a los planteamientos de la ideología dominante. Un sindicato debe oponerse a la explotación del capitalismo, la que ejerce todos los días contra la clase trabajadora. De este pequeño hecho se derivan todos los restantes fenómenos de esta inhumanidad. Son estas razones las que me generan un sentimiento de rechazo a la simplicidad del "no al terrorismo" que se va a esgrimir, y desde luego no por falta de oposición al mismo.
La segunda parte del lema que comento se refiere al proyecto de Constitución Europea (CE), sobre el cual los afiliados echamos en falta una declaración contundente de los sindicatos en su contra. Reconozco las dudas que las palabras que así expresadas me han suscitado. Desconozco si lo expresado se refiere a la posibilidad que el complejo burocrático-neoliberal del sindicato albergue alguna ilusión en que la CE pueda servir de instrumento para tan loables fines o por el contrario esta frase encierra realmente una proposición de intenciones de carácter crítico. En este último caso también dudo si propone una salida reformista, apostando por reformas del actual proyecto o bien los ideales exigen otra constitución completamente diferente. Creo que son demasiadas dudas para un lema del Primero de mayo.
Con objeto de ser ordenados, digamos en primer lugar que una constitución tiene el deber de sancionar jurídicamente el estado corriente de las cosas. Bajo el sistema capitalista, le corresponde la protección sin ambages del derecho a la propiedad privada de los medios de producción, sobre la que se erige el sistema económico actual. Como proceso social, sin embargo, admite grados y por tanto existen constituciones más y menos progresistas. Lo que resulta del todo lamentable es que se plantee que la constitución sirva para tres fines incompatibles con el orden socioeconómico al que sanciona, como son la paz, el pleno empleo y el bienestar. Por un momento me parecía retroceder en el tiempo y ver ante mis ojos la encíclica Rerum nevorum ¡qué declaración de intenciones!. Si el pilar del capitalismo es la extracción de plusvalor de la clase social que debe vender inexorablemente su fuerza de trabajo en el reino mercantil (pues peor que estar explotado es no serlo y morir de inanición), y la égida del mismo (y desde lo único que se le puede juzgar, pues no tiene otro propósito que cumplir) es lograr que el trabajador dedique una fracción cada vez mayor de su jornada laboral a trabajar gratis para el capital, su complementariedad con un mínimo concepto de bienestar no es sino un brindis al sol. Y bastante cruel. Si no, que alguien eche un vistazo a los datos oficiales de cualquier anuario del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) y vea la fotografía instantánea de los logros de este sistema en el siglo XXI. Más bien hablemos de profundo estado de malestar, y el Estado, social y de derechas, como no puede ser de otra forma, funciona para sostener la acumulación de capital mientras en ciertas ocasiones permite que la clase trabajadora le arranque determinadas migajas.
Para el mencionado fin de la acumulación, es condición la generación secular de una masa de individuos relativamente sobrante para las necesidades de valorización del capital, masa de reserva laboral que presiona al segmento activo a favor del deterioro de sus condiciones salariales y de trabajo. El viejo Marx lo explicó de forma genial en el libro I de El Capital, y desde que apareció este dichoso sistema sobre la escena de la historia, el desempleo o ejército de reserva no ha desaparecido. ¿Alguien conserva alguna ilusión de un capitalismo con pleno empleo? Imposible. La historia es tozuda. Y cuando el pastel peligra y no se dispone de una masa de plusvalía lo suficientemente grande, el recurso al golpe de estado se convierte en necesidad acuciante. En esto la historia, muy suya toda ella, es todavía más tozuda, y por no hablar del papel primordial del gasto en armamento en el seno de la valorización del capital, o las consecuencias tan positivas que tiene, pues permite destruir capacidad instalada para hacer negocio reconstruyendo, reorienta por el lado de las fuerzas del bien los intereses geoestratégicos, impone disciplina en los trabajadores, ya sean de aquí o los de allí (cuando las barbas de tus hermanos proletarios veas cortar..), y podemos seguir enumerando.
Por tanto, ¿qué se pretende con este lema? ¿Seguir insuflando falsas ilusiones? Vayamos ahora a lo más concreto, dentro de las fronteras de la Unión Europea. Esta Europa del Capital, construida de espaldas a la ciudadanía, reflejando los intereses de la burguesía y con un carácter ciertamente regresivo, esta Europa de Maastricht que es sinónimo de recortes sociales, de un plan de ajuste estructural que sólo sabe apretar cinturones obreros. ¿Es que alguno esperaba encontrar un cuchillo de palo en casa del herrero esta vez? No nos resignamos, claman algunos en tierra patria, no nos engañemos, suspira nuestro Marx desde nuestras propias conciencias.
El proyecto de CE tiene tres ejes bajo los cuales dibuja su contorno y muestra su verdadero fundamento. En primer lugar es antidemocrática porque el proceso utilizado para elaborarlo no tiene nada que ver con un proceso constituyente, que significaría la elección de una asamblea constituyente. Así, ha sido presentado por el derechista ex presidente francés Giscard d’Estaing en nombre de una Convención compuesta por 105 notables de marcado cariz ultraconservador que la ha redactado a espaldas del conjunto de la ciudadanía.
Además, es una constitución que apoya el neoliberalismo. Y no es que pretenda ninguna defensa encubierta de falsas ilusiones socialdemócratas de carácter keynesiano, ambas son las dos caras de la moneda del capital. Simplemente se pretende resaltar un tinte de lo más regresivo dentro de lo que el marco de las democracias formales del capitalismo permite. Y digo que es hija del neoliberalismo debido a que su objetivo prioritario es configurar y sancionar un mercado único en el que la competencia para el capital sea "libre y no esté falseada", lo que significa en la práctica impedir la titularidad pública de ciertos sectores importantes y subvencionando la actividad en beneficio de los trabajadores, porque se someten los servicios de interés general a dichas reglas, en línea con el Acuerdo General del Comercio de Servicios (AGCS) de la Organización Mundial del Comercio (OMC); porque se impide cualquier traba a los movimientos de capitales, en perjuicio de la soberanía nacional, porque se reafirma, contra cualquier valor democrático, la autonomía del Banco Central Europeo respecto de los poderes públicos y se hacen explícitos la estabilidad de precios y el equilibrio en la balanza comercial como los sagrados objetivos, en lugar del empleo, derechos sociolaborales, medioambientales, etc; porque establece una especie de tribunal dependiente de la OMC ante el cual las empresas pueden denunciar a aquellos países que tengan leyes o aprueben políticas que sean consideradas como obstáculos al libre comercio, aplicando las correspondientes sanciones económicas o de cualquier otro tipo. No hay ninguna posibilidad de opción política para ningún pueblo de la Unión Europea al margen de esta dictadura del capital, y ni siquiera menciona el derecho a la huelga (¿cabrá la posibilidad de construir manifestódromos según la voluntad del PP si no perjudican el Pacto de Estabilidad?).
Finalmente, y no por ello menos importante, es una constitución al servicio del imperialismo. Tampoco es que tuviera demasiadas esperanzas en esta cuestión, pero los límites que alcanza reflejan el carácter profundo y degradado del túnel por el que nos adentramos. Se afirma tajantemente que "los Estados miembros se comprometen a mejorar progresivamente sus capacidades militares", obviando la soberanía nacional y el compromiso con el rechazo a la violencia del imperialismo ¿Cuándo se ha visto que en una Constitución se recoja tal prescripción? Además, se defienden los vínculos contraídos con la OTAN y su papel genocida a nivel mundial, ya que la Unión "respetará las obligaciones derivadas del Tratado del Atlántico Norte para determinados Estados miembros que consideran que su defensa común se realiza dentro de la OTAN" y hará falta la unanimidad en esta materia, garantizando la posición hegemónica de Estados Unidos; y asimismo la nueva doctrina militar europea se apunta también a las "acciones preventivas" al gusto de Bush, mediante "la intervención temprana, rápida y, en caso necesario, contundente de la Unión, sin importar en qué punto del planeta".
Lo que urge en estos momentos es un rechazo contundente a esta clase de proyectos de pseudo-constituciones que nos retrotraen en el tiempo al Manchester decimonónico de las novelas de Dickens. Nuestra oposición debe argumentarse y ubicarse adecuadamente en el contexto de la construcción de esta Europa del capital y las políticas económicas que ejecuta, y apostando por una unidad democrática de los diferentes pueblos que la componen. Somos tan globalizadores que rechazamos las fronteras que separan a los trabajadores y tan modernos que soñamos con una Europa y un mundo socialista, pero tan realistas como para plantear al menos que se extienda la democracia formal conquistada en el marco del estado-nación al conjunto del continente, y también para influir en las decisiones económicas.
Por supuesto, estas apreciaciones, discutibles como toda afirmación que nace de la propia subjetividad personal, manifiestan de forma explícita un análisis determinado, que en una sociedad escindida en clases antagónicas tiene un carácter prescriptivo, y en este caso no es sino la defensa de los explotados, trabajadores y desempleados, no importa su sexo, etnia o religión, e implícitamente sugiere una actuación muy concreta. Ella es el rechazo del sistema capitalista y la apuesta clara por el socialismo, abogando en el corto plazo por cualquier reforma o acción que signifique una mejora en las condiciones de vida para la clase trabajadora.
Yo me pregunto por tanto, ¿de qué lado están ustedes, burócratas y demás acólitos sindicales? Y es que la historia, a la que ya hemos tildado de tozuda, también se repite demasiadas veces, muchas de ellas con los mismos protagonistas y por tanto con cierto componente de farsa, que diría Marx. Uno se cansa pero no por ello desfallece, se desilusiona, pero no por ello olvida la lucha, es autocrítico y no lamenta manifestar sus dudas, pero mantiene siempre los valores de clase. El desfile de la historia y de sus huestes ofrece un caudal educativo sin igual. Como bien escribía el gran León Felipe, sobre los mismos hombres, las mismas guerras / los mismos tiranos, las mismas cadenas / los mismos farsantes, las mismas sectas / ¡y los mismos, los mismos poetas! Sólo que ahora con versos lamentables y falsos a los que tenemos que desenmascarar sin dilación, porque esta misma escena ya la han vivido nuestros padres y abuelos, y ya sabemos el final de la historieta, que no del cuento, pues todavía está por decidir el desenlace final: socialismo o barbarie.
Está visto que algunos no aprenden de las lecciones de la historia. Aunque una vez más debamos manifestarnos bajo lemas que no compartimos y junto a gente indigna de celebrar la fecha del Primero de mayo, es nuestro deber acudir allí y además seguir empujando el resto del año en la defensa de nuestros valores emancipadores. Nos veremos, ustedes bajo su cordón de seguridad y nosotros cargados de ideales. Repetiremos los mismos adjetivos que todos los años. Como no disponemos de medios de comunicación de masas deberemos elevar nuestra voz, pero no nos agrada, y lamentamos que un día como éste rezume división. Porque por encima de cualquier traidor a la clase obrera, el recuerdo de tantos y tantas que dieron su vida en la lucha por la democracia (o sea, el socialismo y el comunismo) merecen el mayor de los respetos. Para ellos, empuñaremos el arma más revolucionaria de todas, la verdad. Que algunos tiemblen ante ella, pues "la gran verdad de nuestra época —conocerla no es todo, pero ignorarla equi­vale a impedir el descubrimiento de cualquier otra verdad importante— es ésta: nuestro Continente se hunde en la barbarie porque la propiedad privada de los medios de producción se mantiene por la violencia. ¿De qué sirve escribir valientemente que nos hundimos en la barbarie si no se dice clara­mente por qué? Los que torturan lo hacen por conservar la propiedad privada de los medios de producción. Ciertamente, esta afirmación nos hará perder muchos amigos: todos los que, estigmatizando la tortura, creen que no es indispensable para el mantenimiento de las formas actuales de propiedad. Digamos la verdad sobre las condiciones bárbaras que reinan en nuestro país; así será posible suprimirlas, es decir, cambiar las actuales relaciones de pro­ducción. Digámoslo a los que sufren del statu quo y que, por consiguiente, tienen más interés en que se modifique: a los trabajadores, a los aliados posi­bles de la clase obrera, a los que colaboran en este estado de cosas sin poseer los medios de producción" (Bertolt Brecht, Las cinco dificultades para decir la verdad, 1.934).
* Economista y militante del sindicato Comisiones Obreras



1 Declaraciones del 24 de marzo de 1.999. tomado de Michael Collon (2.000): Monopoly: la OTAN a la conquista del mundo. Hiru, Hondarribia, p. 311. Podemos citar a su vez al General Herteleer, jefe del Estado Mayor belga cuando se expresaba en estos términos: quizás debemos hacer que sientan los bombardeos haciendo mal a la propia población serbia. Inflijámosles pérdidas. Ataquémosles en su confort. La mayor catástrofe no sería que haya pérdidas en vidas, sino que las operaciones de la OTAN no fueran un éxito. Mientras, el "socialista" Javier Solana aclaraba que "la OTAN no le hace la guerra a Yugoslavia o al pueblo serbio. Con el pueblo yugoslavo no tenemos el menor problema" (op. Cit., p. 310).