Venid a ver la sangre por las calles de Madrid. Eran mujeres, hombres, niños, ancianos, la simple y pura humanidad que comenzaba un día más, un día de trabajo, de sueños, de esperanzas, sin saber que la voluntad asesina de unos miserables había decidido que fuera el último.
Venid a ver la sangre por las calles de Madrid, esa ciudad amada a la que llegan todos y todos son bienvenidos. Venid a ver los apuntes, los libros, las herramientas esparcidas entre los restos de la masacre. Venid a ver un día muerto y el dolor de una sociedad que ha clamado mil veces por su derecho de vivir en paz.
Escribo estas líneas mientras escucho los informativos y sólo puedo pensar en la tristeza de las aulas, en la tristeza de las mesas, de los hogares a los que ya no regresarán esos cientos de ciudadanas y ciudadanos, de hermanas y hermanos cuyas vidas fueron segadas en un miserable acto de odio, porque el único afán del terrorismo es el odio a la humanidad, porque no hay causa que pueda justificar el asesinato colectivo, porque no existe idea que avale un genocidio, porque no existe justificación alguna frente a la barbarie.
Venid a ver la sangre por las calles de Madrid, asesinos, y comprobad que si bien es cierto que nos habéis sumido en el dolor, también lo es que con este crimen incalificable una vez más no habéis conseguido nada. El valor de los madrileños que de inmediato se volcaron a socorrer a los heridos, a donar sangre, a facilitar el trabajo de las fuerzas de seguridad y salvamento, fue la inmediata respuesta moral de una ciudad fraterna , de una ciudadanía responsable y solidaria.
Mientras escribo estas líneas sé que los asesinos están en sus guaridas, en sus últimos nauseabundos escondites porque no habrá lugar sobre o bajo la tierra donde puedan ocultarse y escapar al castigo de una sociedad herida. Sé que miran la televisión, escuchan la radio, leerán la prensa para medir los alcances de su cobardía, el infame balance de un acto que repugna y sólo ha encontrado la condena de toda la humanidad.
Venid a ver la sangre por las calles de Madrid, venid a ver un día inconcluso, venid a ver el dolor que desconcierta, a sentir como el aire de un invierno en retirada lleva el ¿por qué? por los amorosos parques, fábricas, museos, universidades y calles de una ciudad cuya única forma de ser es y será siempre la hospitalidad.
Asesinos; vuestra zarpa de odio nos ha causado una herida que no cicatrizará jamás, pero somos más fuertes que vosotros, somos mejores que vosotros, y el horror no interrumpirá ni doblegará esa normalidad cívica, ciudadana, democrática, que es nuestro más preciado bien y el mejor de nuestros derechos.
Venid a ver la sangre por las calles de Madrid y la fuerza de los madrileños. El dolor y la indignación nos une y nos hace más fuertes, el cariño y la solidaridad con las familias de las víctimas es justamente lo que nos diferencia de los asesinos.
Venid a ver la sangre por las calles de Madrid hoy que es 11 Marzo, el día del dolor y del abrazo, el día en que los fanáticos de lo injustificable atentaron por última vez, pero también el día en que la barbarie firmó su propia condena definitiva. Con todo el peso de la Ley y la Razón: ¡A por ellos!
*Escritor y adherente de ATTAC.
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