Rusia: La fuerza del derecho y no el derecho de la fuerza
Alexander Drabkin
Pravda Traducido para Rebelión por Josafat Sánchez Comín
Se ha celebrado la primera conferencia de la sección moscovita del movimiento cívico-social "Por el fortalecimiento del orden democrático mundial y en apoyo a la ONU". La fundación de este movimiento fue precedida por la publicación en invierno del 2003 de un llamamiento firmado por 22 destacados científicos y diplomáticos rusos. En el se hablaba de las peligrosas tendencias relacionadas con la política de instauración de un mundo unipolar. Los autores del llamamiento reclamaban la adopción de medidas capaces de hacer frente al desarrollo actual de los acontecimientos. El movimiento está encabezado por el miembro de la Academia Rusa de Ciencias, Anatoli Gromyko.
Los promotores de la creación de esta nueva organización social, señalan que en las relaciones internacionales se está produciendo una tendencia empeñada en declarar a pueblos enteros como "apestados". Este concepto desconocido hasta ahora en el derecho internacional, no puede ni debe seguir existiendo. Viola la convención de la ONU, alterando la estabilidad estratégica en regiones concretas y en el mundo en general. Contra los países "apestados" se adoptan sanciones y operaciones militares, condenando a sus pueblos a crueles carencias. Con la excusa de la "defensa de los derechos humanos y la democracia" se arrastra a los cristianos a un conflicto entre civilizaciones. La confrontación está aumentando peligrosamente. Es imprescindible frenarla.
A una gran presión por parte de las fuerzas hegemónicas y expansionistas, están sometidos Iraq, Irán, Corea del Norte, Cuba y otros estados. El dominio militar, financiero e informativo de los EE.UU. en el mundo hace constantes llamados a adoptar medidas de fuerza, incluyendo la guerra abierta, que asustan de verdad. Las bombas y misiles aparecen como principal argumento en los asuntos internacionales. El aire comienza a oler a guerra de grandes proporciones.
El mundo es testigo del tratamiento informativo que están haciendo los grandes medios, encaminado a demostrar la justificación e irreversibilidad de acciones de castigo, no solo contra Iraq, país de una antiquísima civilización, sino contra otros países que no satisfacen a los nuevos amos. Es imprescindible evitar que se arrastre a la comunidad internacional a la arbitrariedad y a las soluciones con el uso de la fuerza. Los habitantes del planeta no deben sufrir más guerras. ¿Acaso eran estas las aspiraciones de los pueblos cuando se fundaron las Naciones Unidas?
Los científicos rusos están convencidos: Ha llegado el momento de acciones decididas en defensa del orden democrático internacional y las NN.UU. solo así se podrá garantizar una seguridad real y justa para todos.
Los participantes del movimiento señalan, que una superpotencia está creando una amenaza a toda la comunidad internacional. Es triste constatar que ni la ONU ni otras organizaciones internacionales han sabido intervenir contra la arrogancia y arbitrariedad de los EE.UU. en Iraq. A pesar de la más que evidente ilegalidad de las acciones de los Estados Unidos, la ONU adoptó una posición evasiva de sumisión. Esto irremediablemente conduce a la estrepitosa perdida de autoridad del derecho internacional en su conjunto, sentando las bases para colosales conflictos.
La situación actual no se ha formado en el planeta "de repente", en un momento. Ya en su intervención del 11 de septiembre de 1990 en la sesión conjunta del congreso de los EE.UU. Bush padre, habló de la necesidad de instaurar un "nuevo orden mundial", cuyos principales argumentos fueran la autodeterminación, la disuasión nuclear y las acciones conjuntas contra las agresiones. Estos principios fueron los que rigieron la política de la administración Clinton.
Sin embargo, al poco tiempo surgieron numerosos partidarios de aplicar nuevas medidas de fuerza, que pusieron en duda el principio mismo de cooperación multilateral. Así en 1991 el científico americano Charles Krauthammer, intervino con una declaración, que luego más tarde sería repetida por otros muchos. "En el mundo, aseguraba él, solo hay una potencia de primera magnitud, y en un futuro cercano no se ve una fuerza, que le pueda hacer de contrapeso". No obstante no había llegado el momento para ese tipo de declaraciones a nivel gubernamental. El vicesecretario de estado de los EE.UU. Peter Tarnoff, al contrario, insistía: "Es sencillo, no tenemos la palanca, ni el deseo de utilizar la fuerza militar. No tenemos dinero para ejercer la presión necesaria, que pueda reportar resultados positivos". Pero ya en 1993, el secretario de estado Warren Christofer consideró la declaración de su subordinado demasiado sincera, y dio a entender que no se corresponde con la realidad. Como señala ahora Anatoli Gromyko, han pasado unos años, y todo ha vuelto a su sitio.
Todos los componentes de potencial americano, las fuerzas armadas, en primer lugar, han alcanzado a principios del siglo XXI, unas cifras nunca vistas. En el 2003 los EE.UU. han gastado en defensa más, que los 15 países más fuertes en capacidad militar. En opinión de los científicos rusos, América posee una superioridad aplastante en armamento atómico, en las fuerzas aéreas y su marina reina en todos los mares y océanos. Los EE.UU. gastan en investigación y construcción con fines militares más, que las seis potencias militares que le siguen. Solamente en experimentación científica en el terreno de la técnica militar, gastan más que todo el presupuesto militar de Reino Unido y Alemania, juntas. El poderío americano tiene una base sólida. La economía de los EE.UU. es tan poderosa, que el mantenimiento de su superioridad mundial apenas les supone el 3'5% de su producto interior bruto.
Así y todo los Estados Unidos se han embarcado en la guerra de Iraq, con consecuencias impredecibles. Han puesto al mundo al borde de una confrontación de civilizaciones, cristiana y musulmana, que amenaza con la destrucción de toda la humanidad. Por eso los participantes del movimiento subrayan, que solo con esfuerzo conjunto se podrá mantener la defensa del derecho internacional y de las NN.UU. El movimiento desea que se amplíe el número de participantes, con la incorporación de los nuevos científicos e incluso estudiantes, que no sean indiferentes al destino del planeta. Esto sin duda asegurará el futuro del movimiento y permitirá a los jóvenes participar en la salvaguardia del normal funcionamiento del sistema de relaciones internacionales y en defensa de los intereses de cada individuo y de la humanidad en su conjunto. No en vano el lema del movimiento reza: "El mundo para nosotros no debe crearse sin nosotros".