12 de marzo del 2004
Atentado en Madrid
Terrorismo y golpe de estado
Lisandro Otero
Rebelión
El atroz atentado en Madrid que dejara 173 muertos y más de 700 heridos, de acuerdo con el primer conteo, es el 11 de septiembre de los españoles. El cuerpo nacional está preso de la misma incertidumbre, la misma sensación de desvalimiento y de vulnerabilidad que tuvieron los estadounidenses luego de la destrucción del World Trade Center.
Para Bush el atentado del 11 de septiembre le vino como anillo al dedo. Era la oportunidad que esperaba para lograr la unidad nacional de un país dividido, que se sabía traicionado en su albedrío, burlado en una farsa electoral. Su lanzamiento de la llamada guerra contra el terrorismo le permitió encubrir el fraude colosal que le había permitido encaramarse en la Casa Blanca.
No es de extrañar que Aznar utilice los mismos recursos para afianzar la probable elección de su marioneta, Mariano Rajoy, el próximo catorce de marzo. Aznar va a erigirse como el campeón de los duros, de los irreductibles, ofrecerá la imagen de un PP enérgico, el único valladar posible al desbordamiento del terrorismo, pedirá poderes especiales, golpeará a la izquierda y la culpará de la masacre. En suma, un golpe de estado similar al cometido por los agentes de las petroleras en Estados Unidos.
Los neofascistas, como Aznar, no se detienen ante nada. Son inmisericordes, carecen de principios y de elementales normas de decencia. Fue Goering quien ideó incendiar el Reichstag para desatar una persecución contra la izquierda. El llamado "peligro hebreo" fue otro de los subterfugios creados para reprimir a quienes disentían de la opresión creciente del nazismo. La invención de una camarilla "judeobolchevique" también sirvió para castigar a los discrepantes en Alemania.
Desde entonces, la ultraderecha ha repetido una y otra vez esa artimaña. La obvia construcción de un caso doloroso a la sensibilidad nacional servirá con fines publicitarios. En España se ha de montar una gigantesca campaña de comunicación social destinada a hacer creer al pueblo que está siendo eficazmente defendido por su gobierno actual contra graves peligros.
El terrorismo es un arma ilegítima. Ningún revolucionario debe usarla. El terrorismo es políticamente injustificable, humanamente repulsivo y casi siempre obtiene resultados opuestos a los que pretende porque atrae más rechazo que respaldo hacia la causa que lo emplea. La muerte de inocentes lo invalida como arma de combate.
Robespierre instituyó el Comité de Salud Pública para intimidar a los moderados. La guillotina abrió ríos de sangre, pero no evitó que los Girondinos tomaran el poder. El asesinato de Alejandro II, por los nihilistas rusos, no impidió el creciente endurecimiento de la autocracia zarista. El magnicidio contra los Archiduques de Austria, en Sarajevo, no logró la independencia de Bosnia sino que propició el estallido de la Primera Guerra Mundial. El IRA no ha alcanzado con sus atentados y bombas la independencia de Irlanda del Norte. La ETA no ha logrado incrementar el apoyo popular a la independencia vasca. El terrorismo es un pobre propagador de ideología, no contribuye, como pretende, al despertar popular, no tiene valor demostrativo alguno y no sirve para desmoralizar al enemigo.
Pero hay que ponerse en guardia contra el uso indiscriminado de esa etiqueta. El neofascista gobierno de Bush ha aprovechado la excusa de una guerra contra el terrorismo para emprender una vasta campaña de dominio mundial, para agredir a los movimientos populares, para desacreditar a todos aquellos que luchan por la soberanía patria, como es el caso de la resistencia iraquí. No es de extrañar que su émulo, Aznar, haga lo mismo.
Ya un fallido atentado contra el neofranquista presidente español le hizo ganar unas elecciones. Las simpatías que le acarreó lograron su afianzamiento en las urnas. Aunque las encuestas indican un probable triunfo de Rajoy, los indecisos pudieran decidir los comicios a favor del PSOE. Eso es lo que habría que evitar a toda costa según los falangistas de nuevo cuño que detentan el poder en España. El atentado de Atocha es un pasquín electoral del PP.
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