Europa
|
6 de febrero del 2004
Editorial de La Jornada
El todavía jefe de gobierno español, José María Aznar, afirmó ayer ante el Congreso de Estados Unidos, en Washington, que las armas de destrucción masiva siguen siendo una "amenaza real", reiteró su compromiso servil hacia el gobierno de George W. Bush y aseguró sin rubor que "hoy España es una democracia plenamente consolidada". Mientras que en Madrid el segundo de a bordo de Aznar, Rodrigo Rato, admitía implícitamente la inexistencia del arsenal nuclear, químico o bacteriológico de Irak -armamento que Londres y Washington usaron como pretexto para invadir, arrasar y ocupar ese país árabe- y atribuía la elaboración de esa mentira al Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), el gobernante español, en la capital estadunidense, seguía aferrado a una necedad que ya ni sus autores reales -los gobiernos de Estados Unidos e Inglaterra- se atreven a sostener.
Es pertinente recordar, a este respecto, y en momentos en que los gobernantes estadunidense e inglés se ven obligados a aceptar investigaciones sobre la falsedad de sus afirmaciones previas a la guerra contra Irak, que hace poco más de un año, el 2 de febrero de 2003, Aznar no tuvo empacho en asegurar que su gobierno tenía "información reservada que demuestra que Irak, con armas químicas y biológicas y conexiones con grupos terroristas, supone una amenaza para la paz y la seguridad mundial. Tenemos evidencias suficientes en ese sentido". Hoy, Rato se ve obligado a reconocer que el equipo de Aznar "nunca fue responsable de la información sobre la que el Consejo de Seguridad tomó resoluciones" -deslizando, de paso, la falsedad de que esa instancia de la ONU aprobó la agresión militar contra la nación árabe- y explica que Madrid definió su postura de apoyo a la guerra en "una reunión del Consejo de Seguridad, con unas fotos", en alusión a las pruebas falsas que el secretario de Estado, Colin Powell, llevó a ese organismo para intentar obtener su respaldo a la agresión colonial contra Irak.
En otro sentido, resulta sorprendente, por decir lo menos, la aseveración del gobernante español en Washington sobre una "democracia plenamente consolidada" en España, justo cuando las autoridades madrileñas tratan de liquidar la libertad de expresión y de asociación, y aprueban modificaciones legales para criminalizar la acción política legal, como la infame disposición que castiga con cárcel a quienes -con dedicatoria al presidente del gobierno vasco, Juan José Ibarretxe- convoquen a plebiscitos y referéndums que no sean del agrado del Partido Popular. Nunca, desde la transición iniciada en 1976, había estado la sociedad española tan próxima a una involución totalitaria como ahora, bajo el gobierno de José María Aznar.
Por lo demás, la presencia del habitante de La Moncloa en el Capitolio fue una complaciente farsa tercermundista: algunos medios informativos peninsulares destacaron que el gobernante madrileño fue ovacionado en múltiples ocasiones por sus oyentes. El dato es cierto, pero habría que apuntar que a la sesión asistió menos de 10 por ciento de los miembros del Congreso -50 de 535-, y que las plazas vacías fueron rellenadas con diplomáticos españoles destacados en Estados Unidos y con becarios del Poder Legislativo de ese país.
El mensaje de Aznar fue, al igual que el acto, eminentemente fársico. Como lo apuntó en Madrid el portavoz parlamentario de Izquierda Unida, Felipe Alcaraz, "es indecente que aquí se clausure la democracia parlamentaria, se clausure el control del gobierno y se vaya a presumir allí de democracia plena", y señaló la improcedencia de acudir al Congreso estadunidense a hablar de Irak, mientras el gobierno se niega a esclarecer, ante la oposición española, sus razones para apoyar una guerra de agresión que, como se sospechaba desde siempre, y como todo el mundo, menos Aznar, sabe ahora, estaba basada en mentiras. El vocero del Partido Socialista Obrero Español, Jesús Caldera, hubo de recordarle al presidente del gobierno que "el parlamento español está en Madrid, no en Washington". Ojalá que en las próximas elecciones los ciudadanos españoles se abstengan de votar por políticos tan ciegos y tan serviles que confunden la ubicación geográfica de la capital española.