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Argentina: La lucha contin�a

Horacio Gonzalez, Sociologo

"El acto de la ESMA le plantea un dilema crucial a Kirchner"

"En este momento, el Gobierno deber�a tener un gran texto", asegura Gonz�lez, que cree que Kirchner ocup� el lugar creado por una "sociedad asqueada" pero, despu�s de un "punto l�mite" como fue el acto de la ESMA, debe "reponer la fuerza de un llamado si quiere hacer algo perdurable".

Jos� Natanson
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"Kirchner debe reponer la fuerza de un llamado si quiere hacer una tarea perdurable. En este sentido, quiz�s el acto de la ESMA le plantee un dilema crucial. La conciencia presidencial se debate. Percibe lo que hizo como muy importante, pero al mismo tiempo tiene que aceptar que es un dirigente surgido de la fragua habitual de la pol�tica argentina. El Presidente est� demudado. Y la sociedad argentina no est� demudada sino muda", explica Horacio Gonz�lez, soci�logo, profesor de la UBA, de la Universidad Nacional de Rosario y de La Plata.
��Coincide con la idea de que termin� el per�odo de gracia del Gobierno?
�Este gobierno tuvo un don inesperado, de esos que muy raramente entrega la sociedad. Esta era y es una sociedad asqueada. El asqueo genera conductas de rebeli�n, pero tambi�n entrega dones, y a Kirchner se le entreg� uno: la ilusi�n de que hab�a un espacio vacante para originar una corriente de ideas novedosas que supiese convivir con los restos maltrechos del pa�s. Kirchner protagoniz� bien este papel, con un estilo oratorio sacado de las viejas estampas de la pol�tica. Un pol�tico en las calles de barro, extendi�ndoles la mano a las abuelitas jubiladas. Kirchner se dirig�a a una sociedad quebrada pidiendo acompa�amiento e imaginando al mismo tiempo que pronunciaba palabras de est�mulo. Eso, sin embargo, nunca super� cierto horizonte de abstracci�n, porque nunca se defin�a enteramente cu�les eran las razones hist�ricas de la quiebra de la sociedad argentina. Los discursos de Kirchner fueron casi diarios, en palcos provisorios, en tribunas bamboleantes. Pero eso, que era simp�tico, no defin�a exactamente las fuerzas hist�ricas reales del momento. Kirchner dice: "Tomaremos las medidas que habremos de tomar", en tono enf�tico, proclamativo.
��Le parece una apelaci�n excesivamente abstracta?
�Bueno, habla de "tomar las medidas que hay que tomar", de "las corporaciones", "los obst�culos".
�Pero define enemigos: las privatizadas, los bancos.
�El empleo de los plurales favorece al nombrar a una entidad hist�rica espec�fica y al mismo tiempo dejarla en un tono gen�rico. Pero yo no le quiero criticar eso, porque dice m�s de los que otros han dicho. No le pido que ponga nombre y apellido, un ejercicio de denuncia. Estoy pidiendo conceptos hist�rico-pol�ticos. El tono proclamativo, de convocatoria, era un llamado. Kirchner hizo durante un a�o un llamado a la reconstrucci�n de una justicia profunda en el pa�s, con sus aspectos econ�micos, pol�ticos, diplom�ticos, de infraestructura. Oscuramente intuy� que ten�a que hacer ese llamado y lo hizo con una simp�tica dilapidaci�n de signos. Eso nos interes� a todos. Los signos eran la forma de ese llamado, y el aspecto de su figura, no desesperado pero s� urgido, con un rasgo de humor barrial. Las tribunas que levantaba en los caminos polvorientos eran escenas antiguas en el modo moderno de difundirlas, en la televisi�n. Finalmente se encontr� con que no ten�a una interpretaci�n adecuada de los signos que �l mismo produc�a. Y estamos en un momento en que esto debe ser revisto. Debe reponer la fuerza de un llamado si quiere hacer una tarea perdurable. Por eso cuando pienso en este primer a�o lo pienso como un intento de concurrir al lugar en el que la sociedad argentina le prestaba un don, haciendo un llamado. En este sentido, quiz�s el acto de la ESMA le plantee un dilema crucial.
��En qu� sentido?
�Es un dilema crucial que no hay que abandonar. Kirchner realiz� all� un acto desmesurado. Fue el signo de todos sus signos. Un acto solitario en el que esboz� la idea de perd�n en nombre del Estado argentino. Fue una demostraci�n m�s de que las formas de la teolog�a pol�tica no est�n dormidas sino presentes en los momentos de quiebre de la sociedad. Por otro lado, con el perd�n Kirchner puso a la sociedad y al Estado en manos de un concepto extraordinario. Fue el momento m�ximo de potencialidad de ese llamado. Yo estuve all�, y me dio la impresi�n de que �l no hab�a percibido hasta qu� punto pon�a a la historia pol�tica ante el deber casi inmediato de decir qu� se hac�a con ese edificio. Por eso tengo la impresi�n de que qued� convencido de las cr�ticas que se le hac�an por haber omitido al resto de la clase pol�tica. Y ahora lo m�s inadecuado que podr�a pasar es que el tema no se siga tratando con lo m�ximo de las ambiciones culturales. Fue un momento extraordinario, en el que la Argentina tradicional, que es una Argentina profunda, percibi� que se llegaba a un l�mite. El Presidente pudo haber contemplado su propia obra con cierto espanto. No lo dijo, y hay que agradecerle que no lo haya dicho, pero esboz� sigilosamente una especie de susto cuando mir� hacia atr�s.
��Un susto prudente o un susto que deber�a ignorar para seguir adelante?
�La conciencia presidencial se debate. Percibe lo que hizo como muy importante, pero al mismo tiempo tiene que aceptar que es un dirigente surgido de la fragua habitual de la pol�tica argentina. Mira hacia atr�s, rememora su propia historia y responde con los atributos del pol�tico que discurse� en La Plata, que fue intendente y gobernador: un pol�tico normal de la Argentina progresista. Y sin embargo lo que hizo exced�a el casillero de los pol�ticos progresistas. El Presidente est�, aunque no se lo perciba, demudado. Ha hecho algo y se est� preguntando si es lo que debi� hacer. Y la sociedad argentina no est� demudada sino muda respecto de ese acto, que se est� leyendo en la conciencia p�blica. Y en medio de eso aparece otra figura que se parece mucho a Kirchner.
��Blumberg?
�S�.
��Por qu� se parece?
�Bueno, las diferencias son evidentes. Blumberg no surge de la pol�tica sino de un drama personal insondable, que no tiene explicaci�n, del vac�o que se produce ante la muerte injustificable de un hijo. Pero surge de una manera inesperada, y en eso s� se parece a Kirchner. Kirchner se mira en el espejo de Blumberg y Blumberg en el de Kirchner. Ninguno habla mal del otro. Y la Argentina se debate en ese juego de espejos. El pa�s intuye, con una intuici�n oscura, que hay diferencias que, de expresarse, pueden producir una hondonada irreparable.
��C�mo?
�En el sentido de que el Gobierno deba rehacer todo lo que hab�a pensado en t�rminos del llamado. Kirchner tiene que formular m�s claramente la idea de que el pa�s busca justicia sobre su pasado, pero no busca la estructura de su reiteraci�n. Eso tambi�n debe ser motivo de nuevos llamados, de interpretaciones m�s l�cidas de lo que ocurri� en la plaza de Blumberg. El Gobierno se ha sentido tocado por un fen�meno por el que sent�a un oscuro dejo de envidia, porque resulta que ahora el llamado lo hace otro y ese llamado tiene un tinte de reposici�n de todos los temas del orden. El Gobierno, demudado, est� aceptando las propuestas de orden.
��Blumberg fuerza al Gobierno a girar al orden?
�Blumberg habla en la plaza p�blica y sorprende al Gobierno y a la izquierda. Origina dos movimientos mim�ticos. Uno, el de un sector de la izquierda, que tambi�n brota de las entrel�neas de la televisi�n, el sector que representa a la poblaci�n m�s castigada. Y pide un lugar en esa plaza p�blica, asombrado ante un fiscal individual y un coro que act�a, que no es un coro griego sino el Coro Kennedy. Es un momento anglosaj�n de la pol�tica argentina. Blumberg congrega sobre la base de una individualidad muy espec�fica, muy recortada, muy visible. Nunca en la Argentina hubo alguien tan seguro de un tipo de dicci�n, de expresi�n, de su elaboraci�n casi de pastor metodista de un problema colectivo. La sociedad argentina desde hace muchos a�os busca un lenguaje reivindicativo y de justicia. Y de repente aparece el lenguaje de Blumberg, que representa la pedagog�a en su estilo m�s sumario y al mismo tiempo est� sellado con un drama personal. Y justo en este momento aparecen en el Gobierno los temas vinculados con las ca�er�as.
��Eso es malo?
�Es un momento de desilusi�n. Este es un gobierno que no tiene un proyecto cultural f�cilmente identificable. Hay llamados a intelectuales, pero no problemas vinculados a la crisis mundial, a la crisis de las ideas, al debate sobre la subsistencia del planeta, la relaci�n entre el arte y la pol�tica. Sin embargo, Kirchner tuvo la aceptaci�n de un universo cultural a trav�s de una especie de pastoral en el que la palabra perd�n estuvo en el coraz�n. Era el desgarramiento de la raz�n en la historia que originaba cierto entusiasmo. No era para pensar ca�er�as.
�Pero las ca�er�as son parte esencial de un gobierno, que no puede sostenerse a pura emisi�n de signos. Necesita administraci�n.
�Pensar las ca�er�as es pensar c�mo un pa�s atiende a sus hijos, desde el punto de vista econ�mico, de las estructuras, procedimientos y redes de servicios. Da la impresi�n de que el Gobierno pens� por un momento que pod�a postergar estas cuestiones.
�Pero Kirchner cultiv� un perfil de administrador eficiente.
�S�, pero sus temas no fueron administrativos. Fueron descolgar los retratos, sacar del Ej�rcito a treinta generales. Eran temas del orden de una refundaci�n. El impulso reparador estaba escrito en una ortograf�a empe�osa, de licenciado en transformaci�n social, que ven�a con su diploma nuevo. Las cuestiones de las ca�er�a son met�foras de la pol�tica. Y la voz presidencial remite al petr�leo y al gas, temas en los que el Gobierno no se ha lucido. Por eso, este intento de una empresa estatal de petr�leo, que por ahora es un balbuceo, es importante. Es probar por el lado de las ca�er�as, por el lado de los cimientos reales de la Naci�n. En general, yo critiqu� en el plano internacional, en el plano de la relaci�n con los organismos internacionales, que Kirchner se moviera con mucha astucia, y que frente a cuestiones como la ESMA se utilizara un llamado a la redenci�n de otro tipo, m�s categ�rico. En ese sentido creo que al Gobierno le falta un gran texto. El Gobierno no quer�a tener textos. Y un gobierno en este momento debe tener textos, grandes literaturas, tiene que tener un inter�s en tenerlos. Alguien podr�a decir: �qui�n es este tipo, un pobre doctor de universidad destruida, para decir esto? Es verdad, quiz�s yo no sea nadie, pero hay algo que soy: soy parecido al Gobierno.
 

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