Argentina: La lucha continúa
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Entrevista a Hernán López Echagüe:
"Kirchner no tiene intención de cambiar las cosas"
Guillermo Griecco
El Eslabón
En diálogo con el eslabón, el periodista y escritor Hernán López Echagüe habló
de las dos caras antagónicas del gobierno nacional y los temas que dominan la
agenda política. Anticipó algunos ejes de su próximo libro y aseguró que "debe
haber una reconstrucción del periodismo argentino"
Un grupo de chicos hacen palmas mientras cantan con entusiasmo una canción que
repasa los nombres de las personas asesinadas por la policía provincial en el
diciembre trágico de 2001. Llega la noche y el barrio Ludueña está de fiesta. El
motivo es la inauguración de la remozada casa del militante social Claudio Pocho
Lepratti: "la casa del Pocho" se transformó en un espacio para el encuentro y la
reflexión, con la cocina en funcionamiento y una biblioteca que espera llenarse
de libros. Para muchos, un sueño hecho realidad.
Durante la tarde, el periodista y escritor Hernán López Echagüe estuvo en el
comedor del Padre Edgardo Montaldo, en Ludueña, donde orientó un taller de
periodismo del que participaron alrededor de cuarenta personas de distintos
barrios.
Echagüe es reconocido, entre otras cosas, por haber escrito el libro "El Otro",
una biografía que desenmascara la vida política de Eduardo Duhalde. La
investigación le costó el exilio y la censura en la mayoría de los medios
nacionales.
Con la reorganizada y decorada casa del Pocho como escenario, el eslabón dialogó
con el periodista –que desde hace un tiempo vive en Uruguay– de política
nacional, de la sociedad argentina y sus reacciones esporádicas y del papel que
juegan los medios de comunicación en esta enmarañada trama.
- ¿Qué evaluación hacés de la política que llevó adelante el gobierno nacional
en su primer año de gestión?
- Creo que hay algo engañoso en el gobierno de Kirchner. Es decir, por un lado
hay una política interesante en el tema de derechos humanos. Creo que supo
apropiarse muy bien de muchas de las banderas que fueron motivo del estallido de
diciembre de 2001. Pero después, hay ciertas actitudes muy incongruentes que no
guardan relación con ese tipo de actitudes. La expropiación de la Escuela de
Mecánica de la Armada (Esma) fue un hecho emotivo que va a quedar en la historia
argentina y que marca un antes y un después en ese aspecto. Pero es
contradictorio, porque la expropiación de ese predio presupone reivindicar la
lucha de las más de cinco mil personas que fueron asesinadas y torturadas dentro
de la Esma. Sin embargo, la política que está llevando adelante en el aspecto
económico no tiene nada que ver con eso. Firma uno de los peores acuerdos con el
FMI. Este es uno de los peores acuerdos que firmó un gobierno argentino desde la
llegada de la democracia en el 83, porque al aumentar el porcentaje del
superávit al cuatro por ciento, es el superávit más alto que se ha puesto como
garantía por los pagos de las deudas con el extranjero, que ni Menem ni Alfonsín
lo habían hecho. Después tiene una política que apunta, por más que lo niegue, a
criminalizar la protesta social, hay tres mil luchadores sociales que todavía
están procesados. Hay puestas en escena que a mí no me gustan. Es más, algunas
me parecen patéticas, como por ejemplo, sacar una birome Bic para firmar un
decreto, mostrarla a la cámara para que le saquen una foto y desechar otra con
capuchón. Sacarse una foto con el padre de Darío Santillán en la Casa Rosada y
afirmar que en una semana iba a crear una comisión especial para la
investigación del asesinato de Darío: eso fue hace ocho meses y nunca formó la
comisión. Recibió a la Unión de Trabajadores Desocupados de General Moscón que
representan a los ypefenios despedidos después de la privatización de YPF,
prometiéndoles que en dos meses les iba a pagar la indemnización que les
corresponde y pasaron nueve meses de ese acto, donde también se sacó fotografías
que salieron en todos los diarios, y no hizo nada. Hay una series de actitudes
que marcan la continuación de un modelo neoliberal, con cierto discurso teñido
de progresismo y no lo veo comprometido con cambios sustanciales.
- ¿Por qué te parece que se da esta dualidad en la práctica política?
El presidente comprendió parte de los reclamos del estallido de diciembre de
2001, entre los que estaba reformular la Corte Suprema de Justicia y también
estaba el tema de derechos humanos. En cuanto a derechos sociales no pasa nada,
no existe en su ideario. Debemos recordar que Kirchner no nació en la política
el día que lo votaron o el día que asumió la presidencia. Durante su
gobernación, Kirchner defendió con fervor la privatización de todos los recursos
naturales de su provincia. Recuerdo la famosa votación de la Ley de
Hidrocarburos en el año 94, cuando faltaba un voto para aprobarla y Kirchner
utilizó el avión de la gobernación para ir a buscar un diputado santacruceño,
traerlo al Congreso y gracias a ese voto se aprobó la mafiosa ley que atenta
contra los intereses energéticos del país.
- En algunos ámbitos, también en corrientes pro kirchneristas, se comenta que el
mayor problema del presidente es, por un lado, su acuerdo político con Duhalde,
y por otro lado, eliminar lo que queda del menemismo. Una feroz pelea dentro del
propio partido. ¿Crees que hay algo de eso?
- Eso es reeditar lo del año 74, en mis épocas de militante estudiantil, donde
sectores del peronismo más o menos progresistas decían que Perón no podía actuar
porque estaba cercado. Todas excusas, más tratándose de Perón. Y lo mismo pasa
con Kirchner. Según las encuestas el presidente tiene un ochenta por ciento de
imagen positiva, de esta manera podría tranquilamente ser un poco más duro y
desprenderse de un montón de gente que tiene alrededor, como por ejemplo Aníbal
Fernández: se van a cumplir diez años de que estuvo prófugo siendo intendente de
Quilmes, buscado por la justicia por malversación de fondos. Ese es el ministro
del Interior que tenemos. No se fueron todos, se quedaron muchos. La no
investigación de los asesinatos de Maximiliano Kosteki y Darío Santillán tiene
que ver con que el principal responsable político es Duhalde y muchos de
aquellos funcionarios están dando vueltas por el gobierno nacional o por el
gobierno de Felipe Solá. Insisto, Kirchner no tiene intención política de
cambiar las cosas. Defiende un capitalismo que lo pretende hacer menos salvaje y
que no rompe con el FMI como comentó en algún momento. Este gobierno no da
señales de cambios profundos. El acuerdo que firmó con el FMI presupone más
ajuste, congelamientos de salarios. Hay que subrayar que si una persona cuenta
con el respaldo de imagen positiva, se supone que tiene las condiciones para
salir al balcón de la Casa Rosada a decir que está cercado y llamar a la gente.
La plaza se llena seguro. Pero no hay interés en hacerlo por parte del gobierno.
- ¿Pensás que en este último tiempo se abrieron nuevos espacios de discusión y
participación política?
- Hay espacios de discusión política dentro de ciertos parámetros. Yo lo vivo
cuando de repente no puedo publicar notas en el país de críticas a Kirchner.
Publico más en Uruguay. En Argentina sólo publico mis libros. Hay un ámbito de
discusión setentista y también creo que hay mucha confusión. Cuando escuché a
Hebe de Bonafini decir que ‘Kirchner es un hijo nuestro que llegó al poder’, me
pareció una falta de respeto hacia mí que fui militante montonero y tengo muchos
compañeros desaparecidos. Nosotros jamás luchamos por una sociedad como esta. Se
luchaba por una patria socialista, libre y justa, al revés de lo que hace
Kirchner, que va a reunirse con Bush y le toca el muslo de manera cariñosa.
Quiero decir, los espacios de discusión están, pero entre ellos. No creo que
haya espacios para la discrepancia. Una prueba clara es cuando aparece una nota
en algún medio que perjudica al gobierno, el mismo presidente levanta el tubo y
llama al periodista. Es una manera de presión bastante jodida. Si un joven
periodista escribió un artículo y lo llama el presidente por teléfono, mañana va
a pensar un poco mejor lo que va a escribir. El dice que lo hace porque es bueno
debatir.
- Hace poco publicaste el libro "La política está en otra parte", una recorrida
por movimientos de trabajadores desocupados con autonomía política. ¿Cómo se
fueron transformando esos movimientos durante este tiempo?
- En junio está saliendo mi nuevo libro que se llama Tierramemoria, todo junto
porque lo tomo como elementos inseparables. Es una especie de continuación de La
política está en otra parte, con literatura testimonial. Son relatos de vida de
allegados a personas asesinadas, otras que están vivas y luchan en el interior
del país a puro ponchazo por cambiar las cosas en los lugares en los que viven.
En la última recorrida que hice el año pasado, me encontré con movimientos que
están más fuertes, como por ejemplo el Movimiento Campesino de Santiago del
Estero (Mocase) que representa cerca de cincuenta mil personas, son nueve mil
familias. Algunos Movimientos de Trabajadores Desocupados (MTD) se quebraron, se
dividieron, pero siguen manteniendo cierta autonomía en cuanto a partidos
políticos y organizaciones sindicales. En algunos casos se achicó en números de
participantes pero se ganó en la búsqueda de crear espacios más fuertes donde se
acepta la diversidad de opiniones. Estos movimientos están trabajando en común
en una construcción territorial: en el caso de los MTD con sus emprendimientos,
en el caso del Mocase con las tierras. Otro caso para destacar es el de Zanón,
que continúa firme pese a las amenazas judiciales. La fábrica fue recuperada y
le dio trabajo a 270 personas que ganan 800 pesos por mes. Hay cosas que han
muerto, hay otras que se mantienen y otras que se pegaron mucho al kirchnerismo,
en especial la clase media más asambleísta, los que recibieron parte de los
ahorros. Volvieron a dejar en manos de un presidente, de un poder, su
responsabilidad cívica, una actitud que uno debería ponerla en práctica todo el
día.
- Y parados en la otra vereda del mismo país, ¿cómo explicás la reacción
política de un vasto sector de la sociedad que sale a la calle a pedir por su
seguridad?
- El reclamo es legítimo. Pero es un sector que mira con ojos recelosos a todo
aquel personaje de piel oscura y mala traza, por decirlo así. La consecuencia
más grave que veo es que no existen los peros en la cruzada Blumberg. Si yo me
acerco a alguien que defiende la cruzada y le digo que comparto su dolor, que
esto es una locura, pero… cuando digo pero me pega un cachetazo, pero lo que
pasa es que en su famoso petitorio, en sus discursos, hay dos cosas
fundamentales en cuanto a la inseguridad que no se mencionan: la exclusión
social y la mafia policial. Es tal la magnitud del movimiento mediática, que la
movida Blumberg ha sepultado bajo miles de personas esos reclamos importantes
que teníamos y que podíamos marcar, manifestaban: hay que luchar contra la
exclusión social, contra las mafias policiales. Retomar esa charla es difícil
teniendo un personaje como Blumberg, que, como dijo Juan Pablo Feimann en una
nota, se ha convertido en una mortaja de Axel. Axel Blumberg no existe, existe
su padre y eliminó la existencia de su hijo. Esto no pasó con otras víctimas en
democracia, como Víctor Choque, Miguel Brú, Maxi y Darío. Donde los padres
actúan en conjunto con otra gente pidiendo justicia, pero no han aplastado a la
víctima con su presencia tan asidua y soberbia en los medios.
- ¿Cuál es el rol de los medios de comunicación en este tema?
- Hay medios como Info Bae, La Nación, Canal Nueve, Radio Mitre, que quieren
darle un enfoque de oposición al gobierno y yo no lo veo tan así. Hay sectores
muy interesados como los partidarios de las leyes de Ruckauf, mano dura y todo
eso. Pero no creo que puedan llegar a utilizar el reclamo de seguridad. Con el
correr de los meses va a diluirse porque mucha gente del conurbano bonaerense
que fue a la marcha, apenas Blumberg comenzó a obviar ciertas cosas se fueron de
la plaza. Había sectores que gritaban ‘policía federal, la vergüenza nacional’ y
los medios no lo mostraron. Hay una mezcla de reclamos. La sociedad argentina es
muy compleja, muy espasmódica. Reacciona y se va a casa. Si te pisan el pie vos
lo retirás, dejaron de pisarte y lo dejás de nuevo.
- Que evaluación hacés del taller de periodismo que se desarrolló en barrio
Ludueña?
- El taller estuvo muy bueno, hubo cerca de cuarenta personas, gente de La
Vagancia, estudiantes, gente del barrio que no pertenece a ningún tipo de
organización, periodistas. Fue un taller de participación, tiré un par de
disparadores y tratamos de construir un diario. Fueron saliendo noticias, de las
cosas que importaban.
- ¿Y qué sale mañana en tapa?
Sale cómo la mafia policial de Ludueña recluta chicos para meterlos en el robo.
Sale la matanza de indígenas en Perú. Aparece también cómo en un barrio de
Rosario, una clase media intolerante, se está apropiando de un campito de
fútbol. Salió de todo, hasta las cosas más insólitas. Yo veo que hay una cosa
que falta en los grandes medios y tiene que ver con las seis preguntas que debe
responder la tarea periodística. Hay una que nunca se responde y es el ‘¿por
qué?’ Cuando mataron a Dario y Maxi en puente Pueyrredón ningún medio explicó
que estaban haciendo seis mil piqueteros ahí, había un petitorio de diez puntos
que nadie publicó. Cuando tirás la noticia sin contexto, sin explicar el por
qué, nadie entiende nada. Trabajamos sobre eso, en buscar el por qué de las
cosas para tratar de entenderlas, buscar el contexto social, político,
ideológico incluso. Se planteo cómo hacer un periodismo alternativo sin medios,
un periodismo que cuente lo que no cuentan los grandes medios. Y como propuesta
fue repartir noticias en los ámbitos donde uno se mueve, también vía mail.
Así como tiene que haber una reconstrucción de la base social argentina en
cuanto a expectativas, a cambios sociales, también tiene que haber una
reconstrucción del periodismo argentino. El periodismo no estuvo ajeno a lo que
fue la década menemista. Los periodistas comenzaron a actuar como empleados de
una empresa y perdieron independencia, su pasión por informar. Ya nadie sale de
su despacho para ir a buscar la noticia porque llega por mail, fax o llamados
telefónicos. Hay una cosa básica en el periodismo que es la pasión, si eso se
pierde se transforma en un oficio cualquiera •