Argentina: La lucha continúa
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A una semana del clásico Boca - Ríver. A seis fechas de la finalización del
torneo.
Sobre gestas y pasiones
Gabriel Fernández
Escribo estas líneas porque pienso que la sociedad argentina, si no es
presionada fuertemente para lograr su debilitamiento, puede generar soluciones a
algunos de los problemas que se le presentan. Es decir, supongo que en algunos
años las consideraciones planteadas aquí podrán ser dejadas de lado y relevadas
por otras, tal vez más interesantes en el área deportiva.
Faltan varias fechas para la finalización de un nuevo torneo de la AFA y se
perfilan Boca y Ríver como protagonistas casi excluyentes de las últimas
jornadas. Clásico incluído, esta situación generará mucho interés en las dos
grandes parcialidades y enormes operativos de difusión en los medios de
comunicación.
Sin embargo, la realidad de fondo dista de resultar en verdad interesante. Uno
ya no se acuerda bien qué sucedió en los otros tantos torneos que tuvieron a los
dos gigantes del fútbol argentino como protagonistas: un poco más del 50 por
ciento del pueblo argentino --hablando en cifras reales-- observa
desapasionadamente la definición del mismo modo en que lo haría si los actores
fueran dos buenos seleccionados de otras naciones.
Tiempo atrás la discusión empresarial se centraba en si la conveniencia
monetaria estaba vinculada a un San Lorenzo campeón o a un Gimnasia y Esgrima La
Plata ascendente. Antes, hubo polémica acerca de si Independiente o Huracán
garantizaban mejores o peores resultados económicos. Y después, sobre el sentido
comercial de un Vélez campeón de todo. Por entonces, no hace tanto, la presencia
perenne de Boca y Ríver forzaba competencias agudas y, entre victoria y victoria
de los "equipos sorpresa", emergían con fuerza y se constituían, ellos mismos,
en novedad.
Atenti: no estoy hablando de bombeos, aunque en algún caso hayan existido.
Prefiero evaluar la incidencia del embudo económico en el fútbol argentino y en
los medios de comunicación relacionados con su difusión. Todos hemos visto como
Mauricio Macri convirtió a Boca en una "marca"; y si conocemos el andar del
empresario en cuestión, no podemos menos que añadir ¿podría haber instalado esta
extraña imagen xeneize --que congrega curiosamente a pobres y ricos-- sin el
apoyo explícito de TyC y el Grupo Clarín, entre otros espacios de vasta llegada?
Quien ha vivido partidos en la Bombonera, sabe que la pasión que se emite
televisivamente es harto superior a la que se vive in situ. Esto no desmerece en
nada a la hinchada más numerosa del país: habla de una propaganda activa que
tiende a reproducir a los consumidores segmentándolos sobre un sólo producto con
el objetivo de facilitar las ventas. Con las encuestas surge algo semejante: se
ridiculiza a los equipos de "provincias" por distintas vías obligando a que la
respuesta se enfoque en los dos grandes de Capital, originando una elección por
descarte, por verguenza y sin fervor local.
La profunda superioridad del plantel de Ríver sobre el resto de las
instituciones evaluadas como medianas y chicas resulta indudablemente fruto de
su dimensión económica: si el trabajo de inferiores de la entidad de Núñez
resulta valioso, quienes están ligados al mundo del fútbol saben que el mismo no
está tan despegado al que realizan instituciones de menor éxito deportivo en la
primera división. Por citar algunos casos, vamos a señalar a Newells Old Boys,
Central, Argentinos Juniors, Colón, Gimnasia, Estudiantes, Huracán, líderes en
la forja de jugadores juveniles desde hace bastante tiempo. ¿Cuántas temporadas
pueden sostener esos clubes a un puñado de grandes jugadores que emergen de sus
canteras?
Esta observación tampoco desmerece a Ríver, que ha cuidado un estilo de juego
relevante por años y tiene derecho a nutrirse de los mejores valores que pueda
en cada período. De hecho a sus dirigentes no les queda opción, pues son
presionados en esa dirección por hinchas, medios y empresas que jamás
perdonarían el hallazgo de un plantel globalmente superior en una institución
menos jerarquizada.
Al proceso concentrador interno es preciso sumarle el continuo drenaje de
importantes futbolistas locales hacia el exterior, un problema que, si
observamos la edad cada vez menor de los convocados a las ligas europeas,
empieza a transformarse en masivo.
Sin embargo, los semilleros del fútbol argentino siguen funcionando y los
"otros" clubes --unos 18 en total, sólo por mencionar injustamente los que
persisten en primera A-- se organizan de la mejor manera posible --o no-- para
dar batalla y, en ocasiones, lo consiguen. Esta verdad, que tiene que ver con la
extraña fertilidad alcanzada por este deporte en el país (sólo comparable
mundialmente a Brasil) permite que los distintos torneos argentinos sigan siendo
de los más atractivos del planeta, con una cuota de talento y competitividad
sorprendente.
Vale esta última aclaración ligada al primer párrafo del artículo. En modo
alguno estamos hablando de una realidad clausurada o inmodificable. Aunque la
tendencia se está tornando clara. Tal vez sea tiempo de considerarla seriamente.
¿Porqué? ¿Es esta reflexión la preocupación de un hincha de alguno de los
"otros" cuadros, que anhela más para el suyo? Puede ser. Qué duda le cabe a mis
conocidos que el deseo de ver a Gimnasia en la cima orienta mis más sentidas
esperanzas. Pero...yo mismo me permito poner en duda esa afirmación como un
absoluto y trato de tomar distancia para señalar: no me gusta que la Argentina
desperdicie sus posibilidades. No me gusta que lo haga en los aspectos
productivos y culturales, por caso, y lo he señalado con nitidez todos estos
años.
Y pienso en Uruguay.
Habitualmente me he referido al vecino país en términos elogiosos. La honda
capacidad democrática y combativa de amplios sectores del pueblo oriental
deberían servir como modelo a analizar por parte de nuestra gente. En esta
ocasión cabe modificar el aplauso y esgrimir una moderada silbatina: un fútbol
potencialmente tan rico como el argentino ha derivado en una aburridísima y
lenta contienda entre Peñarol y Nacional que terminó repercutiendo en el
combinado celeste y barriendo de los estadios a todos aquellos espectadores
predispuestos a observar el desempeño de los "otros" clubes.
Nadie puede soportar muchas décadas el rol de partenaire. Y los uruguayos, que
son inteligentes --aunque les faltó astucia para resolverlo en su momento-- se
piantaron de las canchas. Dejaron que los dos núcleos mayoritarios resuelvan
todo: los jugadores que serán convocados a la selección, los torneos locales, la
participación en la Copa Libertadores. Algo así como "bueno, jueguen ustedes,
qué le vamos a hacer". En tanto, y yo sé que esto es duro para algunos amigos
orientales con el corazón en Danubio, Huracán Buceo o Wanderers por caso, los
sparrings hacen lo mejor que pueden, de vez en cuando arañan algo, y celebran
módicos triunfos con grupos, a veces numerosos, de parientes y vecinos que hacen
las veces de hinchadas contrastantes con las de los dos (únicos) grandes.
No es tan difícil transitar ese sendero. De hecho es el más sencillo. El fútbol
argentino lo está recorriendo aceleradamente y sólo la fertilidad de la que
hablamos y la hondura de algunas identidades regionales combaten ese rumbo y
buscan abrir nuevos caminitos para evitar el empobrecimiento definitivo de una
actividad cada vez más millonaria. Vale evaluar con detenimiento esta situación,
porque una vez que se ingresa en la cristalización del poderío integral de
determinadas instituciones - empresas, con todo un sistema en derredor que
necesita la continuidad del "orden", es complicado hallar una salida por muchas
denuncias y esbozos que se lleven adelante.
A diferencia de otros juegos, en los cuales la capacidad de conversión, la
fuerza y la velocidad previas o el hándicap constituyen factores casi
irreversibles a la hora del choque entre dos colores, el fútbol se ha
caracterizado por la imposibilidad de definir un resultado a priori. Allí, junto
a la belleza que puede generarse, radica el interés que suscita entre millones
de personas. Un equipo "cualquiera" puede ganarle a uno grande. Uno va a la
cancha nervioso, ansioso, porque efectivamente no sabe lo que ocurrirá; el
promocionado goleador no la emboca, el pibe de la tercera la rompe en su debut,
el marcador esforzado anula a la estrella, el veterano recuerda cómo colocarla
en el ángulo, la pareja que no andaba se inspira y elabora con ladrillos de
adobe las paredes más lujosas. El cuadro chico puede aspirar a ser campeón.
Eso es, también, el fútbol. Pero a seis fechas del final ya intuímos que el
campeón del fútbol argentino será Boca...o Ríver. Y aunque uno no pierde la
esperanza --porque sería convalidar todo este problemático presagio-- en que
Talleres utilice la fusta para llegar por afuera, queda la sensación de que así
será. Y así será más adelante. Y así será más después. Con algunas honrosas y
festejadas excepciones, que no servirán más que para confirmar la regla. Una
pena, porque de los más remotos lugares del país surgen jugadores esplendorosos;
porque en los más variados espacios humanos persisten pasiones tan profundas
como las más promocionadas.
La perspectiva de ser mejor contiene la necesidad de importantes rivales. Quien
jamás nos ha vencido no logra constituírse en adversario. Quien carece de
posibilidades de conseguirlo desarma la celebración. Es torpe el festejo
grandilocuente del que derrota al que ya está vencido de antemano. La vida sin
sorpresas es un decurso lánguido y el fútbol sin sorpresas no es mucho más que
un montón de señores vanamente transpirados. Ahora bien: la vida sin fútbol es
viable; de hecho algunos pueblos han decidido seguir adelante disfrutando de
otros espectáculos; sin embargo, cuando alguien prueba, por caso, el amor,
comprende que --técnicamente-- está en condiciones de pasarla sin él, y siente
--al mismo tiempo-- que a su existencia le falta un elemento trascendente. El
amor se construye con gestas arriesgadas, que nos llevan a sortear obstáculos
complejos. El fútbol, créase o no, también se despliega así.
Y varios interrogantes para seguir pensando: ¿cuánto tiempo más un vasto
espectro popular soportará jugar el rol de partenaire? ¿Es interesante la
situación que se está esbozando para los hinchas de Boca y de Ríver? Al igual
que lo ha hecho en otros rubros, el empresariado argentino (especialmente el
vinculado a los medios de comunicación) ¿está matando a la gallina de los huevos
de oro? No tengo respuesta para ninguna de estas preguntas, pero me inquietan.
Mire usted lector, las cosas que me inquietan. Reflexione un poco y otras ideas,
sobre otros asuntos, vendrán a su mente.
GF/
10 de mayo de 2004