Argentina: La lucha continúa
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Ronda de Pensamiento Autónomo
Sobre inseguridad y autodefensa
El dilema fue expuesto con crudeza: ¿Qué deben hacer los movimientos frente a la
delincuencia que los amenaza, atemoriza, y roba sus cosas o sus productos? ¿Hay
que defenderse? ¿Los ladrones deben ser considerados víctimas del sistema o debe
combatírselos? ¿Cómo hacerlo sin caer en la "mano dura" policial tipo Blumberg,
ni en la ingenuidad? Viejas teorías contra nuevas prácticas, y las experiencias
de dos MTD a la hora de poner límites. La autodefensa, el zapatismo, y la
relación con la policía, entre otras experiencias que sorprendieron a muchos.
Agencia La Vaca
En Roca Negra había mosquitos grandes como vampiros. Y a juzgar por la
sangre que demostraban haber consumido cuando se los aplastaba de un manotazo,
eran vampiros.
El predio de Roca Negra (en Camino General Belgrano y Méndez, donde cada mes se
realiza la Ronda a la que asisten integrantes de diversos movimientos sociales)
ya tiene blanqueadas las paredes de uno de los galpones donde se realizó Enero
Autónomo. La vida continúa y, al margen de los buenos recuerdos (ver en esta
página), mayo resulta tan autónomo como cualquier otro mes del año.
La Ronda volvió a tratar como asunto central -zumbando en los oídos- al tema de
la inseguridad, aunque no fue el excluyente. En los aprontes, mientras se iban
organizando los bancos de madera, hubo comentarios sobre la crisis en San Luis
donde la oposición es perseguida por Alberto Rodríguez Sáa sin que el gobierno
nacional atine a hacer algo a respecto, y sobre Salta, donde la persecución
política y judicial ocurre contra organizaciones como la UTD Mosconi y los
pueblos aborígenes. Varios asistentes a la Ronda habían viajado al Foro de
Mosconi, realizado el 1º de Mayo, como parte de Alerta Salta, la campaña de
denuncia internacional por las violaciones a los derechos humanos y el despojo
de recursos naturales que allí se verifican.
Martín dijo: "Lo de Salta y San Luis son ejemplos de algo que se está viendo con
claridad: el entramado mafioso de esta democracia de mercado. Los nuevos
movimientos están expresando territorialmente respuestas a la situación, porque
si no nos come la mafia, nos come el terror y nos come la paranoia. No quiero
exagerar, pero me da la impresión de que estamos pensando en cómo parar a un
nuevo fascismo lumpen".
Julio comentó que percibió que los reclamos de mano dura, pena de muerte y
demás, no terminan de cuajar socialmente. "Frente a toda esa cosa fascistoide se
ve cierta capacidad de rechazo en el campo popular".
Víctor no estuvo totalmente de acuerdo, aunque rescató: "Sí parece que la
sociedad en su conjunto tuvo el sentido común de no avalar la baja de la edad
para imputar a los menores. Hay un sentido común de que determinadas cosas no se
pueden aceptar".
También analizó a los discursos: "Hubo un trabajo de gente de izquierda de
machacar con el tema de la inseguridad con artículos e intervenciones. Hubo
notas en todas partes que salieron a enfrentar los argumentos de la derecha que
esta vez no tuvo a sus escribas. Ahí noté una reacción".
Recién llegado desde Río Negro, el Vasco, del MTD de Allen amplió la mira de
toda la conversación:
"El problema de estos días no es del modelo, es un problema estructural del
imperio y del capitalismo en el mundo. Si observamos la guerra en Irak, los
atentados en España, la reacción de la gente, la lucha contra la guerra, lo que
surge es que hay un problema del capitalismo mostrando su forma más perversa. No
se ve una perspectiva de estabilización del capitalismo sin recurrir a la
represión más violenta".
Postuló que cuestiones como la inseguridad revelan agujeros en otros campos: "La
institucionalidad muestra a dónde se inclina cuando la derecha presiona. Hasta
la cultura de derechos humanos ha quedado desconcertada, porque aprecio que
también desde esa perspectiva de luchar por los derechos humanos hay un cierto
agotamiento del hecho de vivir pegado a lo ocurrido con la represión en los años
del terror. Hay cuestiones mucho más fuertes y novedosas". Mencionó que la
derecha tiene cada vez más problemas para sostener un modo político que definió
como "pseudo representación popular" y acordó con Martín: "Esto va prefigurando
nuevos espacios".
Un señor de gorra y anteojos planteó la pregunta del sábado:
" "Me preocupa qué visión tenemos de la seguridad. Me preocupan incluso mis
reacciones fascistas. Digamos: ¿cuál es la actitud frente a la agresión concreta
que uno puede sufrir por parte de alguien que te roba, por ejemplo? Vos te
rompés plantando zapallo, maíz, y cuando está madurito viene un vecino y se lo
afana. Uno muchas veces le dijo al tipo: tenés un pedazo de tierra, te doy
semilla, plantá tu zapallo si querés. Puedo decir que es un hombre del pueblo. O
un obrero desocupado. Pero cuando me viene a afanar, actúa como un burgués.
Entonces, ¿sigo pensando que es alguien del pueblo? ¿Qué se hace con el que
viene y se apropia del trabajo de otros compañeros que también están buscando
cómo zafar?
" "Yo digo: agarro la escopeta y le pego un tiro. Pero entonces me pregunto: ¿la
vida de una persona vale un zapallo? No, pero tampoco puede ser que la gente se
desmoralice porque la afanan, y nadie hace nada".
Silencio.
Annabel encaró la charla por otro plano: "Es cierto que el problema del
capitalismo es estructural, y eso implica una profunda transformación
civilizatoria. O nos concentramos en pensar una política con relación a las
instituciones, o nos concentramos enpensar una política con relación a la vida.
Cuando pensamos en relación a la vida, aparece esto: cómo enfrentar mi propio
fascismo, y también mis resistencias a la transformación. El problema de la
inseguridad no lo van a resolver las instituciones ni los derechos humanos, pero
habría que pensarlo a partir de las propias experiencias de los movimientos".
Alberto, del MTD de Solano, fumaba en silencio. Sólo escuchaba, y mataba a los
mosquitos que se le acercaban.
Martín: "Inseguridad es el nombre de la indefensión. Hemos pasado a un modo de
existencia absolutamente precario. La pregunta es: ¿de qué modo, con nuestra
capacidad y nuestra potencia, podemos construir alternativas a la indefensión?"
El señor de gorra y anteojos anunció con sencillez y profundidad:
- "Yo no me siento indefenso, teniendo escopeta y cartucho. Lo que me preocupa
son las reacciones. Cómo actuamos desde una nueva concepción frente a aquel que
viene a romper el trabajo que estamos haciendo. ¿No es lícito defender el
trabajo de los compañeros para que no se desmoralicen si nos roban? ¿Y hasta
dónde esa licitud te permite reprimir?
- "Por más que yo entienda las causas que pudieron llevar al otro a hacer lo que
hizo, en ese momento se comporta como un enemigo. ¿Es lícito reprimir al
enemigo? ¿Cuál es el grado de represión tolerable para nosotros? Eso es lo que
pregunto. No tengo un problema de inseguridad, lo que quiero conversar es sobre
cuáles tendrían que ser mis límites".
Alguien dijo: "Hay que poner límites, sin depender de la policía". Al señor de
gorra, tradujo esa respuesta: "O sea, podemos reprimir".
Hubo intervenciones levemente perplejas.
- "Si no matás a tu patrón, ¿por qué vas a matar al que te roba zapatillas?"
Estaría tan mal la actitud del que roba como la tuya".
- "El error es definir al otro como un enemigo. No es el enemigo".
- "Es muy difícil establecer una comunicación con la gente que afana. En
realidad, el tema tiene que ver con un cambio político mucho más amplio, y eso
no se soluciona pensando qué hago con el que me roba en una esquina".
Ezequiel, de la asamblea de El Cid Campeador, el mes anterior había planteado
esa cuestión si se quiere antipática, pero crucial: si se va a esperar un cambio
de sistema (cuyos plazos de verificación, debe reconocerse, son insondables)
¿qué se hace mientras tanto con respecto a esa sensación de indefensión que
padece mucha gente, incluso la de la esquina?
Alguien mencionó que la violencia está también en nosotros, que nunca va a haber
una solución institucional a la inseguridad, y que el conjunto de un movimiento
es el que tiene que resolver cómo actuar: "Hay que construir espacios distintos,
no con escopetas. A lo mejor la escopeta la tenés que usar contra el sistema,
pero no contra el que te afana tu produccón. Por ahí tenés que agotar todas las
instancias".
El tema quedó colgado en tales términos hasta que Alberto, de Solano, pidió la
palabra para contar su experiencia que, debe decirse, sorprendió a más de uno:
"El capitalismo necesita consenso. Ya en la dictadura el consenso lo conseguían
con el terror. Actualmente, esto de la inseguridad es totalmente funcional a un
capitalismo que necesita ordenar semejante cantidad de gente en la miseria, sin
trabajo. Estamos hablando de millones de seres humanos".
"No se hace fácil el discernimiento. Uno va a un barrio y dice ¿qué hacemos con
la inseguridad? Y te contestan: que vengan los gendarmes, que venga la policía.
Han generado eso a través del terror. Además, muchos sectores trabajan para que
se note la inseguridad, que se vea, para infundir más miedo".
"Se nos presenta una cosa concreta. No queremos el fascismo ni la represión,
pero en nuestros barrios las principales bandas, ya no son de clase, o del
pueblo. Trabajan para la policía. Buchonean y te delatan. Para eso están. Yo no
los reivindicaría como algo relacionado con el pueblo. Y son funcionales a la
corrupción institucional. Porque la principal inseguridad es ese: tener
instituciones corrompidas con el narcotráfico, el robo de autos, el juego, la
prostitución. Ahí está metida la policía y son los negocios y cajas de los
partidos políticos para financiarse y enriquecerse de manera alevosa, como todos
estos años.
"Y la justicia: hay jueces que laburan para estas bandas, como hay intendentes,
diputados, senadores. Ahí cierra el triángulo. La inseguridad es esta situación
del capitalismo donde se han roto todos los códigos.
"Nosotros no reivindicamos a un tipo que trabaja para la policía. El raterismo
en los barrios… a nosotros nos pasó con una banda que vino y ns robó todo un
techo de chapa que era carísimo. Dijimos ¿qué vamos a hacer? Se averiguó donde
estaban las chapas, y las fuimos a recuperar. Se trajeron las chapas. Flor de
quilombo. Se guardaron, y un grupo de seguridad se quedó de guardia.
"A la noche cayeron 20 tipos. Se les había tocado la impunidad. Hubo un combate:
piedras, palos, algún tiro al aire, pero no llegó a más. La discusión en el
movimiento: ¿cómo seguimos? La decisión fue no seguir asumiendo como movimiento
ese tipo de prácticas de ir al frente, y quedar focalizados, en la mira. Fue un
debate duro. Había compañeros que decían: "No podemos seguir así, con esas
ratas. Los de la banda una mañana esperaron a uno de los pibes del movimiento,
que iba con la tía, una señora de 50 ó 60 años, a la que le abrieron la cabeza
de un culatazo.
"¿Qué pasó ahí? El barrio supo resolverlo. No hicimos nada como movimiento, pero
unos compañeros fueron, agarraron al cabecilla de la banda, y le dieron seis
tiros. Zafó, no lo mataron. Pero se entendió el mensaje. No fue el movimiento
sino la gente del barrio.
"Entonces no se puede reivindicar a tipos que son dañinos, que trabajan para la
policía, que no tienen códigos, que si pueden te matan porque están pasados de
falopa o lo que sea.
"Es un tema muy complejo, pero lo peor sería quedar atrapado en la lógica de que
hay que defender al chorro porque es del pueblo".
Alberto siguió con un paneo más general del territorio.
"Lo de Blumberg caló en los barrios, es la preparación o la antesala a una
sociedad donde van a terminar metiendo a las fuerzas armadas para generar el
orden. En los 70 era el orden avalado por el terror. Yo creo que ahora quieren
madurar la generación de un consenso, para que cuando salgan los militares a la
calle la gente tire papelitos. En Fuerte Apache está la gendarmería y la gente
dice 'ahora se puede vivir' cuando la responsabilidad del Estado era resolver
las cosas sin gendarmes. Se viene una etapa difícil".
Daniel dijo que la vieja idea del Estado dejó de existir, y que hoy se trata de
corporaciones mafiosas. Julio contó que en Tucumán existe concretamente una
mafia institucionalizada, que resuelve reclamos de la población por un 20 por
ciento.
Como modelo de la psicosis estatal represiva, se mencionó el fallo de la Cámara
de Casación que considera delito cualquier corte o entorpecimiento de tránsito,
y la denuncia de un juez por "apología del crimen" contra tres concejos
deliberantes bonaerenses (La Plata, Berisso y Ensenada) por apoyar a ex
trabajadores de Repsol YPF que cortaron el acceso a una destilería, reclamando
la deuda que el Estado y la empresa tienen con ellos tras la privatización.
El Vasco retomó la palabra. "A mí me parece que lo principal de toda esta
descomposición es que trastoca las relaciones humanas. El miedo, la inseguridad,
tienen que ver con el intento e someternos a las relaciones -entre nosotros- que
quiere el imperio. Y es en todo el mundo. Hay una barbarie tecnologizada que
necesita imponer relaciones de miedo, de disgregación y atomización muy fuertes.
El problema no es simplemente que la inseguridad venga por no tener comida, sino
que parte de cómo nos cambia la vida, las relaciones de amistad, los encuentros,
lo que hacemos. Ni hablar de las relaciones sociales más amplias.
"¿Por donde pasa la resistencia? Por tratar de luchar para seguir estableciendo
nuevas relaciones. Los Mapuches, en Chile, llegan de nuevo a la convicción de
luchar contra el ahuincamiento, la conversión de su propia identidad en la del
huinca, el blanco. Están en recuperar las viejas relaciones de libertad que
tuvieron y que les permitió su crecimiento como pueblo.
"Me parece que ahí está el nudo. El esfuerzo tiene que estar destinado a la
subjetividad, al establecimiento de nuevas relaciones, y a irradiarlas".
Mirando a Alberto de reojo, dijo:
"También tenemos nuestra historia. Nos robaron todos los ladrillos para
construir un galpón, 50 bolsas de cemento, y el techo completo. Era un esfuerzo
impresionante que habíamos puesto para tener eso. Y lo robó un ex compañero del
movimiento. Se entongó con alguien de la policía, y nos robó todo.
"¿Qué hace el movimiento? Lo primero, salimos a la calle y vamos para la casa
del tipo a sacarle todo. Al salir todo el movimiento, aparece la policía. Igual
se trata de recuperar los materiales, protesta contra la policía y todo termina
en la comisaría. Lo que fue importante fue cómo los compañeros conformaron una
situación de nuevo pensamiento sobre cómo luchar y defender lo que estábamos
haciendo.
"Les digo sinceramente: no le hacemos asco a meter la mano en varios lugares
cuando es necesario. Yo creo que fue buena la presencia de la policía, porque si
no, nos hubiesen hecho el juicio a nosotros y tendríamos otra causa más en
contra. Si hay que hacer la denuncia en la policía, se hace. Se trata de
preservar lo que estamos haciendo y a partir de ese momento, la movilización
tuvo tal trascendencia en el pueblo, que la policía también cuida ahora que
nadie nos robe porque saben que va a haber problemas con el movimiento.
Problemas para la policía, para la justicia, para el intendente, y para el que
nos robe.
"Con la policía no queremos saber absolutamente nada, claro, pero a veces la
vida se desenvuelve así. Y las cosas hay que resolverlas en el ámbito de la
vida. Levantamos el galpón. Pero ojo, no cosntruimos galpones. Construimos
relaciones que nos permitan buscar una vida distinta".
Y cerrando, otra definición fuerte:
"En ese sentido soy admirador de los zapatistas: no creo que haya posibilidades
de construcción de espacios y territorios de la autonomía sin una herramienta
que los defienda. En algún momento vamos a tener que pensarla. Me parece muy
creativo el papel del Ejército Zapatista en cuanto al resguardo que presupone
para el movimiento".
Ricardo: "Estamos atravesando un desierto, un vacío existencial, eso es lo que
está debajo de toda la violencia. Es una catástrofe material y espiritual. No
creo que vayamos hacia épocas de paz.
"¿Cómo resistir? Tal vez el camino sea emboscarse, retirarse, enfeudarse. Digo
feudo en el sentido de la libertad, porque el feudo también protegía, no fue
algo puramente negativo. Tal vez estemos ante un ocaso de la sociedad, una
fragmentación, y ningún parámetro nos cierra. Tampoco la lucha política nos
cierra. Hay una especie de guerra civil mundial por el trabajo. Pero tal vez los
que no tienen trabajo posean un horizonte de libertad mayor que el de los que sí
lo tienen. En realidad, el trabajo también representa una condena".
Alguien retomó lo anterior: "El zapatismo tiene un ejército, que puede o no
usar. Lo tiene para mostrar: 'podemos resistir'. Yo creo que en los barrios el
tema no es tener que estar armados, sino tomar conciencia de que la única
defensa va a partir de la sociedad misma".
Patricio: "Estoy de acuerdo, atravesamos el desierto, también tiene razón Daniel
(quien había hablado de la caída de los organizadores sociales como el Estado,
la seguridad en el trabajo, etcétera) pero yo me alegro de que haya muerto la
cultura del trabajo. No hablo del trabajo autogestivo, claro, pero celebro que
se caiga eso del tipo que tiene segura la casita y la monotonía a cambio del
salario.
"Creo que hay crisis de representación. En Cutral Có apedreaban a jueces por no
condenar a violadores. Se está cortando la idea de que las instituciones son
mediadoras. ¿Eso puede llevar a un fascismo? Sí, es un riesgo, pero también
puede llevar a cosas más interesantes".
Martín: "La gran apuesta es transformar las relaciones. Esa esla primera
defensa. En el pensamiento, en la producción y en lo afectivo. Eso es de una
fuerza impresionante".
Las Rondas terminan de a poco, sin conclusiones terminantes ni definiciones
enfáticas. Tal vez se trate -ese también- de un nuevo modo de relación y
conversación, permitiendo que el pensamiento quede circulando en cada mente
hasta la próxima. Será el primer sábado de junio.