Argentina: La lucha continúa
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San Luis: El puntanazo en la encrucijada
Sergio González
elmilitante@ciudad.com.ar
Después de varios días de protestas, movilizaciones y violenta represión, la
crisis de San Luis se encuentra en un punto decisivo. Mientras la oposición
sigue pidiendo el alejamiento del gobernador, este trata por todos los medios de
aferrarse a su cargo y continuar con el régimen corrupto y decadente que
ejemplifica la situación de varias provincias argentinas.
Después de varios días de protestas, movilizaciones y violenta represión, la
crisis de San Luis se encuentra en un punto decisivo. Mientras la oposición
sigue pidiendo el alejamiento del gobernador, este trata por todos los medios de
aferrarse a su cargo y continuar con el régimen corrupto y decadente que
ejemplifica la situación de varias provincias argentinas.
La actual crisis se agudizó tras la aprobación, en la madrugada del 29 de abril,
de la reforma al estatuto docente que les quita derechos adquiridos en largos
años de lucha. Los educadores ocuparon la legislatura y fueron desalojados
violentamente por las fuerzas represivas provinciales.
Inmediatamente se declararon en huelga por tiempo indeterminado hasta que caiga
la reforma del estatuto, medida que continúa en vigencia hasta hoy. Además ese
mismo día y el viernes 30 protagonizaron multitudinarias movilizaciones
acompañados por sus familiares, trabajadores municipales y la multisectorial
opositora al gobierno de Alberto Rodríguez Saá. Unas veinte mil personas en la
capital, doce mil en Mercedes y algunas miles más en otras localidades del
interior, como Merlo, pidieron en las calles la renuncia del gobernador.
El viernes a la noche una nueva y salvaje represión dejó 20 heridos y 55
detenidos, que fueron liberados el sábado bajo la presión popular en las calles.
Pese a los intentos de conciliación de los gobiernos provincial y nacional las
protestas continuaron con bocinazos el lunes y se llegó al paro general, con
alto acatamiento, del jueves 6.
Los Rodríguez Saá
Los hermanos Adolfo y Alberto Rodríguez Saá pertenecen a una familia de
caudillos con participación en el poder provincial desde el siglo XIX y
gobiernan San Luis desde 1983 sin interrupciones. Hábilmente terciaron en las
internas entre Menem y Duhalde y así consiguieron privilegios para las arcas
provinciales durante los ’90. Cambiaron apoyos y oposiciones por exenciones de
impuestos para las industrias que se radicaran en San Luis, muchas de ellas
meros galpones vacíos sin actividad ni empleados, que recibían reembolsos por la
promoción industrial.
Esa economía ficticia es la que entró en crisis ahora, con gran parte de los 160
mil habitantes activos empleados por el estado con salarios bajísimos, y un
tercio de ellos (52 mil) desocupados que reciben planes sociales.
Además de las denuncias de corrupción en todos los niveles del gobierno,
violaciones a los derechos humanos y parcialidad de la justicia, se protesta
contra la concentración del poder y la riqueza en manos de la familia gobernante
en alianza con las grandes empresas.
Un ejemplo grotesco de la arbitrariedad del gobierno provincial se manifiesta en
la existencia de dos intendentes en la capital. Como en las elecciones había
triunfado la oposición, el gobernador mediante triquiñuelas judiciales consiguió
que se nombrara otro jefe comunal. Y desde hace seis meses coexisten los dos
ejecutivos superpuestos con su propia planta de trabajadores, presupuesto, etc.
Las maniobras de Kirchner
Días después de la intervención federal a Santiago del Estero, los hermanos
Rodríguez Saá (que se la veían venir) acordaron con Kirchner el apoyo a las
leyes de mano dura por parte de sus diputados nacionales a cambio de la promesa
presidencial de no intervención a la provincia. El presidente conseguía así los
votos que le hacían falta para aprobar su política represiva.
Pero la movilización de los trabajadores puntanos encabezados por los docentes,
familiares y otros trabajadores estatales, están poniendo a Kirchner frente a la
disyuntiva de desconocer esos pactos o seguir sosteniendo a sus socios frente a
la manifiesta voluntad popular.
Torpemente, el gobernador Alberto Rodríguez Saá reivindicó el sábado 1º las
represiones del jueves y viernes, en el momento en que intentaba mostrarse
predispuesto a dialogar.
Durante el fin de semana Kirchner apareció en los medios mostrando su
"preocupación" por la situación en la provincia y ofreciendo su "mediación".
Aunque se está cerrando sus propias puertas de salida al insistir en que el
gobierno nacional no intervendrá la provincia. El lunes 3 el ministro del
interior, Aníbal Fernández, recibió a representantes de la oposición para tratar
de calmar la situación. Pretendía conseguir una tregua apoyándose en los
sectores más conciliadores de la multisectorial opositora y en la iglesia
católica.
La jornada del 6 de mayo
Sin embargo los docentes no levantaron la huelga y junto con otros sectores
opositores rechazaron la tregua y confluyeron en el paro general del jueves 6.
Otra vez 20 mil manifestantes se movilizaron pacíficamente por las calles de San
Luis capital.
Arteramente el gobernador utilizó a algunos grupos de desocupados, unas tres mil
personas (de los más de 50 mil que reciben planes sociales) como fuerza de
choque contra los manifestantes. La tensión fue grande pero no se llegó a
enfrentamientos violentos. Semanas antes había intentado oponer a padres contra
docente frente al retraso en el comienzo de las clases.
A la noche el gobernador dirigió un discurso público prometiendo aumentos en los
salarios y planes sociales y una consulta popular sobre su política social.
Los docentes han rechazado las estratagemas de Rodríguez Saá y continúan en
huelga, aunque tal vez el gobernador consiga algún respiro con estas artimañas.
El martes 11 está prevista una nueva movilización por las calles de la capital
provincial.
La crisis del PJ y la bancarrota de los conciliadores
La situación de San Luis y las maniobras mencionadas de los Rodríguez Saá y de
Kirchner son una muestra más de la podredumbre del PJ. Se ha convertido con los
años en un partido de funcionarios, caudillos y punteros al servicio de las
transnacionales y la oligarquía, mientras luchan entre ellos por el control del
aparato partidario. A cambio de esos servicios al poder económico, buscan
permanecer en sus cargos y seguir gozando de privilegios, prebendas y espacios
de poder.
Ya no hay nada que esperar de este podrido aparato formal que actúa de correa de
transmisión de la maquinaria capitalista dejando las palancas fundamentales en
manos de un puñado de empresarios, latifundistas y banqueros.
Por su parte dentro de la multisectorial de oposición existen intereses
heterogéneos y hasta opuestos. Los sectores empresariales que por el momento
quedan fuera de los negociados y la jerarquía católica, que ve peligrar su gran
negocio de la educación privada, pretenden un gobierno provincial más permeable
a sus intereses. Esperan una intervención que "normalice" la situación de la
provincia y que les de tiempo de crear una nueva dirigencia política.
Los sectores honestos de clase media (y también católicos) cansados de la
injusticia y la corrupción, que reclaman el alejamiento inmediato del gobernador
y por derechos democráticos, carecen de propuestas alternativas y muchos de
ellos confían en Kirchner y por eso piden la intervención. Sus limitaciones y
falta de independencia les impiden ver el pacto entre los gobiernos nacional y
provincial.
Además la política de Kirchner es responsable en gran parte de la crisis.
Directamente a través de su impulso a la reforma de los estatutos docentes en
todas las provincias, e indirectamente, con su demagogia vacía, de gestos y
discursos, que no roza siquiera los intereses culpables de las crisis
regionales.
Esos intereses comunes y la necesidad de que el trabajo sucio lo realicen los
caudillos provinciales hacen que Kirchner se guarde la carta de la intervención
hasta último momento. La utilizará sólo cuando sea absolutamente necesaria para
evitar el estallido social, como lo hizo en Santiago del Estero a fines de
marzo.
Lo que más teme es la movilización popular que puede barrer con las estructuras
que perpetúan la explotación, la corrupción y la pobreza. Y también el contagio,
ya que un estallido en San Luis se extendería rápidamente a otras provincias y
al Gran Buenos Aires donde las situaciones sociales son similares y donde ya los
docentes y otros trabajadores están organizando protestas contra la infinita
sucesión de ajustes.
La CTA no pueden seguir escapando de sus obligaciones
La CTA debe organizar ya movilizaciones y protestas a nivel nacional en apoyo a
sus trabajadores de San Luis (y de otras provincias) que se encuentran en la
calle enfrentando los ataques a sus derechos. La CTERA (federación nacional de
sindicatos docentes) ha dado un paso en ese sentido, aunque tibio y mal
organizado, con la realización el viernes 7 de una jornada nacional de protesta
en solidaridad con los docentes puntanos.
Los diversos sectores de trabajadores en lucha deben presionar a sus dirigentes
para que impulsen medidas de fuerza. Hay que terminar de una vez con el círculo
de crisis y ajuste a los trabajadores que salvaguarda los beneficios de los
empresarios, bancos, terratenientes, y preserva los privilegios de los
funcionarios públicos. Y a los dirigentes sindicales que frenen la lucha o no
estén a la altura de las circunstancias se los debe desplazar y recuperar los
sindicatos para los trabajadores.
La necesidad de una organización independiente de trabajadores
Las crisis son inevitables bajo estas economías regionales de saqueo, con una
desocupación gigantesca y la mayoría de los trabajadores ocupados en empleos
estatales burocráticos. Hace falta una política de inversión industrial
productiva que ni la oligarquía, ni los capitalistas ni los gobiernos provincial
y nacional tienen interés en impulsar.
Aunque todavía es posible que el presidente imponga una salida negociada que
salve su sociedad con los Rodríguez Saá o mediante una intervención federal, hay
que comprender que la solución de fondo a los graves problemas sociales y
políticos puntanos necesitan de la participación directa de las masas en el
manejo de las economías regionales y los asuntos públicos provinciales.
Por eso desde El Militante planteamos la necesidad de una organización
independiente de trabajadores, a partir de los que están dirigiendo esta lucha:
los docentes y demás trabajadores y los activistas sindicales combativos, que
deben agruparse en un partido propio, con una orientación socialista.
Corresponde a la gran mayoría trabajadora de la provincia proponer una salida a
la crisis a través de sus elementos más luchadores y concientes. Seria un
ejemplo para los trabajadores de las demás provincias y para el conurbano donde
existen intendentes con manejos muy similares a los de los Rodríguez Saá.
Esto es lo que más teme el gobierno de Kirchner, y por eso busca salidas
negociadas. Las limitaciones y los compromisos de Kirchner, que le impiden
solucionar temas fundamentales como el de la deuda externa, el de las
privatizadas o la "crisis" energética, tampoco le permiten limpiar la política
nacional del caudillismo y el clientelismo político y mucho menos desarrollar
economías regionales viables que superen al parasitismo del empleo publico
burocrático.
Con una posible intervención Kirchner repetiría en este caso, como en la salida
electoral del 2002 y en el reclamo por las violaciones de DDHH bajo la
dictadura, la misma política que es la esencia de su gobierno: ponerse a la
cabeza de los reclamos populares para contener el movimiento, mientras negocia y
pacta con el verdadero poder (oligarquía, FMI, privatizadas, bancos, etc.) que
son los mismos hambreadores que impulsaron las políticas de la dictadura y el
menemismo.
La lucha en San Luis, que debe extenderse al resto de los trabajadores siguiendo
el ejemplo de los docentes y municipales, debe acompañarse con la conformación
de comisiones de huelga en cada lugar de trabajo y escuela que en toda la
provincia organicen las tareas inmediatas de emergencia y la autodefensa frente
a las fuerzas represivas.
Y se debe confluir en una Asamblea Popular formada por representantes de esas
comisiones, que coordine la lucha, desplace a los tres poderes provinciales y se
haga cargo de los destinos de los puntanos sentando un ejemplo que pronto sería
imitado por los trabajadores de todo el país.