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Argentina: La lucha continúa

17 de mayo del 2004
 

Una "nueva" teoría para justificar al gobierno argentino
Kirchner, "el cerco" de Lavagna y el PJ

Ruth Werner y Facundo Aguirre
LVO 139

Un viejo mito de la política argentina, la teoría del "cerco", ha sido revivida. Recordemos que así justificaba la juventud peronista –en 1974- su apoyo al viejo General, diciendo que había que romper el "cerco" que López Rega y la derecha peronista habían tendido para impedir que el líder tuviera relación directa con las masas. Progresistas, populistas y sobre todo los dirigentes de la CTA han readecuado esta "teoría" a las nuevas circunstancias. El "cerco" sobre Kirchner habría sido tendido por Lavagna y el aparato del PJ. De esta manera justifican su subordinación al gobierno y el impulso de la "transversalidad". A Kirchner lo presentan como un "gobierno nacional y popular" por su retórica y sus gestos, por el enfrentamiento de tono cada vez mayor al interior del PJ –y con Duhalde en particular- y por las medidas que buscan maquillar a las instituciones del estado burgués. Pero la retórica–que ha regresado en las últimas semanas al discurso presidencial- no es más que un recurso efectista para encubrir la política de sumisión a las presiones de las privatizadas, del Fondo Monetario, el PJ e incluso de la derecha social movilizada por Blumberg. La verdadera opción de Kirchner es –en esencia- la misma de Lavagna y el peronismo: la reconstrucción del capitalismo "nacional" y de las instituciones del régimen político.

El gobierno con la Repsol

Kirchner en su retórica ataca a las privatizadas por haber "tapado los pozos" pero sin que se le mueva un músculo de la cara ni entrar en contradicción con el discurso, cede a las exigencias de estas empresas –y a lo que había aparecido como propuesta de Lavagna- otorgando el aumento de tarifas. Como vemos en este caso, las declaraciones "nacionales" y "populares" resultan útiles para cubrir –y hacer más digerible al estómago de progresistas y populistas- el golpe a los consumidores que deberán soportar las consecuencias del ajuste y regirse por un sistema de premios y castigos según el ahorro energético.

En realidad, existe un punto de conflicto entre distintas camarillas capitalistas alrededor de la crisis energética pero el gobierno se encuentra alineado con la Repsol. La situación lleva a sectores de los industriales, que ven amenazada su producción por los cortes de energía, a propiciar la resistencia -contra las privatizadas- por parte de los trabajadores que a su vez temen –por el chantaje patronal- por la pérdida de su fuente de trabajo.

En última instancia la discusión previa sobre las tarifas entre Kirchner y Lavagna respondían –más que a un "cerco" entre el presidente y las masas- a una diferencia de criterios, entre el santacruceño que veía la necesidad de mantener alta su ponderación pública y no aparecer cediendo; y el Ministro que reflejaba la urgencia de los industriales para evitar los problemas que la crisis energética han causado ya a la producción.

Enviando tropas a Haití y buscando la inversión norteamericana

Para suplir la falta de inversiones producto del default de fines del 2001 Kirchner busca denodadamente la afluencia de inversiones norteamericanas. Su reciente viaje a EE.UU tuvo ese objetivo, el cual choca con las "reservas" del caso por parte del capital yanqui, frente al retraso en un acuerdo con el FMI, la crisis energética e incluso algunos aspectos de la retórica del mismo Kirchner.

La política oficial que es presentada como reafirmación de la "dignidad nacional" consiste en recostarse sobre el imperialismo norteamericano contra el viejo establishment local (de capital europeo). Kirchner aprobó el envío de un contingente de 500 efectivos a Haití para ganarse la simpatía de la Administración Bush. Dicho sea de paso, avala así la intervención imperialista –que fue precedida por un golpe de estado contra Aristide- y la política de los halcones que, como muestran las imágenes de los prisioneros iraquíes torturados, lejos están del respeto a los derechos humanos del que suele jactarse el Kirchnerismo.

El viejo establishment mantiene su capacidad de presión gracias a los negocios pos devaluación y también por las lealtades del santacruceño hacia las petroleras, que financiaron sus mandatos provinciales. Lealtad que Kirchner no está dispuesto a romper sino es en función de conseguir un apoyo más sólido.

A pesar de la recuperación económica, la crisis de hegemonía burguesa no logró ser resuelta.

Ninguna facción del capital pudo imponer aún su dirección indiscutida. Esta es una tarea pendiente para la cual el kirchnerismo –de carácter pequeñoburgués- no es un agente del capital serio, ya que se muestra inconsistente y volátil en sus alianzas con las distintas alas de la clase dominante. Pero más allá de esto, lo que queda claro es que la opción de Kirchner no es ni "nacional" ni "popular" sino de claro contenido proimperialista en consonancia con este peronismo, heredero del menemismo, sobre el que se apoya.

Alertas por el posible efecto "caipirinha"

Todas las previsiones y expectativas del gobierno y los capitalistas por el reanimamiento económico chocan con el alerta de un derrumbe de la economía brasilera, que ante el anuncio de la suba de las tasas de interés en EE.UU ponen en duda el futuro económico de Brasil, lo que repercute en Argentina, planteando un panorama no tan alentador para los capitalistas y las negociaciones sobre la deuda externa. De ser así las disputas burguesas aumentarán, delimitando los intentos del gobierno argentino por concentrar poder político y apoyo en los de arriba. Un agravamiento de la situación en Brasil significará el retorno del fantasma del default, y ya tendrá como consecuencia un endurecimiento en las negociaciones con los acreedores y el FMI que intentarán imponer condiciones más leoninas para aleccionar a Brasil de seguir el ejemplo argentino.

Dos fotos

Se ha intensificado y adelantado la interna peronista lo que puede afectar seriamente a la gobernabilidad, que hasta ahora es uno de los capitales políticos de Kirchner. Su fotografía junto a los "transversales" y la de Duhalde con Obeid, De la Sota, Scioli, Camaño y Díaz Bancalari en el vagón de Evita, simbolizan los realineamientos en el PJ. El agravamiento de la interna del partido oficial no es un tema menor ya que puso en riesgo las metas del acuerdo con el Fondo como en la cuestión de la coparticipación federal. El gobierno decidió no tratar este tema en lo inmediato -tal como se había comprometido- para evitar una pelea abierta con los gobernadores del PJ.

Kirchner a su vez intenta posponer la pelea de fondo. La decisión oficial de sostener a los Saá en San Luis, los "rumores" crecientes de una mediación que tendría como protagonistas a Díaz Bancalari y Aníbal Fernández, son un intento de poner paños fríos. La "transversalidad", con que progresistas y populistas intentan romper el "cerco" del PJ, no es otra cosa que la cobertura con la cual el Kirchnerismo ha dado sobrevida –mientras lo presiona- al viejo aparato anquilosado del peronismo.

Lucha de clases

El conflicto docente en San Luis, es quizás el punto más alto de un proceso de lucha por el salario y las condiciones de trabajo, que hablan de una lenta recomposición de la clase trabajadora que en esta provincia, al enfrentar un régimen anquilosado, se ha transformado en lucha política abierta.

La Consultora Tendencias Económicas señala que "las ramas de petroleros, construcción y metalurgia sobresalieron entre las huelgas realizadas en el sector privado, y AFIP y salud entre las del sector público. Los paros registraron un fuerte aumento, en particular en el sector público, entre docentes, médicos, judiciales, administración pública provincial, salud, Banco Central y trabajadores del Estado, indicando que comenzaron las presiones para un ajuste salarial (…) "En el sector privado se circunscribieron a camioneros, transporte, pesca, recolección de residuos, portuarios y bancarios." (Ambito Financiero 4/05/2004) La periodista Laura Vales llamó a este proceso "la larga vuelta de los sindicatos" (Página/12. 3/5/04) dando cuenta del creciente ánimo obrero.

Entre los trabajadores estatales, de hospitales y docentes, centralmente en el interior, es donde más claramente se ve esta tendencia. Se suman a este panorama las importantes luchas dadas por los trabajadores del Subte y de Transporte del Oeste, así como a numerosos conflictos de fábrica en el Gran Buenos Aires por salarios y contra los despidos. Estas luchas tienen la particularidad de destacar un gran activismo así como una oposición a la burocracia que esta apoyando al gobierno.

Para los socialistas revolucionarios -a diferencia de lo que opinan progresistas y populistas- las fuerzas del cambio se encuentran en esta lucha de clases y solo se pueden desarrollar fortaleciendo, rodeando de solidaridad, ayudando a destacar nuevos dirigentes combativos, que para imponer sus demandas, avancen en la recomposición de la unidad de los trabajadores –efectivos, contratados, ocupados y desocupados- como una fuerza social autónoma contra la patronal y al gobierno. La conformación de coordinadoras de los sectores en lucha y un programa independiente están a la orden del día para fortalecer a los luchadores e imponer un plan de lucha nacional que obligue a los sindicatos a romper con el gobierno.

Una enseñanza de San Luis

Los acontecimientos de San Luis ofrecen algunas enseñanzas de cómo enfrentar a un gobierno peronista. Al igual que después del 19 y 20 de diciembre de 2001 queda claro que no alcanza con la alianza de clases que se mostró activa en las calles del piquete y cacerola ni con la intervención parcial de un sector de los trabajadores, como en el caso puntano, mucho menos cuando la dirección del proceso es pro burguesa. Los Saá lograron movilizar en su apoyo a un aparato de matones y de desocupados manipulados, contra el activismo. En el caso de que el peronismo vea peligrar su poder a nivel nacional no dudará en formar –apoyados en la burocracia sindical, como lo hicieron desde la UOCRA San Luis-, los grupos de choque contra el ascenso obrero.

Por el contrario para derrotar a un gobierno peronista es imprescindible movilizar a las fuerzas centrales de la clase obrera, capaces de dotar de unidad a los trabajadores ocupados y desocupados, de paralizar –con sus métodos y la huelga general- la maquinaria productiva y económica del capital y de dar una dirección consistente e independencia a un movimiento social de las clases oprimidas.

Una lección adicional que los luchadores tienen que sacar es que hace falta una fuerza política independiente del estado burgués y los patrones. Hay que luchar por poner en pie desde las organizaciones obreras combativas, los movimientos piqueteros independientes y la izquierda que se reclama clasista, un movimiento político de los trabajadores.