Argentina: La lucha continúa
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PIBES SANTAFESINOS
En carne viva
Carlos del Frade
Argenpress.info
La desnutrición infantil avanza en la provincia en la mayoría de los diecinueve
departamentos. Los chicos no comen en el territorio que más leche produce en la
Argentina y el segundo lugar en donde más carne se faena. Pero ni la leche ni la
carne les llega a miles de pibes.
En forma paralela, casi ciento veinte mil muchachos entre los quince y los
veinticinco años no estudian ni trabajan, pero no caen en el delito como parece
ordenar el sentido común que se propaga por los grandes medios electrónicos de
comunicación. Es hora que la política, formal e informal, vuelva a enamorarse de
la urgencia para lograr la transformación social, sino el futuro será un
crepúsculo sin fin. A pesar de esta realidad en carne viva, centenares de
organizaciones sociales inventan la esperanza y anuncian el alba.
Daniela
Ciudad de Coronda.
Barrio 44, kilómetro 428 yendo hacia Santa Fe.
Allí sobreviven alrededor de cincuenta familias de cosecheros de frutillas,
mayoritariamente procedentes del Chaco.
Les pagan 20 centavos el kilogramo de frutilla.
Por grupo familiar logran alrededor de doce pesos diarios.
Apenas les alcanza para comer.
En diciembre del año pasado, Daniela, de diez meses, sufría un preocupante grado
de desnutrición.
Un grupo de estudiantes de una escuela corondina que conformaron un centro de
alfabetización para el barrio, convenció a la familia para llevar a Daniela al
Hospital Alassia, en la ciudad de Santa Fe.
El 12 de marzo de 2004, Daniela se murió.
Entre otras razones por falta de consumo de leche.
Hay que ubicarse: en la provincia que más leche produce en la Argentina, una
beba se murió porque no tuvo leche.
¿Es estúpido preguntarse por qué?.
¿A alguien le interesa el por qué?.
La desnutrición infantil crece en la mayoría de los departamentos de la
provincia de Santa Fe.
Detrás de esos números hay decenas de Daniela.
Pero hay otra insistencia, además de la repetición del dolor impune.
Durante el primer fin de semana de mayo, los muchachos que vienen trabajando
hace más de dos años en el barrio 44 inaugurarán una suerte de escuela rancho.
Esperan que alguien entienda lo que está sucediendo.
Las nenas santafesinas
La verdad santafesina es el cuerpito una nena menor de catorce años.
No se trata de mala literatura.
Si no de los números del Instituto Provincial de Estadísticas y Censos.
Después de la medición de la desocupación de setiembre de 2003, aparecieron los
datos desagregados de la llamada Encuesta Permanente de Hogares.
Los cuadros y sus números dicen que hay 285 componentes de la población
económicamente activa entre los diez y catorce años.
Pero hay un dato llamativo.
Todas son nenas.
Chiquitas de menos de catorce años que buscan trabajar y no pueden.
Están desocupadas pero forman parte del mercado laboral.
¿Qué tipo de trabajo hacen?.
¿Qué organismo las protege?.
¿Quiénes se encargan de ellas?.
La realidad santafesina es una nena de menos de catorce años que busca trabajo y
no lo encuentra.
Una nena que los números ven y que, sin embargo, no aparece en los discursos
oficiales.
Es fácil escribir 285.
Es difícil imaginar las caritas, los cuerpos, las sonrisas, el llanto, los mocos
y las rodillas de cada una de esas nenas santafesinas que están adentro del
número que resulta sencillo escribir.
No les alcanza el plan jefas y jefes de hogar, ni tampoco hay créditos para sus
microemprendimientos de sobrevivencia.
La revolución educativa que prometió el gobernador Jorge Obeid, ¿las
contemplará?.
¿Qué aula estará esperando por cada una de estas 285 nenas menores de catorce
años que están allí, en las cifras que pintan la realidad existencial en los
alrededores de la Casa Gris?.
Gastón
'Yo me llamo Gastón.
A mi me dicen el Tonga.
Desde chico trabajé mucho.
Puse una verdulería con mi hermano y de última se fundió.
Salí a cirujear y como no me traía plata salí a robar.
Caí preso varias veces...
Conocí un amigo...me drogué...y salí a robar.
Hace poco que salí de estar preso.
Y ahora quiero hacer un banco. Quiero robar un banco.
Me voy a arriesgar así me paro para toda mi vida.
No quiero robar más estéreos, bicicletas, todas esas pavadas. Porque caés por
alguna de esas pavadas y te matan a palo y prefiero robar algo grande y pararme
para toda mi vida y que sea lo que Dios quiera. Porque si me matan a palo por
una bicicleta no da la bocha.
Para comprarme una buena casa, tener mi familia bien.
Yo se que a mi familia no le gusta todo esto pero lo tengo que hacer porque no
hay laburo en ningún lado...'
(Testimonio del vídeo 'Trabajo infantil', de los investigadores de la
Universidad Nacional de Rosario, Jorge Kohen y Gustavo Bruffman).
Con sus 16 años, Gastón forma parte del universo de 111.810 jóvenes que viven en
Santa Fe entre los 15 y 24 años que no trabajan ni estudian, según un estudio de
la consultora Equis.
No tienen presente ni futuro porque no encuentran trabajo.
Porque el trabajo define el presente y la percepción del futuro.
Trabajo es sinónimo de futuro y de derechos humanos.
De allí la necesidad de cambiar la geografía existencial de los 19 departamentos
provinciales alrededor del trabajo.
Porque se conoce el presente y se avizora el futuro.
En carne viva, como la mismísima realidad de los pibes santafesinos.
Menores en situación de riesgo
Al 19 de febrero de 2003 había 72 menores de dieciocho años internados en
distintas instituciones como IRAR, Casa del Adolescente de Rafaela, Hogar Granja
Casajoven de General Lagos, Residencia Juvenil de Coronda, Hogar Nueva Vida de
Reconquista y Hogar Santa María Eufrasia.
A ellos hay que sumar otros 135 que están 'en programas alternativos a la
privación de la libertad' en Rosario, Santa Fe, Reconquista, Rafaela y Casa del
Adolescente, también de Rosario.
Es decir que el número total de menores en conflicto con la ley penal a cargo de
la Dirección Provincial del Menor asciende a solamente 207 muchachos.
Adolescentes entre los 16 y 18 años.
A ellos hay que sumarles los detenidos en diferentes penales para menores que
funcionan en Rosario, Santa Fe, Venado Tuerto, Villa Constitución, Rafaela y
Reconquista.
La cifra trepa a 127 más.
Y los que dependen directamente del Servicio Penitenciario Provincial suman 39.
Es decir que los adolescentes presos en toda la provincia de Santa Fe son 166.
Apenas el 5,53 por ciento de los aproximadamente 3 mil detenidos en toda la
geografía santafesina.
Un porcentaje mínimo.
Si se sacara la proporción tomando como base el dato de todos los menores en
conflicto con la ley penal, el resultado tampoco sería llamativa.
Hay 373 menores en conflicto con la ley penal.
Un 12,43 por ciento del universo de personas detenidas en Santa Fe.
Las cifras oficiales demuestran que los menores son víctimas y no victimarios de
un sistema que los excluye.
En octubre de 2002, cuando se realizó la última Encuesta Permanente de Hogares,
en el Aglomerado Santa Fe - Santo Tomé se registraron 4.252 niños y adolescentes
entre los diez y los diecinueve años como desocupados. Representan el 57 por
ciento del universo etario compuesto de 7.473 muchachos.
En el Gran Rosario, en tanto, la medición arrojó que sobre 27.540 pibes de esa
franja que va desde los diez a los diecinueve años, hay 15.566 desocupados. Otra
vez el 56,5 por ciento de esa población.
Esto quiere decir que solamente entre los dos grandes aglomerados de la
provincia hay 35.013 chicos y adolescentes que quieren trabajar y no pueden
hacerlo.
Una población cien veces superior a los menores en conflicto con la ley penal.
Y hay otra cifra que ubica a los pibes como víctimas del sistema y no como
potenciales agresores.
Entre 1999 y 2003 la deserción escolar trepó a un índice que está entre el 35 y
38 por ciento, según le confesó el Ministro de Educación, Daniel Germano, a la
periodista santafesina Ivana Fux.
Entre 1992 y 1998, en cambio, los números llegaron a mostrar una deserción que
llegó al 17 por ciento.
La conclusión es simple y dramática: en los últimos cinco años se duplicó el
exilio de los pibes de las escuelas públicas santafesinas.
Y obviamente que el sector más castigado es el de los chicos que tienen entre
diez y dieciocho años.
Un universo que involucra a aproximadamente a 91 mil pibes del Aglomerado Santa
Fe y más de 245 mil chicos del Gran Rosario. Es decir 336 mil muchachos que
crecen entre los diez y los diecinueve años en los dos principales conglomerados
urbanos de la provincia.
Si el porcentaje de la deserción escolar fuera de una aplicación mecánica, se
estuviese hablando de más de cien mil adolescentes que nunca terminarán los
ciclos de la llamada Educación General Básica en algún momento de la presente
década.
Semejante cifra multiplica por trescientos el número de los menores en conflicto
con la ley penal.
Los pibes y el delito en la provincia
'El 80 por ciento de los robos calificados y homicidios esclarecidos son
cometidos por menores de entre 12 y 16 años'. La escalofriante cifra fue
revelada a La Capital por la jefa de la Policía de la
provincia, Leyla Perazzo. Y esta declaración se complementa con otra proveniente
del Poder Judicial. Los jueces de menores indicaron que en los últimos 15 años
se triplicó el número de causas en las que los chicos son protagonistas de
hechos delictivos. Para completar el panorama, el ministro de Gobierno
santafesino, Alberto Gianneschi, admitió que la provincia carece de institutos
para 'reencauzar a los jóvenes delincuentes', decía la nota de la periodista
Gabriela Zinna, publicada en La Capital del 2 de febrero de 2004.
'La violación y el brutal homicidio de Susana Leonor Luján, una jubilada de 77
años que vivía en Ludueña Sur y que fue asesinada presuntamente por cinco
menores -dos de ellos de 14 años y los
restantes de 16-, puso de manifiesto con total crudeza la realidad que se vive
en Rosario. De hecho, por este caso también se detuvo un mayor que habría
operado como entregador de la víctima', agregaba la cronista.
Perazzo indicó que detrás de los menores que delinquen se advierte la influencia
de adultos. Según ella, son los mayores los que les facilitan las armas a los
chicos, los que les enseñan a disparar, a fabricar tumberas y los entrenan para
delinquir.
Para la jefa policial, la marginalidad es otra de las razones por la cual los
menores caen en la delincuencia. Inmediatamente señaló que el contexto familiar
en el que un joven se mueve influye
directamente en la trasgresión de las normas.
Las estadísticas muestran que en el último tiempo disminuyó el promedio de las
edades de los delincuentes. 'Hasta hace unos años, eran adolescentes de 17 ó 18
años. Ahora, hay nenes de 12 que ya empiezan a cometer estos hechos', destacó
Perazzo.
La titular de la Policía explicó que la disminución en la edad promedio de los
delincuentes tiene una directa vinculación con el consumo de drogas y de
alcohol. Las cifras muestran que el 70 por
ciento de los detenidos en la provincia de Santa Fe son menores de 25 años.
Tres historias
-Vemos la otra realidad de nuestros alumnos -dice la maestra jardinera que
protesta contra la poda salarial, el atraso para hacer efectivos los concursos,
el corralito a la educación terciaria y el recorte que supone la eterna
aplicación de la emergencia económica y previsional.
-Tienen que estar en la calle cirujeando. La única comida es la del comedor -cuenta
la seño mientras sus palabras empiezan a describir el paisaje que tiene adentro
pero que no es de ella, sino de sus chicos.
-El otro día íbamos a cruzar la calle y uno de mis alumnos iba a cruzar solo.
'No, esperá que hacemos el cordón', le dije. '¡¿Qué me va a cuidar?!...Yo me voy
a afanar todos los días al centro...y ahora me va a cuidar para cruzar la
calle...', me dijo.
Y otra maestra del mismo nivel inicial, de las que atienden las necesidades de
chicos de cinco años, contó un pequeño viaje de su propia memoria.
'Están con una violencia muy grande generada por el hambre, por la violencia que
tienen los papás, el frío en el invierno peor que nunca y te repito, ese hambre
que no sacás con nada....Cuando llega el primero de mayo yo siempre les pregunto
para qué sirve trabajar. Me contestaron, por primera vez en ocho años, para
ganar plata para comprar comida...Generalmente los chicos a los cinco años me
dicen para comprar juguetes, para ir al parque o para ir al cine. Esta vez nos
contestaron, todos, para comprar comida', dijo la maestra.
Ya no hay lugar para relacionar la poca plata que puede traer el padre con la
alegría del viaje corto hacia ese centro cada vez más misterioso y más hostil.
Tampoco para soñar con la dulzura chiquita de un caramelo. Cuando hay plata en
la casa de los chicos de cinco años sirve para comer.
Una piba de quince años, de vivaces ojos marrones y de movimientos delicados, se
acomoda en la silla y le apunta al micrófono. Cientos de personas no saben lo
que va a decir. Está en el medio de un congreso. Pone sobre la mesa una carpeta
con cartulinas de colores y se adivinan escritos con fibras y dibujos varios.
-A mi me violaba mi papá. Ahora que me pude juntar con muchos amigos a los que
le pasó lo mismo voy a los barrios a ayudar a los otros chicos para que cuenten
eso que da tanta vergüenza y que parece imposible de superar. Yo siempre escucho
decir a la gente grande que ellos hablan de resistencia. A mi me enseñaron otra
palabrita, resiliencia. La capacidad que tienen algunos metales que una vez que
fueron modificados, violentados, son capaces de convertirse en mejores metales
que antes. Nosotros apuntamos a eso. Nosotros somos resilientes.
En los grandes aglomerados de la provincia, Santa Fe - Santo Tomé y Gran
Rosario, viven 411.104 chicos menores de catorce años. La niñez, como dirían los
discursos oficiales.
El 30 por ciento de ellos son maltratados.
Es decir que 123.332 sufren algún tipo de violencia que no se juzga, entre
ellos, la explotación sexual.
Los muchachos
Una consultora nacional reveló en febrero de 2004 que el 35 por ciento de los
jóvenes santafesinos viven en la exclusión.
¿Qué significa semejante cifra?.
¿Qué hay detrás de esos números?.
Desde la Universidad Nacional de Rosario se investigó el fenómeno y surgió un
estudio: 'Subsistencia de jóvenes que realizan trabajos informales en el actual
modelo neoliberal', se llama el trabajo de investigación de Malvina Bulivasich,
Fernando Christin, Ana María Fernández y Cecilia Ulla.
'Trabajan en grupos entre dos y cuatro personas (a veces son parientes entre
sí), se juntan en esquinas decididas estratégicamente, viven en pensiones que
pagan con lo que recolectan de sus trabajos. Sus experiencias laborales son
escasas y, habitualmente, están ligadas a otros trabajos informales: vendían en
la calle, se dedicaban al 'tarjeteo' o alguna otra changa. Venden mentitas.
Limpian vidrios. Todos los días, desde temprano, comienzan las labores que
concluirán llegada la noche. El almuerzo o algún otro parate para comer algo,
suele ser efectuado en algún centro de asistencia o comedor comunitario', se
apunta en la investigación.
Los grupos tienen códigos, territorios y liderazgos que varían de acuerdo al
sector al que pertenecen. Estos jóvenes salen 'a trabajar para colaborar con la
manutención de sus hogares, muchos de estos casos asumen responsabilidad como
integrantes de familias, por lo general numerosas. También existen grupos
conformados por jóvenes que manifiestan expresamente rebeldía y alejamiento de
toda cuestión que represente integrarse a un sistema que lo asista más que en lo
indispensable. Algunos, alejados del seno familiar, duermen en lugares inciertos
y hasta evitan referirse a cuestiones que indaguen sus motivaciones más íntimas
y subyace en la atmósfera de la entrevista, el temor a la sanción (generación de
una idea negativa en su interlocutor), pero a la vez de rebeldía que se traduce
en la negación del miedo y en 'todo lo que la calle enseñó'.
Hay quienes fueron beneficiados con el plan 'jefes y jefas de trabajo', por lo
general alguien del núcleo familiar pudo acceder a uno de los planes, pero la
ayuda resulta insuficiente. 'En las entrevistas declaran arrastrar con un pasado
con problemas de drogas, ya superados, y haber pertenecido a círculos
delictivos, por los cuales tienen antecedentes penales', se apunta.
La mayoría de los jóvenes ha abandonado su primer núcleo familiar, es decir, ya
no viven con sus padres, provienen de familias desintegradas y hostigadas por
alguna problemática particular.
Muchos de ellos tuvieron hijos a una edad que ronda entre los 17 y 22 años,
algunos viven con sus parejas, otros ejecutan el rol de jefe de familia y tienen
a cargo hermanos menores e, incluso, familiares ascendentes. Son pocos los que
reciben ayuda de familiares en situación económica más favorable.
Pájaro: 'Siempre crié a mi hermano, pero eso, es más chico, es el que estaba ahí
sentado'.
Maxi: 'Si, ayudo a mi hermano más que nada, porque mi mamá de chico nos dejó y
se fue, falleció mi papá y nos quedamos solos'.
Pablo: 'Tengo cuatro hermanos, con el hermano más grande dejá nomás, es como si
fuera yo el más grande, el otro no ayuda a mi vieja... .... a mi viejo no lo veo
desde los doce años nos abandonó'
Mauro: 'Tengo hermanos más grandes y hermanas más chicas, así, alquilamos una
pensión por mes y la pagamos ente todos. Los fines de semana me voy con mi
nena'.
El trabajo es fundamental para la subsistencia diaria, los aportes económicos
son imprescindibles y no pueden dejar de llevar a sus hogares la cuota diaria
para cubrir las necesidades más básicas.
Aspiran a un trabajo que sea 'fijo' o -en términos económicos-, que sea formal.
Consideran que trabajar de en la calle es incierto e inseguro, algunos factores
dificultan la permanencia en la calle, como la posibilidad de confrontar con la
policía o la amenaza de que algún factor exógeno -lluvia, viento, etc. -
concluya en un día inactivo.
Pájaro: 'Me gustaría trabajar en cualquier cosa... menos limpiando vidrios...
porque es muy sacrificada la vida de un limpiavidrio... cuando viene alguno así
y le querés limpiar y te dice que no ¿cómo te vas a sentir vos?'
Mauro: 'Trabajaba, pero lo que pasaba es que no me alcanzaba la plata, y la
plata yo se la alcanzaba a mi papá'
Gabriel: 'La verdad, no se consigue trabajo por ningún lado, y porque tengas un
tatuaje en el cuerpo la gente te mira mal'
Maxi: 'Se complica porque piensan que les vas a robar'
Pablo: 'Me gustaría tener otro trabajo, pero como no hay nada, por ahora no,
sigo con esto, por lo menos me alcanza para el puchero'
La gran mayoría destaca la importancia del 'saber leer y escribir', aunque
ninguno de los jóvenes entrevistados concluyó el nivel secundario. El hecho de
no poseer un título lo califican como un obstáculo para poder acceder a un
trabajo formal.
En su ideal a futuro planean terminar los estudios, pero este punto en pocas
ocasiones es concretado. Por lo general, tienen presente terminar el colegio
secundario e incluso averiguan sobre las posibilidades para poder hacerlo, pero
estos proyectos quedan en la nada.
Pájaro: 'Nunca pude estudiar, tenía que cuidar a mi hermano'
Cecilia: 'Estuve averiguando para terminar el secundario, pero al final no
empecé... ...por la nena, no la puedo dejar sola'.
El trabajador informal aspira tener otro trabajo que no sea en la calle, aunque
pocos manifiestan preferencia por algún oficio o actividad particular.
En general, han estado un tiempo en busca de empleo antes de decidirse a
trabajar como limpiavidrios, son pocos los que continúan con la búsqueda. La
constante decepción, el sentimiento de exclusión y la necesidad de trabajar
diariamente, produce que se aboquen a las tareas mencionadas.
Maxi: 'Tengo muchas esperanzas de conseguir otro trabajo'
Pablo: 'De acá a unos años espero conseguir trabajo y ayudar a mi mamá'
La desvinculación de las estructuras laborales y de sus marcos de protección,
junto con la crisis de las instituciones de socialización, nos lleva a pensar
que la vida de los individuos se hace compleja y frágil para enfrentar los
embates de las exigencias contemporáneas de la globalización.
Así estos pobladores de escenarios de carencias tuvieron y tienen escasas -casi
nulas-, posibilidades de elección, fueron aislados de oportunidades de obtener
un nivel aceptable de calidad de vida, y allí están a la espera de ser
reconocidos como ciudadanos.
Ente los interrogantes que 'han surgido a lo largo la realización de las
actividades, tanto en los trabajos de campo como en las instancias reflexivas,
destacamos los siguientes: ¿Cuáles son las problemáticas más frecuentes que
mantienen a este grupo alejado de las posibilidades de su ingreso al mercado de
trabajo? ¿Es importante su acceso a los espacios del mundo del trabajo (sus
instituciones) para conformar sus subjetividades e identidades?
¿Podrán integrar otras maneras de gozar de los derechos sociales que no esté
ligada a la concepción de que solo los asalariados lo pueden hacer? ¿Este grupo
de jóvenes permanecerá como los 'otros' asociados a la delincuencia y el
delito?', se preguntan los autores del estudio.
Mientras tanto, la mayoría de los muchachos que sobreviven en la provincia
gambetea la trampa del sistema y rechazan el delito como sinónimo de futuro.
Es la historia en carne viva.
La que debe ser cambiada.