VOLVER A LA PAGINA  PRINCIPAL
Argentina: La lucha continúa

La historia de De la Sota en la cárcel y el "peligro" que corrió

Alexis Oliva
comalexis@yahoo.com
http://www.prensared.com.ar


En medio de la polémica con Kirchner y Hebe de Bonaffini, el gobernador cordobés aseguró haber sufrido "en carne propia" el terrorismo de Estado. Quienes estuvieron con él en la cárcel, en 1976, aseguran que no fue torturado y el trance más duro que sufrió fue el rechazo de los mismos presos políticos.
"Me dolió que se planteara que yo no condeno al terrorismo de Estado y me duele porque yo sé lo que es estar con la cabeza vendada y hacerse pis de miedo cuando a uno le hacen un simulacro de fusilamiento", se quejó José Manuel de la Sota en el convulsionado congreso del PJ en Parque Norte, días después de que el desplante del presidente Néstor Kirchner lo dejara afuera del acto del 24 de marzo en la ESMA. Los días previos al aniversario, en medio de la polémica con Hebe de Bonaffini, el gobernador cordobés había asegurado que él y muchos peronistas sufrieron "en carne propia" el terrorismo de Estado.


Los que estuvieron con él en la cárcel Penitenciaria de Córdoba difícilmente avalen esta imagen de "víctima" de la represión, porque si su vida corrió algún peligro, no lo fue precisamente en manos de los represores.

Ante las elecciones de 1973, un peronismo en profunda disputa entre la izquierda revolucionaria -cuya expresión político militar era Montoneros- y el arco de la derecha y la burocracia sindical -con las Tres A como brazo más violento- en Córdoba se dividió claramente entre la Gobernación y la Municipalidad. Con algún parecido a lo que pasa hoy, pero al revés. La Casa de las Tejas fue para la tendencia revolucionaria con Ricardo Obregón Cano y Atilio López, y el Palacio 6 de Julio le tocó a Jorge Avalos. Luego éste fallece y asume Domingo "Cacho" Coronel. Con él llegaron a la Municipalidad cuadros de Trasvasamiento Generacional, Guardia de Hierro, el Comando de Organización de Alberto Brito Lima y otras organizaciones de la derecha peronista. Entre ellos, su secretario de Gobierno, José Manuel de la Sota, quien pertenecía a los Comandos Tecnológicos, liderados por el teniente Julián Licastro, de estrecha cercanía ideológica con la Guardia de Hierro.

No era en absoluto este sector el adversario ideológico de las Fuerzas Armadas ni el futuro blanco de su represión. A tal punto que luego del Navarrazo, golpe de estado policial encabezado por el coronel Antonio Domingo Navarro el 27 de febrero de 1974 y preludio cordobés de la dictadura militar, mientras el gobierno provincial fue violentamente desalojado, el municipal quedó intacto.

No obstante, en marzo de 1976 De la Sota integraba las "listas negras", por la simple razón de que con el primer embate represivo, amén de las desapariciones, todos los funcionarios peronistas debían ir presos, sea cual fuere su ideología. (Algo muy distinto ocurrió en Córdoba con los radicales, muchos de los cuales mantuvieron su cargo político durante el proceso merced a una suerte de pacto entre Eduardo César Angeloz y Luciano Benjamín Menéndez).

Por entonces el "Gallego" pertenecía a la tardía agrupación "De pie junto a Isabel" y quizá por ello el golpe del 24 de marzo lo encuentra en Buenos Aires. Vacila entre irse del país y quedarse por su familia, hasta que decide volver a Córdoba y el 7 de abril se presenta espontáneamente a la policía cordobesa para prevenir un secuestro.

Pasa varios días detenido en el Cabildo, donde funcionaba la Dirección de Informaciones (D2), convertida luego del Navarrazo en centro clandestino de detención conducido por Pedro Raúl Telleldín (padre del procesado en la causa Amia).

Presumiblemente, no sufrió las torturas y vejámenes de rigor que le tocó padecer a todo preso político que allí recaló. Porque De la Sota llegó a la Penitenciaría sin un rasguño y bien vestido, según recuerdan quienes con gran asombro lo vieron ingresar a la cárcel. "Siempre pensamos que alguna mano traviesa lo había mandado ahí, porque a los tipos que habían sido funcionarios y más si pertenecían a la derecha peronista los llevaban a Encausados y no a la cárcel de barrio San Martín", recuerda uno de los ex presos políticos. Allí, en Encausados, estaba el propio Coronel, acusado por los militares de mal manejo de fondos públicos.

De la Sota no alcanzó a ser ingresado al penal, cuando tanto en el pabellón 6 como en el 8, los integrantes de organizaciones guerrilleras allí alojados, a pesar del terror reinante, le espetaron a los guardias: "A este tipo se lo llevan de acá o lo hacemos boleta". Lo llevaron entonces al pabellón 9, donde estaban principalmente los sindicalistas y algunos militantes trotskistas y del PC. "Nosotros tampoco lo queremos", advirtieron. Finalmente, un grupo de presos políticos se condolió de su situación. Así aceptaron ser sus compañeros de celda Juan Polanco y Carlos Ríos, integrantes de la conducción del Sindicato de Perkins, un militante de la izquierda peronista de apellido Duarte, un tal "Turco" Menem (?), y Marcelino Pérez, delegado del Smata, también peronista, y muchos años después funcionario del ex intendente Germán Kammerath hasta que fue sorprendido in fraganti pidiendo una coima a la dueña de una lomitería del Parque Sarmiento.

Pérez fue quien convenció a los demás para que aceptaran en la celda a De la Sota, a quien fue a buscar hasta el portón del pabellón. "Le temblaba la pera cada vez que entraban los milicos al pabellón", recuerda uno que frecuentemente jugaba con el recién llegado al ajedrez con piezas de migas de pan y jabón "para hacerle gamba al Gallego, que no podía salir al pasillo general porque los otros lo puteaban".

"¡Cómo ustedes que son sindicalistas combativos y honrados lo protegen a este hijo de puta, funcionario del gobierno que nos mandó en cana a todos nosotros!", les reprochaba Ricardo "Chauchi" Sosa, militante del Peronismo de Base y de las Fuerzas Armadas Peronistas (FAP), quien por esas paradojas de la historia política llegaría a ser secretario de Industria, Minería y Comercio del delasotismo y actualmente presidente del Banco de la Provincia de Córdoba.

La actitud festiva con que De la Sota en el acto del pasado 24 de marzo se refirió a algunos de quienes conoció en la cárcel cual si fueran ex compañeros de "promo" estudiantil o a lo sumo de "colimba", resulta un alarde que contrasta con la frase que escribió en una nota enviada a su entonces esposa, Silvia Zanichelli, a través de un preso común: "Mi vida corre peligro". Y reforzó este pedido de auxilio con una carta al director de la cárcel, solicitando su traslado a Encausados, enviada a través de un guardia al que le tuvo que entregar un costoso reloj pulsera que mantenía "encanutado".

Tras la desesperada misiva, su suegra, Victoria de Zanichelli -viuda del ex gobernador radical Arturo Zanichelli-, recurre al teniente coronel Francisco Pajares, gracias a quien De la Sota es trasladado a la más segura cárcel de Encausados (y a la celda en que estaba Coronel), donde queda a disposición del PEN hasta su liberación, el 24 de diciembre del mismo 1976.

Durante el resto de la dictadura se dedicó a su profesión, como abogado de una empresa de seguros, hasta que en 1983 volvió a la política como candidato a Intendente de Córdoba, derrotado el 30 de octubre por el radical Ramón Mestre.
Lo que queda claro, es que si su vida corrió "peligro" en aquellos días de cárcel, fue más por los reprimidos que por los represores.

"En la Penitenciaría nunca lo tocaron, y él jamás nos contó nada de que hubiera sido torturado en el Cabildo. Por eso ahora es chocante escucharlo ponerse en víctima. Si uno piensa en los desaparecidos y en los más de treinta compañeros que fueron asesinados en esa cárcel, es una falta de respeto a su memoria", concluyen los testigos de esta historia.

Publicada en
http://www.prensared.com.ar el pasado 1º de abril.