La indescriptible catástrofe del Prestige, a la que estamos asistiendo, y es lógico pensar que durará años, no parece importar a nadie salvo a los afectados que son numerosos y mañana serán muchos más, pero están lejos, son pobres y no poseen ninguna capacidad para presionar sobre los responsables de esta inmensa desgracia. Desde la segunda década del siglo XX, infinidad de catástrofes de origen natural y humano se han encargado de poner de manifiesto que ni la climatología ni el magma terráqueo ni las prácticas industriales con materiales peligrosos son las causas de la muerte de la gente o de la ruina de las regiones. Es la pobreza, la incompetencia, el abandono, la falta de recursos materiales y legales lo que arruina y mata a los pueblos.
Los terremotos en California no matan ni a una centésima parte de los que mueren en Irán o Afganistán por idéntica causa. Los accidentes nucleares no se producen en Francia si no en la quebrada URSS. Los huracanes tropicales arruinan Haití pero no Florida. Y de los seis vertidos de hidrocarburos más graves que se han producido en el mundo, tres ha ocurrido frente a las costas de Galicia, en la Costa de la Muerte, cuyo nombre no responde al capricho sino a su tradición de grandes naufragios casi desde el inicio de la navegación intercontinental.
La dimensión de la desgracia es tal que no resulta fácil calificarla. La ruina es la realidad inmediata. La primera evaluación oficial de damnificados asciende a 35.000 personas. A la vista de las sucesivas declaraciones de los responsables de las administraciones autonómica y central resulta evidente que este número ha sido elegido casi al azar ante la presión de los medios. El número real de afectados por esta tragedia, sus consecuencias económicas y ecológicas son desconocidas.
A la vista de lo ocurrido primero con el Urkiola (1976) y después con el Mar Egeo (1992) es evidente que pasadas las primeras semanas, las catástrofes de los vertidos no interesan a nadie y, lo que es más grave, a ninguna administración, salvo la local, claro está. Pero lo que opinen los alcaldes de Camariñas o de Muxía dentro de un mes o dentro de una semana no interesa a nadie. Incluso hoy su voz es casi imperceptible.
Las incompetentes y perversas reacciones de las administraciones públicas ante el accidente del Prestige reproducen casi como una caricatura las que se produjeron en 1992 ante la tragedia del Mar Egeo. Al desastre del Exxon Valdez frente a las costas de Alaska en 1989 sucedió un endurecimiento de los controles y normativas de seguridad para el tráfico de hidrocarburos en aguas norteamericanas, junto con la imposición de duras medidas sancionadoras a las navieras que incumpliesen tales normas. No se han registrado catástrofes de gran magnitud desde entonces. El accidente del Erika frente a las costas de la Bretaña francesa en 1999, que tenía como antecedente el gigantesco vertido de 200.000 toneladas de petróleo del Amoco Cadiz en 1978, supuso el endurecimiento de las medidas de control del tráfico de sustancias peligrosas en aguas francesas y, lo que es casi tan importante, en incremento de la dotación de recursos de emergencia en la Bretaña para hacer frente a una eventual nueva catástrofe. ¿Qué ha cambiado en Galicia tras las tragedias del Urkiola o del Mar Egeo? Es demasiado pronto para hacer acopio del conjunto de despropósitos, negligencias y miserias que están aflorando, como aflora el aceite en el agua, ante el accidente del Prestige, pero de no hacerlo ahora se corre el riesgo de perder el detalle, la compilación fiel de cada una de las miserables, cínicas, indiferentes y criminales declaraciones de muchos de los responsables.
No es conocido por la opinión pública que tras la catástrofe del Mar Egeo en 1992 eurodiputados gallegos o españoles de los partidos mayoritarios hayan realizado presión alguna dirigida al endurecimiento de las normativas sobre el transporte de hidrocarburos en aguas españolas. En este sentido, silencio sepulcral. Sí se sabe que la presión ejercida para el cobro de las indemnizaciones a los afectados tuvo como resultado que diez años después aún no se hayan hecho efectivas en su totalidad. La avalancha de declaraciones en los primeros días que sucedieron a la catástrofe del Mar Egeo por parte de los responsables políticos de la Xunta, ya entonces bajo mano del PP, y de otros responsables de la administración central minimizando la importancia del siniestro y lanzando mensajes contradictorios con la realidad y consigo mismos, desasistiendo a las localidades afectadas y dejando fuera de cualquier control la organización de los servicios de emergencia no se saldaron entonces con ninguna dimisión, destitución y, menos aún, con ninguna querella contra los responsables no empresariales. En definitiva, no se conoce medida preventiva alguna derivada del accidente del Mar Egeo, ya sea relativa al control de los petroleros, a las dotaciones de emergencia o a la compensación efectiva de los damnificados. Ni responsabilidades políticas o judiciales por negligencia, ni actuación temeraria, ni mala fe ni denegación de auxilio. Impunidad, silencio y abandono.
Diez años después de la tragedia del Mar Egeo, un conjunto de chatarra flotante griega llamada Prestige, navegando bajo pabellón de Bahamas y propiedad de los mismos armadores del Mar Egeo, sufre un accidente a 52 km de Fisterra. Para hacer frente al suceso, Salvamento Marítimo, que en las costas gallegas recibe en torno a 700 llamadas de emergencia al año, cuenta con tres remolcadores de potencia insuficiente para arrastrar grandes mercantes, un barco sanitario y cuatro helicópteros destinados a sacar a la tripulación, observar y pasear vice-presidentes, ministros y conselleiros. Se lanzan cuatro aspersores para hacer frente al vertido, en aquel momento de entre 3.000 y 5.000tm, que por lo ridículo de su potencia ni siquiera son mencionados por las autoridades.
No se dispone de ningún barco aspersor, de ningún remolcador capaz y, lo que es peor, de ningún criterio sobre cómo proceder. En tierra, no se cuenta con barreras marinas, cuya utilidad es cuestionable pero recomendables en todo caso; tampoco hay motores-bomba ni palas ni nada. Ni siquiera hay información veraz sobre el volumen del vertido, los riesgos de cada una de las posibilidades y las opiniones de los expertos, que las autoridades y los medios están sacando a la luz ahora, cuando el Prestige ya se ha hundido en las tinieblas del océano.
En las 72 horas que siguen al accidente, el delegado del gobierno en Galicia, Arsenio Fernández de la Mesa y el conselleiro de Pesca de la Xunta, Enrique López Veiga, se turnan en la transmisión de informaciones manifiestamente falsas y/o perversas, cuyo único objetivo es ocultar las gravísimas deficiencias en las dotaciones materiales de Salvamento Marítimo y los riesgos de una eventual rotura y hundimiento, implícitos a la operación que las autoridades están forzando, en contra la opinión de algunos expertos, a saber, arrastrar el Prestige hacia aguas internacionales cuanto más profundas mejor. Al día siguiente del accidente, los técnicos españoles y holandeses que dirigen la operación de rescate deciden parar las máquinas del Prestige porque las vibraciones amenazan con romper el barco en dos. El delegado del gobierno en Galicia afirma ese mismo día que "las máquinas del Prestige volverán a ponerse en marcha con vibraciones o sin ellas". Algunos expertos españoles y holandeses manifiestan que la opción más segura sería acercar el barco a alguna ría y traspasar el combustible a otro petrolero. El daño ecológico sería grave pero controlable. Dos días después del accidente, el ministro de agricultura, Miguel Arias Cañete, declara que "no tenemos una catástrofe ecológica ni esperamos grandes problemas".
En ese mismo momento, la marea negra se acerca a 200 km de costa. Ese mismo día, el alcalde de Camariñas afirma que las barreras de plástico están en los camiones o con los flotadores sin inflar, mientras el petróleo ya había llegado a toda el litoral de los ayuntamientos de la Costa de la Muerte. El día anterior, el equipo de coordinación de la Xunta declara que el peligro más grave ya ha pasado. Ese mismo día, el conselleiro de Pesca, con 200 km de costa emponzoñados, manifiesta que "el peligro de marea negra no es muy alto". En las vísperas al hundimiento del Prestige, el presidente del gobierno, J.M.Aznar al frente de su gobierno decide centrar el debate sobre el accidente en la demarcación de competencias una vez alejado el barco, en el papel de Portugal como responsable en términos de salvamento en las aguas intermedias y en la utilización del incidente como mecanismo de presión ante la negociación sobre el estatuto de Gibraltar, J.M.Aznar, Playa Bávaro, (sic), dejando atónito al grueso de los afectados reales y potenciales. En paralelo, la primera parte de la mancha de 1.300 km2 alcanza la totalidad de la Costa de la Muerte. El vertido de crudo no deja de aumentar (nadie sabe en estos momentos cuál es su alcance real ni cuanto durará la marea. En la tragedia del Exxon Valdez la extensión máxima del vertido tuvo lugar 56 días después del accidente). El Prestige se parte en dos, se estima un vertido de entre 10 y 15.000tm sólo como consecuencia de la rotura, y las manchas de crudo extendido se multiplican. Ya hay varios vertidos que avanzan en frentes distintos en medio de un temporal con vientos suroeste de fuerza 9 y 10, que arrastran múltiples manchas hacia las rías de Noia, Muros, Arousa y quién sabe si en los próximos días, hacia las de Pontevedra y Vigo. Por fin, llega un barco francés con capacidad para aspirar el crudo, pero la catástrofe es de tal envergadura que sólo se dedica a tratar de paliar la marea que se cierne sobre el Parque Natural de Corrubedo, entre las rías de Noia y Arousa. El Ayuntamiento de Vigo ha solicitado barreras plásticas para proteger las Islas Cíes. En las rías de Noia, Muros y Arousa las vienen solicitando desde el sábado 16 de noviembre, pero no hay o nadie se las da o nadie es responsable. Los marineros y mariscadores se plantean la posibilidad de levantar una barrera con sus propios barcos en la boca de la ría para parar la marea negra o con redes o con lo que sea. Desde los momentos posteriores al accidente, M.Fraga desaparece de la escena pública. No hace declaraciones ni se le espera. Cuando se arresta al capitán del barco, dos días después del accidente, bajo fianza de 3 millones de euros, se le acusa de dificultar las tareas de rescate al oponerse a arrancar las máquinas e insistir en acercar a tierra el Prestige, buscando el traspase de las 65.000tn de fuel todavía almacenados en la bañera de chatarra. Apenas cinco días después, una vez arrastrado el barco hasta alta mar por orden de los gobiernos autonómico y central, bien extendida la marcha durante todo el remolque y ya hundido el Prestige a 3.500 metros de profundidad, se oye con más fuerza la voz de algunos especialistas españoles y holandeses que recomendaron desde los primeros momentos la aproximación del petrolero a tierra, el trasvase del crudo y en el peor de los casos, su hundimiento a menos 250 metros de profundidad, nivel en el que tal vez habría sido posible una intervención posterior al hundimiento bajo superficie, al modo del submarino nuclear ruso.
Si tomamos como referencia la tragedia del Exxon Valdez, esta nueva catástrofe podría afectar a la totalidad de las costas occidentales españolas y portuguesas. Desde Ferrol hasta Lisboa. En aquella ocasión se vertieron 35.000tn de combustible, que afectaron a 2.000 km de costa. Se estima que el Prestige ya ha derramado entre 15 y 20.000tn y alberga todavía en sus depósitos 60.000tn más. Ocho días después del accidente, el presidente de la Xunta, M.Fraga, reaparece en la escena visitando las zonas afectadas y comunica la aprobación de una ayuda de 60 millones de euros destinados tanto a paliar los daños como a compensar a los damnificados. El gobierno del Estado de Alaska estima las pérdidas del desastre del Exxon Valdez en 1989 en unos 2.800 millones de dólares. Cinco días después del accidente, el conselleiro de Pesca, Enrique López Veiga, ya con una mancha de 140 km de largo y 9 km de ancho al pairo de un fortísimo viento que la empuja hacia las costas, afirma que "no parece probable que nos llegue lo que se está vertiendo ahora, porque está a 70 millas. Creemos que lo que se está recibiendo es lo último". El Prestige, tras ser remolcado hasta alta mar en medio de un temporal por orden de ambos gobiernos (central y autonómico), se parte en dos y arroja un nuevo vertido de entre 10 y 15.000tn. Nadie sabe ya realmente cuanto fuel se ha derramado. Menos aún qué ocurrirá con el que se ha quedado dentro de los depósitos, 60.000tn, a 3.500 metros de profundidad. Lo que sí parece saber cualquiera es que el aceite flota en el agua.
Y que a dos grados centígrados el agua no se congela y parece que el fuel tampoco.
La responsabilidad de lo que las autoridades han consentido e incluso provocado, tratando de cubrir su propio expediente mediante la minimización de los hechos, la tenacidad en arrastrar el barco hasta aguas internacionales, como mecanismo para quitarse el problema de encima, más allá de cualquier otra consideración, incluidas las de los expertos, el silenciamiento sobre los lamentables recursos materiales con los que cuentan los servicios de Salvamento Marítimo, su negligencia en la coordinación y gestión de la información y de las medidas de intervención urgente, va más allá de una cuestión política.
El delegado del gobierno en Galicia, Arsenio Fernández de la Mesa, el conselleiro de Pesca, Enrique López Veiga, y el vice-presidente del Gobierno, Mariano Rajoy han tomado decisiones negligentes a sabiendas, con dolo, conocedores, al menos en parte, de las terribles consecuencias de sus acciones, que por su gravedad, deben ser tomadas como criminales. El monto total de las dimensiones y efectos de esta catástrofe no se podrá evaluar hasta dentro de unos años, sin que se pueda saber, a día de hoy, cuanto tiempo se tardará en determinar las consecuencias económicas y sociales del suceso. Tal vez no llegue a saberse nunca. Los damnificados pueden ser cientos de miles. Una parte muy importante de la industria de las provincias de A Coruña y Pontevedra se basa de forma directa o mediada en la conserva y la pesca Y todas estas personas, tal vez medio millón o tal vez varias generaciones, padecerán de nuevo la desgracia del paro, la falta de recursos, la emigración y la humillación, ya histórica, pero esta vez provocada directamente por una clase política irresponsable, temeraria y altamente peligrosa.