Latinoamérica: el futuro detrás del pan
Por Gabriel Monteagudo / SURMEDIA.COM
¿No tiene algo para comer?, me preguntaron detrás de unos enormes ojos negros, negrísimos como la noche y sin embargo transparentes. Era domingo, alrededor de las 9 de la noche y no era hora para que esos grandes ojos negros expectantes por mi respuesta anduvieran tocando timbre por ahí, reclamando con una pregunta un derecho que tendría que tener asegurado.
Mientras aprontábamos una bolsita con leche, pan y el paquete de fideos que aún no había caído en la olla familiar me preguntaba quienes eran los hijos de mala madre que permitían que en este país hubiera chicos que un domingo a la noche tuvieran que andar mendigando solidaridad para llenarse la panza.
Me preguntaba cuánto podía aprender esta niña al otro día en la escuela si se acuesta a dormir con la panza vacía y se levanta pensando en al copa de leche o en la hora de la comida.
En mi pueblo, Carmelo, se calcula que 1500 niños reciben algún tipo de asistencia
alimenticia adicional a la de su casa, entre los que concurren a comedores escolares, merenderos parroquiales, etc. Esto es mucho para un pueblo de 20.000 habitantes en dónde se abren merenderos nuevos cada semana, merenderos nuevos que se llenan enseguida de caras y urgencias nuevas. Pero esto se reitera por miles en cada rincón de un país que cada día duele más.
En un trabajo realizado para la UCUDAL publicado en internet se muestra que en el año 2000 el porcentaje de población en situación de pobreza en nuestro país se sitúa por encima del 24 por ciento.
El agravamiento de la crisis alimentaria en las franjas más pobres, fundamentalmente luego de la crisis Argentina y la disparada del dólar, que en nuestro país llevó por las nubes muchos de los productos de la canasta básica, se debe no sólo a razones coyunturales como quiere el gobierno que creamos sino también, y fundamentalmente, a deficiencias de gestión.
En otras palabras, que haya más niños con hambre en nuestro país es mayoritariamente responsabilidad de un gobierno que no ha sabido distribuir bienestar a todos sus gobernados y que ha optado por llevarle ese bienestar sólo a una pequeña parte de la población.
Es decir que la aplicación por parte de sucesivos gobiernos de un plan económico que promueve la concentración de la riqueza en las capas de mayores ingresos en perjuicio de los más pobres llegó a un punto tal en el que hoy resulta imposible seguir apretando la misma teta para obtener más leche. Ese 24 por ciento del año 2000 debe ser más del 30% este año y eso
significa que uno de cada tres niños que nacen en nuestro país va a tener hambre y consecuencias en su futuro crecimiento por la falta de cantidad y calidad de comida.
No hay ninguna diferencia entre la niña que el domingo llamó a mi puerta, los que golpean en la puerta de muchos carmelitanos y las que recorren las calles hurgando en los tachos de comida de Buenos Aires o duermen en las calles de Río de Janeiro. Son hijas de distintas madres pero de un mismo padre: fueron engendradas por el semen de un mismo modelo económico que aplicaron sin piedad en América Latina los últimos 30 años, gobernantes
proclives a gobernar para ellos y sus amigos en lugar de gobernar para la inmensa mayoría.
¿Que tiene en común, por ejemplo el pueblo brasilero con el uruguayo?. Muy sencillo: los recientes votantes de Lula Da Silva más los que apoyaron a Garotinho y a Ciro Gomes le mostraron al mundo un claro mensaje referente a que el modelo económico que llevó a cabo el gobierno brasilero no da más, es decir ese modelo que incubó gobiernos por el gobierno mismo.
Ese modelo económico, del cual siempre hablamos en Surmedia forma parte de la misma receta que aplican los iluminados del gobierno en nuestro país, receta que generó más pobreza en Brasil y los que destrozaron Argentina, en dónde la mitad de su población se encuentra bajo los niveles de pobreza.
En 1992, la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas declaró el 17 de octubre como Día Internacional para la Erradicación de la Pobreza, en su Resolución 47/196, con el objeto de crear conciencia sobre la necesidad de erradicar la pobreza y la indigencia en todos los países, en particular en los llamados "países del tercer mundo", lo que se ha
convertido en una prioridad del desarrollo para los años venideros. El 20 de diciembre de 2000, la Asamblea General subrayó que el Decenio de las Naciones Unidas para la Erradicación de la Pobreza, 1997-2006, debía contribuir a la consecución de las metas de reducir a la mitad, para el año 2015, el porcentaje de habitantes del planeta cuyos ingresos son inferiores a 1 dólar por día y el de las personas que padecen hambre, mediante una acción nacional decisiva y el fortalecimiento de la cooperación internacional (Resolución 55/210).
"La lucha contra la pobreza está hoy en el corazón de la relación que existe entre la población y la calidad de vida. Cuanto más gravitamos en torno de cuestiones sectoriales como la educación, la sanidad o la violencia, más chocamos con la pobreza como el primer punto donde hay que atacar...
América Latina no es un continente pobre; es un continente marcado por la injusticia" dice un párrafo de esa resolución. Subsanar esa injusticia no puede ser una tarea postergable para los
latinoamericanos.