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4 de marzo del 2002
Precios
Juan Gelman
Se agrieta el frente interno del primer ministro israelí Ariel
Sharon. Unos 800 jefes de la reserva de las Fuerzas de Defensa de Israel y ex
miembros de los servicios de inteligencia del Shin Bet y el Mossad -agrupados
en el Consejo por la Paz y la Seguridad que preside el mayor general Daniel
Rothschild– lanzarán una campaña pública en pro de la retirada
unilateral de las tropas israelíes de la Faja de Gaza y de la mayor parte
de la Ribera Occidental, territorios ocupados por Israel desde 1967 que admiten
islotes de autonomía palestina. La resolución del Consejo fue
adoptada luego de cuatro meses de intensa discusión y comprende otras
demandas: la instauración y el reconocimiento inmediatos del Estado palestino,
conversaciones de paz ya con cese del fuego previo –como exige Sharon– o no,
y el desmonte de un 15 por ciento de los asentamientos de colonos israelíes
en esos territorios.
El mayor general Rothschild explicó al diario Ha'aretz el porqué
de su apoyo a semejante decisión: el número en aumento de soldados
que se niegan a servir en los territorios. "Hace cuatro meses –dijo– fue claro
para mí que ese movimiento iba a crecer si seguimos convocando a los
reservistas para que acompañen a los colonos a sus clases de música
y protejan propiedades que nada tienen que ver con la ideología." En
la Faja de Gaza habitan 1.178.000 palestinos y 6900 colonos israelíes.
Dos jeeps y un tanque suelen custodiar a todo colono que se traslade de un punto
a otro y el general Rothschild piensa que esas fuerzas militares deben tener
mejor destino.
El movimiento comenzó aun antes de que 300 reservistas –de teniente coronel
para abajo– declararan públicamente que en adelante no servirán
en los territorios ocupados. Después de tres años de servicio
militar obligatorio, de los 18 a los 21 de edad, son llamados anualmente a filas
por un período de seis semanas. La postura de los 300 –al 28 de febrero,
porque la lista de firmantes se alarga día a día– es más
terminante que la del Consejo. Dicen: "Nosotros, oficiales y soldados combatientes,
que hemos servido al Estado de Israel durante largas semanas cada año
pese al elevado costo para nuestra vida personal, hemos cumplido nuestro servicio
en todos los territorios ocupados y hemos recibido órdenes y directivas
que nada tienen que ver con la seguridad de nuestro país y que perseguían
el único propósito de perpetuar nuestro control sobre el pueblo
palestino". Señalan que tales órdenes "destruyen todos los valores
que hemos absorbido durante nuestra crianza en este país". Agregan: "Comprendemos
ahora que el precio de la ocupación es la pérdida del carácter
humano de las Fuerzas de Defensa de Israel y la corrupción de la sociedad
israelí entera". Afirman que seguirán cumpliendo toda misión
que entrañe la defensa de Israel, pero que "no continuaremos luchando
más allá de las fronteras de 1967 con el objeto de dominar, expulsar,
hambrear y humillar a todo un pueblo". A su vez, el mayor general de la reserva
Ami Ayalon, ex jefe del Shin Bet, sostuvo en una entrevista televisiva que el
ejército israelí lleva a cabo acciones ilegales diariamente y
que los soldados deben negarse a obedecer órdenes ilegales.
También ha reaparecido el aletargado movimiento pacifista israelí:
unos 20.000 manifestantes exigieron en Tel Aviv la retirada de las tropas israelíes
de Gaza y la Ribera Occidental. Cuando Ariel Sharon asumió su cargo hace
un año, prometió paz y seguridad. Tal vez nadie haya creído
lo primero, pero sin duda sí lo último y, sin embargo, hace 20
años que Israel no vive 12 meses tan violentos como los que viene padeciendo.
Los bombardeos israelíes por aire, mar y tierra, las ejecuciones extrajudiciales
de presuntos terroristas, el cerco y ocupación de poblados palestinos,
no han detenido a un terrorismo suicida, más bien al revés, y
no cesa el ciclo de sangre y muerte sobre todo de civiles de ambos pueblos.
Una encuesta reciente muestra que el 48 por ciento de la sociedadisraelí
estima que las políticas de Sharon han naufragado. Su popularidad descendió
16 puntos porcentuales desde diciembre.
La prensa estadounidense, que siempre apoya al Estado de Israel y a sus gobiernos
–del color que fueren–, comienza a malhumorarse. Un editorial del Washington
Post del 22 de febrero opina que "la estrategia del primer ministro israelí
Ariel Sharon destinada a terminar con la violencia ha fracasado". "Ante cada
hecho de violencia palestina, el Sr. Sharon ha escalado las represalias de Israel
invitando a repuestas más sangrientas todavía." Observa que durante
los períodos de calma del conflicto "el Sr. Sharon ha sido con frecuencia
el primero en reanudar la lucha; durante tres semanas de diciembre y principios
de enero, cuando los palestinos acataron un llamamiento del Sr. Arafat y cesaron
casi todos sus ataques, las fuerzas israelíes mataron a una docena de
palestinos. Lo más contraproducente es que el Sr. Sharon ha centrado
los ataques israelíes no en los terroristas que llevan a cabo atentados
suicidas, sino en la infraestructura y las fuerzas de seguridad de la Autoridad
Palestina, el gobierno mismo con el que la administración Bush e Israel
cuentan para moderar a los militantes". Las tácticas de Sharon –finaliza–
"no traerán tranquilidad o paz, sino un empeoramiento de la guerra".
Todos estos factores deben haber movido a Sharon a manifestar interés
por un plan de paz saudita que, entre otras cosas, propone la retirada de Israel
de los territorios palestinos ocupados. El tiempo dirá si tal interés
es declamatorio o es real: Sharon es un hombre sistemático y se niega
sistemáticamente a devolver esas tierras a sus legítimos dueños