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13 de marzo del 2002
Un nuevo Sabra y Chatila al final del proceso de Oslo
Comité de Solidaridad con la Causa Arabe
Un nuevo asalto y asedio contra los campamentos de refugiados palestinos
y un nuevo 'Nakba'[1]: Sharon e Israel vuelven a practicar impunemente el genocidio
contra el pueblo palestino mientras la diplomacia de EEUU interviene formalmente
a cambio de acallar las reticencias de la oficialidad árabe a una nueva
guerra contra Iraq
El brutal asedio del ejército israelí a los campamentos
de refugiados palestinos y la reocupación de la práctica totalidad
de las Áreas bajo jurisdicción de la Autoridad Palestina establecidas
a partir de los Acuerdos de Oslo -a excepción de los grandes núcleos
urbanos-, pone punto final a la realidad política creada en los últimos
diez años en la Palestina ocupada y desde el inicio del proceso de paz,
en Madrid, en octubre-noviembre de 1991. Una vez más, ante la pasividad
y la inacción de la comunidad internacional, el pueblo mártir
palestino vuelve a ser la víctima colectiva de la dinámica histórica
del proyecto sionista de Israel: la aniquilación física por medio
del genocidio. Más de 135 palestinos han sido asesinados en las dos últimas
semanas y más de 1.000 vuelven a ser víctimas de las detenciones
administrativas del ejército israelí (ni cargos, ni juicio), encarcelados
muchos de ellos en prisiones del interior de Israel en violación de la
IV Convención de Ginebra. El éxodo de los palestinos se prevé
masivo: ya en el último año de Intifada, más de 150.000
palestinos han abandonado los Territorios Ocupados (TTOO) como consecuencia
directa de la represión militar y económica que Israel ha intensificado
desde que comenzase el levantamiento palestino.
Las masacres de Sabra y Chatila se reviven en la actualidad después de
veinte años y Sharon, al igual que entonces, ejecuta impunemente en los
campamentos de refugiados palestinos en Cisjordania y Gaza un proyecto nada
novedoso y sí históricamente planificado por el stablishment militar
israelí que he regido desde 1948 la política de Israel. La destrucción
de los campamentos palestinos, tiene hoy, como en 1948 en la Palestina histórica,
en 1953 en Qibya, o en 1982 en Líbano, el único fin de aniquilar
la cuestión palestina provocando la masacre y el éxodo masivo
de población palestina de su territorio. Desde Ben Gurion hasta Sharon
pasando por Golda Meir, Begin, Shamir, Rabin, Peres, Netanyahu y Barak -todos
ellos, a excepción de Netanyahu, vinculados directamente al estamento
militar israelí- se han caracterizado por ejecutar el proyecto colonial
del sionismo mediante la aniquilación sistemática del pueblo palestino
para controlar un territorio que ha de ser, a largo plazo, y de acuerdo con
la doctrina básica sionista, judaizado desde los parámetros de
la exclusión y el racismo.
Del 'Nuevo Orden Regional' a la 'guerra total contra el terrorismo'
El ciclo de la negociación forzada -en los términos que impuso
EEUU como Nuevo Orden Regional tras la guerra contra Iraq de 1991- que ha supuesto
Oslo ha acabado para los palestinos. Desde el 29 de septiembre de 2000 y, más
aún, desde el 11 de septiembre del pasado año se impone la lógica
renovada de la solución militar de la cuestión palestina en la
forma más abyecta y brutal posible que Sharon ya practicó hace
veinte años y que ahora Israel, al igual que EEUU, pretende enmarcar
en el discurso de la "campaña global contra el terrorismo internacional".
Excluido queda en esta campaña considerar, no ya los derechos nacionales
del pueblo palestino y su legítimo recurso a la resistencia frente a
la ocupación militar israelí, sino el básico derecho a
la vida individual y colectiva de todo un pueblo Los intereses de Israel como
potencia militar y futura potencia económica en la región, confluyen
directamente con aquéllos de su mentor: la hegemonía de EEUU a
escala planetaria se define por su capacidad de intervenir abiertamente en Oriente
Medio. Para ello se combina el sustento militar y económico de Israel
que EEUU financia desde los años 50, con el acatamiento de los regímenes
árabes a la doctrina del neocolonialismo a cambio de legitimación
y reconocimiento político a sus dirigentes.
El intervencionismo norteamericano en Oriente Medio y el control estratégico
de sus recursos, tiene, no obstante, en la cuestión palestina el mayor
obstáculo para su abierta y libre ejecución. Por ello, en la situación
actual, la iniciativa norteamericana de enviar de nuevo a la zona al mediador
Anthony Zinni poco tiene que ver con ningún compromiso político
de EEUU de forzar a Sharon a poner fin al asedio de los campamentos y la violencia
contra la población palestina, a pesar de que esta iniciativa haya supuesto
la parcial liberación de Yaser Arafat de su reclusión en Ramallah.
Por el contrario, y al igual que ocurriera tras el 11 de septiembre, cuando
la Administración Bush puso en marcha su "campaña global contra
el terrorismo", la visita de Zinny a la zona no puede dejar de conectarse con
la gira que el vicepresidente Dick Cheney inicia ahora a 11 países de
Oriente Medio con el fin de recabar apoyos para una inminente intervención
militar contra Iraq, como ya lo hiciera Powell el pasado septiembre antes de
intervenir en Afganistán. Es más, la visita de Zinny y su objetivo
de lograr un alto el fuego, forman parte de una nueva parodia orquestada desde
la Administración Bush que, obviando la realidad actual incuestionable
del genocidio israelí sobre el pueblo palestino, persigue exclusivamente
proyectar una aparente intervención directa de EEUU en el conflicto palestino-israelí
a fin de calmar las inquietudes de los dirigentes árabes ante sus poblaciones
y de afianzar los apoyos de sus regímenes a la intervención militar
contra Iraq.
Los medios palestinos califican hoy la liberación de Arafat, en el contexto
de la visita de Zinny, como "humillante" para el pueblo palestino, pues a nadie
se le escapa que el gesto del gobierno de Israel se produce mientras prosigue
una devastación militar de la población y de los campamentos palestinos
sin precedentes en Gaza y Cisjordania. Probablemente la intención norteamericana
e israelí sea permitir la participación de Arafat en la próxima
Cumbre Árabe de Beirut de este mes, una participación que facilite
la aprobación por parte de la oficialidad árabe del plan saudí,
un plan inaceptable que premiaría el terror neonazi del gobierno Likud-Laborista
de estos meses con el reconocimiento de la totalidad de los Estados árabes
de Israel y la plena normalización de relaciones -el objetivo final de
la negociación iniciada hace más de una década y a la segunda
Intifada ha puesto fin- y que, una vez puesto en marcha, permitiría más
cómodamente a EEUU asaltar y ocupar Iraq.
Pero a todos los efectos, Arafat, al igual que todo el pueblo palestino, sigue
sometido en territorio ocupado y ha dejado de tener legitimidad para israelíes
y norteamericanos. De tener algún resultado, la parodia de la mediación
de EEUU solo podría significar la apertura de un nuevo proceso formal
que permitiese garantizar el silencio oficial árabe ante la inminente
intervención contra Iraq. De nuevo, como ocurriera en 1991, un falso
arreglo de la cuestión palestina que solo contempla la rendición
ante Israel, se vende a cambio del silencio y el acatamiento árabe para
que la Administración de EEUU pueda actuar libremente contra Iraq.
Nota:
1. Nakba, en árabe, "Desastre": denominación de la destrucción
y ocupación sionistas de Palestina y del consecuente primer éxodo
palestino tras la fundación del Estado de Israel y la primera guerra
árabe-israelí en 1948.