Joerg Haider sigue resuelto a ser la molestia del resto de Europa, pero en esta ocasión por ser más europeo que los europeos. Haider, un líder xenófobo, antiinmigrante y filonazi, defendió ayer como "acción humanitaria" una visita recién concluida a Irak, donde se reunió con el presidente Saddam Hussein, y reclamó el levantamiento de las sanciones contra Bagdad. Por cierto, este levantamiento también es deseado por el resto de Europa, por lo cual la nueva aventura de Haider cumple dos propósitos: el de resituarlo en la escena mundial y el de poner en posición embarazosa a los líderes "políticamente correctos".
"En este caso, por primera vez en la vida concuerdo con el ministro alemán de Exteriores (Joschka) Fischer, quien dice que no se puede calificar de malvado a cualquier país con afirmaciones sin evidencia", dijo Haider sobre los planes de EE.UU. hacia Irak. Además, Haider llamó a un diálogo europeo con los países árabes con independencia de los EE.UU. "Los estadounidenses no se alegran cuando los europeos cultivan un diálogo independiente con los países árabes", apuntó. "El terrorismo no es un cheque en blanco para dirimir viejas cuentas", dijo.
Desde la guerra del Golfo de 1990, sólo dos políticos europeos realizaron visitas solidarias a Irak: el francés Jean-Marie Le Pen y el ultranacionalista ruso Vladimir Zhirinovsky. Pero ninguno de sus partidos integraba una coalición de gobierno, como en el caso de Haider y Austria.