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4 de marzo del 2002
De las togas a los uniformes
De Milosevic a Sadam Hussein
Antonio Maira Rodríguez
Cádiz Rebelde
Quien lo diría. El Tribunal Penal Internacional para la antigua
Yugoslavia (TPIY) se ha quedado anticuado antes de iniciar su gran puesta en
escena, el juicio del ex presidente de Yugoslavia, Slobodan Milosevic.
Su modelo de tribunal ad hoc –para los crímenes de guerra en Yugoslavia-,
de sospechosa parcialidad, fue cuestionado, sin éxito inmediato, por
el Tribunal Penal Internacional aprobado por el Tratado de Roma el 17 de julio
de 1998. Sin embargo y para los juicios del futuro, el lugar de aquel tribunal
especial tan discutido no ha sido ocupado por este otro verdaderamente multinacional
sino, precisamente, por su antítesis absoluta: los tribunales militares
que para juzgar a los "terroristas" han diseñado tres verdaderos halcones
del gobierno del mundo: George Bush, Donald Rumsfeld y John Ashcroft, presidente,
secretario de defensa y secretario de justicia de los Estados Unidos.
Esa transferencia judicial de lo muy malo a lo terrible, de los jueces obedientes
a los militares rígidamente disciplinados, de la corte civil designada
por una de las partes a los tribunales de guerra que atropellan todas las garantías
judiciales, refleja la naturaleza de los cambios vertiginosos que se están
produciendo en el orden internacional.
Confusiones muy organizadas
Los grandes medios de comunicación han hecho todos los esfuerzos
posibles para que la sacrosanta, muy respetada y soberana "opinión pública",
confunda al TPIY con otros tribunales, muy implantados o en proceso de nacimiento,
pero con reconocida o esperada naturaleza justiciera. La confusión trata
sencillamente de que esa característica sea atribuida al tribunal para
Yugoslavia.
La primera de esas confusiones inducidas apunta hacia el Tribunal Internacional
de La Haya, organismo judicial de las Naciones Unidas que no juzga a personas
sino a estados. Reside en la misma ciudad que el TPIY y ha sido identificado
desde su nacimiento con la mención de esa sede geográfica. Esa
comunidad de residencia ha sido utilizada para referirse al segundo de los tribunales
con el mismo nombre que tiene el primero. Eso produce una imagen de internacionalidad
e imparcialidad que, como veremos, no es muy propia de la corte que está
juzgando a Milosevic.
La segunda confusión orienta hacia el Tribunal Penal Internacional fundado
en Roma en 1998. También se utiliza su nombre para referirse al tribunal
cuestionado. Constituye un auténtico fraude porque el tribunal romano,
realmente internacional por su proceso de creación, ha corregido los
"defectos" que convierten al TPIY en un verdadero engendro judicial.
Efusiones filiales
La confusión trata de ocultar las "raíces familiares" del
Tribunal Penal para la antigua Yugoslavia. Fueron proclamadas -según
nos recuerda Michel Collon- por su propia presidenta cuando calificó,
nada menos que a Madeleine Albright, subsecretaria de Estado con Clinton, de
"¡mamá del TPIY![1].
El significado de esa efusión filial no es, como pueda parecer, el de
un desliz, sino el de un reconocimiento formal de dependencia. Un acto de vasallaje.
La calculada impertinencia con la que el Imperio gobierna el mundo ha hecho
necesarias esas devociones que sonarían escandalosas hace algunos años.
El juego de poder, en el período de transición hacia la autoridad
soberana del Imperio, tiene dos caras: encubrimiento y exhibición, que
son también de complicidad y de manipulación. Uno de los momentos
culminantes de ese juego cínico en el que la realidad se muestra y se
esconde, fue la auto proclamación de la OTAN –organización jerarquizada
donde las haya y disciplinada por los EEUU, y también un club muy exclusivo
de países- como "comunidad internacional", que se produjo durante la
guerra contra Yugoslavia.
El paladín de la justicia
Podemos seguir varios caminos para analizar el papel real del TPIY al margen
de la propaganda de los medios. El primero es comparar el objetivo supuesto
del Tribunal, hacer justicia siguiendo normas y convenios internacionales, con
el respeto a la propia idea de justicia internacional que tiene su promotor
fundamental, los EEUU.
La íntima relación de los EEUU con los genocidas y grandes criminales
contra la humanidad siempre ha sido dulcificada con la referencia, entre hipócrita
y cómplice, al "he is a son of bitch, but he is our son of bitch", de
Roosevelt ("Es un hijo de puta, pero es nuestro hijo de puta" -afirmó
sobre el feroz dictador Somoza). Los criminales de masas siempre estaban fuera
de los EEUU. Washington establecía con ellos una distancia entre familiar
y desdeñosa.
La realidad es que los EEUU han mantenido y mantienen escuelas de genocidas.
La Escuela de las Américas fue su expresión más famosa.
Fue cerrada a finales del 2000 y reabierta con el nombre más limpio de
Instituto para la Cooperación de Seguridad del Hemisferio Occidental
apenas unos días más tarde. A través de esos centros "educativos"
han establecido y difundido doctrinas para la represión generalizada
como la de la "seguridad hemisférica", y han esparcido por los estados
mayores de los ejércitos continentales "manualitos" de contrainsurgencia
que sin duda encontrarían poco recomendables los severos jueces del TPIY.
La doctrina inspiró a asesinos como Pinochet, Videla, Banzer, Stroessner
y a todos los responsables de las juntas y gobiernos militares que en Brasil,
Uruguay, Chile, Paraguay, Argentina, El Salvador y Guatemala, vaciaron de militantes
y simpatizantes de izquierda y de jóvenes con inquietudes sociales, el
continente latinoamericano. También dio origen a planes de coordinación
represiva continental, como el Cóndor que extendió la impunidad
en la desaparición, la tortura y el exterminio, y violó fronteras
y asilos. EEUU fue, en todo eso, mucho más que un observador complaciente.
Latinoamérica no fue el único escenario para los estímulos
criminales que llegaban de las embajadas del Tío Sam. No hay más
que recordar a Suharto, genocida en Indonesia y más tarde en Timor Oriental,
que durante 32 años recibió parabienes y complacencias de los
EEUU.
Tener razón por ser los EEUU
Los Estados Unidos han manifestado una alergia muy intensa ante el derecho
y la jurisdicción internacional cuando su capacidad normativa o punitiva
puede limitarles o alcanzarles. Recordaré, por encima, la reiteración
de actos que ellos mismos proclaman como delictivos: fabricación de armas
de destrucción masiva de todas los agentes letales posibles: nucleares,
químicas, bacteriológicas, gigantescas bombas de explosivos "convencionales"
de enorme poder destructivo. Además han roto los tratados con absoluta
desvergüenza: basta recordar el proyecto de desarrollo y fabricación
de armas bacteriológicas que puso en marcha el Pentágono y que
fue publicado hace varios meses.
Los EEUU han roto unilateralmente acuerdos de armamento como el tratado ABM,
y se han negado expresamente a aceptar las limitaciones recogidas en tratados
internacionales, largamente negociados por la otra "comunidad internacional"
en la que se niegan a integrarse. El Protocolo del Tratado de Prohibición
de las Armas Químicas, es un ejemplo claro, el de Prohibición
de las pruebas Nucleares es otro.
Protegidos por una cobertura ideológica impermeable a sus propias culpas
-"el ser buenos y tener razón sostienen el yo estadounidense hasta un
grado casi tautológico: los estadounidenses son buenos y tienen razón
en virtud de ser estadounidenses" (Martín Amis)-, los norteamericanos
se sitúan al lado del dios todopoderoso.
Claro que no nos engañemos, esa "angelización" que bautiza Below
y comenta Amis, se corresponde con el papel imperial que ostentan los EEUU.
Buena prueba de esta actitud muy definida de sujeto al margen del derecho internacional
la ha dado su postura frente al Tribunal Penal Internacional. EEUU quiso impedir
la creación de un tribunal cuyos fiscales actuasen de oficio y no a iniciativa
del Consejo de Seguridad de la ONU. Ellos querían bloquear las actuaciones
judiciales que no les pareciesen convenientes.
El TPIY ha sido declarado "el peor enemigo de los EEUU". El Congreso está
preparando una Ley para impedir que sus funcionarios o los de los países
amigos puedan ser procesados y conducidos ante el tribunal. Autoriza al presidente
el uso de la fuerza, no para perseguir sino para proteger a genocidas y criminales
de lesa humanidad.
Un tribunal para los enemigos
En los últimos años, los Estados Unidos apostaron claramente
por los tribunales especiales mientras bloqueaban las iniciativas multiraterales.
Las razones eran evidentes.
En primer lugar, al referirse su jurisdicción a una zona geográfica
determinada, el método de creación del tribunal permitía
la selección de los delincuentes –estados, organizaciones o individuos-
y la identificación previa de los delitos. Una campaña de propaganda
y desinformación en los medios de comunicación aseguraba la coincidencia
entre los reclamos de la "opinión pública" y los intereses punitivos
de los Estados Unidos. Esa selección de estados delincuentes es una práctica
sistemática y ya impuesta por Washington a sus aliados. También
lo es la determinación de delitos que sólo lo son cuando están
vinculados a la actuación de esos estados.
La "necesidad de justicia" era valorada por los EEUU, único país
capaz de unificar –por "solidaridad otánica" de parte de los miembros
y por ser sujetos fáciles de coacción y de chantaje los restantes-
la postura del Consejo de Seguridad.
El TPIY no es un verdadero tribunal internacional. En su puesta en marcha sólo
han participado unos cuantos estados y no todos los miembros de las Naciones
Unidas. Su jurisdicción está limitada geográficamente con
lo que la parcialidad es evidente. Además ha sido impuesto por una serie
de países –el principal los EEUU- que han sido parte fundamental en los
conflictos que han asolado la región durante los últimos años.
Uno de los agentes fundamentales de las guerras yugoslavas, la OTAN, se ha negado
-según afirmó Jamie Shea, su portavoz en aquellos momentos- a
someter su actuación a la jurisdicción del tribunal.
El Tribunal es financiado por el gobierno de los EEUU y varias empresas multinacionales
y magnates. George Soros es otro de los grandes sostenedores económicos
del TPIY.
Collon, gran descubridor de las trampas mediáticas, y de las campañas
de propaganda de los países de "occidente" en relación con Yugoslavia,
define al TPIY como un "tribunal de intimidación".
Los procedimientos que ha utilizado el tribunal son también muy significativos,
sobre todo cuando se comparan con el exquisito rigor formal empleado en otros
casos como el de Pinochet. Milosevic es literalmente secuestrado, previo pago
de un auténtico soborno al gobierno serbio de Djindjic –1280 millones
de dólares-, y enviado a La Haya sin juicio de extradición alguno.
Modelo judicial para las guerras del imperio
La discusión sobre el carácter internacional y sobre la imparcialidad
del Tribunal Penal para la antigua Yugoslavia se ha zanjado después del
11 de septiembre. Los EEUU han puesto en marcha, de manera estrictamente unilateral
y expeditiva, otros tribunales de similar obediencia a la del TPIY pero de perfiles
mucho más claros.
La mejor manera de juzgar el papel del Tribunal Penal para la antigua Yugoslavia
en el juicio a Slobodan Milosevic es compararlo -como un primer boceto, inacabado
y provisional, que se coteja con la obra de arte definitiva- con el "modelo
justiciero" de los EEUU ya plenamente desarrollado. Tal modelo es el que se
ha diseñando como componente judicial en la "campaña antiterrorista"
que han puesto en marcha los países de "occidente".
Ambos modelos tienen los mismos mentores, la autodenominada "comunidad internacional".
Ambos están protegidos de las críticas y legitimados por un sistema
de medios de comunicación que aplaude la parcialidad judicial y califica
lo intolerable como "exceso". El escenario global en el que se juzga a Milosevic
se ha aclarado mucho en los últimos tiempos. El modelo judicial de los
EEUU, responsable de la puesta en marcha del TPIY (Tribunal penal Internacional
para la antigua Yugoslavia) se ha definido hasta en los menores detalles desde
el 11 de septiembre.
Los tribunales militares para juzgar a los "terroristas internacionales" son
puestos en marcha por el presidente de los EEUU. Las características
de esos tribunales-modelo, son la mejor expresión del nuevo orden jurídico
del Imperio.
Los jueces son militares de alto rango sometidos a la autoridad directa del
presidente de los EEUU, comandante supremo de las Fuerzas Armadas.
Las condiciones del procedimiento penal son fijadas por el Secretario de Defensa,
jefe político del Pentágono y de los ejércitos de Estados
Unidos. Entre esas condiciones está toda la estructura de garantías
del habeas hábeas. Observemos los resultados: las detenciones son secretas,
los cargos también lo son, las detenciones no tienen límite de
tiempo, no precisan cargo alguno, los interrogatorios son también ilimitados.
Cuando los cargos se formalizan no se permiten comunicaciones directas y no
intervenidas entre los abogados defensores y los detenidos.
Los juicios son secretos. Las condiciones que deben tener las pruebas son fijadas
también por la Secretaría de Defensa de los EEUU. Las pruebas
pueden calificarse también como secretas. En ese caso sólo son
conocidas por los miembros del tribunal.
Los juicios serán realizados en buques o en unidades militares, lejos
del alcance de cualquier observador imparcial.
La justicia internacional que han impuesto los EEUU no soporta las vistas públicas.
Los procesados y juzgados por esta maquinaria que pulveriza todas los derechos
individuales y todas las garantías procesales pueden ser ejecutados.
Siguiendo rigurosamente este procedimiento "especial" una persona puede ser
capturada secretamente, procesada también en secreto en lugar desconocido
y ejecutada sin más complicaciones. Las sentencias no tienen apelación.
Los presuntos criminales son cazados, en cualquier lugar del mundo, por los
servicios especiales o por el ejército de los EEUU. Los países
que se nieguen a una detención en su territorio o a una extradición
inmediata serán considerados como enemigos de los Estados Unidos.
La diferencia entre el TPIY y los tribunales militares de Bush es la que está
prevista entre el juicio de Milosevic y el de Sadan Hussein.
Blanco o negro, dar gato por liebre
Para poner en marcha un sistema como éste se requiere una completa sumisión
de los políticos de las provincias imperiales, y una total complicidad
de los medios de comunicación. Esa batalla está, por el momento,
ganada por Washington. Unos y otros han tenido un largo período para
la entrega de dignidades y la recogida de credenciales. El proceso de sumisión
de los estados y de los intelectuales ha sido largo. Después del 11 de
septiembre las últimas etapas entre la simulación de soberanía
o de independencia y la pura desvergüenza, se han quemado a toda prisa.
Como siempre, el Imperio no ha respetado los fingimientos. El discurso de Bush
ante el Congreso de los EEUU, lanzando una guerra universal contra un terrorismo
que en sus acciones, sus agentes y sus castigos, delimitan exclusivamente los
EEUU, y amenazando a cualquier mínima disidencia con la identificación
con el enemigo, supuso un brutal escarnio para casi todos los gobiernos del
mundo.
En cuanto a los medios, el certificado de indignidad les ha llegado con la publicación
de la puesta en marcha de un procedimiento estructurado para la manipulación
informativa. La Oficina de Influencia Estratégica del Pentágono
dedicará sus esfuerzos y presupuesto a difundir noticias, "incluso" falsas,
a los medios de comunicación nacionales y extranjeros para construir
una opinión pública internacional favorable a la gran guerra contra
el "terrorismo". Las noticias serán "plantadas" a través de los
líderes políticos y los líderes sociales, y, por supuesto,
de los grandes "popes" de la información. Las operaciones de siembra
de noticias falsas serán encubiertas contando, desde luego, con la complicidad
de los mediadores. Es lo que los técnicos denominan "acciones negras".
La difusión de "información creíble y verídica",
favorable a la política de los EEUU, es calificada de "acción
blanca".
En el circuito informativo generado o intervenido por el Pentágono nada
puede perjudicar a la Gran Guerra Antiterrorista. Ni lo "blanco" ni lo "negro"
admite la transmisión de información cuyo efecto no sea calificado
de ventajoso para los intereses de los EEUU.
Lo "blanco" no es lo cierto sino lo creíble. A medida que pase el tiempo
y se ganen todavía más complicidades en la manipulación
de la información, o cuando la credibilidad ciudadana se aproxime a lo
absoluto, todo será blanca, blanquísima desinformación.
No sin enormes dosis de razón cínica Donald Rumsfeld afirmó
que no tenía intención de mentir a los medios: "hay decenas de
maneras de evitar que uno se ubique en una posición donde esté
mintiendo". Gato por liebre, sea blanco o sea negro.
Milosevic contra Carla del Ponte
Carla del Ponte, Fiscal jefe del Tribunal Penal para la antigua Yugoslavia tiene
muy claro de que se puede hablar o no hablar en el proceso contra Milosevic
y como hay que enmarcar el relato de los hechos. La cuestión es que los
posibles actos criminales y sus motivos encajen exactamente en la extremada
personalización de la culpa que se utilizó para justificar la
guerra contra Yugoslavia[2]
"Excelente táctico y firme estratega, Milosevic no ha hecho más
que perseguir su ambición, al precio de indecibles sufrimientos para
quienes se oponían a él o representaban una amenaza para su estrategia
personal de poder. No busquemos ideales detrás de sus actos. Más
allá del pretexto nacionalista y del horror de la limpieza étnica,
de la retórica y de su discurso obsoleto, es el poder lo que motivó
a Slobodan Milosevic. No son ni las convicciones personales ni menos todavía
el patriotismo y el honor, ni siquiera el racismo o la xenofobia lo que animan
al acusado, sino la búsqueda del poder, del poder personal".
Milosevic, según Del Ponte, no es un un sujeto político que, sean
cuales sean sus culpas, actuó durante un proceso de disgregación
de la república multiétnica de Yugoslavia. Sus crímenes,
si los ha cometido, tampoco se han producido dentro de una espiral de violencia
que incluye a otros agentes, inductores y animadores. Milosevic, como Sadan
Hussein es simplemente la encarnación del Mal.
Continúa Del Ponte:
"Es una desgracia que el acusado haya intentado aprovechar sus anteriores comparecencias
para realizar intervenciones políticas. Ésta es una sala de tribunal
y no de debate".
A la Fiscal jefe no le gusta mucho la verdad ni en la historia ni en el presente.
Sólo desde ese desprecio puede iniciar el proceso anunciándolo
con estas memorables palabras:
"La más poderosa demostración de que nadie está por encima
de la ley ni más allá de la justicia internacional".
Pero no sólo hay ocultación. No tiene nada de extraño que
en este juicio ante un tribunal bien amañado que intenta sorprender al
acusado con pruebas desconocidas y testigos secretos, se repitan incluso las
trampas y las mentiras más burdas de las "acciones negras" de la campaña
mediática que precedió a los bombardeos. Milosevic no pudo presentar
adecuadamente sus videos por fallos técnicos. Del Ponte utilizó
como prueba de cargo una antigua película de Emperos'clothes, "Judgment",
en la que el "periodista" Penny Marshall coloca las cámaras dentro de
un recinto alambrado para filmar a los musulmanes bosnios, que están
fuera, y "plantar" así una imagen que recordaba los campos de exterminio
nazis. Las fotos que demuestran la trampa son conocidas desde hace mucho tiempo.
Pero Del Ponte debe creer que son una creación del Diablo.
Notas
[1] Entrevista a Michel Collon. Resumen Latinamericano. Reproducida en Rebelión
21 febrero 2002.
[2] "La mayoría han estado dispuestos a cumplir fielmente con el primer
dictado del guión mediático universal: el conflicto de Yugoslavia,
como antes el de Irak, debe ser personalizado y reducido a simple consecuencia
del despliegue, incontrolado hasta la benéfica intervención bélica
de occidente, de una voluntad maligna, en este caso la de Slobodan Milosevic".
"La guerra de la primera vez". El Viejo Topo" nº 132, septiembre 1999.