13 de agosto del 2002
Guerra y olvido: Un sangriento juego de los medios
Norman Solomon
Tertulia
Hace tres años y medio, una información clave sobre inspectores de armamentos de la ONU en Irak apareció brevemente en las primeras páginas de los diarios en Estados Unidos — y pronto se desvaneció. Ahora, con los tambores de guerra sonando fuertemente en Washington, hurguemos profundamente en la memoria orwelliana de los medios noticiosos y rescatemos la historia.
"EE.UU. espió a Irak cubierto por la ONU, dicen funcionarios ahora", anunció un titular en la primera página del New York Times el 7 de enero de 1999. El artículo era inequívoco: "Funcionarios de Estados Unidos dijeron hoy que espías estadounidenses habían trabajado secretamente en equipos de inspectores de armamentos de las Naciones Unidas para descubrir programas de armas secretos de Irak... Al ser parte del equipo, los estadounidenses obtuvieron conocimientos de primera mano sobre la investigación y una presencia protegida adentro de Bagdad".
Un día después, una historia de seguimiento del Times señalaba: "Reportes de que Estados Unidos utilizó a los inspectores de armamentos de Naciones Unidas en Irak como manto para espiar a Saddam Hussein desvanecen toda probabilidad de que sobreviva el sistema de inspección".
Con su credibilidad seriamente dañada por el espionaje, el sistema de inspección de la ONU no sobrevivió. Otro factor en su caída fue la declaración del gobierno de Estados Unidos en el sentido de que las sanciones contra Irak seguirían vigentes ya fuera que Bagdad cumpliera plenamente o no con el régimen de inspección.
Pero tales hechos justifican el reflejo condicionado de los medios de comunicación de culpar de todo a Saddam Hussein. Indiferentemente de cuánto se busque una mención del espionaje en las bases de datos de los principales medios de Estados Unidos del último par de años, los resultados serán casi nulos. George Orwell lo habría entendido.
En vez de presentar un resumen completo y relevante de los eventos pasados, los periodistas y políticos estadounidenses están satisfechos con enfocarse en los pros y contras tácticos de varios escenarios militares agresivos. Mientras algunos alzan banderas de alerta, aun las más absurdas lógicas para obligar de manera violenta a un "cambio de régimen" en Bagdad pasan rutinariamente sin cuestionamiento alguno.
El pasado julio, un ensayo en el Wall Street Journal por un par de ex abogados del Departamento de Justicia afirmaba que Estados Unidos estaría "plenamente dentro de sus derechos" al atacar a Irak y derrocar al régimen — con base "la doctrina legal internacional acostumbrada de la autodefensa anticipada". Por supuesto, si ahora se supone que debemos alegar que la "autodefensa anticipada" es una razón válida para iniciar una guerra, entonces la misma excusa podría ser utilizada por el gobierno de Irak para justificar un ataque contra Estados Unidos (aun poniendo a un lado el hecho de que Estados Unidos ha estado bombardeando "zonas de vuelo prohibido" adentro de Irak durante años).
Entre los primeros en testificar en la reciente audiencia sobre Irak del Comité de Relaciones Exteriores del Senado estaba el "académico estratégico" Anthony Cordesman, un antiguo funcionario del Pentágono y del Departamento de Estado. Él participó en la tradición de promover otra ronda de masacres financiadas por los contribuyentes como una loable innovación — "nuestra primera guerra preventiva".
Hablando junto a Cordesman estaba Richard Butler, el jefe del programa de inspección de armamentos de la ONU en Irak cuando éste estaba espiando para Washington.
Durante la audiencia en el Senado, Butler sugirió que quizás el gobierno ruso podría ser inducido a decirle a Bagdad: "Ustedes harán un serio control de armas o estarán fritos".
Al igual que otros incontables funcionarios que son tratados con gran deferencia por los cuerpos de prensa, Butler se esfuerza por parecer suave e inteligente cuando habla de la sabiduría de lanzar ataques de alta tecnología que seguramente incinerarán tropas y civiles. Por cuestión de rutina, los periodistas estadounidenses son demasiado discretos como para mencionar desagradables piezas de la historia que no encajan en el torcido rompecabezas de la virtud estadounidense.
Con numerosos asuntos de política extranjera, los principales medios de comunicación demuestran una increíble capacidad para minimizar o totalmente invisibilizar hechos de los cuales los formuladores de políticas en Washington no quieren hablar. La historia sobre el espionaje que trascendió a principios de 1999 es un ejemplo de ello. Pero el breve revuelo de análisis crítico que ocurrió en ese momento debería ser retomado.
"No debería ser una sorpresa que espías estadounidenses realicen operaciones en Irak", apuntaba un editorial del Hartford Courant el 10 de enero de 1999. "El hecho de que los espías estén utilizando a las Naciones Unidas como manto es deplorable".
Al señalar que "las numerosas quejas de Saddam Hussein de que los equipos de inspección de la ONU incluían espías estadounidenses aparentemente no eran imaginarias", el periódico mencionó que los operativos espías "plantaron aparatos de espionaje con la esperanza de monitorear a las fuerzas que resguardaban al Sr.
Hussein además de buscar por reductos de armas ocultas".
Los medios noticiosos de Estados Unidos rápidamente perdieron interés en esa historia. Deberíamos preguntar por qué.
(Traducido y difundido por Laura E. Asturias con autorización del autor)
Norman Solomon, columnista sobre medios y política, es el autor, entre muchos otros libros, de "The Habits of Highly Deceptive Media" (Los hábitos de medios altamente engañosos). Es fundador y director ejecutivo del Institute for Public Accuracy, un consorcio estadounidense de investigadores y analistas de políticas. Sus columnas, que aparecen en el San Francisco Examiner y otros periódicos, son distribuidas por Creators Syndicate y están archivadas en Media Beat