1 de agosto del 2002
El crimen de Gaza – Anatomía de una atrocidad
Mitchell Plitnick
Jewish Voice for Peace
Traducido para Rebelión por Germán Leyens
Poco después de medianoche del 23 de julio, un jet de combate
F-16 hecho en EE.UU., pagado con dólares de los contribuyentes de EE.UU.
cedidos a Israel, lanzó una bomba teleguiada contra un edificio de departamentos
de la Ciudad de Gaza, para asesinar al jeque Salah Shehada, un dirigente del
ala militar de Hamás. Quince personas fueron matadas en el ataque, incluyendo
a Shehada y a su guardaespaldas. Que hayan muerto otras trece personas es un
crimen. Pero este hecho apenas toca la superficie. De las trece personas restantes,
nueve – NUEVE – eran niños. Niños con edades de 15, 11, 6, 5,
4 ½, 4, 4, 1 ½ años y de 2 meses. Es lo peor del crimen, pero no refleja
toda su dimensión.
Israel ha pretendido que este ataque fue un error, o un error de inteligencia.
Ha argumentado que hasta ocho intentos previos contra la vida de Shehada fueron
cancelados por el riesgo para civiles cercanos. Ha afirmado que los informes
de inteligencia indicaban que no habría civiles cerca de Shehada durante
este ataque. Pero el edificio en el que se encontraba Shehada no era un escondite
anónimo. Era su apartamento; sí, un apartamento, una unidad entre
varias. El ataque fue lanzado una hora o algo así después de medianoche,
contra un edificio de apartamentos, en un vecindario residencial de una, si
no LA más densamente poblada ciudad del mundo. ¿Y quieren que creamos
que la inteligencia israelí pensaba que no había civiles cerca?
Las declaraciones del ejército israelí después del ataque
deploraban que Shehada se haya rodeado de "escudos humanos". El portavoz del
ejército israelí dijo "Lamentablemente, es lo que puede suceder
cuando un terrorista utiliza civiles como escudos humanos y sus hogares como
sitios para refugiarse." Shehada estaba en su propio hogar, con su familia.
¿Puede alguien aceptar la noción de que un combatiente, o un criminal,
o cualquier tipo de persona buscada, sea responsable por el asesinato de su
familia y de sus vecinos simplemente por haber ido a su hogar? ¿Aceptaríamos
que la policía de nuestra comunidad, o incluso los militares si hubiera
una guerra de verdad, nos mataran junto con nuestros niños, porque nuestro
vecino, una persona buscada, sean cuales fueren sus crímenes, había
decidido volver a su apartamento? ¿O aceptaríamos la excusa de una falla
de la inteligencia que afirmara que de alguna manera no se había dado
cuenta de que habría civiles presentes en una calle residencial de Brooklyn
en la mitad de la noche? Argumentos semejantes serían descartados por
lo absurdo.
Pero esto tampoco cubre toda la extensión del crimen. Sólo un
día antes, el líder espiritual de Hamás, el jeque Ahmed
Yassin, había anunciado que Hamás estaría dispuesto a aceptar
un alto el fuego, incluyendo la interrupción de los ataques suicidas,
a cambio del retiro israelí de las áreas que habían estado
previamente bajo administración palestina según los acuerdos de
Oslo.
Parecía ser algo dramático, pero comprensiblemente un cambio de
dirección tan brusco era también algo sospechoso. Es decir lo
fue, hasta que Yediot Akhronot, el principal periódico israelí,
publicó un informe del corresponsal militar Alex Fishman (a quien nadie
podría jamás acusar de ser "pacifista" o simpatizante palestino),
diciendo que esta declaración fue hecha en relación con un acuerdo
realizado con la milicia Tanzim. Después de un prolongado período
de trabajo y de negociación entre diplomáticos europeos y dirigentes
militares palestinos, Tanzim había redactado una declaración renunciando
a toda violencia contra no-combatientes, y había conseguido algún
apoyo para esa idea, aunque puede haber sido muy tenue, de todos los demás
grupos paramilitares palestinos importantes, como lo demuestra la declaración
de Hamás. Según un informe publicado en Ha'aretz ayer,
EE.UU. también estaba informado y por lo menos involucrado de alguna
manera en esas conversaciones. ¿Podemos creer honestamente que Israel no sabía
nada al respecto, como se ha afirmado? ¿O que el momento del ataque, que produciría
con seguridad una inmensa cólera de los palestinos o que impediría
o que echaría a pique esa iniciativa de alto el fuego, es pura coincidencia?
Y el crimen no se detiene ahí. Las declaraciones de la mañana
siguiente de los dirigentes israelíes y estadounidenses no fueron ni
más ni menos que monstruosas. Ariel Sharon calificó la operación
de "gran éxito". Tal vez no se podía esperar otra cosa de Sharon.
Y tampoco de George Bush. Pero igual me enfurecí cuando escuché
al Presidente y a su portavoz diciendo que este ataque había sido sólo
"torpe". Algunos llegaron a interpretarlo como una crítica a Israel de
EE.UU. Pero la expresión "torpe" parece horrendamente ligera para describir
un ataque que destruyó seis edificios, mató a 13 inocentes, incluyendo
a nueve niños e hirió a más de cien otros, para asesinar
a un hombre. Estados Unidos fue aún más lejos. El mismo día
del ataque, la Cámara de Representantes aprobó un paquete de gastos
de casi 30.000 millones de dólares para la "guerra contra el terror,"
que incluía otros 200 millones de dólares para Israel (además
de la ayuda anual recibida por Israel), por una votación abrumadora de
397 contra 32. Cuando el Consejo de Seguridad de la ONU iba a comenzar a discutir
cómo responder al ataque de Israel contra Gaza, el equipo de EE.UU. puso
en claro que opondría su veto a cualquier resolución condenando
o incluso criticando a Israel, impidiendo así efectivamente toda posibilidad
del CSONU en respuesta a este crimen. Es la manera de proceder de George Bush,
el "conservador compasivo" y de Ariel Sharon, el "hombre de paz".
Israel pretende que Shehada estaba planeando un "ataque de mega-terror" antes
de morir. Es cierto que Shehada fue responsable por muchos ataques de Hamás,
pero lo conveniente con los asesinatos extrajudiciales es que Israel puede afirmar
lo que quiera sobre sus planes. En todo caso, es poco probable que si hubiera
existido la perspectiva de un ataque tan complicado, la muerte de un dirigente
pueda haber destruido tales planes. Y es seguro que el ataque mismo lleve a
más pérdidas de vidas israelíes, como siempre sucede en
casos parecidos.
La idea de que este ataque haya salvado algunas vidas israelíes puede
ser vendida mejor a los que están en el mercado de construir un puente
entre Brooklyn y Manhattan. Al contrario, este ataque torpedeó una posibilidad
de lograr algún progreso en la detención del derramamiento de
sangre en Israel y Palestina, y por ello costó mucho más que las
15 vidas destruidas en el ataque propiamente tal.
La historia del ataque en Gaza es de muchas manera un microcosmo del conflicto
en su conjunto. Es un caso del propósito de la guerra y de la violencia,
deliberada, asfixiando un destello de esperanza bajo el falso disfraz del interés
nacional. Pero, peor aún, es otra manifestación de cómo
EE.UU. continúa no sólo tolerando semejantes atrocidades, sino
posibilitándolas, mediante su financiamiento y la protección diplomática.
Israel no puede continuar su ocupación, y sus atrocidades concomitantes
contra palestinos e israelíes, sin ese financiamiento y esa protección.
EE.UU. es cómplice tanto antes como después de la realización
de este horrendo crimen, y sólo sus ciudadanos pueden sancionar a este
gobierno por su conducta ilegal, inmoral e inaceptable.
*Director de Jewish Voice for Peace