23 de agosto del 2002
Condiciones a la ayuda para el desarrollo en Ghana
John Pilger
www.znet.org
Clare Short es una experta autopromocionándose en los medios de
comunicación. Es la "rebelde" del gabinete de Blair, un diamante en bruto
que critica vehementemente a "los privilegiados de clase media" que desafían
los dictados del Banco Mundial, del cual ella es una de las gobernadoras.
En realidad, Short es de un valor incalculable para Tony Blair ya que proporciona
la ilusión de un gobierno para el pueblo (cuando no está apoyando
el bombardeo de civiles en Afganistán o denigrando a organizaciones humanitarias
u otros que cuestionan las políticas occidentales). Su compromiso expresado
en numerosas entrevistas de acabar con la pobreza mundial desde el orwelliano
Departamento para el Desarrollo Internacional (Department for International
Development, DFID) que dirige es contradicho por un simple dato estadístico:
Gran Bretaña destina tan sólo el 0'3 por ciento de su P.N.B. como
ayuda a los países más pobres, lo que representa menos de la mitad
del mínimo establecido por Naciones Unidas. Short se ha negado a concretar
cuándo o si esta cantidad será incrementada.
El verdadero compromiso de Short es con una economía global dirigida
por el todopoderoso capital occidental y se ejemplifica en su proyecto de "desarrollo"
en Ghana. Su departamento ha dicho al gobierno ghanés que sólo
recibirá ayuda monetaria para un proyecto hídrico si se lleva
a cabo una privatización efectiva del suministro de agua, dando la oportunidad
así a las corporaciones británicas y otras multinacionales de
ganar una fortuna.
Mientras tanto, la mitad de la población de Ghana carece de suministro
regular de agua potable y los niños se mueren debido a enfermedades que
se transmiten a través del agua. Desde que el "convenio de colaboración"
entre compañías públicas y privadas fue anunciado las facturas
del agua de los pobres han aumentado drásticamente con el fin de que
la industria del agua sea "competitiva" y pueda ser ofrecida en venta. El Consejo
Cristiano de Ghana afirma que "privatizar el agua es como firmar una sentencia
de muerte para los pobres de las ciudades y el campo de Ghana, porque no pueden
pagar por ella".
En octubre pasado, Christian Aid publicó un soberbio informe, Master
or Servant (Amo o Criado), cuyo capítulo "Comerciando con oro blanco:
¿Quién decide la política del agua en Ghana?" mostraba cómo
la ayuda británica sigue condicionada a la obtención de beneficios
económicos. También revelaba que el departamento de Short había
congelado los fondos para la expansión del suministro de agua en la ciudad
ghanesa de Kumasi hasta que todos los contratos de arrendamiento de los suministros
de agua del país fueran firmados. "De hecho", afirma Christian Aid, "el
Reino Unido está reteniendo los fondos para la fase final de un proyecto
que ampliaría el abastecimiento de agua como un arma para imponer a toda
costa un convenio de colaboración cuyos frutos pueden ser muy distintos".
El 20 de marzo, Clare Short escribió una carta prototipo a la diputada
Anne Campbell en la que arremetía contra el estudio de Christian Aid
calificándolo de "inexacto y engañoso" y sostenía que "el
gobierno del Reino Unido no tiene influencia alguna en la selección de
los participantes del sector privado" y que "toda la infraestructura del suministro
de agua seguirá perteneciendo al sector público". Ninguna de las
dos afirmaciones es cierta. Es ella quien nos está engañando.
Cinco meses antes, un alto oficial del departamento de Short, responsable de
las privatizaciones del agua, escribió lo siguiente en una nota interna:
"En un acuerdo entre el DFID y el gobierno de Ghana, el envío de estos
fondos fue condicionado al recibimiento del registro de ofertas para los contratos
de arrendamiento dentro del convenio de colaboración con el sector privado".
No es necesario recordar a los lectores que "los convenios de colaboración"
son el tenue velo tras el que se oculta la dominación de los servicios
públicos por parte del gran capital. Así, en contra de los deseos
de la mayoría de los londinenses, el metro está siendo entregado
de hecho a compañías privadas que harán miles de millones,
algo que es justificado con los mismos argumentos falaces utilizados en Ghana.
El control sobre el agua de Ghana ha sido transferido al Secretariado para la
Reestructuración del Sector de Aguas, el cual, aunque forma parte del
Ministerio de Obras Públicas, es financiado y dirigido en la práctica
por el Banco Mundial junto con el DFID británico y el Fondo de Cooperación
Económica Internacional japonés. El Banco Mundial paga los salarios
del personal mientras que el DFID ha destinado 2,8 millones de libras, según
un estudio de la Universidad de Strathclyde (Escocia), en concepto de "asistencia
técnica para el proceso de privatización".
Por si fuera poco, el departamento de Short ha contratado al conservador Instituto
Adam Smith, que aboga por "una gestión corporativa bajo una regulación
mínima", en calidad de consejero para la nueva industria hídrica
de Ghana.
Cuando el actual gobierno de Ghana se encontraba en la oposición protestaba
contra la monopolización del agua por parte de compañías
extranjeras. La mayoría de los ghaneses con un mínimo de conciencia
social saben que sólo un suministro de agua potable integral beneficiaría
a la mayoría. Pero la cancerígena obsesión con la ideología
del "libre mercado" es tal entre aquellos que -cualesquiera que sean las máscaras
políticas tras las que se ocultan- se pelean por las migajas en las mesas
de los ricos y poderosos, que a un país como Ghana, con una necesidad
desesperada de capital, no le quedan muchas opciones. Los activistas que se
resisten al robo del agua del pueblo, aquí y en Ghana, merecen nuestro
apoyo.