25 de agosto del 2002
El imperio en acción
Alberto Piris
La Estrella Digital
El jueves pasado, la preocupación por el bienestar del pueblo
iraquí alcanzó, por fin, al Mando Central de las FAS de EEUU,
el que dirige estratégicamente todas las operaciones militares en Asia
y Oriente Próximo.
No se vea en esto un comentario irónico debido a que ese mismo día
murieron cuatro inocentes civiles iraquíes como consecuencia de uno más
de los reiterados bombardeos de la aviación norteamericana y británica.
Nada de eso. Ese día, a decir verdad, el Departamento de Estado norteamericano,
de acuerdo con el Pentágono, hizo una oferta a diversas organizaciones
no gubernamentales (ONG) norteamericanas que trabajan en Oriente Próximo
a fin de repartir entre ellas fondos suficientes para que pudieran gestionar
una posible catástrofe humanitaria dentro de Irak y, también,
por la afluencia de refugiados iraquíes en algunos países vecinos.
¿Es que se anuncian devastadoras inundaciones como acaba de ocurrir en
Centroeuropa? ¿O es que, arrepentidos por fin del prolongado sufrimiento al
que vienen sometiendo a los iraquíes, se aprestan a derramar sobre ellos
una ingente ayuda humanitaria que les resarza de tantos padecimientos? Pues
tampoco es eso. Lo que ambos órganos de la Administración Bush
pretenden es que las ONGs puedan instalar, en Irak y otros países, campamentos
de refugiados con los debidos servicios logísticos, sanitarios y alimenticios
a los que puedan acudir los aterrorizados supervivientes de las nuevas matanzas
aéreas que EEUU y su fiel aliado británico desencadenen sobre
territorio mesopotámico, en cuanto al presidente Bush le parezca oportuno.
Un miembro de una de las ONGs implicadas mostraba así sus dudas:
"Parece raro que una parte del Gobierno (de EEUU) esté dispuesta a hacer
llover 6,6 millones de dólares sobre un territorio gobernado por un enemigo
declarado (Sadam Husein) y que otra parte del mismo Gobierno esté planeando
una guerra para destruir a ese enemigo". Entre algunas ONGs se extiende la opinión
de que solicitar la ayuda ofrecida por el Pentágono es un modo de propiciar
el ataque norteamericano contra Irak y se muestran reticentes ante la oferta.
Ese mismo jueves —que produjo tantas noticias estrechamente relacionadas
entre sí— la inefable Condoleezza Rice, consejera de Seguridad Nacional
del presidente Bush, insistía en que la eliminación de Sadam tenía
todos los pronunciamientos favorables desde el punto de vista moral. En unas
declaraciones a la BBC pronunció la frase que ha dado la vuelta al mundo:
"Ciertamente, no podemos permitirnos el lujo de no hacer nada". Para aclarar
tan sibilina expresión recordó que el presidente iraquí
es "un hombre malo que, dejado a sus anchas, traerá otra vez el caos
a su propio pueblo, a sus vecinos y a todos nosotros si dispone de armas de
destrucción masiva y de los medios para lanzarlas".
De donde —deducen en Washington— más vale condenar al pueblo iraquí
a un caos controlado, es decir, bombardeos masivos combinados con ayuda humanitaria
(fórmula de sabor netamente norteamericano), en vez del previsible caos
general que el dictador de Bagdad parece dispuesto a desencadenar, según
los informes oficiales.
Aunque, para caos, el que en seguida crearía Israel, de acuerdo
con otros informes, en caso de ser atacado por Irak, pues se supone que, en
respuesta, utilizaría con toda probabilidad sus armas nucleares.
Así que, en resumen, el encadenamiento de los hechos previsibles
es el siguiente:
1) El presidente Bush sigue decidido a derribar a Sadam Husein por la fuerza
de las armas, mediante un ataque preventivo.
2) Como esa ofensiva generaría una grave situación humanitaria
en Irak y países vecinos, se ofrecen recursos económicos a las
ONGs para que ayuden a aliviar la catástrofe.
3) Es probable una reacción iraquí contra Israel, aunque no se
lleguen a utilizar armas de destrucción masiva, igual que ocurrió
en la Guerra del Golfo.
4) Por último, Israel anuncia que, al contrario que en dicha guerra,
no permanecerá pasivo y responderá, incluso con armas nucleares,
si el ataque iraquí es suficientemente peligroso.
A pesar del caótico panorama que presentan las cuatro suposiciones
anteriores, el iluminado inquilino de la Casa Blanca, arrastrado por su personal
cruzada antiterrorista y aconsejado por un cohesionado equipo de fanáticos
de la guerra, en el que la consejera Rice ocupa un papel destacado, está
decidido a salirse con la suya, ignorando al resto del mundo. Al fin y al cabo,
sigue los recientes consejos de un individuo de tanto ascendiente moral como
el premio Nobel de la Paz, Henry Kissinger. Éste acaba de escribir que
EEUU debería dejar de respetar algo ya tan caduco como son las soberanías
nacionales y "asumir sin complejos la dirección de un imperio mundial".
En eso están.
Alberto Piris
General de Artillería en la Reserva
Analista del Centro de Investigación para la Paz (FUHEM