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26 de julio del 2002
Ruanda: el pueblo juzga a los acusados de genocidio
La verdad, a prueba
Emmanuel Goujon
Masiosare
Ante la sobrepoblación de las cárceles ruandesas y la incapacidad
de los mecanismos de justicia convencionales (decenas de miles de detenidos
acusados de participar en el genocidio de 1994 están en espera de juicio),
las autoridades decidieron poner en marcha una nueva experiencia judicial, inspirándose
en una antigua costumbre: la gacaca. A partir del pasado junio, cada una de
las mil colinas de este pequeño país de Africa Central podrá
servir de tribunal. La gacaca –el césped en donde, antes de la colonización,
se sentaban los sabios del pueblo para arreglar los conflictos locales– presupone
que, enfrentados a sus familiares y vecinos, los genocidas confesarán.
Esta experiencia única en términos de crímenes contra la
humanidad prevé que los ruandeses, en un deseo de reconciliación
y de catarsis colectiva, dirán la verdad sobre los hechos que se llevaron
a cabo durante los sangrientos días de 1994
KIGALI, RUANDA. No es raro cruzarse en los caminos ruandeses con
una comitiva de campesinos vestidos color de rosa regresando de los campos aledaños,
las herramientas al hombro, escoltada por un gendarme que camina con desgano.
En Ruanda, el rosa se ha vuelto el color de los prisioneros, la mayoría
de los cuales están acusados de haber participado en el genocidio de
1994 que causó, según el gobierno de Kigali, más de un
millón de muertos entre los tutsis y los hutus moderados. Hoy, ocho años
después de las masacres con machetes, las cárceles ruandesas cuentan
con más de 105 mil detenidos, de los cuales la mayoría están
en espera de un juicio por su participación en el genocidio.
Confrontadas a esta sobrepoblación en las cárceles, las autoridades
decidieron poner en marcha una experiencia judicial de un nuevo género,
inspirándose en una antigua costumbre local. La gacaca (pronúnciese
"gachacha") va a transformar a cada una de las mil colinas de este pequeño
país de Africa Central en un tribunal. "La gacaca es una innovación
en materia de justicia. Nunca antes se ha intentado, y el objetivo es arreglar
el problema del alto número de sospechosos de genocidio que actualmente
están en la cárcel por genocidio", explica el presidente Paul
Kagame. "Esto también tiene que ver con la reconciliación. Y estamos
ansiosos de ver si obtendremos los mejores resultados con la gacaca en términos
de reducción del número de prisioneros, pero también en
términos de reconciliación y de perdón", añade Kagame.
Mil colinas, 11 mil jurisdicciones
La mayoría de los ruandeses comparten las inquietudes del general Kagame.
La gacaca es una verdadera experiencia, en el sentido científico de la
palabra. Parte de la hipótesis de que, confrontados a sus familiares,
a sus vecinos y a sus amigos, los genocidas confesarán. Esta experiencia
única en términos de crímenes contra la humanidad, prevé
que los ruandeses, en un deseo de reconciliación y de catarsis colectiva,
dirán la verdad sobre los hechos que se llevaron a cabo durante esos
100 sangrientos días de 1994. En kinyarwanda, se le dice gacaca al césped
en donde se instalaban los sabios del pueblo antes de la colonización,
para arreglar las sencillas diferencias entre familias y los conflictos locales
sobre las tierras o el ganado. Hoy en día, las gacaca representan una
alternativa a la justicia convencional y a la justicia internacional que no
han permitido todavía arreglar lo contencioso del genocidio.
El proceso de instalación de las gacaca comenzó en 1999. Toda
la población mayor de edad es invitada a participar en las gacaca como
testigos, en su contra o a favor, y también como jueces o parte. En total,
258 mil 157 "sabios" fueron elegidos entre la población. En promedio,
habrá cerca de 11 mil jurisdicciones, con 164 jueces por sector, los
cuales durante seis semanas recibieron una capacitación impartida por
780 juristas. "La operación es enorme y nos enfrentamos a muchos desafíos.
El primero concierne a los recursos, humanos y materiales, y el segundo a la
logística. Debido a que tendremos jurisdicciones en todos los niveles
administrativos, debemos poder coordinar, supervisar y dar seguimiento a todas
estas jurisdicciones. Necesitamos vehículos para el traslado de los detenidos
y de los jueces, necesitamos prever lugares de alojamiento para los prisioneros…
Es un problema gigantesco", reconoce Aloysie Cyanzayire, vicepresidenta de la
Suprema Corte y a cargo del Departamento de las Gacaca.
Las gacaca deberían permitir la rápida liberación de miles
de prisioneros clasificados en las categorías tres y cuatro de genocidas
–los que no cometieron ningún crimen sanguinario, ninguna violencia sexual
y que no planearon el genocidio– que en su mayor parte están encarcelados
desde hace ya más de ocho años y cuyas sentencias no serán
mayores a algunos trabajos sociales. Las otras dos categorías, las que
involucran la pena de muerte, están a cargo del sistema judicial ruandés
clásico o del Tribunal Penal Internacional para Ruanda con base en Arusha
en Tanzania.
żUn primer paso hacia la reconciliación?
"La población, ya sean sobrevivientes o detenidos, tiene miedo, se podría
pensar que hubiera sido necesario más tiempo para hacer una labor de
sensibilización, pero al mismo tiempo, no podemos quedarnos con tantas
personas encarceladas", afirma Klaas De Jonge, antropólogo de la ONG
Penal Reform International en Ruanda. "Necesitaríamos al menos 100 años
para juzgar a todas las personas en los tribunales clásicos y una amnistía
general es política y socialmente imposible. La gacaca es, por el momento,
la mejor acción que se puede llevar a cabo en materia de justicia", estima
De Jonge. En cuanto a la reconciliación, De Jonge explica que "necesitamos
mucho más tiempo. La reconciliación no depende sólo de
la gacaca sino también del desarrollo global de la sociedad, por ejemplo,
a nivel económico. La gacaca representa el primer paso hacia la reconciliación".
También se plantean algunas inquietudes sobre la protección de
los testigos. No sólo por su seguridad, sino también por sus vidas
después de la gacaca. El caso de las mujeres que fueron violadas, ilustra
bien el dilema que plantean estas jurisdicciones populares, ya que las víctimas
deberán revelar los maltratos a los que se vieron sometidas, delante
de sus vecinos, sus amigos y sus familiares. Frente al riesgo de desviaciones,
la Comisión Nacional Ruandesa de Derechos Humanos está muy vigilante.
"Pusimos en marcha un programa de observación de las jurisdicciones gacaca,
tanto en su fase de preparación como en su fase de funcionamiento y también
tenemos pensado hacer un seguimiento posterior para ver cómo se aplicarán
las sentencias", confía Gasana Ndoba, presidente de la Comisión.
"Hay riesgos de desviaciones como en cualquier empresa nueva de esta magnitud:
el primero es sobre la eventual incompetencia de los jueces, puesto que no se
trata de profesionales del derecho, aunque hayan recibido capacitación;
en cuanto a la protección de las personas, se tomaron medidas serias",
precisa Ndoba.
Del lado de los que se salvaron del genocidio, el ambiente no es entusiasta.
Antoine Mugesera, presidente de la principal asociación de sobrevivientes,
Ibuka ("acuérdate" en kinyarwanda), no duda en decir que "no tuvimos
otra opción. No tenemos otra alternativa, por lo tanto, en principio,
estamos de acuerdo con las gacaca. En la práctica, existen muchos problemas,
en específico el de la verdad: la gacaca se basa en la idea de que la
gente va a decir la verdad, pero si no lo hacen entonces será un fracaso.
Luego, está el asunto de la seguridad de las víctimas que viven
en un ambiente hostil", explica Mugesera.
De cualquier manera, el desafío vale la pena: si la gacaca no trae consigo
la reconciliación, si no es más que un compromiso con la justicia
y que plantea inquietudes, sigue siendo la única solución para
un país en el cual las heridas del genocidio están lejos de curarse.
(Traducción: Jean Sebastian Seguin)