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15 de julio del 2002
De cómo Bush desistió de buscar la paz
Robert Fisk
La Jornada
George Bush junior se dio por vencido. Después de haber lanzado
bravatas desde Washington para luego bajar la cabeza cuando el primer ministro
israelí, Ariel Sharon, desobedeció sus órdenes. Después
de todas las veces que quiso intimidar al líder palestino, Yasser Arafat,
y después de haber expresado todas sus "visiones" de un Estado palestino,
el presidente Bush tiró la toalla hace unas semanas.
No habrá conferencia de paz para Medio Oriente en el futuro cercano,
ni tampoco un intento serio para frenar el conflicto entre israelíes
y palestinos, ni un tímido quejido por la tragedia de esta región
saldrá de este hombre que emprendió la "guerra por la civilización",
la "guerra contra el terror", la "guerra sin fin", o como dijo más recientemente,
la "titánica guerra contra el terror". El señor Bush, según
se dignó a informarnos su ininteligible vocero, Ary Fleischer, "ha llegado
a algunas conclusiones y -esto es lo más gordo-, cuando el presidente
lo considere conveniente, lo dará a conocer".
Adoro esa imagen, en la que este cada vez más incompetente estratega
en asuntos de Medio Oriente aparece aquilatando en silencio, como Federico el
Grande, las op-ciones que afectarán el derecho al retorno de 3 millones
de refugiados palestinos, el futuro de Jerusalén y el continuo crecimiento
de asentamientos judíos en los territorios ocupados, sólo para
llegar a la conclusión de que estos importantes temas de Estado no deben
ser del conocimiento de su leal pueblo.
Después de sermonear al patético y pedante Arafat sobre su obligación
de proteger a Israel, sólo fue necesario que un proyectil israelí
estallara en un mercado palestino atestado -otro de esos famosos "errores" israelíes-
para lograr que Bush se ca-llara otra vez.
En junio pasado Bush tuvo otra de sus famosas "visiones". Estas comenzaron a
aparecer el otoño pasado, cuando tuvo la "visión" de un Estado
palestino conviviendo al lado de Israel. Esta visión particular coincidió,
casualmente desde luego, con sus esfuerzos para lograr que los estados árabes
no protestaran cuando Estados Unidos estaba bombardeando al más pobre
y arruinado país musulmán del mundo.
Este sueño quedó olvidado durante unos meses hasta que, a principios
de este año, el vicepresidente estadunidense, Dick Cheney, realizó
una gira por Medio Oriente para tratar de obtener el apoyo árabe para
otra guerra contra Irak. Los árabes intentaron decirle a Cheney que en
esos momentos ya había una pequeña y dramática guerra en
la región. ¿Y qué pasó entonces? Que Bush volvió
a experimentar una de sus famosas visiones.
Pero ahora, sin embargo, después de seis visitas a Estados Unidos de
Ariel Sharon, y luego de que Bush fue totalmente ignorado por los israelíes
cuando exigió un cese inmediato de la invasión israelí
de Cisjordania y el levantamiento de los cercos im-puestos en torno a las ciudades
palestinas, el presidente tuvo otra visión más que, digamos, era
una versión diluida de la primera. Ahora sueña con un Estado palestino
interino.
Es un indicio de lo obedientes que se han vuelto los periodistas estadunidenses
el hecho de que ni un solo periódico estadunidense haya notado lo flagrantemente
absurda que es esta idea. Los grandes diarios de Estados Unidos -y me refiero
a su volumen físico, no a su contenido- pontificaron de manera tediosa
sobre la división de posturas que existe dentro del gobierno estadunidense
sobre la situación en Medio Oriente.
En todo caso, los periodistas se preguntaron si existe realmente una política
para Medio Oriente. No la hay, desde luego. Pero las ideas del gobierno estadunidense,
sin importar cuan huecas o simplemente risibles puedan ser, siguen siendo tratadas
como si fuesen sagradas, tanto por la prensa escrita como por la televisión.
¿Qué diablos significa, por ejemplo, "in-terino"? Noté que en
los días que siguieron a la difusión de la idea de Bush, "interino"
se convirtió en "provisional", que es una versión aún más
miserable de la visión original. Me recordó cuando Madeleine Al-bright
hizo la maravillosa propuesta de que los palestinos debían estar contentos
porque se les ofreció "una especie de soberanía" sobre algunas
zonas árabes del este de Jerusalén.
¿Pero qué implica lo interino? Talal Salman, editor del diario As Safir,
de Beirut, escribió la semana pasada que el Estado interino prevé
"un Estado provisional edificado en un territorio segmentado como un panal",
en el que cada ciudad, poblado y campamento de refugiados quedará aislado
por una "muralla de tanques, así como por puntos de control tanto fijos
co-mo movibles, donde todo estará siempre bajo vigilancia de helicópteros,
con escuadrones de la muerte monitoreando las in-tenciones y los sueños,
y colocando en su mira a todo aquél a quien descubran -o de quien sospechen,
o de quien se especule- que podría tener materiales explosivos en la
sangre".
Un Estado provisional es una innovación de la que nunca nadie ha oído
jamás. Es un Estado sin relación alguna con su territorio o su
pueblo. Todos los demás estados son permanentes. Pero el Estado palestino
será el primero de este tipo, según Bush, y por tanto, el papel
que juega o su existencia pueden suspenderse en un día o en un año,
si para entonces ya no resulta útil. No es necesario asignarle un territorio
-al fin que es interino- y por esto le serán negadas instituciones permanentes
como un ejército (eso ni pensarlo), el lujo de la independencia o de
la soberanía o de una economía o de relaciones exteriores. Estos
serán lujos reservados a Israel.
Y ante la ausencia de liderazgo por parte de Bush, Sharon podrá hacer
lo que le plazca. Puede cavar zanjas y alfombrar la zona con alambre de púas
hasta que el mapa de Cisjordania se asemeje a una tierra cubierta de ampollas
y, además, con una viruela de asentamientos y aldeas ro-deadas. Mientras
las ideas locas recorren Washington, en Israel puede discutirse con toda seriedad
la expulsión total de la po-blación palestina. Ahora Nathan Lewin,
un importante abogado de Washington y líder de la comunidad judía,
está llamando a que sean ejecutados los familiares de los atacantes suicidas.
Sus palabras exactas fueron las siguientes: "Si la ejecución de algunas
familias de bombarderos suicidas salva la vida de un número igual de
potenciales víctimas civiles, este intercambio es, a mi juicio, éticamente
permisible. Se trata de una política nacida de la necesidad".
Obviando por un momento la imbécil ló-gica de esta propuesta -porque
si alguien ya está dispuesto a matarse, la posibilidad de que eliminen
a su abuelita y a sus hijos no va a tener ningún efecto-, hay que decir
que de la idea surgen preguntas inquietantes: ¿Quién debe ser el primero
en morir en la familia de un atacante suicida? ¿Si el atacante tiene tres hijos,
a cuántos hay que matar? ¿Al mayor o al menor? ¿O mejor a todos de una
vez?¿Habrá una edad mínima para ser ejecutado? ¿Es un niño
de cinco años lo suficientemente mayor para ser co-locado frente a un
pelotón israelí de fusilamiento? Sería muy difícil,
incluso para el señor Lewin, explicar por qué un bebé de
tres meses debe ser ejecutado. ¿O sólo se mataría a hombres? ¿O
tal vez sólo a las esposas y hermanas mayores?
Simplemente hacer estas preguntas de-muestra las profundidades obscenas hasta
las que se ha hundido esta guerra terrible. En una medida que merece todo reconocimiento,
la comunidad judía estadunidense ha condenado las fantasías de
Lewin.
Es necesario también reflexionar en el hecho de que los bombarderos suicidas
palestinos ni siquiera se hacen estas preguntas, pues se consideran verdugos,
los verdugos de familias israelíes completas. La inmolación de
sus propias vidas no ex-cusa el hecho de que durante sus últimos momentos
ellos ven al bebé israelí que está en una carreola y con
su madre, a la familia israelí que come pizzas una calurosa tarde de
miércoles, al anciano que celebra en una fiesta religiosa, y a todos
los que serán sus víctimas. La muchacha palestina de 17 años
que se hizo explotar para matar a una joven israelí de 16 años
sigue siendo un impresionante ejemplo de la juventud destruyendo a la juventud.
Y en medio de estos horrores, ¿qué obtenemos del señor Bush? Dilaciones,
ofuscación. Un vago plan -revelado por el siempre dócil New York
Times- sugería que los niños y niñas de Bush iban a ignorar
el "derecho al retorno" de los refugiados pa-lestinos, iban a dejar que palestinos
e is- raelíes se hicieran bolas con las negociaciones sobre el estatuto
definitivo de Jerusalén y los asentamientos, para dedicarse -y esto es
lo más ridículo- a "encontrar un nuevo lenguaje" para aproximar
las interpretaciones que Israel y Palestina dan a la resolución 242 del
Consejo de Seguridad de la Organización de Naciones Unidas.
Esta es la resolución primordial, por su-puesto, que llama a Israel a
retirarse de te-rritorios que ocupó en la guerra de 1967, a cambio de
la seguridad de todos los estados de la zona. Los israelíes aseguran
que ellos pueden apropiarse de las tierras que quieran porque la resolución
no es específica, ya que habla de "territorios" y no de "los territorios".
Afirman esto a pesar de que la resolución dice claramente que un Estado
no puede adueñarse de tierras me-diante una conquista militar.
De alguna manera sería adecuado que a medida que la guerra israelí-palestina
se vuelve más candente, este débil y vacilante Bush agote su tiempo
en un debate sobre semántica. ¿Y si en vez de "los" territorios, ponemos
"algunos"? ¿Debe Palestina ser "provisional"? ¿O debe Bush ser un presidente
interino?
©The Independent
Traducción: Gabriela Fonseca