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15 de junio del 2002
"Les hice un estadio en medio del campo"
Tsadok Yeheskeli
Yediot Aharonot
Traducción para Rebelión de Germán Leyens
Moshe Nissim, apodado el "Oso Kurdo," el operador de aplanadora que fue el terror de los habitantes del campo de refugiados de Yenín, habla sin inhibiciones de su momento de gloria.
"Penetré en Yenín impulsado por la locura, la desesperación, sentía que no tenía nada que perder. Incluso si me 'dieran', no importa. Le dije a mi mujer: "¡Si me sucede algo, por lo menos alguien se preocupará de ti!
"Comencé mi servicio de reserva, en las peores condiciones posibles. Tal vez sea el motivo por el que me importaba un comino. Ni los explosivos, ni los disparos. Mi vida había sido una mierda durante el año y medio anterior. Durante casi medio año me habían suspendido de mi trabajo como inspector superior de la municipalidad de Jerusalén. Trabajé ahí durante 17 años, hasta ese día maldito, el 20 de enero, exactamente el día en que cumplí 40, cuando vino la policía y me detuvo. Dijeron que se sospechaba que yo y mis colegas en la unidad de inspección habíamos recibido sobornos de contratistas y de otros propietarios de negocios, que, en realidad, éramos un grupo de corruptos.
"Es una terrible injusticia. Soy un tipo muy amistoso, y en este trabajo te mezclas con la gente a la que inspeccionas. ¿Pero coimas? ¿Yo? Tengo deudas de cientos de miles de shekels desde mucho antes de todo este asunto. Si hubiera aceptado coimas, tendría dinero, pero ni pude pagarle al abogado. Desde entonces estoy suspendido. Mi mujer también fue despedida, y tengo cuatro niños que mantener.
"Ése no fue el primer golpe. Unos pocos meses antes, tuve una mala herida en la espalda, mi mujer fue despedida, a mi hijo lo atropellaron y tuvo que ser operado para salvarle la pierna. Ahora está bien, pero su gran sueño, y el mío, de que llegara a ser jugador de fútbol en el equipo Beitar Jerusalén [un equipo de fútbol en Jerusalén, conocido por el entusiasmo de sus hinchas], ese sueño ha, probablemente, desaparecido para siempre. Una lástima. De verdad que tenía talento. Ya le he prometido que lo voy a meter en el equipo infantil del Beitar.
"Durante dos años, ha sido un golpe tras el otro. No tengo un centavo, pero adoro a la gente. No puedo ser indiferente. Durante cada día de fiesta distribuyo paquetes de alimento para los necesitados. Lo mismo en Pascua. Anduve corriendo como un loco. Y justo entonces, comencé a recibir llamados telefónicos de los muchachos: 'Kurdo', me dijeron, 'nos están llamando a todos a la reserva, pero a ti no.'
"La verdad es que comprendí a mis comandantes. ¡Eh!, ya he estado cumpliendo con mi deber de reservista durante 18 años, y fui un inútil. No hice nada más que causar problemas. Durante mi servicio regular obligatorio estuve constantemente preso, porque me negué a ser un electricista para vehículos. En mi unidad también, en la unidad de bulldozers, se suponía que fuera electricista, pero, en realidad, no hice nada, sólo molestar. Iba a la unidad y lo primero que hacía era comenzar un juego de naipes, descorchar una botella. Si algún oficial se atrevía a enviarme a que hiciera la guardia, lo mandaba a él primero. Kurdo siempre hacía lo suyo. Si me sentía con ganas de ir a un match de fútbol del Beitar, o de irme a casa, no había quién me detuviera. Simplemente hacía partir el coche y me iba.
"La verdad es que ni me conocen. Cuando me dan alguna responsabilidad puedo actuar de manera diferente. En el desastre del "Versailles" [cuando un piso se derrumbó en la Sala Versailles de Jerusalén en enero de 2001 durante un matrimonio y causó la muerte de unas 25 personas] yo estuve a cargo del equipo de inspección en el terreno. Cuando me vio uno de los tipos de mi unidad militar, se sorprendió. Dijo: "¡En el ejército no eres capaz ni de atarte los cordones de los zapatos, y aquí eres un gran jefe!
"La verdad es que cuando termino por decidirme a hacer algo, soy un tipo obstinado. Me empeño hasta el final. Esta vez fue uno de esos momentos. ¿Qué no hice para que me llevaran? Envié a los muchachos a que forzaran la mano del comandante del batallón, llamé por teléfono al comandante de la compañía, los volví locos. "Prometo trabajar", rogué al comandante del batallón. Por fin aceptó que me iba a dar una oportunidad. Me dije: "Kurdo, no puedes desilusionarlos. ¡Basta de hacer el loco!"
El que habla es Moshe Nissim, AKA "Moshe Nissim Beitar Jerusalén". En el campo de refugiados de Yenín, lo llamaron por la radio militar: "Oso Kurdo". [Kurdo por kurdo, porque es el nombre que él prefería y "oso" porque es el código para operadores de bulldozers. No hubo ni un solo soldado en Yenín que no oyera su nombre. El Oso Kurdo era considerado el operador más devoto, valiente y probablemente el más destructivo. Un hombre, con el que debiera conversar el comité de investigación del campo de Yenín,.
Durante 75 horas, sin interrupción, estuvo en el inmenso bulldozer, con explosivos reventando a su alrededor, y demolió una casa tras la otra. Su historia, que relata abiertamente y sin inhibiciones está lejos de ser una heroica historia de guerra normal. Parece que no le otorgarán medallas por ella. [En realidad, su compañía terminó por recibir una mención por servicio extraordinario. GS]
La experiencia
"Lo divertido es que ni sé cómo manejar el D-9. Nunca he sido un operador. Pero les rogué que me dejaran aprender.
"Antes de ir a Nablús, les pedí a algunos de los muchachos que me enseñaran. Estuvieron conmigo durante dos horas. Me enseñaron como conducir hacia delante y aplanar una superficie. Lo aprendí sin problemas y les dije: "Eso es, échense a un lado y déjenme trabajar." Lo mismo pasó en Yenín. Nunca había demolido una casa antes, ni siquiera un muro. Me subí al D-9 con un amigo mío, un yemenita. Lo dejé trabajar una hora, y le dije, 'OK. Ya sé.'
"Pero la cosa real comenzó el día en que mataron a 13 de nuestros soldados en ese callejón del campo de refugiados de Yenín.
"Cuando me llevaron, yo sabía que nadie quería trabajar conmigo. Tenían miedo de subirse al bulldozer conmigo. No sólo por mi reputación de alborotador, sino también de alguien que no conoce el miedo, y tenían razón. Sabían que no tenía miedo, que me importaba un comino, y que puedo ir a cualquier parte, sin hacer preguntas, sin una escolta de tanques o de vehículos blindados o cualquier cosa. Una vez, en Yenín, yo dejé el tanque que nos escoltaba por todas partes. Quería dar una vuelta por el campo, ver lo que estaba sucediendo. Gadi, el otro operador que estaba conmigo, casi se desmaya. Comenzó a enojarse: 'Vuelve,' gritó, '¡no tenemos escolta!', pero yo tenía que conocer mejor el lugar, encontrar una salida, por si la necesitábamos. No tenía miedo de morir. Por lo menos estaba asegurado. Le hubiera ayudado a mi familia.
La bandera
"Cuando llegamos al campo, los D-9 ya estaban esperando. Los habían llevado desde Nablús. Me subí al D-9L, el grande, yo y el yemenita, mi socio. Lo primero que hice fue atar la gran bandera del equipo de fútbol Beitar. La había preparado de antemano. Quería que mi familia me pudiera identificar. Les dije a mi familia y a los chicos: 'van a ver a mi bulldozer en la televisión. Cuando vean la bandera del Beitar, ése soy yo'. Y es exactamente lo que sucedió.
"Sé que suena como cosa de locos, pero para mí, atar esa bandera fue algo completamente natural. Como comer. Mire, tengo este collar del Beitar alrededor de mi cuello. Nunca me lo saco. Ni yo, ni los chicos. Llevo las banderas del Beitar doquiera voy. Mire mi coche, está todo cubierto con estas banderas. Es como soy. Siempre voy a los partidos de fútbol del Beitar, en una galabia del Beitar [una vestimenta masculina árabe, GS], y con un gran tambor de los kurdos del Kastel [un barrio de Jerusalén]. Una vez, después de nuestro primer campeonato nacional, viajé sobre el techo de un coche, llevando el tambor hasta llegar a Jerusalén.
"El Beitar es una manía de mi cerebro. No hay otra forma de explicarlo. Después de mi familia es lo más importante en mi vida, y lo único que me puede matar. En Yenín, no tuve miedo ni un solo instante, pero ahora no puedo ir a partidos del Beitar durante medio año. El suspenso me mata, y tengo miedo todo el tiempo de que me dé un ataque al corazón. Algunas veces, puedo caminar alrededor del 'Teddy' [el principal estadio de Jerusalén, GS] con un ticket en la mano, y no puedo entrar. En un partido, en Beit She'an, me desmayé después que metieron un gol. Sé cómo suena lo que estoy diciendo, pero así es. Incurable. En casa, ya saben que no pueden hablar conmigo si el Beitar ha perdido un partido.
"Así que ahora comprende por qué la bandera del Beitar estaba sobre el bulldozer en Yenín. Alguien me dijo que mi comandante quería sacarla. Pero no hubo caso. Si yo tuviera algo que decir, la bandera del Beitar estaría arriba de la mezquita del campo. Traté de convencer al oficial de los golani [una brigada de infantería del ejército israelí, GS] con el que trabajaba, para que me dejara subir y colgarla, pero se negó. Dijo que me dispararían si trataba de hacerlo. Una lástima.
"La bandera fue el objeto más destacado en el campo. Los reservistas que volvieron a casa con permisos cortos volvieron con banderas del Beitar, sólo por imitarme. Atrajo mucha atención, mi bandera. Los soldados golani estaban estupefactos. "Trajiste al Beitar aquí,' me dijeron. Y yo les dije: 'Voy a hacer un estadio Teddy aquí. No se preocupen.'
"Por la radio querían llamarme 'Moshe-Oso', pero insistí en que me llamaran Kurdo. Les dije, 'Soy kurdo, y no les voy a responder si me llaman otra cosa.' Y así nació 'Oso Kurdo'. Es mi nombre, y soy testarudo.
"En la reserva, ya se han acostumbrado a mi firma: 'Moshe Nissim Beitar Jerusalén'. Durante un tiempo me pidieron que no continuara, pero terminaron por rendirse.
Entrando
En el instante mismo en que conduje el bulldozer adentro del campo, algo cambió en mi cabeza. Toda la desesperación, causada por mi condición personal, se desvaneció instantáneamente. Lo único que quedó fue la cólera por lo que les había sucedido a nuestros muchachos. Hasta ahora estoy convencido, e igual lo están los demás, de que si nos hubieran dejado penetrar al campo antes, con todo nuestro poder, no hubieran muerto veinticuatro soldados en este campo.
"En el momento mismo en que entré al campo, por primera vez, sólo pensé en cómo ayudar a esos soldados. Esos combatientes. Niños de la edad de mi hijo. No podía comprender cómo trabajaban allí, donde una carga te revienta en la cara, a cada paso que das.
"Con la primera misión que me dieron, abrir una pista dentro del campo, comprendí de qué clase de infierno se trataba.
"Mi primera misión, para la que me presenté de voluntario, fue llevar comida a los soldados. Me dijeron: 'La única manera de llevarles comida, es con el D-9'. No han comido en dos días. No se podía ni sacar la nariz. Llené el bulldozer hasta el techo, y lo llevé directamente a la puerta de su puesto, de manera que no tuvieron que dar ni un solo paso fuera de su refugio. Un paso bastaba para perder un brazo o una pierna.
"No se podía decir dónde estaban las cargas. Ellos (los combatientes palestinos) excavaban agujeros en el suelo y enterraban las cargas. Uno comenzaba a conducir y daba contra un tubo de 3 pulgadas, soldado por los dos extremos. Si los tocaba, estallaban. Todo estaba lleno de bombas trampa. Hasta los muros de las casas. Bastaba con tocarlas, y estallaban. O disparaban en el instante en que entrabas. Había cargas bajo las calles, bajo el piso, entre los muros. Si estabas abriendo un agujero, algo estallaba. Vi a una jaula de pájaros estallar en un negocio de mascotas, en el que abrimos una pista. Una jaula volante. Me dieron pena los pájaros. Colocaban cargas por todas partes.
"Para mí, en el D-9, no era nada. No me importaba. Simplemente escuchaba las explosiones. Hasta 80 kilos de explosivos sólo matraqueaban la pala del bulldozer. Pesa tres toneladas y media [En realidad el D-9 pesa 48,7 toneladas, sin el blindaje. El blindaje lleva el peso a cerca de las 60 toneladas. GS]. Es un monstruo. A un tanque le pueden dar en la barriga. Su barriga es delicada. Con el D-9 lo único que hay que temer son RPGs o 50 kilos de explosivo sobre el techo. Pero entonces yo no pensaba en eso. Lo único que importaba era que esos soldados no debían arriesgarse sólo para comer o beber algo.
"Me enamoré de esos niños. Estaba dispuesto a hacer con mi bulldozer todo lo que me pidieran. Les suplicaba que me dieran trabajo: 'Déjenme liquidar otra casa, abrir otra pista.'
Ellos, por su parte, me protegían. Yo abandonaba el bulldozer sin armas, nada. Simplemente entraba. Ellos me decían que estoy loco, pero les decía: 'Déjenme sólo. En todo caso el chaleco parabalas no me salvará.' Así trabajé. Incluso sin camisa. Medio desnudo.
"¿Saben cómo aguanté durante 75 horas? No me bajé del bulldozer. No tenía problemas de fatiga, porque tomé whisky todo el tiempo. Tuve una botella en el bulldozer a toda hora. Las había puesto en mi bolsa por anticipado. Todos los demás llevaron ropa, pero yo sabía lo que me esperaba allí, así que llevé whisky y algo de comer.
"¿Ropa? No necesitaba ninguna. Una toalla bastaba. En todo caso no podía dejar el bulldozer. Uno abre la puerta y le dan un tiro. Durante 75 horas no pensé en mi vida en casa, ni en todos los problemas. Todo se borró. Algunas veces cruzaban por mi mente las imágenes de los ataques terroristas en Jerusalén. Fui testigo de algunos."
La pureza de nuestras armas
"¿Qué es 'abrir una pista'? Uno borra edificios. Por ambos lados. No hay otra alternativa, porque el bulldozer es mucho más ancho que sus callejones. Pero yo no ando buscando excusas ni nada. Hay que 'afeitarlos'. No me importaba un pepino demoler sus casas, porque así salvaba vidas de nuestros soldados. Trabajaba donde mataban a nuestros soldados. No dijeron toda la verdad sobre lo que sucedió. Hicieron agujeros en los muros, agujeros para cañones de fusiles. Cualquier que se escapaba de las cargas, recibía un tiro a través de esos agujeros.
"No tuve compasión por nadie. Obliteraba a cualquiera con el D-9, de manera que nuestros muchachos no se expusieran al peligro. Es lo que les dije. Temía por nuestros soldados. Podía verlos durmiendo juntos, 40 soldados en una casa, todos apretujados. Mi corazón sentía por ellos. Es el motivo por el que me importaba un pepino demoler todas las casas que demolí –y he demolido un montón. Al final, terminé por construir ahí el estadio de fútbol 'Teddy'.
"¿Si fue difícil? Debes estar bromeando. Yo quería destruirlo todo. Suplicaba a los oficiales, por la radio, déjenme arrasar con todo: de arriba abajo. Aplanarlo todo. No es que quisiera matar. Sólo las casas. No quería dañar a los que salían de las casas que habíamos comenzado a demoler, llevando banderas blancas. Jodimos a los que querían combatir.
"Nadie rehusó una orden de derribar una casa. Nada de eso. Cuando me dijeron que derribara una casa, aproveché para echar abajo algunas más; no porque quisiera –pero cuando me decían que demoliera una casa, generalmente otras casas la escondían, de manera que no hay otro camino. Tendría que hacerlo aunque no quisiera. Simplemente estaban en el camino. Si tenía que borrar una casa, pase lo que pase, lo hacía. Y créeme, demolimos demasiado poco. Todo el campo estaba sembrado de cargas de detonación.
Lo que hicimos en realidad, fue salvar las vidas de los propios palestinos, porque si hubieran vuelto a sus casas, se hubieran volado.
"Durante tres días, sólo destruí y destruí. Toda el área. Cada casa desde la que disparaban fue destruida. Y para destruirla, derribé algunas otras. Se les advertía por altavoz que salieran de la casa antes de que yo llegara, pero no le di a nadie una chance. No esperaba. No daba un golpe, y esperaba que salieran. Simplemente le daba a la casa con toda fuerza, para derribarla lo más rápido posible. Quería llegar a las otras casas. Para alcanzar las más posibles. Otros pueden haberse retenido, o así dicen. ¿A quién engañan? Cualquiera que haya estado allí, y que haya visto a nuestros soldados en las casas, comprendería que estaban en una trampa mortal. Yo pensaba en salvarlos. Me importaban un comino los palestinos, pero no arruiné nada sin motivo. Todo fue porque me lo ordenaron.
"Mucha gente estaba dentro de las casas que comenzamos a demoler. Salían de las casas sobre las que estábamos trabajando. No vi, con mis propios ojos, a gente muriendo bajo la pala del D-9, y no vi casas cayendo sobre gente viva. Pero si había gente, tampoco me importaría. Estoy seguro de que hubo gente que murió dentro de esas casas, pero era difícil de ver, había mucho polvo por todas partes, y trabajamos mucho de noche. Me alegraba cada casa que caía, porque sabía que no les importaba morir, pero que les importaban sus casas. Si se echaba abajo una casa, se enterraba a 40 o 50 personas por generaciones. No me da pena ninguna cosa, fuera de que no hayamos echado abajo todo el campo.
Satisfacción
"No me detuve ni un instante. Incluso cuando teníamos un descanso de dos horas, yo insistía en continuar. Preparé una rampa para destruir un edificio de cuatro pisos. Una vez viré bruscamente hacia la derecha, y eché abajo todo un muro. De repente oí gritos en la radio: 'Kurdo, ¡cuidado! ¡Somos nosotros!' Resulta que nuestros muchachos estaban adentro, y se olvidaron de decírmelo.
"Me llenó de satisfacción. Me gustó de verdad. Recuerdo que eché abajo la muralla de un edificio de cuatro pisos. Se desplomó encima de mi D-9. Mi socio me gritó que echara marcha atrás, pero yo dejé que la muralla siguiera cayéndonos encima. Buscábamos los lados de los edificios, y entonces los atacábamos. Si el trabajo era demasiado duro, pedíamos un obús de un tanque.
"No podía detenerme. Quería trabajar y trabajar. Había ese oficial golani que nos daba órdenes por radio –lo volví loco. Le pedía más y más misiones. El domingo, cuando habían terminado los combates, nos ordenaron que sacáramos nuestros D-9s del área, y que dejáramos de trabajar en nuestro 'estadio de fútbol', porque el ejército no quería que las cámaras y la prensa nos vieran trabajando.
Me enojé de verdad, porque quería derribar el gran letrero a la entrada de Yenín –tres pilares con un retrato de Arafat. Pero el domingo, nos sacaron antes de que pudiera hacerlo.
"Les reclamé que me dieran más trabajo. Les decía por la radio: '¿Por qué me dejan descansar? ¡Quiero más trabajo!' Todo ese tiempo, me sentía enfermo de verdad. Volví de Yenín agotado. Deshecho. Al día siguiente, fui de nuevo. Uno de los muchachos estaba enfermo, y me presenté de voluntario para ayudar.
Volví. El comandante del batallón se horrorizó cuando me vio. Los otros operadores estaban todos liquidados y necesitaban descanso, pero yo me negué a irme. Quería más.
"Yenín me dio mucha satisfacción, montones de satisfacción. Fue como meter todos los 18 años en los que no hice nada, en tres días. Los soldados se me acercaban y me decían: 'Kurdo, muchas gracias. ¡Muchísimas gracias!' Y a mí me dolían los 13 [que fueron matados por los combatientes palestinos en una emboscada en Yenín, GS] Si hubiéramos entrado en el edificio en el que estaban emboscados, hubiéramos enterrado vivos a todos estos palestinos.
"Me lo pasé pensando en nuestros soldados. No me daban pena todos esos palestinos a los que dejamos sin hogar. Sólo lo lamenté por sus niños que no eran culpables. Hubo un niño herido, al que le dispararon los árabes. Un paramédico golani vino y le cambió las vendas, hasta que lo evacuaron. Los cuidamos, a los niños. Los soldados les daban golosinas. Pero yo no tenía compasión por los padres de esos niños. Recuerdo la imagen en la televisión, de la madre que dijo que tendría hijos para que se hicieran volar en Tel Aviv. Pregunté a las mujeres palestinas que vi allí: '¿No les da vergüenza?'
"Después que terminé mi trabajo, me salí del bulldozer, apilé algunas ropas al lado de la carretera, y me quedé dormido. Me cuidaron, para que no me pasara encima un tanque o algo así. Me bajó todo el cansancio de las 75 horas pasadas. Fue muy excitante lo que hice. El hecho es que hice un buen trabajo operando el bulldozer, los soldados que se me acercaron, después que todo había terminado, y me dijeron: 'gracias'. Eso me bastó. Los echo de menos. Los he invitado a todos para Kubeh en mi casa. Su comandante, Kobi, con el que trabajé todas las 75 horas, se sorprendió por la invitación. '¿Quieres que toda la compañía vaya a tu casa?' Le dije: 'Por mí, lleven a todo el batallón.' Llamé a mi madre, desde el D-9, y le dije que iba todo el batallón. Me dijo: 'no importa. Los espero'.
Política
"Conozco a mucha gente que piensa que mi actitud proviene de que soy un 'Beitar' y un miembro del Likud [Dos movimientos de derecha. Beitar, el movimiento juvenil, es más nacionalista. Likud es el mayor partido de derecha. GS] Es cierto. Estoy muy a la derecha. Pero eso no tiene nada que ver con lo que hice en Yenín. Tengo muchos amigos árabes. Y digo que, si alguien no ha hecho nada –no lo toquen. A un hombre que ha hecho algo –por mí que lo cuelguen. Incluso a una mujer embarazada –mátenla a tiros sin compasión, si hay un terrorista detrás de ella. Es lo que pensé en Yenín.
No era responsable ante nadie. Nada me importaba. Lo principal era ayudar a nuestros soldados. Si me hubieran dado tres semanas, me hubiera hecho más placer. Es decir, si me hubieran permitido echar abajo todo el campo. No siento compasión.
"Todas las organizaciones de derechos humanos y la ONU que interfirieron en Yenín, y que hicieron un lío tan grande por todo lo que hicimos, no dicen más que sandeces, mentiras. Muchos de los muros de esas casas simplemente reventaron solos, en cuanto los tocábamos levemente. Es cierto, sin embargo, que durante los últimos días aplastamos el campo. Y sí, era justificado. Ellos acribillaron a nuestros soldados. Tuvieron la oportunidad de rendirse.
"Nadie expresó alguna reserva contra lo que estábamos haciendo. No sólo yo. ¿Quién se atrevería a hablar? Si alguien hubiera abierto la boca, lo hubiera enterrado bajo mi D-9. Es por eso que no me importó ver los cien por cien que arrasamos. [Es la medida, en metros, de la parte del campo que fue totalmente demolida, GS]
En lo que a mí se refiere, les dejé un estadio de fútbol, para que puedan jugar. Es nuestro regalo al campo. Mejor que matarlos. Se quedarán tranquilos. Yenín no volverá a ser lo que era."
Epílogo
Dos días después de volver de Yenín, el 'Oso Kurdo' fue admitido al hospital sufriendo de neumonía. Resultó que las 75 horas ininterrumpidas en el D-9 lo afectaron. Algunos días después de volver a casa, un llamado telefónico lo despertó en la mitad de la noche.
"Volví a casa una noche, y por algún motivo, no podía dormir. Me sentía incómodo. Hasta las 4 de la mañana anduve por ahí, y de repente suena el teléfono: '¿Eres el padre de Nati? Pregunté que sucedía. 'Ven acá, al hospital.' 'Dime la verdad' le dije. 'Tengo que saber'. Ella me dijo: 'Las cosas se presentan mal. Ven'. Fui rápido al hospital Tel Hashomer. Una enfermera y un trabajador social me estaban esperando. Querían decirme que mi hijo había muerto. Que lo llevaron, muerto. Terminado. Un daño grave al cerebro. Tenían intenciones de pedirme que donara sus órganos.
"De repente ella corrió a la cirugía, volvió y dijo que habían purgado sangre de su cerebro y que esperaba que sobreviviría. Lo sabremos en 72 horas. Nos apuramos en conseguir un amuleto del rabino Caduri. Le ayudó al equipo de Beitar, cuando casi caímos a una liga inferior. El viernes, nos llamaron del hospital. Estaban en estado de choque: el muchacho acaba de arrancarse los tubos de respiración. Despertó."
Nati Nissim, de 20 años, está en una cama, en el quinto piso del hospital Beit Levinstein, vestido de pies a cabeza en el uniforme del equipo de fútbol de Beitar. "Papá," dice repentinamente, "no olvides. Necesito ir a la semifinal." Oso Kurdo, con una mandíbula pinchuda y ojos enrojecidos, se paraliza por un segundo, y trata de que su hijo vuelva a la realidad.
"Nati", le dice suavemente, "ya te lo dije, Beitar perdió." Nati se ríe. "¡De ninguna manera! ¡Voy al partido!" dice y trata de levantarse.
El padre reprime su frustración, renuncia a la discusión. El accidente ha llevado a que su hijo pierda la memoria a corto plazo. Como en la película "Memento", puede recordar, con sorprendente precisión, todos los goles del Beitar de diez años atrás y aún más, pero olvida dentro de minutos con quién está hablando. "¿Por qué estoy aquí?" les pregunta una y otra vez a sus padres, y baja la cabeza abochornado cuando un conocido le recuerda una conversación que tuvieron sólo el día antes.
Kurdo está sentado en la sala y trata de verse lo más optimista posible. Los doctores hablan de un proceso de recuperación prolongado. Dicen que no se puede decir si y cuándo la memoria de Nati volverá a la normalidad. La situación financiera tampoco es brillante. Él y su mujer, Ronit, apenas pueden comprar gasolina para su viejo Subaru que trata de llevarlos del vecindario de Kastel al hospital. Kurdo quiere erigir una tienda frente al hospital. Por el momento, duerme en su coche.
"Yenín me ha fortalecido," dice. "Me ayudó a olvidar mis problemas. Había esperado que habría algún cambio, hasta que esto me sucede. Pero lo que le sucedió a Nati me mostró lo que es realmente importante. Ahora vivo para mi hijo. El resto no importa en realidad."
Los amigos de su unidad de la reserva le ayudan. "Se levantó cuando era importante de verdad. Estuvo allí, en el momento más duro," dice Haim Tamam, un soldado que sirvió con él. "Nadie ha funcionado como él. Y no sé si alguno de nosotros podría pasar por la pesadilla por la que él pasó sin pegarse un tiro en la cabeza. A todos nos sorprende."
Yeffet Damti, su compañero del bulldozer de Yenín, dice que una cosa es segura: "En la próxima misión, sólo voy con Kurdo".
Kurdo, por su parte, agradece a sus comandantes que le dieron esa oportunidad. Por el momento lo llenan de atenciones y simpatía. Vienen aquí, al hospital, sólo para acompañarlo. Sólo para que no esté solo. Hablan de recolectar fondos para ayudarle. Cuando lo ven junto al lecho de su hijo, les vuelven los recuerdos de esas 75 horas. Las conversaciones alrededor de la cama de su hijo continúan hasta que la dirección del hospital llama y les ruega que dejen de jactarse de la destrucción de Yenín. Hay terapeutas árabes que podrían ofenderse, y uno de los pacientes árabes ya se ha quejado.
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COMENTARIOS DE GUSH SHALOM:
Ésta es la historia increíble, relatada por él mismo, de Moshe Nissim, un hincha fanático del fútbol y un alborotador permanente, que rogó a los comandantes de su unidad de la reserva que le dieran la oportunidad de participar en "la acción".
Al decir "acción" se refería a la destrucción generalizada realizada por el ejército israelí en muchas localidades palestinas, sobre todo en el campo de refugiados de Yenín. Fue enviado a Yenín, sobre un bulldozer de demolición de 60 toneladas –y equipado con 16 años de frustración personal acumulada, con mucho whisky y con sólo dos horas de entrenamiento en esa máquina blindada. "Suficiente entrenamiento para conducir hacia delante y aplanar una superficie", como testimonia él mismo en la entrevista.
Puede que su historia sea extrema, y este hombre debe responder a muchas preguntas serias, pero Moshe Nissim no es muy diferente de miles de hinchas del fútbol frustrados y violentos, que aterrorizan las ciudades en Europa después de un partido. Pero, de nuevo, por cierto, es inconcebible que el ejército británico enviase un hincha borracho y frustrado de Manchester a Belfast, conduciendo un bulldozer D-9.
Por ello, las preguntas verdaderamente difíciles deben ser dirigidas al sistema que lo envió a Yenín en esa misión de destrucción. Este sistema es el ejército de Israel.
o ¿Qué clase de ejército coloca un bulldozer de demolición de 60 toneladas, que vale muchos millones de dólares, en manos de una persona semejante, que nunca ha conducido uno antes?
o ¿Cómo pudo una orgía semejante tener lugar, sin que ninguno de los oficiales, de cualquier rango, la detuviera?
o ¿Cómo puede insistir un ejército semejante en que es el "ejército más moral del mundo?
o ¿Contribuye en algo esta entrevista a que se haga la luz sobre la negativa de Israel de que se investiguen sus acciones en Yenín?
o ¿Qué sucedió en Yenín?
Las notas entre paréntesis identificadas con GS son de Gush Shalom.
31 de mayo de 2002
Traducción del hebreo al inglés de Gush Shalom