¿En qué tendrán más éxito los EEUU y la UE: en sus presiones a Yaser Arafat para que lidere reformas en materia de gobierno, finanzas y seguridad, o en sus súplicas a Israel para que garantice el abastecimiento de cantidades adecuadas de agua de razonable calidad a 200.000 palestinos?
Una nueva delegación de las Naciones Unidas se halla en el país para monitorizar las promesas de Israel y de la Autoridad Palestina de hacer frente a la severa crisis humanitaria de los Territorios Ocupados. La visita es continuación de otra realizada en agosto por la emisaria de la ONU Catherine Bertini. En su informe señalaba que Israel prometía, entre otras cosas, garantizar a la población palestina el suministro diario de una cantidad de agua suficiente para satisfacer sus necesidades.
Detrás del lenguaje diplomático se escondía una realidad intolerable bien conocida por las fuerzas de seguridad y por la comunidad internacional. Hay 281 comunidades palestinas que no están conectadas a las líneas de abastecimiento de agua. Según diferentes estimaciones, en Cisjordania más de 200.000 personas –más sus rebaños y ganado— dependen de camiones cisterna para su abastecimiento diario de agua. Varias veces al día deben recorrer el trayecto que separa sus aldeas de la principal fuente de suministro de agua, situada habitualmente en un pozo cercano.
En los últimos dos años, debido a la política israelí de cierres y toques de queda, esas 200.000 personas reciben mucha menos agua que la cantidad mínima requerida –50 litros al día—, y la que reciben es de mala calidad, insalubre y tan cara que cada vez son menos los que pueden permitirse el lujo de pagarla. Oxfam, la organización de ayuda internacional con base en Gran Bretaña, dedica un capítulo entero de su último informe a relatar el impacto de los cierres sobre las aldeas palestinas.
Los puestos de control que el ejército israelí instala alrededor de cada aldea y las prohibiciones que pesan sobre los palestinos que viajan por la mayoría de las rutas asfaltadas de Cisjordania han multiplicado por dos y hasta por tres la distancia que los camiones cisterna deben recorrer desde las fuentes de agua hasta los pueblos a los que abastecen, de modo que en lugar de realizar entre 5 y 10 viajes por día en la actualidad sólo pueden realizar 2 o 3.
En lugar de los 7 kilómetros que un camión cisterna recorría antes, ahora tiene que recorrer hasta 55 kilómetros sobre carreteras sin asfaltar. A veces los camiones cisterna se encuentran con puestos de control móviles del ejército y la policía israelíes que los retienen durante horas enteras. Debido a las dificultades que implica viajar por carretera, los chóferes exigen doble salario y cobran más dinero por cada metro cúbico de agua que transportan.
Desempleados y empobrecidos, la mayoría de residentes palestinos no pueden pagar los elevados precios del agua. A su vez, los suministradores de agua no pueden seguir vendiendo su mercancía a crédito. La gente ha vendido su fuente de ingresos –ovejas y cabras—porque no tiene agua para abrevar su ganado. En algunas zonas la gente ha comenzado a utilizar para fines domésticos el agua de irrigación. En otras zonas rascan el fondo de las cisternas en busca de la última gota de agua contaminada portadora de enfermedades.
En todas partes la gente procura ahorrar el agua utilizando mucho menos de 50 litros al día. En algunas escuelas los alumnos deben llevar su propia agua. Huelga describir las condiciones higiénicas de las escuelas.
Más de un mes después de la visita de Bertini, Oxfam y B'Tselem enviaron una carta al ministro de defensa israelí y a representantes de los países donantes, detallando casos que demuestran que Israel no está adoptando ninguna medida para cumplir sus promesas con respecto al problema del agua. El portavoz del ministro de defensa aseguró a Ha'aretz que "el departamento de defensa está trabajando para satisfacer todas las necesidades de la mayoría de la población palestina no conectada con la actividad terrorista... [y que] Cisjordania goza de un suministro regular de agua. Cuando surgen problemas aislados en torno a la distribución del agua, el abastecimiento se lleva a cabo por medio de camiones cisterna en colaboración con el ejército y la administración civil". Sin embargo, no existe la más mínima conexión entre esas palabras y la realidad.
La semana pasada se desencadenó una actividad febril entre el Ministerio de Asuntos exteriores, el coordinador gubernamental en los Territorios Ocupados y diversos representantes de la comunidad internacional con motivo de la "suavización" de las condiciones de vida de los palestinos en general y, específicamente, en torno a la crisis del agua.
Hubo reuniones, llamadas de teléfono, protestas y nuevas promesas. Las fuentes occidentales informaron que "Shimon Peres se puso furioso cuando oyó que las promesas [sobre el agua] no estaban siendo cumplidas". Puede ser. En cualquier caso, parece que la comunidad internacional sabe perfectamente que es imposible seguir manteniéndose al margen mientras prosigue la política de cierres y toques de queda en Cisjordania y garantizar al mismo tiempo el suministro adecuado de agua a la población palestina aprisionada en sus enclaves. Pero le falta la energía para resolver esa contradicción. 16 de octubre del 2002