con la contribución de Matthew Riemer
YellowTimes Traducido para Rebelión por Germán Leyens
Al convertirse China en una fuerza motriz de la región, Japón está reconsiderando su política extranjera. Japón, una nación insular pequeña y estrecha, importa todas sus materias primas. Tokio sabe que su cordón umbilical marino podría verse amenazado una vez que China se convierta en una potencia marítima importante. Al no estar conectado a un continente, los puertos de Japón podrían ser fácilmente bloqueados. Estas debilidades geográficas constituyen el motivo por el cual Japón ha dependido fuertemente de Estados Unidos para su seguridad desde la destrucción del Imperio Japonés en la II Guerra Mundial.
El considerable comercio de Japón con el sudeste asiático es protegido por la marina de EE.UU. que tiene una importante influencia en Asia. Pero al convertirse China en un potencial adversario, Japón está repensando su política de paz posterior a la Segunda Guerra Mundial y podría unirse pronto a otras naciones en el mantenimiento de sus propios militares normalizados para proteger sus intereses.
La constitución japonesa prohíbe que el país tenga un ejército. El artículo nueve del documento declara explícitamente, "jamás se mantendrán fuerzas de tierra, mar, y aire, así como otro potencial bélico." Pero después del 11 de septiembre, en un gesto simbólico, Japón aprobó la Ley de Medidas Especiales Contra el Terrorismo. Esta ley autoriza a Tokio a enviar a sus militares al Océano Índico para contribuir a la campaña dirigida por EE.UU. contra los talibán en Afganistán. Esas tropas reabastecieron activamente a los barcos de guerra de EE.UU. y Gran Bretaña involucrados en la campaña afgana.
Ahora que la mayor parte de la campaña afgana ha terminado, la administración Bush ha solicitado a Tokio que envíe destructores ofensivos Aegis al Océano Índico. El Primer Ministro japonés Junichiro Koizumi se negó, preocupado por la reacción asiática ante un Japón militante. Pero EE.UU. continúa apremiando a Japón, aplicando más presión sobre Koizumi para que apoye una futura invasión de Irak de una manera similar con lo que ocurrió en la campaña afgana.
Las actuales leyes antiterroristas de Japón aprobadas para reforzar a sus militares se limitaban a Afganistán, sin embargo, muchos, como el Jefe de la Defensa, Hisahiko Okazaki, consideran que esto puede ser cambiado con una ligera modificación de la ley existente.
A pesar de la historia expansionista de Japón, sigue existiendo un sentimiento nacionalista en la gente, ansiosa de que el país se convierta nuevamente en una potencia militar. Aunque su poder es limitado, el sentimiento puede ganar fuerza si la economía japonesa continúa debilitándose mientras China crece a un ritmo de más de un 7 por ciento. Ahora que China forma parte de la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN), Beijing tratará de proteger sus intereses en el Mar del Sur de China. Los nacionalistas japoneses temen que una China proactiva amenace los intereses comerciales del Japón y lo perjudicará económicamente.
China sigue vigilando a Washington por su presión sobre Japón para que fortalezca sus fuerzas armadas. Beijing sabe que Japón podría rearmarse rápidamente por sus ventajas tecnológicas y sus lazos con EE.UU. A la dirección china también le preocupa un Japón fortalecido porque el país insular ha atacado a China en dos ocasiones en el pasado. Además, China teme que un Japón agresivo pueda convertirse en un brazo intruso de EE.UU. Esto complica el deseo el deseo chino, y la resistencia de EE.UU., de unir Taiwán con el continente. Para casi todos los chinos, incluyendo a los antiguos nacionalistas en el gobierno taiwanés, la unificación de Taiwán con el continente no es algo sujeto a negociaciones.
En el pasado, cuando Taiwán amenazó con declarar su independencia, Beijing ha resistido las amenazas de EE.UU. y ha advertido que China invadiría Taipei antes de permitir que la provincia se segregue.
China, a la espera de que la reunificación se produzca pacíficamente, teme que Estados Unidos pueda exigir que Japón interfiera contra el deseo chino de reunificación con Taiwán. De todos los temas entre China y sus vecinos, la reunificación de Taiwán tiene el mayor potencial para un conflicto militar. Éste no es deseado por China o Japón; ambos países están cada vez más ligados por el comercio. Sin embargo, los analistas chinos temen que tales esperanzas sean destruidas por un EE.UU. agresivo después del 11 de septiembre. En el caso de cualquier conflicto, el continente de EE.UU. estaría alejado de los combates, mientras que Japón sería con gran probabilidad arrastrado directamente al conflicto. Por temor de verse aislado, Japón no podría distanciarse de Estados Unidos. Si fuera abandonado, Japón sería sobrepasado en influencia y poder económico por una China expansiva.
Aunque muchos en Estados Unidos quieren continuar beneficiándose del mercado de más de mil millones de consumidores en China, la administración Bush no quiere que China sobrepase a Estados Unidos en poder e influencia. Esto ha resultado en un enfoque dualista: por un lado, la administración colabora con China económicamente; por otro lado, la administración está encontrando medios para contener al creciente gigante. Esta política puede ser vista en el plan de EE.UU. de desarrollar un escudo de defensa antimisiles para proteger a Japón.
Utilizando a Corea del Norte como justificación (ya que no puede admitir abiertamente que China sea un adversario), EE.UU. ha reunido apoyo para un escudo de defensa antimisiles. EE.UU. puede estar manteniendo a Corea del Norte como amenaza para ganar tiempo en la creación del escudo de defensa.
China, por cierto, ha solicitado que el sistema propuesto sea suficientemente limitado como para que no afecte su propio poder militar. Beijing ha advertido que un escudo generalizado llevará a China a adquirir armas mayores y de más poder; esas armas no serían utilizadas para atacar a Japón y a EE.UU., sino para preservar la soberanía de China. Estados Unidos no podrá dictar condiciones a China si Beijing tiene un formidable arsenal de armas. El escudo también puede obligar a China a desarrollar relaciones más estrechas con Rusia, si llegara a temer que su potencial económico sea limitado por Estados Unidos.
Como resultado del vasto potencial económico chino, su política se basa actualmente en la estabilidad y la paz. Ha continuado en el Área de Libre Comercio entre el ASEAN y China (ACFTA, por sus siglas en inglés), el mayor mercado del mundo. El factor imponderable es Estados Unidos. Además de los partidarios de la línea dura en la administración Bush, la nueva jefa de la Minoría Demócrata en la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, es una fuerte y franca crítica de mayores relaciones con China. Pelosi ha alimentado el conflicto con China mediante su constante apoyo al aumento de las ventas de armas de EE.UU. a Taiwán y ha exigido que no se llegue a un comercio libre con China.
Beijing tiene plena conciencia de la animosidad contra China en ambos sectores del espectro político de Washington, y es uno de los motivos por los que se ha estado esforzando por lograr algún tipo de alianza con la OTAN, cuya influencia se está expandiendo hasta las propias fronteras de China. El país no quiere ser conducido al lado opuesto de la creciente alianza militar. Beijing también se siente nervioso por la repentina llegada de bases militares de EE.UU. que ahora rodean a China; hay bases hacia el Este en Japón, hacia el Sur, en Corea del Sur, junto con el apoyo militar de Taiwán, y ahora hacia el Oeste en Kirguistán. El deseo de China de ser considerada como una potencia económica inofensiva, puede no ser escuchado en Washington. 22 de noviembre de 2002
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