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20 de abril del 2002
¿Y si el ser humano desaparece?
Leonardo Boff
¿Podría el ser humano desaparecer a causa de su poder destructivo
y de su falta de sabiduría? Nombres notables de las ciencias no excluyen
esa eventualidad. Stephen Hawking en su reciente libro "El universo en una cáscara
de nuez" reconoce que en 2600 la población mundial estará hombro
a hombro y el consumo de electricidad dejará a la Tierra incandescente.
Ella se podrá destruir a sí misma. El premio Nobel, Christian
de Duve, en su conocido "Poeira Vital" (1997) afirma que "nuestro tiempo recuerda
una de aquellas importantes rupturas en la evolución, marcadas por extinciones
de grandes dimensiones". E. Thódore Monod, tal vez el último gran
naturalista, dejó como testamento un texto de reflexión con este
título: "Y si la aventura humana viene a fallar" (2000). Asegura: "somos
capaces de una conducta insensata y demente; se puede a partir de ahora temer
todo, todo mismo, inclusive la aniquilación de la raza humana".
Si observamos la crisis social mundial y la creciente amenaza ecológica
ese escenario de horror no es impensable.
Edwar Wilson señala en su último y alarmante libro "El futuro
de la vida": "El hombre hasta hoy ha desempeñando el papel de asesino
planetario... la ética de conservación, en la forma de tabú,
totemismo o ciencia, casi siempre llegó demasiado tarde; tal vez aún
haya tiempo para actuar".
Lógico, requerimos tener paciencia con el ser humano. Él no está
todavía listo. Tiene mucho que aprender. En relación al tiempo
cósmico posee menos de un minuto de vida. Pero con él la evolución
dio un salto, de inconsciente se hizo consciente. Y con la consciencia puede
decidir qué destino quiere para sí. En esta perspectiva, la situación
actual representa un desafío antes que un posible desastre, la travesía
hacia un escalón más alto y no un zambullirse en la auto destrucción.
¿Pero habrá tiempo para tal aprendizaje? En la hipótesis de que
el ser humano llegue a desaparecer como especie, incluso así, el principio
de inteligibilidad y de amorización quedaría preservado. Él
está primero en el universo y después en los seres humanos. Emergería,
un día, en algún ser más completo. T. Monod tiene hasta
un candidato ya presente en la evolución actual, los cefalópodos,
esto es, los moluscos como los pulpos y los calamares. Poseen un perfeccionamiento
anatómico notable, su cabeza es dotada de una cápsula cartilaginosa,
funcionando como cráneo y poseen ojos como los vertebrados. Poseen también
un psiquismo altamente desarrollado, hasta con doble memoria, mientras nosotros
poseemos solamente una. Evidentemente, ellos no saldrán mañana
del mar y entrarán continente adentro. Requerirán de millones
de años de evolución. Mas ya poseen una base biológica
para un salto rumbo a la consciencia.
De todas formas, urge escoger: o el ser humano y su futuro o los pulpos y los
calamares. Somos optimistas: vamos a alimentar cordura y aprender a ser sabios.
Pero importa desde ahora demostrar amor a la vida en su majestuosa diversidad,
tener compasión con todos los que sufren, realizar rápidamente
la justicia social necesaria y amar la Gran Madre, la Tierra. Nos incentivan
las Escrituras judaico- cristianas: "Escoge la vida y vivirás". Caminemos
de prisa, pues no tenemos mucho tiempo para perder.
Leonardo Boff es teólogo, filósofo y autor de "Etica de la
vida".