|
17 de abril del 2002
Emilio Alí en libertad
Pablo Stefanoni
El Espejo de Argentina y el Mundo
Lucha social: después de un año y medio de detención,
en un claro ejemplo de criminalización de la protesta, el dirigente marplatense
recuperó su libertad y anunció que continuará con su labor
social en su barrio.
Emilio Alí fue liberado por la Cámara de Casación Penal
bonaerense. La fuerte movilización de los piqueteros, las negociaciones
políticas y la acción jurídica de los abogados revertieron
la condena de cinco años y medio de prisión dictada por el Tribunal
en lo Criminal Nº 2 de Mar del Plata. El nuevo fallo lo absuelve por el delito
de extorsión (causa por supuestas amenazas) y desestima que hubiera habido
tentativa de hurto durante el reclamo de alimentos en el supermercado Casa Tía
el 5 de mayo de 2000, aunque mantiene en pie el cargo de coacción agravada.
Con este fallo la Cámara de Casación revirtió parcialmente
los efectos de una condena claramente ejemplificadora, cuyas motivaciones fueron
estrictamente políticas. Como señaló recientemente Alí,
a través de él "condenaron el derecho a movilizarse para peticionar
alimentos, condenaron que la gente se organice para protestar pacíficamente
por sus derechos", en definitiva condenaron la protesta social. Por ejercer
ese derecho a protestar Emilio Alí estuvo casi dos años preso,
primero en Batán y luego en el penal de Gorina, cerca de La Plata.
No cabe duda que la libertad de Emilio Alí es una victoria del movimiento
popular. Cada vez con más fuerza los reclamos por su libertad se fueron
extendiendo desde el movimiento piquetero hacia las asambleas populares de la
Capital Federal, paralelamente a un proceso de confluencia entre los desocupados
y la clase media movilizada.
Sin embargo, la decisión de la Cámara comparte con el Tribunal
que lo condenó el criterio de que el hecho en sí de exigir colectivamente
alimentos constituyó un delito (coacción agravada) aplicando una
condena de dos años y tres meses de prisión, de las cuales Alí
ya cumplió más de las dos terceras partes.
Esto no es un dato menor en un contexto en el cual hay 2.800 militantes sociales
procesados, los cuales podrían perder su libertad por participar en manifestaciones
consideradas como una amenaza y a las que se le aplique la figura de la coacción,
al tiempo que Castels continúa privado de su libertad.
¿Ladrón de gallinas o militante social?
Es claro que cuando quien está sentado en el banquillo de los acusados
es pobre y, además, se atreve a enfrentar el statu quo vigente a través
de la acción directa, el derecho cede y la sentencia ejemplarizadora
ocupa su lugar. El editorial de La Nación del 1° de abril, es la expresión
de un sector social que plantea la mano dura contra el peligro de anarquía.
Allí se señala que la libertad del dirigente gremial Alí
"constituiría una pésima señal a la sociedad, pues se estaría
alentando a saqueadores y perturbadores sociales a realizar cualquier clase
de tropelías con cierta garantía anticipada de impunidad final".
Está claro que los métodos de lucha históricos del movimiento
obrero y popular chocan a diario con las leyes del sistema. Afortunadamente
hoy queda claro que los derechos de propiedad no son generalizados y no impiden
la expropiación generalizada de los pequeños y medianos ahorristas.
La mayor parte de las formas de lucha de los desocupados pueden ser consideradas
tan fuera de la ley como lo están ellos mismos de la producción
y el consumo.
Quienes ocupan oficinas públicas, exigen alimentos a los supermercados
o cortan rutas, están expuestos a ser acusados mediante figuras como
coacción, extorsión, sedición, desacato a la autoridad,
usurpación. De hecho dos fiscales de ejecución penal de La Plata
denunciaron por delitos contra la seguridad de los medios de comunicación
y transporte a las personas que hace quince días cortaron el Camino Centenario
reclamando la libertad de Alí (Página/12, 31/03/02). Por eso es
importante remarcar esta cuestión: no se trata de que la condena a Emilio
Alí fuera "excesiva" para el delito cometido, no estamos en presencia
de un "ladrón de gallinas" o de un caso como el de aquel detenido que
se robó un sándwich del escritorio del Tribunal y fue procesado
-como se comparó en algunos medios. Quien fue condenado es un dirigente
barrial, con una trayectoria de lucha social, que fue con sus vecinos a reclamar
pacíficamente alimentos a un supermercado con la convicción de
que el derecho a la vida está por encima del derecho a la propiedad y
con la intuición de que la acción colectiva era la única
forma de cambiar su destino y el de su barrio.