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25 de abril del 2002
Votación contra Cuba en Ginebra
Apretando el cuello
Editorial de Liberación
La semana pasada la mano de Estados Unidos se hizo sentir en el cuello
de América Latina al protagonizar su diplomacia, dos ejemplos de su actitud
ingerencista y prepotente. En ambos hechos aparece involucrado el ex-cubano
Otto Reich, actual subsecretario para Asuntos Hemisféricos, que se ha
estrenado usando toda la experiencia de lobbista gringo y su largo historial
terrorista, como ya hemos denunciado desde estas mismas páginas. Nos
referimos a su participación en el intento de golpe contra el presidente
Hugo, Chávez en Venezuela, donde Estados Unidos durante las pocas horas
que duró la intentona golpista, presionó a los gobiernos latinoamericanos
para que reconocieran a la nueva dictadura, aunque ella hubiera derogado los
poderes y derechos constitucionales. Y por otro lado el viernes pasado, cuando
también mediante presiones ejercidas durante meses en América
Latina, logró en la Comisión de Derechos Humanos de la ONU reunida
en Ginebra que se votara una resolución llamándole la atención
a Cuba por supuestas violaciones.
En Venezuela, Estados Unidos impulsó la pérdida de las garantías
individuales y en Cuba en cambio aparece como preocupado de ellas, jugando las
cartas a dos posiciones diametralmente opuestas.
El gobierno de Uruguay, que se prestó para patrocinar la resolución
anticubana de hechura norteamericana (que los checos ya no querían más
seguir llevando adelante), cambió ese favor por una promesa de colocación
de carnes en el mercado estadounidense. Argentina también es un caso
similar. Su voto está atado a la empantanada negociación con el
FMI y nada tiene que ver con los derechos humanos. Es más, el propio
Congreso en sus dos cámaras pidió al gobier no que se abstuviera
de condenar a Cuba, pero Duhalde y su cancillería simplemente lo desconocieron,
dando muestra de "cómo funciona" una democracia. Por su parte el gobierno
de Lagos en Chile votó contra Cuba, desoyendo a su propio partido y a
los aliados políticos que le pedían la abstención.
Un caso que muestra de que hilachas están hechos nuestros gobernantes
latinoamericanos es también Guatemala. Allí el gobierno desoyendo
al Congreso, se plegó a la enfermiza necesidad de EE.UU. de ahogar a
Cuba, pese a que cientos de médicos y enfermeras cubanos voluntarios
prestan ayuda en las zonas más apartadas y selváticas de ese empobrecido
país.
El último caso, quizá el más escandaloso por su duplicidad,
es el de México, donde el binomio Fox-Castañeda le había
prometido a Cuba mantener su posición histórica de independencia
frente a Estados Unidos y terminó haciendo lo que Bush y Otto Reich deseaban.
Es bueno constatar que las presiones yanquis se ejercieron directamente sobre
los presidentes y cancilleres, dado que en los legislativos la política
yanqui no colaba. Pero también quedó clara la falta de autoridad
moral que poseen estos gobiernos, porque no pueden andar señalando a
otros en materia derechos humanos; cosa que poco les importa en su propia casa
y porque el voto se vendió a cambio de promesas de EE.UU. Y hasta en
eso los tiempos han cambiado porque cuando en los años 60 Estados Unidos
le compró votos a algunos países caribeños para lograr
expulsar a Cuba de la OEA, por lo menos les devolvía el favor comprándoles
el azúcar que había dejado de adquirir a la isla "comunista".
Ahora ni eso, sólo promesas e ilusiones. Como las del carcamán
y delirante Jorge Batlle, quien ha manifestado que sueña con ver instalados
en Estados Unidos "cientos de expendios de carnes uruguayas", como si eso fuera
posible y no una utopía cambiarles a los habitantes norteamericanos la
dieta diaria de millones y millones de hamburguesas Mc Donald, que les mal alimenta.
Y eso lo expresó en una pieza antológica del disparate en la reunión
del ALCA en Canadá el año pasado.
Los que manifestaron sí una inmensa alegría por el resultado de
Ginebra, los únicos, fueron los de Miami, la gente de la Fundación
Cubano-Americana, , tipos como su presidente Jorge Mas Canosa que expresó
su satisfacción por la "incorporación de los gobiernos latinoamericanos
a la condena a Cuba y que eso implicaba un mayor compromiso de la región
por la democracia". O sea el aplauso de un sector ultrareaccionario, al que
no se le puede considerar precisamente muy amigo de los métodos democráticos
y menos de los pueblos latinoamericanos. Porque desde que nacieron, sus amigos
fueron los Pinochet, los Stroessner, los Videla y los Somoza, y han actuado
cientos de veces a su favor llevando adelante atentados terroristas contra sus
adversarios políticos o participando como asesores en las llamadas masacres
"de baja intensidad" como en Centroamérica.
Y ese grupo tiene como se sabe un poderoso lobby en la misma Casa Blanca con
Otto Reich a la cabeza, y otros en puestos claves del Congreso. A esta mafia
Bush le pagó ya con el puesto para Reich, también por un asunto
tramposo, el de los votos falsos de la Florida que le dio finalmente la presidencia.
Por eso la votación contra Cuba en Ginebra, nada tiene que ver con el
mejoramiento de la democracia ni con el de los derechos humanos, sino con la
política norteamericana. Y eso debe tenerlo bien claro el gobierno de
Suecia, que también se sumó al sucio juego. Por lo contrario,
allí en la CDH de la ONU la verdadera defensa de los derechos humanos
se ha visto perjudicada por la manipulación ideológica, el chantaje
y la falta de moral de nuestros gobernantes, de aquí y de allá
más lejos.