"El plan de los capitales yanquis es sacrificar a los grupos económicos argentinos y achicar la presencia del capital europeo. [...] En definidas cuentas, su proyecto es transformarse en el poder económico claramente hegemónico del país, con un modelo neoliberal distinto, más retrógrado todavía del que hasta ahora hemos conocido. Este plan contempla un larguísimo período recesivo, de redoblada succión de riquezas a las mayorías populares (a la que ha sido incorporada gran parte de la clase media), durante el cual buscarán concentrar y desnacionalizar mucho más aun la economía, transformándola en funcional a la de los EEUU en los marcos del ALCA. [...] Todo este proyecto de durísima puja con los otros sectores del bloque de poder actual, pero, por sobre todo, con la mayor parte del pueblo argentino, que va a ser duramente agredido por muchos años, tiene como un componente esencial recortar las libertades democráticas e incorporar nuevamente la represión como política de Estado. Preparémonos compatriotas a enfrentarlo y derrotarlo."
Es difícil no ver atrás de la "dureza" de las declaraciones de los funcionarios norteamericanos respecto de las soluciones para la crisis argentina un plan propio que contemple por sobre todo sus intereses y proyectos. Es mas difícil aun no ver esto de la mano de una administración como la de Bush hijo, absolutamente agresiva y decidida a imponer la hegemonía de los EEUU a nivel mundial a sangre y fuego. Sea esto dicho literalmente, como estamos observando en Afganistán, en Medio Oriente o con el Plan Colombia, por mencionar sólo lo más destacado.
¿Ahora bien, cuál es, entonces, el proyecto de los yanquis para nuestro país? Para entenderlo mejor conviene primero ir hacia atrás en nuestra historia y analizar una situación con rasgos comunes a la de hoy. Me refiero a la de la década del 30. El proyecto agroexportador puesto en marcha definitivamente allá por 1880 por el general Roca tenía en el bloque de poder que lo conducía cuatro sectores, a saber: los capitales ingleses, los terratenientes invernadores de la pampa húmeda, los criadores de la pampa gringa y la burguesía comercial porteña vinculada a los ingleses. Cuando se desencadena la crisis mundial de los años 1929 y 1930, este modelo fuertemente vinculado a las exportaciones entra en una debacle (las ventas de carnes y granos al exterior disminuyen abruptamente el 50%) que, andando el tiempo, se revelaría como irreversible. ¿Qué sucede entonces en el bloque de poder? Los dos socios más fuertes: el capital inglés y los oligarcas de la pampa húmeda, buscando preservar sus ganancias en medio de la crisis decidieron, amén de succionar todas las riquezas posibles al pueblo argentino (de allí la denominación de "década infame" a la del ´30), sacrificar al más débil de los socios: a los ganaderos criadores de Santa Fe, Córdoba, La Pampa, etc. Para ese entonces, la burguesía comercial era un apéndice de los británicos sin peso propio. Esta exclusión del bloque de poder se plasmó, entre otras cosas, en el tratado Roca-Runciman, y tuvo una manifestación visible en la oposición tenaz a los gobiernos conservadores de esos años de Lisandro de la Torre, dirigente del Partido Demócrata Progresista, representación justamente de los ganaderos afectados.
Hecha esta digresión histórica, vamos un poco más cerca. El modelo neoliberal que comienza a implementarse a partir del 24 de marzo de 1976, con Martínez de Hoz en el timón de la economía, tiene en su bloque de poder, en líneas generales, tres sectores: el capital norteamericano, el europeo y la gran burguesía argentina (dentro de ésta, a la siempre presente oligarquía terrateniente). Durante todo un largo período que va hasta principios de la década del 90, el papel de esa última es fuerte y tal vez dominante; son los años en que se desarrollan los grandes grupos económicos locales (Pérez Companc, Fortabat, Macri, Rocca, Roggio, Bunge y Born, etc.), en particular luego de la licuación de deuda de principios de los 80 efectivizada por el joven Cavallo (patrocinado por la Fundación Mediterránea, creada por el dueño de una gran empresa argentina, Arcor, Fulvio Pagani). A fines del gobierno de Alfonsín, este papel es cuestionado por el capital multinacional que pretende jugar un rol destacado en el proceso de privatizaciones, el gran negocio que se venía junto con la continuidad del de la deuda externa, que obviamente siempre manejaron ellos, en particular los bancos norteamericanos. Hubo un fuerte tironeo a principios del gobierno de Menem entre el capital multinacional y los grandes grupos locales, que terminó con el triunfo relativo de aquellos al sacar a Rapanelli (hombre de Bunge y Born) del ministerio de Economía y ponerlo allí a Cavallo, que a esa altura de su carrera ya jugaba de bisagra entre ambos sectores. El acuerdo dentro del bloque de poder significó el fin de la hiperinflación y la profundización abrupta del modelo neoliberal, ya con hegemonía del capital europeo (que se posicionó fuerte en las privatizaciones, en el ámbito financiero y en la compra de empresas agroexportadoras) y norteamericano (hegemónico en todo lo referido a la deuda externa y muy fuerte en las finanzas locales). Este predominio se hizo más ostensible en 1996 con la salida de Cavallo y la llegada de Roque Fernández.
La crisis del Sudeste Asiático en 1997, y las posteriores de Rusia y sobre todo Brasil, impactaron duramente sobre el modelo económico vigente en el país, e iniciaron un proceso recesivo que continúa hasta la fecha, producto de que la economía exportadora inserta sobre todo a través de commodities en el comercio globalizado mundial (Menem, por ejemplo, se veía a sí mismo como un nuevo Roca, dirigiendo al país desde la presidencia o desde Anillaco en esa especie de "refundación" oligárquica), a diferencia del proyecto agroexportador de 1880, no dio sus frutos. La Argentina apenas exportaba en 1998 unos 25.000 millones de dólares, pero importaba luego de la destrucción de la industria nacional por 31.000 millones. La crisis venía al galope redoblado de la mano de un incremento feroz de la deuda externa y, sobre todo, de sus intereses.
La llegada del gobierno de la Alianza conlleva un intento de la burguesia local más concentrada por recuperar posiciones dentro del bloque de poder, donde las venía perdiendo aceleradamente en manos del capital multinacional, en el que los yanquis a través de controlar el FMI y los resortes de nuestra deuda externa ya vienen jugando fuerte. Primero buscan esto poniendo a un hombre de la UIA como Machinea en el ministerio de Economía. A poco andar descubren, el gobierno de De la Rúa y la burguesía local más concentrada, que la correlación de fuerzas no es la misma que la de diez años atrás, como tampoco la situación del modelo; ahora no hay grandes negocios por delante sino ver quién se apropia de la renta de negocios menguados. La presión es feroz y se ven obligados a llamar a Cavallo, con el consiguiente precio político para un gobierno que subió con el voto progresista. El ex ministro de Menem pretendió terciar, como diez años atrás, entre los distintos sectores de poder; de allí su "heterodoxia" inicial. No hubo caso, el poder financiero manejado por los norteamericanos ya con Bush en el gobierno dijo que no, que no había negociación, sólo aceptaba rendición incondicional. El Mingo cedió, pero lo mismo terminó junto a De la Rúa como todos sabemos.
Ahora lo tenemos a Duhalde, cogobernando con el radicalismo y una parte del Frepaso. Anunció, al principio de su mandato, que cambiaba la alianza de gobierno en el país: antes era con el sector financiero y ahora sería con el "productivo" (léase gran capital nacional). El mecanismo principal sería la salida de la convertibilidad devaluación mediante y una nueva licuación de deudas, sobre todo para los grandes grupos locales, que los reposicionaran económicamente. A poco andar quedó claro que el capital multinacional no está muy de acuerdo con esto (sus voceros son directamente los funcionarios norteamericanos) y que el senador bonaerense devenido en presidente provisorio no tiene la decisión de imponérselo. Luego de la reunión de Monterrey, el gobierno se rindió y aplicará lo que dice el Fondo, sin garantías de por ello poder perdurar hasta setiembre del 2003.
Ahora bien, hecha esta semblanza de lo acontecido en los últimos años, de las razones de ello y de las pujas dentro del bloque de poder (en el que, es justo decirlo, todos adhieren al modelo, a su política de concentración económica y de saqueo a las mayorías, difiriendo sólo en cuánto de la torta se lleva cada uno), vale volver al principio y preguntarse cuál es el proyecto de los yanquis. Aquí viene entonces la similitud con los años treinta: tenemos, por un lado, un modelo económico que ya no tiene en el corto y mediano plazo, tanto por la situación económica mundial como por la del país, grandes negocios por hacer. Por el contrario, mientras se sigue de algún modo pagando la deuda externa, tienen que conseguir el capital necesario (que no vendrá de afuera) para ver, de algún modo, de lograr concretar un sector exportador más fuerte que dote a la economía aunque sea de una maquinita que tire, y de cierta capacidad de continuar importando. Por otro lado, demasiados jugadores en el bloque de poder entre quienes repartir los frutos del saqueo al país y a las mayorías.
En ese contexto, el plan de los capitales yanquis es sacrificar a los grupos económicos argentinos y achicar la presencia del capital europeo. A los primeros les plantean directamente transformarse en una burguesía intermediaria (como la porteña del siglo pasado respecto de los ingleses) que comercie sus productos (hay que observar las ideas de López Murphy y de Macri en este sentido); a los europeos los aprietan para que cedan posiciones en el sistema financiero y en las privatizadas. En definidas cuentas, su proyecto es transformarse en el poder económico claramente hegemónico del país, con un modelo neoliberal distinto, más retrógrado todavía del que hasta ahora hemos conocido. Este plan contempla un larguísimo período recesivo, de redoblada succión de riquezas a las mayorías populares (a la que ha sido incorporada gran parte de la clase media), durante el cual buscarán concentrar y desnacionalizar mucho más aun la economía, transformándola en funcional a la de los EEUU en los marcos del ALCA. Es decir: una economía más chica, con enorme exclusión y sobreexplotación (salarios de 100 dólares, por ejemplo); con un Estado pequeño que no utilice demasiados recursos fiscales (de allí que plantean despedir 400.000 empleados públicos, arancelar las universidades, etc.; es decir, el famoso "déficit cero"); con exportación centrada en productos primarios, sobre todo del agro, y con esos recursos, importación mayoritaria de productos norteamericanos. Un sector financiero fuertemente concentrado en las manos de estos y un sector productivo y de servicios con las mismas características, viendo de llegar a ello a través del dólar alto actual y del endeudamiento de las empresas y bancos que permita apropiarse de ellos a bajo costo. Dólar alto que luego no permanecerá porque el negocio no es que se sustituyan importaciones sino que les compremos a ellos.
Todo este proyecto de durísima puja con los otros sectores del bloque de poder actual, pero, por sobre todo, con la mayor parte del pueblo argentino, que va a ser duramente agredido por muchos años, tiene como un componente esencial recortar las libertades democráticas e incorporar nuevamente la represión como política de Estado. Preparémonos compatriotas a enfrentarlo y derrotarlo; nos va en ello no sólo la libertad sino también la vida independiente como nación que nos dieron nuestros próceres. (*) Secretario General de la Corriente Patria Libre