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Latinoamérica

11 de abril del 2002

La crisis argentina y el rostro de la globalización capitalista

Lautaro Carmona S.
El Siglo
En la década de los ochenta, Chile vivió bajo la dictadura de Pinochet la misma transformación que ahora sacude los cimientos de Argentina. El FMI, el Banco Mundial y Washington impusieron un plan de ajuste que significó elevar el tipo de cambio, privatizar las empresas del estado como mecanismo de desnacionalización, reducir drásticamente el gasto social y abrir en forma violenta el mercado financiero local, para adecuarlo absolutamente al sistema financiero y especulativo global. Se trataba de imponer en nuestro país la hegemonía del capital especulativo como palanca del proceso de acumulación, sin importar los efectos sociales y humanos que ellos provocaba. Sin embargo, era otro el momento histórico.
Ahora, el estado argentino se cae a pedazos, en medio del festival de corrupción de los dirigentes del sistema. Se desploma porque hay una política internacional que gatilla ese derrumbe. Argentina es hoy un obstáculo a la nueva fase de globalización y anexión que busca Estados Unidos, y cuyos pilares gruesos son los tratados de libre comercio y el autodenominado ALCA.
En medio de la crisis de la economía capitalista mundial y, en particular, de la recesión de la economía norteamericana, el proceso de acumulación necesita de nuevos territorios financieros. El impacto social, político y cultural que tiene esta nueva hegemonía es la explicación a la crisis y a la desintegración. El pueblo argentino paga esos costos humanos.
Tal como están las cosas, no hay posibilidad alguna de una "tercera vía" para adecuarse a la globalización neoliberal; no hay espacio para "democracias representativas", que tengan como base una economía mercantil radical; no hay perspectivas dignas para los pueblos de nuestro continente, en medio de estas nuevas formas de dominación.
Ante esta realidad, lo importante es reflexionar hacia el futuro. En medio de la crisis, es claro que el único futuro democrático posible son los Estados Nacionales Soberanos, independientes, con economías integradas e industrializadas que, necesariamente, deben romper con el FMI y con las políticas neoliberales provenientes de los Estados Unidos para comenzar a construir una sociedad basada en la justicia social.