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Latinoamérica

5 de abril del 2002
El presidente de Venezuela bajo ataque

Bridget Broderick

En lo que aparenta ser un ataque orquestado contra el presidente venezolano Hugo Chávez Frías, la prensa estadounidense y la doméstica se han aliado con militares, los grandes negocios, la iglesia católica, e incluso con altos oficiales de los sindicatos en protestas organizadas en las calles, en conferencias de prensa y en editoriales diarios exigiendo que el presidente renuncie a su cargo.
Desde su elección en 1998, Chávez nunca ha sido popular con la clase gobernante venezolana, ni con los burócratas de la confederación sindical principal, ni con las administraciones estadounidenses. Hasta hace poco Washington había mantenido una postura de "espera" hacia Chávez para evaluar cómo su retórica de revolución, de soberanía nacional, y contra el neoliberalismo "salvaje" se desarrollaba en la práctica. Para los adversarios de Chávez, él ha excedido su autoridad al implementar leyes nuevas de reforma sobre la tierra, la educación, y las regalías del petróleo que le corresponden al estado, así como también por su crítica implacable contra la prensa. La administración de Bush se ofendió cuando el presidente venezolano denunció la guerra de EE.UU. en Afganistán como "una lucha terrorista contra el terrorismo".
Es difícil medir el respaldo verdadero del que gozan Chávez o su oposición. La prensa corporativa nacional se opone unánimemente a Chávez, así que los sondeos tienden a ser indicadores poco confiables. Los analistas han comentado que los grandes medios de comunicación en Venezuela se han convertido en un tipo de partido opositor dada la ausencia de un partido político con credibilidad. Los dos partidos políticos principales, Acción Democrática (AD) y COPEI (el partido cristiano demócrata), están desacreditados luego de 40 años de corrupción y patronazgo político. Chávez ganó contundentemente las elecciones de1998 sobre la base de una campaña populista en contra de la corrupción de estos partidos.
El 6 de marzo ambos partidos, junto a la Confederación de Trabajadores Venezolanos (CTV)—bajo dirección adeca—trabajaron mano a mano con los grandes medios noticiosos, los oficiales de la cámara de comercio (Fedecámaras) y la iglesia católica para formular un programa nebuloso ("Bases para un Acuerdo Democrático") con el fin de reemplazar a Chávez. El nuevo acuerdo declara que el estado debe respetar la "autonomía" de las instituciones—presumiblemente las petroleras, la prensa corporativa, la iglesia católica y otros grandes terratenientes.
Desde noviembre, los enemigos de Chávez se han tornado más vociferantes y efectivos en organizar su oposición pública. Los líderes empresarios convocaron a un "paro patronal" para protestar las 49 leyes nuevas de Chávez, las cuales incluían la reforma de la ley de tierras, un aumento en las regalías estatales del petróleo de 16.6 a 30 por ciento, y un aumento en los impuestos para petroleras extranjeras como Phillips Petroleum y Exxon-Mobil. Los empresarios, los oficiales de la iglesia, los profesionales de clase media, y los burócratas de la CTV tomaron parte en una marcha el 10 de diciembre de 2001. El mismo día, miles de campesinos de todo el país se reunieron en Caracas para celebrar la reforma de la ley de tierras de Chávez, la cual reparte los latifundios, o terrenos de más de 5,000 hectáreas. Cada lado insiste en que sus protestas son más grandes y que su apoyo ha ido creciendo.
En los Estados Unidos, los oficiales de más alto rango de la administración han tomado la ofensiva también. Después de los comentarios de Chávez acerca de la guerra estadounidense en Afganistán, la administración de Bush exigió que Venezuela condenara "inequívocamente " al terrorismo, y que repudiara cualquier país que Bush definiera como "terrorista". El 5 de febrero Colin Powell expresó su preocupación por como Chávez comprende el "sistema democrático". El día siguiente el director de la CIA George Tenet pronosticó que la situación en Venezuela empeoraría mientras el precio del petróleo caía y el descontento con Chávez aumentaba.
Por lo visto esta crítica de EE.UU. envalentonó a algunos oficiales militares venezolanos. El 7 y 8 febrero, el Coronel de la Fuerza Aérea, Pedro Soto, y el Capitán de la Guardia Nacional, Pedro Flores, llevaron a cabo una protesta pequeña en que le pidieron al presidente venezolano que renunciara. Manifestantes pro-Chávistas hicieron una contraprotesta frente al Palacio de Miraflores. Los inversionistas, temiendo inestabilidad, sacaron miles de millones de dólares del país. Pero cuando el Vice-almirante de la armada Carlos Molina Tamayo pidió también la renuncia de Chávez el 18 de febrero, hubo poca respuesta.
La oposición doméstica a Chávez ha crecido, pero no es el "argentinazo" que los medios estadounidenses pintan. El 13 de enero de 2002, El Nacional publicó un documento anónimo titulado "Manifiesto Militar de Caracas" que le advertía a Chávez que cambiara la dirección económica y política del país. El Coronel Soto reclama que un 75 por ciento de las fuerzas armadas están en contra de Chávez, pero que no han realizado ninguna rebelión activa. Soto tiene sus propios intereses. El era ayudante del ex- presidente Carlos Andrés Pérez, que ahora espera rehabilitarse en la política venezolana. Chávez fue quien trató de derrocarlo en un golpe militar infructuoso en 1992.
Sin embargo, hay indicios de que secciones del ejército no están satisfechas con el presidente. El papel más prominente de los militares en las obras públicas del país ha causado cierto descontento entre sus filas. Estas muestras de descontento son significativas—después de todo, Chávez fue paracaidista, y concibe al ejército como el corazón de sus "fuerzas revolucionarias".
Chávez encara hoy una crisis política doméstica a la misma vez que enfrenta las fuerzas implacables del mercado mundial y "el neoliberalismo salvaje". El Fondo Monetario Internacional (FMI) ha expresado públicamente que apoyaría económicamente a un régimen más sumiso y "democrático" en Venezuela. Desde luego, a los EE.UU. no le importa la "democracia" tanto como la estabilidad de las inversiones estadounidenses en la compañía petrolera del estado venezolano, Petróleos de Venezuela (PDVSA). Venezuela es el tercer exportador mayor de petróleo a los Estados Unidos, y fuera del Medio Oriente, el más grande. Las nuevas leyes de Chávez reducen considerablemente las ganancias de los amiguitos de Bush. Frente a la creciente inestabilidad económica y social en la Argentina y en Colombia, país colindante con Venezuela, los EE.UU. preferirían un gobierno más amistoso cuyos intereses coincidieran con los del FMI, con las ganancias petroleras, y con el Pentágono.
Cuándo fuerzas dentro del ejército venezolano y de la derecha pidieron recientemente a la administración de Bush que opinara sobre un golpe militar, se les dijo que buscaran "medidas democráticas" para sacar a Chávez, ya que una mayoría abrumadora lo había elegido en 1998. Los EE.UU. nunca se han opuesto a las dictaduras militares en base a criterios democráticos, sino que los juzga a partir de si el régimen mantiene abiertas las oportunidades para el "mercado libre" y las inversiones. Bush no ha dado públicamente la luz verde a un golpe militar en Caracas, quizás por temor a enredar la región entera en un conflicto militar. Existe la posibilidad de un golpe de estado fomentado por los Estados Unidos (es decir, la CIA), aunque Washington prefiera respaldar un cambio de mando civil.
¿Es en realidad Chávez el "comunista" que dirige el país hacia la perdición, como los medios nacionales lo han tildado? Como Chávez concibe la "Revolución Bolivariana", tiene más que ver con abrirse un espacio nacional y regional en los mercados internacionales que fomentar una revolución internacional de trabajadores. Aunque menosprecia el "neoliberalismo salvaje", el presidente busca activamente la inversión extranjera y no ha restringido la "flexibilidad laboral" de los patronos.
Siempre ha abogado por un tipo de "capitalismo con cara humana." En su primer discurso presidencial en 1999, Chávez lo expresó claramente:
Nuestro proyecto no es ni neoliberal ni estatal; exploramos el punto medio, donde la mano invisible del mercado se une con la mano visible del estado: tanto estado como sea necesario, y tanto mercado como posible.
Mientras algunas leyes nuevas favorecen a las pequeñas empresas, a los campesinos y al estado, muchas de estas reformas no benefician a los trabajadores. Una de las leyes nuevas para empleados públicos permite que Chávez declare ilegal una huelga si él determina que las demandas del contrato son "fiscalmente irresponsables para la nación". También permiten que el estado despida a las mujeres embarazadas sin aviso con tal de que se les dé seis meses de salario compensatorio.
Chávez ha desafiado a la confederación sindical principal, la CTV, la cual nada tiene que envidiarle sus contrapartes sindicales mexicanas y argentinas en cuanto a su subordinación completa a los partidos tradicionales corruptos que representan los intereses de la clase gobernante del país. En diciembre de 2000, los electores aprobaron un referéndum que requería la elección, en vez del nombramiento, de los oficiales sindicales. Sin embargo, no era la intención de Chávez el fomentar la independencia y la militancia de los trabajadores de base. Al contrario, esperaba meter a sus propios aliados políticos en la burocracia. El candidato de su Movimiento V República (MVR) no ganó y los trabajadores de base no consideran a Chávez como un aliado confiable contra los patronos.
La economía venezolana ha mejorado bajo Chávez, en gran parte debido al aumento en los precios del petróleo durante los primeros dos años de su régimen. La economía nacional ha crecido de 4 a 5 por ciento en los últimos dos años, y la inflación ha bajado de un 40 por ciento antes de Chávez al 13 por ciento en 2001. En realidad la clase media y las corporaciones son las que se han beneficiado de esta economía, mas la fuga de capitales domésticos se estimó en $10 mil millones tan sólo el año pasado.
La mayoría de los venezolanos—80 por ciento según algunas estadísticas—todavía gana el salario mínimo o menos. A pesar de que el desempleo ha bajado desde 1998, cerca de la mitad del país está desempleada o subempleada. Todavía escasea la vivienda barata, y los venezolanos confrontan niveles desesperantes de crimen. Aun no se ha diversificado suficientemente la economía del país como para poder vencer su dependencia del petróleo. Esto ha afectado el país ya que el precio del petróleo llegó a bajar a $15 por barril en 2001.
Tradicionalmente los pobres y los desempleados han sido la fuente principal de apoyo de Chávez, pero aun en estos sectores su popularidad ha decaído. Chávez mismo ha reconocido que ha bajado el número de asistentes a sus manifestaciones políticas. Con la caída de los precios del petróleo, la falta de inversión extranjera y doméstica, y las amenazas vociferantes de la clase gobernante, Chávez se ha refrenado de implementar políticas que ayuden a los pobres. El 13 de febrero , abandonó el cambio fijo del bolívar, provocando inmediatamente una inflación que podría alcanzar el 30 por ciento este año, según algunos pronósticos. Al mismo tiempo Chávez anunció un recorte presupuestario de 22 por ciento y un recorte de 7 por ciento en el gasto público porque se advirtió un déficit de $11 mil millones. Aunque el presidente prometió gastar $2 mil millones en reservas para los servicios sociales y de la vivienda, el programa de ajuste erosionará definitivamente su popularidad con los pobres mientras empeoren sus condiciones de vida. Entretanto, el líder ha adoptado un tono más conciliatorio con Fedecámaras, con los medios noticiosos, y con la Iglesia.
Independientemente de las buenas intenciones sobre la justicia social, la "revolución" de Chávez no producirá un capitalismo más humano si la economía se empeora y los EE.UU. se sienten más confiados de imponer una "alternativa democrática". Los Círculos Bolivarianos localizados en los vecindarios pobres sirven más como centros comunales, y a veces como fuente de "cuerpos calientes" que se puedan usar para confeccionar manifestaciones de respaldo público las políticas del presidente. No son organizaciones independientes que presionarán Chávez para que cumpla sus promesas a los pobres.
No debemos compadecernos de las corporaciones venezolanas ni de las multinacionales, o de los militares que esconden sus intereses detrás de llamados por "más democracia". Tenemos que criticar claramente a los políticos y a las corporaciones estadounidenses y venezolanos por sus exigencias de aumentar sus ganancias sobre las espaldas de los trabajadores y los pobres. Nos oponemos categóricamente a cualquier intento por parte del gigante del norte de desestabilizar e intervenir en Venezuela (o en Colombia, o en la Argentina o dondequiera).
Pero los socialistas no necesitan mantener ilusiones en Chávez, como hacen muchos en la izquierda de Venezuela y de los Estados Unidos. Algunos partidos y organizaciones de la izquierda, tales como el Partido Comunista de Venezuela (PCV), siguen apoyando sin críticas a Chávez como un "revolucionario". Otros, como el Movimiento al Socialismo (MAS), que inicialmente formaba parte de la coalición gobernante de Chávez, ahora se ha unido a la oposición. La izquierda de los Estados Unidos se niega a criticar a Chávez porque él representó un cambio en contra de la oligarquía que estaba en el poder, y también porque es aliado de Fidel Castro. Desgraciadamente, esta postura lleva a que los izquierdistas respalden políticas presidenciales que, si no son poco democráticas, por lo menos son desfavorables hacia la mayoría de los trabajadores y los pobres venezolanos.
Por supuesto, el fracaso del régimen de Chávez de aliviar la pobreza del país y su dependencia del petróleo se debe a factores internacionales económicos y políticos. Pero también es verdad que la "Revolución Bolivariana" se basa en el concepto errado de que al capitalismo se le puede poner una cara humana, especialmente en un país que es el tercer abastecedor más grande de petróleo de los Estados Unidos. En última instancia, el proyecto de Chávez no ha sido el desafiar al imperialismo en el mercado mundial, sino abrir un espacio más grande dentro de este para Venezuela. Esto no es un fracaso del "socialismo", es un fracaso del neoliberalismo "menos salvaje".
Los socialistas no tenemos que conformarnos con Chávez simplemente como "lo mejor que podemos lograr". Vergonzosamente, la mayoría de la burocracia sindical venezolana se ha aliado a su clase gobernante en contra de Chávez. Esto hace más urgente la tarea de organizar una izquierda y un movimiento obrero independientes que se opongan a las políticas de "ajuste bolivariano". Los venezolanos deben tomar inspiración del poder que han desplegado los movimientos organizados en la Argentina, y comenzar el proceso de construcción de un movimiento radical para defender reformas progresistas, mientras que luchan por un nuevo sistema libre de neoliberalismo e imperialismo.
(Este artículo fue publicado originalmente en el número de marzo/abril de 2002 (#22) de la revista International Socialist Review. Fuente: Sitio de la red de la revista: www.isreview.org.)