VOLVER A LA PAGINA  PRINCIPAL
Latinoamérica

Saqueos

Corriente de Izquierda / Frente Amplio

Uruguay

Evidente, no hablamos de los gigantescos robos que hacen, día a día, los empresarios, sus gobiernos, el FMI, el Banco Mundial, y la deuda externa. En fin, el capitalismo. Sino, de aquellos "saqueos" que los hambrientos protagonizan cuando se cansan de esperar la distribución de la torta, o la "asistencia social" de un Estado que se ha convertido en campo de rapiña para toda suerte de corruptos, delincuentes, y sátrapas políticos.
La connotación delictiva que se le asigna a los "saqueos" del "pueblo marginal" (como lo llama despectivamente Luis Casal Beck, periodista de El Observador Económico), tiene la renovada pretensión del gobierno, la derecha política, y los medios de difusión (al servicio del poder) de reducir los "saqueos" a un simple hecho criminal. Entonces, aplican una selectividad penal que apunta, siempre, hacia abajo.
Sin embargo, la palabra "saqueos" es una calificación que busca esconder la multiplicación de acciones individuales y colectivas de protesta y resistencia. O mejor dicho, de verdaderos motines populares urbanos.
En un contexto de hambre y pobreza generalizadas, de "crisis de subsistencia", la aparición de estos motines populares urbanos, tiene el sentido de una interpelación directa al Estado, sus instituciones "representativas", y a los partidos políticos. También, a las organizaciones sociales que miran para otro lado ignorando que el hambre destruye personas y grupos sociales, debilitando los imprescindibles lazos de clase.
De todas maneras, estos motines populares urbanos, constituyen uno de los modos particulares de intervención política de los que han sido expropiados de todo derecho humano y "ciudadano" más elemental. Logran así algo que parecía imposible: tornar visible a la gran masa de los "excluidos", incorporándolos como actores principales del escenario nacional.
Muchos periodistas, analistas, sindicalistas y dirigentes políticos, continúan sin entender que la miseria, la pobreza y el hambre, son situaciones tan límites y dramáticas, que no solo ponen en tela de juicio valores y reglas de la "democracia de mercado", sino que construyen códigos de convivencia propios y "métodos" de lucha que no se atan a ningún manual de buena conducta. Ni esperan sentados las próximas promesas electorales.
Ante el fenómeno, los publicistas de lo "políticamente correcto", retroceden aterrados ante el "estallido social" o la explosión de la "turba". Porque la catarsis adopta la forma de una "violencia indiscriminada" contra la "propiedad privada" (como alertan el Ministerio del Interior y Cambadu). Porque la ira popular atenta contra todo aquel que posee "algo", incluso, contra el kioskero, panadero, almacenero o carnicero de barrio, para desatar -según el nuevo invento sociológico- una "guerra de pobres contra pobres".
El telón de fondo, lo tiñen la colosal crisis socio-económica, la bancarrota "modernizadora" del neoliberalismo, y la brutalidad de sus efectos sobre el nivel de vida de la mayoría de la población. Allí se gestan y finalmente suceden estos motines populares urbanos. Más allá, de la manipulación oportunista y clientelista que lumpenes y fascistas como García Pintos y Millor, puedan hacer del acontecimiento.
Los "saqueos" constituyen una re-significación de las formas más antiguas de la protesta social. Recuerdan a aquellos remolinos permanentes de las "clases urbanas pobres" en tiempos pre-industriales. Los "saqueos" actuales, resultan de las "transformaciones" neoliberales, y nada tienen que ver con lo casual si vemos el paisaje de desempleo de masas, y la reducción acelerada de la incidencia socio-política del movimiento obrero organizado.
Los "saqueos" expresan un proceso de indignación y radicalización, del "no va más", y son una manifestación inequívoca de la agudización de la lucha de clases. La derecha lo sabe, y criminaliza. Trata policialmente las acciones de resistencia llevadas a cabo por asalariados y desocupados. Prepara el escenario de "guerras urbanas" que le enseñan los estrategas del Pentágono y asume, definitivamente, que para el Estado no hay otra mediación que la represión.
Esta vez, la lista de lo "saqueado" (o re-apropiado, según de que lado se mire) apenas incluyó algunos kilos de comestibles y unos cuantos "bienes" no digeribles. La tropa guerrera estuvo compuesta en su mayoría de mujeres, niños, adolescentes, y jóvenes desocupados. Los "asaltos" se redujeron a unos pocos locales comerciales, y no hubo daños a edificios del gobierno, ni a comisarías, ni a símbolos del poder burgués.
Pero fue un primer ensayo. Donde los desaparecidos sociales que son un número en las estadísticas oficiales, ejercieron el derecho de "ciudadano-consumidor", estableciendo -por pocas horas- una relación de iguales entre "excluidos" e "incluidos". En definitiva, poniendo en práctica el sabio precepto bíblico del reparto (compulsivo ésta vez) de los panes y los peces.
Mientras tanto, la izquierda con "cultura de gobierno" amaga y amaga. Jamás lanza el golpe de nocaut.
Propone unas medidas económicas que ni siquiera rozan los bolsillos de los ricos, acepta seguir pagando la ilegítima deuda externa, y no se decide a romper con los condicionamientos del FMI. Reduce la oposición a manifestaciones de la "concertación para el crecimiento". Duerme la siesta abrazada a la última encuesta que, debido a la "profunda crisis estructural del país" y la "pérdida de credibilidad en blancos y colorados", la da el 51% de intención de voto. Gira todo el tiempo al centro en busca de la "nueva mayoría" con Michelini y los empresarios "productivos". Continúa en diálogo con el gobierno al enviar a un representante a la comisión de técnicos.
Como si faltara algo para completar el cuadro, Mujica propone suspender las luchas populares hasta que se resuelva la "crisis de confianza" que, según él, es la causa de la "debacle nacional". Y Astori, vota con el gobierno de coalición una farsa macabra titulada "ley de reactivación económica".
Finalmente, escuchamos del compañero Tabaré Vázquez que, para el 2004, "nos entregarán un país en ruinas". Entonces ¿por qué esperar dos años más para desalojar a la derecha del gobierno? ¿ o habrá que ver como los niños hambrientos agotan el stock de pasto y basura para decir basta?