IEl Plan Puebla Panamá es algo mas que una gran carretera
La conquista y colonización de América fue algo más que la construcción de grandes catedrales. El somocismo fue algo más que la construcción del estadio nacional. El gobierno de Alemán fue algo más que la construcción de rotondas. El Plan Puebla Panamá es algo más que la ampliación de la carretera panamericana El Guasaule-Peñas Blancas.
El Plan Puebla-Panamá es una iniciativa del gobierno norteamericano, diseñada por los organismos financieros internacionales, bautizada por el presidente Fox, y firmada por los presidentes centroamericanos, para desarrollar la infraestructura que necesitan las empresas transnacionales.
El Plan Puebla-Panamá es la conclusión de una histórica disputa que comenzó en 1492, entre la vieja Europa y la naciente Unión Americana.
Disputa que se resuelve a favor de empresas y no de países, a favor de un globalizado capital sin patria y no de pueblos que un día aspiraron a tener una patria latinoamericana.
El Plan Puebla-Panamá es el final del capitalismo nacional, y, por lo tanto, de la burguesía nacional, del mercado nacional, de carreteras y comunicaciones nacionales, de monedas y clases trabajadoras nacionales. El final de Estados Nacionales, convertidos en gobiernos provinciales, encargados de cobrar tributos y disciplinar a los nuevos siervos y siervas de los futuros enclaves. Capitalismo continental que necesita medios de comunicación continentales capaces de ofrecer, articular y amarrar negocios en los cuatro puntos cardinales del globo: carreteras, puertos, aeropuertos, canales, tendido eléctrico y telecomunicación, fronteras abiertas y plataformas territoriales sin censura alguna para la rentabilidad del capital mundial.
La región Puebla Panamá es el puente natural entre los grandes centros industriales y agrícolas de la región Este de los Estados Unidos y la mayor fuente de recursos naturales (mineros y biológicos) y de mano de obra barata del Caribe Continental (Mesoamérica, Venezuela y Colombia). Es asimismo la gran plataforma continental de tránsito entre Norteamérica y Suramérica, así como entre el Atlántico norteamericano y el mundo de las nuevas especies asiáticas. Corredores semejantes a un gigantesco porta-aviones comandado por norteamericanos para inundar de mercancías al mundo entero.
El Plan Puebla Panamá es parte de la última expansión económica cuyos mecanismos comenzaron con los planes de ajuste estructural y avanzan con los tratados de libre comercio. Los planes de ajuste estructural desmantelaron las fronteras arancelarias y privatizaron las empresas públicas, tanto las empresas productivas como las empresas de servicios de energía, electricidad y agua. Los tratados de libre comercio destruyen la soberanía de los pueblos latinoamericanos y legalizan el despojo de los suelos, el agua, el bosque, el petróleo, el gas, las playas, los recursos genéticos, la biodiversidad, el derecho de tránsito, la eliminación de las conquistas laborales, los servicios públicos a la población, la eliminación de los impuestos a las empresas transnacionales y el aumento de los impuestos a las empresas nacionales y al pueblo en su conjunto, en fin, la subordinación de las constituciones nacionales a las grandes corporaciones mundiales, al Estado Mundial, a los Ejércitos Mundiales, a las Leyes Mundiales, a la Cultura Mundial.
El Plan Puebla Panamá comunica al mundo e incomunica a los/as pobladores/as locales, pues en su presupuesto no hay un solo centavo para caminos de penetración para que el campesinado pueda sacar sus cosechas, un solo poste de luz para nuestras comarcas, un solo teléfono para nuestras comunidades indígenas. El Plan Puebla Panamá abarata y prostituye el valor de la mano de obra mundial, bajándola de $5 dólares la hora que hoy se paga en los Estados Unidos, a $ 0.25 centavos dólares la hora en las maquilas de las zonas francas nicaragüenses, por el mismo trabajo y por la misma productividad. Es decir, 20 veces o 2.000% veces menos. Salario que apenas ajusta para la comida de las jóvenes y niñas trabajadoras, las que tienen que prostituirse alrededor de las cantinas que pululan en los nuevos enclaves del continente. Empleo que hoy por hoy no pasa del 5% de la Población Económicamente Activa (PEA) en Nicaragua, y que, suponiendo que se duplique apenas llegará el 10% de la PEA. Hasta ahora el desempleo general producido por las políticas fondomonetaristas llega al 50% de la PEA, sin contar la migración campesina a las ciudades y la migración al exterior.
El Plan Puebla Panamá y todo el movimiento de la globalización neoliberal, incluye y ofrece como gran negocio para las empresas transnacionales, la invasión de aquellos alimentos básicos antaño producidos por nuestras poblaciones, tales como maíz, frijol o tortilla industrializada. Situación que amenaza la soberanía alimentaria milenariamente lograda por nuestros países, quienes empiezan a importar tales productos o a comprárselos a las grandes marcas globales.
La publicidad del Plan Puebla Panamá se vende con la misma estrategia que han vendido el concepto desarrollo, no como una expansión económica de los grandes capitales, sino como la expansión de la civilización y el progreso como el medio para terminar con la pobreza y el atraso de los pueblos mesoamericanos. Los resultados, sin embargo, siguen siendo los mismos que hace 500 años: saqueo de nuestros recursos naturales, expropiación y miseria, enfermedades endémicas, analfabetismo, marginación y exclusión, incomunicación y oscurantismo, presentados ahora como causas y no como consecuencias y secuelas del desarrollo realmente existente.
El gran supuesto de esta publicidad es que la concentración de capital y las ganancias industriales, comerciales y financieras, al ser buenas para las empresas son por lo tanto buenas para el país y para la población. Los hechos, sin embargo, desmienten tales supuestos, pues, mientras más riqueza se acumula en los negocios, más empobrecidos resultan los trabajadores, los países subdesarrollados y las poblaciones del sur.
Los ideólogos del Plan Puebla Panamá se presentan como expertos que saben lo que conviene o no conviene a nuestros pueblos y se quejan de que argumentos como los que acabamos de presentar son puras ideologías, llenas de posiciones políticas que empañan la discusión científica. Llamando ideología y política al bien común, amenazan con privatizar y monopolizar la verdad, tal como lo están haciendo con la vida misma.
El Plan Puebla Panamá es también ocasión para el desenmascaramiento y la resistencia a la invasión de alimentos y mercancías transgénicas, así como para manifestar la digna voluntad de construir un modelo de bienestar diferente y alternativo al desarrollo de la codicia y la competitividad para engañar y enriquecerse a costa de los demás. II ¿Existen alternativas al Plan Puebla Panamá?
Estamos por la integración económica centroamericana El Plan Puebla Panamá es, entre otras cosas, un proyecto de integración regional en marcha y nadie podría estar en contra de la integración. La diferencia es que la plataforma de integración propuesta por el PPP apunta a los grandes negocios de las empresas transnacionales, dejando sin opciones o recursos a los pequeños y medianos empresarios locales, especialmente al campesinado y a la pequeña industria, hoy por hoy nuestra principal fuente de empleo y producción. A propósito, el Foro de Managua, recién pasado, que aglutinó a 350 organizaciones mesoamericanas y a más de mil delegados, se autodenominó Movimiento Mesoamericano por la Integración Popular.
Como integración centroamericana proponemos concretamente: a) Fomentar la Unión Aduanera Centroamericana, es decir, el establecimiento de una sola frontera entre Guatemala y Panamá, que incluya por supuesto la libre circulación de personas. Además de enfrentarnos como bloque a USA, Europa y América del Sur, tal como lo hicimos en Contadora, nos permitiría uniformar tarifas al interior de la región; b) Fomentar un entendimiento centroamericano respecto a las políticas económicas con el FMI; c) Fomentar la protección arancelaria y no arancelaria de productos competitivos a los del campesinado (granos básicos).
Aprovechar el mercado natural de los Estados Unidos Centroamérica debe fomentar y aprovechar el potencial del mercado norteamericano. Es el mercado más cerca y más grande que tiene la región. En este sentido hay que presionar para que los Estados Unidos levanten las restricciones arancelarias para nuestros productos agrícolas, como al azúcar por ejemplo; debemos, asimismo, presionar para que el gobierno norteamericano desista de sus políticas proteccionistas y de subsidio. Si Estados Unidos y México usufructúan nuestra región como plataforma de tránsito, que abran sus fronteras económicas, no solamente para nuestras mercancías, sino también para nuestras poblaciones.
Hay que presionar como región centroamericana para regularizar la situación de los migrantes centroamericanos en las ciudades norteamericanas. Nicaragua debe abrir inmediatamente ventanillas consulares en Centroamérica, especialmente en Costa Rica, y en las principales ciudades norteamericanas del Sur: Miami, Los Angeles y San Francisco de California. No es posible que para quienes alimentan de divisas al país, no exista ninguna deferencia en nuestra política exterior. Hay que dinamizar el mercado interno al mismo tiempo que el mercado externo
Centroamérica en general y Nicaragua en particular siempre sacrificaron el mercado interno, en aras del mercado exterior, a pesar del balance deficitario de este último, tal como pasa hoy en día.
Ningún país desarrollado soslayó su mercado interior, especialmente el mercado de alimentos. Nicaragua tiene, hoy por hoy, enormes ventajas comparativas en la producción de alimentos, y eso tenemos que valorarlo y mejorarlo. La prioridad debe enrumbarse en mejorar los rendimientos de nuestros productos alimentarios, sin profundizar la dependencia de las empresas transnacionales, tal como se hace con la importación de semillas híbridas, las que pueden ser producidas por nosotros mismos.
Existe un producto como es el frijol, donde Nicaragua puede combinar la producción de frijol rojo para el mercado interno con la producción de frijol negro para el mercado externo. La región caribeño-mesoamericana es deficitaria en frijol negro. Cuba, México, Venezuela, Panamá, República Dominicana y Costa Rica importan anualmente 256.000 TM de frijol negro, casi todo de Argentina y de los Estado Unidos, cuando nosotros que estamos más cerca podríamos suplirlo en gran parte con la producción campesina. El gobierno nicaragüense debería considerarlo como agenda prioritaria en nuestra política económica, elevando al campesinado, principal productor de divisas y alimentos, a programa nacional estratégico.
Lo mismo podría decirse del fomento a la pequeña industria. No es posible que siendo la principal generadora de más del 90% del empleo industrial, sigue siendo una cenicienta en cuanto al fomento estatal.
Necesitamos apoyarla para hacerla competitiva a nivel regional y en el mercado norteamericano, estableciendo puestos mixtos (gobierno-PYME) en Miami y Los Angeles. Resulta estimulante y vergonzoso a la vez que sea un costarricense y director de un instituto empresarial, el doctor Artavia, quien nos llame la atención sobre la importancia de la economía popular. Impulsar la infraestructura nacional
Infraestructura que resolverá la integración de las grandes empresas transnacionales, que son las que menos necesidades tienen del apoyo de nuestros Estados. A nivel nacional todo el mundo piensa construir canales. Con el que existe en Panamá y con la restauración del puerto de Corinto en el Pacífico de Nicaragua y de Puerto Cortés en el Atlántico de Honduras, es suficiente, si es que vamos a pensar como región. Más bien debiéramos pensar en la infraestructura del mercado nacional, con el fin de intercomunicar a nuestras comunidades, que son las que pagarán aquellos préstamos. Necesitamos mantener, construir, mejorar y construir al menos 10.000 kms. de vías internas o caminos de penetración para que el comercio interior del campesinado y de la pequeña industria pueda viabilizarse, lo mismo diríamos del tendido eléctrico, el agua potable y la telefonía.
La infraestructura local nacional contribuiría, además, a potenciar el turismo interior. Hasta ahora los gobiernos nicaragüenses sólo han pensado en el turismo de enclave que beneficia a las grandes empresas hoteleras internacionales. Hay que aprovechar la experiencia de Costa Rica y Guatemala, montada sobre empresas pequeñas, para encauzar la estrategia de turismo en Nicaragua.
Valorar y defender el mercado laboral y nuestra biodiversidad La mejora del salario y de las condiciones de las trabajadoras de la maquila puede fortalecer la capacidad adquisitiva y potenciar el mercado interior. Actualmente, su situación es vergonzosamente desproporcionada a los beneficios tributarios que los estados centroamericanos conceden a las maquiladoras.
La biodiversidad se está convirtiendo en una de las mayores fuentes del negocio transnacional, especialmente de las empresas farmacéuticas. (especialmente el germoplasma y el agua), o establecer un sistema de vigilancia sobre recursos naturales, tal como lo acaba de hacer Brasil. Mínimamente deberíamos aprobar y reglamentar una ley sobre la autonomía de los pueblos indígenas y comunidades étnicas en cada región mesoamericana.
Es imperativo sentarse como Centroamérica o como Mesoamérica a discutir todo lo que debemos y podemos hacer como región, a fin de mejorar nuestra vulnerable situación como países aislados frente a los grandes bloques mundiales