VOLVER A LA PAGINA  PRINCIPAL
Latinoamérica

31 de agosto del 2002

Con el senador José Mujica
Cuando la izquierda gane, me voy para mi casa

rodelu.net

El senador José Mujica (principal figura del Movimiento de Participación Popular, la fuerza más votada del FA) analiza las debilidades y fortalezas de la izquierda en la delicada coyuntura y anuncia, de modo sorpresivo, su alejamiento de la política activa en caso de un triunfo de la izquierda. Las razones que invoca para su determinación son tan hondas como demoledoras.

La Concertación para el Crecimiento volverá al Obelisco el domingo 25, pero sin algunas de las entidades que convocaron a la manifestaión de abril. En el campo social, el dramatismo de la hora abre un amplio abanico de especulaciones sobre las "alternativas de salida". En el campo político, el Frente Amplio (FA) acaba de producir una orientación estratégica funcional a casi todos sus sectores, pero incapaz de evitar sus contradicciones. Fue en ese contexto que Mujica recibió a BRECHA y mantuvo la entrevista cuya síntesis se transcribe a continuación.
-Usted ha dicho que las políticas aplicadas por el gobierno en distintos planos han conducido a que el país estuviera atado con alambre.
¿El rumbo estratégico del FA en esta coyuntura no está también atado con alambre? Porque el Plenario Nacional del FA acaba de aprobar una línea de acción que se asemeja a un híbrido entre las posiciones en juego, y que en sustancia propone más de lo mismo: acentuar la política opositora y profundizar las alianzas sociales.
-Creo que sí. Nosotros también sufrimos las consecuencias de este panorama caótico. Porque al parecer teníamos tácitamente una estrategia que significaba ser una oposición prolija, que no cuestionaba la viabilidad del sistema, y que como tal pensaba llegar al 2004 con un país problemático, para crear las bases de un gobierno de cambio sustentable. ¿Pero será así? ¿Llegaremos a ese 2004 con este gobierno? Hay pila de gente en la calle que dice que no, o que tiene dudas.
-Sin embargo, el FA no plantea ningún escenario de crisis política en su definición estratégica.
-Pasa que no se quiere dar la imagen de algo que no se piensa. Es como si quisiéramos evitar que se piense que la izquierda no está embarcada hasta los tuétanos en el funcionamiento de las instituciones domocráticas liberales. Es como una especie de pecado original. Como hace 50 años pudimos haber cuestionado las reglas de la democracia burguesa, que no se nos vaya a deslizar un pecadillo del pasado. Y entonces pasamos a ser más realistas que el rey, cuando el que cuestiona esas reglas es Don Pueblo, que está podrido y se pregunta qué mierda va a pasar en este país. No queremos enfrentarnos a este desafío intelectual y si esto se viene abajo, ¿qué hacemos? ¿Cuál es nuestra propuesta? Todos sentimos que sería mejor que esto no ocurra, pero nadie puede afirmar hoy con sensatez que este gobierno va a llegar al 2004. Porque las amenazas no son conspirativas, la conspiración está en la situación socioeconómica del país. Y uno sabe, por más verde que sea políticamente, que un proceso de este tipo desata una crisis política. Algún día el Partido Colorado tendrá que homenajear a Luis Alberto Lacalle por la gran mano que le está dando. Porque si no fuera por su apoyo, el gobierno ya tendría asegurada su extremaunción. También opera el otro peligro: que el gobierno, en su afán de autodefensa, desemboque en salidas autoritarias, cosa que tampoco debemos descartar. Entonces todo eso es demasiado complicado, feo, intelectualmente riesgoso considerarlo. Pero más riesgoso es no considerarlo.
-¿Por qué el FA no considera formal y públicamente esas cuestiones? ¿Será que recurre a la aplicación inercial de una estrategia como resultado del desconcierto político ante el desmadre repentino de la crisis financiera y social?
-Sí, es así. El propio desconcierto del gobierno ha generado un desconcierto global en todas las fuerzas, y también en la sociedad. Porque yo recuerdo que el primero que me dijo, hace ya meses, "¿y no habrá que cambiar este gobierno?" fue un productor del Interior que jamás votó al FA. La verdad es que el gobierno ha tenido una oposición chiche bombón. Ya quisiera yo estar en el gobierno y tener una oposición así. Esto es como la oposición que ha tenido el gobierno con aebu... (Se ríe.) ...Pero por favor.
-¿Es el momento de complicarle un poco más la vida al gobierno?
-Y yo pienso que sí. Hay que abrir la red para recoger los pedazos, hay que hacerle oposición en serio al gobierno. Pero estamos muy centrados en la cuestión parlamentaria, mientras tenemos un modelo constitucional donde el Ejecutivo tiene infinitamente más poderes que el Parlamento. Aquí no hacemos otra cosa que gritar, y hasta ahora le ha ido bárbaro al gobierno desde el punto de vista parlamentario. Creo que hay que plantearse otras cosas distintas en la calle, y tengo mis dudas si las formas tradicionales de protesta no deben ser revisadas. Pero también tenemos nuestros puntos en contra, tenemos limitaciones para atender el gigantesco frente social que existe pero que no es nuestro. Porque así como puede haber pecadillos con respecto a la democracia, los hay de vanguardismo con respecto a lo social. Nuestras contradicciones internas, a su vez, no nos permiten ser más audaces y más convocantes de un mundo que, no siendo nuestro, tiene que participar en esta cuestión social. Entones estamos ahí, a media tripa.
-¿Esas contradicciones internas se resuelven a partir de líneas de acción como las definidas el domingo pasado?
-No, para nada. Ésta es una línea estratégica con la que todos pueden ir a dormir tranquilos. También el gobierno.
-Me desconcierta, porque su sector comulgó con esas definiciones.
-Sé que estas cuestiones pueden ser criticables, pero son el grado posible en determinado momento. Nosotros tenemos una enorme cultura de negociación y empate. Esto puede ser un defecto pero también una virtud, según el momento. El problema es si estamos jugando el partido de primera o estamos durando en el campeonato. Hasta aquí nos sirvió, pero no sé a posteriori. Habrá que seguir trabajando, pero no la tenemos clara.
-¿Se trata de una estrategia para ganar tiempo mientras se aclara el panorama?
-Es que tenemos que aclararnos... Tenemos que mutuamente convencernos o tenemos que hacernos pedazos entre nosotros, y todos somos conscientes del valor que tienen esos pedazos. La izquierda que tenemos es lo que pudo producir nuestra sociedad, y tiene los defectos de ella. Pero es lo que tenemos y, ojo, no es poco capital. Lo peor que nos podría pasar en este momento sería que el gobierno se desbarrancara y no supiéramos qué hacer. Que cualquier gesto aventurero, con un poco de audacia, emparde la parada.
-¿Todo esto no está revelando en el FA serios problemas de conducción?
-Sí, sí, creo que tenemos una crisis de conducción. Primero porque existe la desconfianza, hija de diferencias pero también de humanos protagonismos. Segundo, es difícil tener un ejecutivo fuerte en el FA que no sea cuestionado a cada paso. Y a veces hay que tomar decisiones rápidas, pero no se puede porque se arma un lío bárbaro. Por otro lado, no existe un ámbito de reflexión estratégica donde se pueda pensar en política profunda, con horas. Tenemos que tener un espacio para el pienso, pero a escala humana, hay que dedicarle horas a la conducción. Con frecuencia nos pasa que quien nos debe representar a todos a veces sale a decir alguna cosa, y después sale otro que dice lo contrario. Y, claro, para Tabaré (Vázquez) no es una posición muy cómoda; entonces termina no diciendo nada, termina no haciendo nada porque lo cuestionamos de todos lados. Así no se puede: o confiamos o no confiamos, vamos a dejarnos de joder. En el momento de esta nota estamos haciendo un papelón. Hace como diez días que aebu le hizo una propuesta al gobierno para estudiar ciertas cuestiones bancarias. Hacer un taller, una comisión de trabajo, para nada diferente a una comisión del Parlamento, pero hasta ahora no fuimos capaces de definir nuestra participación. No, no me jodan. Este cuadro es medio esquizofrénico.
-¿Usted dice que la desconfianza política entre los frenteamplistas está en la base de los problemas de conducción?
-Seguro... Mire, no me haga hablar... Yo lo he vivido en carne propia: resulta que ahora me da más palos por abajo la izquierda que la derecha.
-¿Cómo? ¿En qué y quiénes le dan palos?
-Y me los dan, me los dan... No importa; hay cosas que no quiero decir porque no quiero golpear a compañeros que considero grandes tipos (se queda unos momentos en silencio, con la mirada perdida, luego continúa, con los ojos humedecidos y gestos de indignación). Pero le voy a confesar algo. Voy a luchar para que esta izquierda llegue al gobierno, y si no llega capaz que sigo. Pero si llega, me voy a tomar mate y a jugar al billar en el barrio. Que duerman tranquilos, yo no le voy a sacar el puesto a nadie. Ta. No voy a ser ministro de esto, canciller de aquello, no voy a ocupar ningún cargo, no voy a ser nada. ¡Me voy a la mierda! Pero no me voy por la derecha; me voy por las trampas dentro de la izquierda. Me lo tengo juramentado, y no lo digo como producto de una calentura. Es demasiada la mezquindad humana. Es imperdonable tanta falta de grandeza, porque es tan grande el drama de lo que tenemos por delante, que aunque seamos de cuarta tenemos que jugar un partido de primera. Pero no por nosotros, es porque si no este país se va a la mierda. Si uno le saca esta izquierda al pueblo uruguayo, ¿qué mierda le queda como esperanza? Entonces el drama que tenemos por delante es para mí una tragedia. Y bueno, yo creo que mi alejamiento es el último servicio que le puedo prestar a la izquierda. También una lección. Y no digo más.
-Entre sus definiciones estratégicas, el FA propone la construcción de un "gobierno patriótico, de mayorías nacionales y reconstrucción nacional", ampliando las alianzas políticas y sociales, a efectos de "debilitar aun más el proyecto del gobierno" y "su política entreguista". ¿Se busca de este modo precipitar la caída del gobierno?
-No. Pensemos por ejemplo en una fractura severa del Partido Nacional. Ahí estamos hablando de una crisis política, ¿y cuál es la respuesta? No sé, porque un presidente puede, dentro de sus potestades, convocar a la formación de un gobierno con otras mayorías, otra distribución de cartas. Y ante esa eventualidad el dilema es nuestro: agarramos o no agarramos. No significa que el presidente se tenga que ir, el presidente también puede dejar hacer otro proyecto.
-¿Le parece posible una hipótesis de ese tipo con el talante de Jorge Batlle?
-No, estamos de acuerdo, es prácticamente imposible. A Batlle le falta ese margen de grandeza, le falta capacidad de renunciamiento. El debilitamiento del gobierno puede surgir por el peso de la lucha, y en el plano político es la expresión a través de fracturas en los partidos que apoyan al gobierno. No sé lo que puede pasar, lo que digo es que tenemos que estar abiertos a todas las posibilidades.
-¿Qué implicancias tiene para el país, en momentos como los que vivimos, la carta de intención firmada con el fmi?
-En el futuro inmediato me parece que ninguna, porque es imposible cumplirla. Y no se puede cumplir porque la propia realidad así lo determina. Creo que todavía no tocamos fondo, porque ahora viene el alud de los deudores, un problema de cuya dimensión todavía no hemos tomado conciencia. En el marco de esto hay que ver la carta de intención y todo lo que hemos hablado. Se trata de una realidad explosiva. Pa' colmo tenemos un gobierno desquiciado, que se indigna con los ahorristas que sacaron la plata pa' fuera, pese a que se han pasado cincuenta años edificando un sistema financiero para que eso sucediera.
Nelson Cesin