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Latinoamérica

23 de septiembre del 2002

Paraguay: entrevista a Belarmino Balbuena Cardozo

Campesino y albañil de la Coordinadora Nacional de Organizaciones Campesinas
Gerardo Iglesias
Rel-UITA

Es secretario de organización de la MCNOC, tiene 42 años, pero aparenta menos. Su cargo lo obliga a pasar buena parte de su tiempo en Asunción, donde aprendió que también la gran ciudad necesita una reforma agraria.
- ¿Cómo está constituida la Mesa Coordinadora Nacional de Organizaciones Campesinas (MCNOC)?
- Tiene 28 organizaciones distritales y 5 organizaciones nacionales. En este momento no somos una organización única o centralizada, sino una mesa de coordinación. Sin embargo, estamos trabajando con el objetivo de mejorar nuestra estructura, contar con personería jurídica y con estatutos.
- ¿Cuántos afiliados?
- Tenemos unas 11 mil familias asociadas, que en su mayoría son de pequeños productores de algodón.
- ¿Esas 11 mil familias no producen otra cosa que algodón?
- Bueno, dependen casi exclusivamente del algodón, de ahí los problemas. No estamos en contra de la producción de algodón, pero la situación es bastante perjudicial para los campesinos por distintas razones: el bajo precio en el mercado; se perdieron las semillas nativas; se corre el riesgo de envenenarse con tanto plaguicida que se aplica y, por último, la gente ha perdido la posibilidad de diversificar su producción. En este país la mayoría se echó a producir algodón, el resultado ha sido la deuda y la morosidad de más de 300 mil campesinos, todos pequeños productores, y muchos han perdido su terreno, su chacra. Por ello hicimos un análisis y proponemos el autoconsumo. Primero, producir la alimentación para que la gente pueda resistir en su terreno, quedando en un segundo plano el tema del algodón. Un estudio reciente informa que muchos productores han dejado el cultivo de algodón, y se pasaron a cultivos para su sustentación.
- El algodón es lucrativo, pero sólo para un puñadito de empresas y personas.
- El ministro de Agricultura es representante de CADELPA1, quienes hicieron todo ese negociado con los tubos matapicudo y con las semillas. En el algodón hay una gran corrupción. Nosotros planteamos otro tipo de producción. Nos movilizamos y conseguimos algo de crédito para el desarrollo de la producción de aves de corral, chanchería y la pequeña industria.
- Imagino que no ha sido fácil. Mucha gente fue convencida de que en el algodón estaba la salvación.
- Pero hoy la gente está muy castigada y se ha dado cuenta. Hicimos tres movilizaciones procurando que se condonaran las deudas, pero si te perdonan esas deudas, al otro año te volvés a endeudar. El gobierno no tiene un plan de desarrollo. No hay apoyo técnico ni herramientas. El sistema crediticio te ata, hace trampa, es un usurero. Los precios que se pagan son muy bajos y muchas veces no salvás ni los costos de producción, y con el rendimiento de las nuevas semillas no alcanza. Antes había mucha variedad de semillas y eran buenas. Por ello estamos planteándole al Estado que se recuperen esas variedades y se organice un banco de semillas autóctonas.
- ¿MCNOC tiene una posición con respecto a la semillas transgénicas?
- Estamos en contra totalmente. Hemos participado en varios seminarios internacionales y estamos informados sobre el problema y el peligro. Ya concientizamos a nuestro pueblo y tratamos de cuidar todas nuestras semillas nativas, y como decía, debemos crear las condiciones técnicas y jurídicas para salvaguardar nuestras semillas y que se prohíba el ingreso de semillas transgénicas, porque pueden afectar la salud de toda la población, y por el monopolio que generarán.
- ¿Hay hambre en el campo paraguayo?
- En muchas partes hay hambre. Para superar esa situación hay varios modelos que se plantean a partir del campesino. Hay grupos que orientan hacía la mecanización de la agricultura. La Federación Nacional Campesina (FNC) está por la industrialización del país. Nosotros creemos que la solución no está en la mecanización, sino en cultivar para el autoconsumo y con el sobrante organizar pequeñas industrias.
En este sentido venimos desarrollando un proceso de concientización. La gente cae en la propaganda neoliberal, en que todo te lleva a la eficiencia total. Entonces en vez de cocinar un buen locro con nuestro maíz, vamos al almacén. En vez de tomar naranjas y hacer un buen jugo, compramos un paquete de jugo con colorante y todo. Es que la propaganda ha entrado en todas partes. Por eso lanzamos un plan contra este modelo que está llegando hasta el último rincón del campo. Nuestra propuesta de desarrollo pasa por plantar alimentos, controlar las semillas, crear organizaciones de mujeres y cooperativas campesinas. Ahí nosotros sintetizamos nuestro modelo cooperativo campesino que movilice la producción, la pequeña industria y el almacén de consumo comunitario.
- ¿Pero la gente quiere quedarse en el campo?
- Sí. Y además, ahora mucha gente de la ciudad quiere volver al campo. A diferencia de Argentina o Uruguay, en Asunción ya no quedan fábricas. ¿Qué puede hacer la gente? ¿Delinquir? Aquí ya tenemos 5.600 muertes violentas por año, es como una guerra. Ese es el resultado de esta situación de crisis prolongada. Por ello hemos exigido la intervención del sistema y de la administración del Estado.
- Muchos se venieron a la ciudad en busca de una vida mejor y, según lo que cuentas, hoy quieren regresar. ¿Ustedes están organizando a estas familias para su retorno al campo?
- La gente está volviendo a la zona urbana del interior. Vuelve a la lucha, porque nosotros no tenemos tierra para repartir, sólo tenemos la posibilidad de cuestionar los latifundios y llevar adelante una lucha por la tierra. Después de Brasil, Paraguay es el país donde la tierra se encuentra en menos manos, y hay unos 300 a 400 mil campesinos sin tierra. Eso está generando una conciencia en la ciudad. Lo que nosotros planteamos es llevar la reforma agraria a la ciudad, pues ella necesita urgente de una reforma agraria. Aunque la iglesia es un poco conservadora, hay algunos sectores que se están pronunciando a nuestro favor. Trabajamos en un país subdesarrollado, sin industrias, lo único que tiene es su tierra. Entonces, debemos producir, producir mejor, organizar a la gente y que el gobierno trabaje en la salida y colocación de nuestros productos.
- ¿Dónde naciste?
- En una pequeña zona llamada Coronel Oviedo, al oeste de Asunción. Soy de familia campesina, diez hermanos que están todos en el campo. Yo tengo 42 años, casado y con dos hijos que viven en un asentamiento. Mi compañera es secretaria de finanzas de un almacén de consumo del asentamiento.
- ¿Cómo es el proceso de un asentamiento?
- Muchas veces ocupábamos las tierras en forma desordenada y tuvimos problemas. Se lograban las tierras pero se perdía en la organización. En nuestro asentamiento habíamos ganado unas 28.000 hectáreas. Allí entraron todos los partidos, todas las sectas y fueron tres, cuatro años de un relajo tremendo. La gente ya no podía resolver sus problemas, y entonces comenzó a unirse, a organizarse. La zona se llamaba El Distrito. Hoy controlamos ese pueblito. No participamos en las elecciones pero marcamos nuestro apoyo para asegurarnos de que funcione el control. Allí tenemos una coordinadora de sectores populares que coordina todas las necesidades.
Cuando hay movilización en esa zona la gente sale en masa. Los reaccionarios quedan solos y no pueden hacer nada. La gente plantea, "Tenemos que controlar el Municipio". Nosotros discutimos el poder. Manejamos la administración y tenemos el control de toda la situación. Es mejor estar en la oposición -dice riendo-.
- Volviendo al asentamiento, ¿cómo se organizan?
- Por ejemplo, yo estoy en un terreno comunitario. Los compañeros me invitaron a participar para ayudarlos. Tengo una casita pequeña, y una buena parte de los terrenos son comunitarios y la chacra se hace en forma colectiva
- ¿Extrañas el campo?
- Si, bastante. Cuando más problemas, mejor para mí, porque hay que coordinar y atender los problemas, entonces estoy entretenido y no extraño tanto. Allá la vida es otra.
- ¿Imaginas un mundo sin campo?
- No. Hoy en día se revalora el trabajo del campo. A pesar de todo, todavía allí la gente no pierde su forma de convivencia, de formar cooperativas, de planificar la producción. Las futuras generaciones dependen del campo, y por ello tenemos que cuidar mucho el medio ambiente. Nosotros sufrimos los efectos de una producción mecanizada efectuada por brasileños en la zona fronteriza. En la zona del Alto Paraná ya no hay árboles ni para que duerman los pájaros. Está totalmente deforestado, y hay un uso de agrotóxicos a mansalva. Ese es nuestro problema también.
- ¿Es posible otro Paraguay?
- Creo que sí. Si tenemos unidad, si dejamos de lado las pasadas luchas internas por discusiones de métodos, de modelos, vamos a llegar. Nos hemos superado mucho, el tema es que no tenemos ni un solo parlamentario que valga la pena. Los que están representan a familias reaccionarias de la oligarquía, y los movimientos de izquierda son bastante desnutridos por acá. Estamos replanteando la lucha y vamos a volver contra la corrupción, porque aquí, con lo que se roba en un mes tendríamos millones de guaraníes para hacer la reforma agraria, pero sucede que hay una mafia en el poder.
Para cambiar hay que mostrar modelos alternativos y cosas trabajadas. Eso quiere la gente, verlo, tocarlo, participar y opinar. La gente no es tonta como algunos creen. Hay que trabajar, nosotros decimos que no es tiempo de comunicados sino de trabajo, la unidad se construye en la lucha, y hay que crear conciencia. Si continuamos dispersos y divididos no golpeamos a nadie.
© Rel-UITA