Ernesto Samper, es presidente de Colombia,
habla de la lucha antiguerrilla
"Hace falta no uno, sino 40 millones de informantes" Alvaro Uribe,
nuevo presidente de Colombia, asumió hace dos semanas con un explícito
programa antiguerrilla y gran popularidad. Página/12 consultó
sobre el tema al ex presidente Ernesto Samper, que gobernó entre 1994
y 1998. Estas fueron sus respuestas.
Alvaro Uribe (centro, de civil) pasa revista a las tropas en la escuela de cadetes
de Bogotá.
Por Carlos Noriega
"Hay que pensar en la creación de una OTAN andina", propone
el ex presidente colombiano Ernesto Samper (1994-98) como respuesta al riesgo
de que el conflicto colombiano se desborde a los otros países de la región.
El ex presidente por el Partido Liberal, cuya gestión presidencial estuvo
marcada por las denuncias del ingreso de narcodólares a su campaña
electoral y su disputa con Estados Unidos, estuvo de paso durante dos días
en Lima para asistir a un evento académico sobre la globalización,
y dialogó con Página/12 sobre la crisis colombiana, sus peligros
y las primeras medidas adoptadas por el nuevo presidente, Alvaro Uribe.
–El presidente Alvaro Uribe se ha estrenado en el gobierno declarando el estado
de conmoción interna para combatir a la guerrilla, ¿qué opina
usted de esa medida extrema?
–La declaratoria del estado de conmoción interna era inevitable. La actitud
desafiante de la guerrilla colombiana al intentar boicotear la toma de mando
del presidente Uribe es prueba de que la guerrilla no tiene una intención
clara de paz frente al gobierno de Uribe, como tampoco la tuvo frente al gobierno
de Andrés Pastrana. Con una guerrilla que no quiere entrar de manera
sincera a un proceso de negociación, que ha actuado de una forma que
hoy es calificada internacionalmente como terrorista, la única respuesta
que puede dar el Estado colombiano, y eso lo apoyamos todos, es una respuesta
de defender las instituciones con los instrumentos que le da la Constitución.
–¿Y cuál es el riesgo de que el estado de conmoción interna afecte
la vigencia de esas instituciones democráticas que se dice querer defender
y el respeto a los derechos humanos?
–Ninguno. El estado de conmoción es una figura constitucionalmente aceptada
y tiene controles muy claros establecidos por la Constitución.
–Otra decisión controvertida del presidente Uribe es la creación
de un millón de informantes entre la población civil. ¿Cuál
es su opinión sobre esta propuesta?
–Con lo que no estoy de acuerdo es con el número. A mí me parece
que debe de haber 40 millones (la población de Colombia) de informantes.
No se trata, como se ha presentado equivocadamente, de crear una red de soplones,
o de civiles armados. De lo que se trata es de que la comunidad se organice
para que comparta con las autoridades la vigilancia del orden público.
–¿Eso no pone a los civiles a merced de acciones de represalia?
–No, si se involucran todos los colombianos. Es muy difícil que las FARC
reaccionen contra 40 millones de informantes. El concepto no es de delación,
sino de colaboración.
–El presidente Uribe le ha declarado la guerra total a la subversión
armada para buscar derrotarla militarmente. ¿Cree que es posible una victoria
militar sobre la guerrilla?
–Llevamos 50 años en una situación de statu quo en la cual la
guerrilla no ha podido ganar la guerra, pero el Estado tampoco ha sido capaz
de derrotar a los grupos alzados en armas.
–Si la victoria militar no es posible, ¿entonces la actual apuesta por la guerra
terminará inevitablemente en una nueva negociación política
con la guerrilla?
–No existe en este momento ningún espacio posible inmediato para una
negociación, pero no hay conflicto armado que no haya terminado en unasalida
política. Lo que ahora tenemos es la necesidad de que el Estado demuestre
que tiene la capacidad de controlar militarmente el país, de ejercer
el monopolio de la fuerza. Y a partir de esa demostración de la fortaleza
militar del Estado, espero que se pueda abrir un nuevo espacio para la negociación.
–¿La estrategia sería, entonces, hacer la guerra ahora sin pensar en
una victoria militar total, sino buscando ganar algunas batallas para luego
volver a negociar con la guerrilla desde una mejor posición?
–Exacto... No sé si eso es lo que está pensando el presidente
Uribe. Mi opinión personal es que si Colombia no demuestra que tiene
la capacidad de imponer la ley frente a la guerrilla, ésta no va a tener
ningún interés de negociar. El problema en Colombia es que no
se puede hacer la paz porque las FARC creen que están ganando.
–¿Es partidario de que los paramilitares sean incluidos en un proceso de negociación
para la paz?
–No creo que se pueda hacer un proceso de paz dejando afuera a los paramilitares.
–¿Incluirlos en una mesa de negociación no significaría darles
un reconocimiento político a los paramilitares?
–Deben ser incluidos en el mismo proceso de paz, pero no en la misma mesa de
negociación que la guerrilla, porque con ésta la negociación
es, efectivamente, política. En el caso de los paramilitares no se debe
negociar políticamente con ellos, sino negociar su desmovilización.
De esta manera no se les estaría dando un reconocimiento político.
–Las fuerzas armadas colombianas y las autoridades de distintos gobiernos, incluido
el suyo, han sido acusadas de mantener contactos con los paramilitares y de
permitir, y hasta alentar, su funcionamiento. ¿Qué tan estrecha es la
relación entre los paramilitares y el Estado colombiano?
–Esas vinculaciones de los paramilitares con el Estado colombiano que usted
señala pudieron ser muy evidentes en los años 80 y comienzos de
los 90, pero se han ido reduciendo y hoy día lo que hay son solidaridades
personales, que no las puedo negar, con oficiales militares, en actividad y
retirados. Se ha avanzado mucho en disminuir los vínculos institucionales
entre los paramilitares y el Estado.
–¿Cree que el presidente Uribe tendrá la misma voluntad política
para combatir al paramilitarismo que la que está demostrando para combatir
a la guerrilla?
–El paramilitarismo es una amenaza tan fuerte como la guerrilla y debe ser combatido
de la misma manera. Tengo la convicción de que el presidente Uribe así
lo entiende y así lo va a hacer.
–¿El conflicto colombiano puede extenderse a los países vecinos?
–Colombia es un país problema en la región y un vecino molesto
para los otros países. Frente a la realidad de que el conflicto colombiano
está desbordándose, tenemos que buscar mecanismos conjuntos para
responder a un problema que nos afecta a todos. Creo que hay que comenzar a
pensar en una OTAN andina, con mecanismos de coordinación militares y
de inteligencia conjuntos en el ámbito de la región que permitan,
sin tener en consideración las fronteras, desarrollar acciones rápidas
mediante la combinación de esfuerzos de los ejércitos y las policías
de los países andinos. Hay que buscar mecanismos creativos y eficientes
que permitan que la persecución en caliente en las fronteras se pueda
dar sin necesidad de tramitaciones burocráticas, a través de mecanismos
de acción rápida.
–¿Estaría a favor de una intervención internacional en el conflicto
colombiano?
–Depende de cómo sea esa intervención. Si esa intervención
implica ayuda militar, asistencia técnica, asistencia en el campo de
la inteligencia, apoyo logístico y financiero, entonces esa intervencióninternacional
sería útil y necesaria. Ni Estados Unidos, ni los países
limítrofes de Colombia, ni la Unión Europea pueden sentirse ausentes
del conflicto armado que vive Colombia. Ahora, si esa intervención implica
interferencia en las decisiones estratégicas, entonces no estaría
de acuerdo con ella.
–¿Y si esa intervención implica participación de tropas extranjeras
en territorio colombiano?
–No hay ningún espacio para la presencia de tropas extranjeras en Colombia.
–¿Pero su propuesta de una OTAN andina para que actúe en el conflicto
colombiano no abriría las puertas para una intervención militar
en Colombia?
–No. Esa OTAN la concibo como una estrategia de respuesta conjunta dentro de
las aéreas de frontera, para evitar que los grupos alzados en armas consigan
protección traspasando las fronteras. No se trata de que tropas peruanas
o ecuatorianas o de otros países ingresen a Bogotá.
–¿Por qué cree que fracasó el proceso de paz que puso en marcha
su sucesor, el presidente Pastrana?
–El gobierno de Pastrana pecó de una gran ingenuidad, tal vez motivado
por querer hacer la paz a cualquier costo. Entregó una amplia zona de
distensión sin ninguna contraprestación. No pactó una agenda
de negociación, no hubo plazos acordados, todos los compromisos que se
adoptaron fueron en contra del Estado, como permitir la salida de jueces, fiscales
y policías de la zona de despeje. En esas circunstancias, las FARC tenían
muy poco que negociar, porque antes de hacerlo ya habían obtenido buena
parte de lo que estaban buscando. En estos cuatro años la guerrilla se
ha fortalecido militar y financieramente. Rescatando algo del proceso de paz
de Pastrana, se puede decir que deslegitimó internacionalmente a la guerrilla.
Hoy la guerrilla colombiana tiene mucho menos apoyo político internacional
del que tenía hace cuatro años, y ahora es mundialmente catalogada
como un grupo terrorista.
–¿Y qué autocrítica haría de su gobierno, durante el cual
la guerrilla incrementó significativamente su capacidad militar y expandió
su radio de acción y los paramilitares crecieron exponencialmente?
–Es cierto que el conflicto aumentó durante mi gobierno, pero antes había
aumentado durante el gobierno de (César) Gaviria (1990-94) y luego también
aumentó durante el gobierno de Pastrana (1998-2002) respecto al mío.
Sobre el paramilitarismo, éste ha venido creciendo a un ritmo simétrico
al crecimiento de la guerrilla. La autocrítica que haría a mi
gobierno en este terreno es que no pude abrir un proceso de negociación
de paz y esto no fue posible porque la guerrilla pensó, equivocadamente,
que la crisis política del año ‘96 (producto de las denuncias
del ingreso de narcodólares a la campaña electoral de Samper)
iba a precipitar la desestabilización del país y que esa desestabilización
iba a favorecer a su proyecto político. Por eso la guerrilla no quiso
negociar.
–¿Las denuncias de financiamiento del narcotráfico a su campaña
electoral marcaron su gobierno al extremo de inmovilizarlo?
–Durante la crisis del año ‘96 sí, pero después no. Yo
fui absuelto de esas acusaciones, lo que no significa que no reconozca que la
mafia se pudiera haber infiltrado en mi campaña, como se infiltró
en el fútbol y en otros campos de la vida colombiana.