6 de agosto del 2002
El beso del presidente mexicano a la mano del Papa
El principio de la simulación
Elisa Lipkau
Rebelión
Los medios escritos no han dejado de hablar en los últimos días
de la ilegalidad constitucional de las acciones de Fox. De la amenaza que representa
ese famoso beso en la mano del pontífice para un Estado laico. Realmente,
la abierta religiosidad del Jefe del Ejecutivo implica un cambio profundo en
un país donde, hasta hace 20 años, los sacerdotes católicos
no podían salir ataviados a la calle, un país que vivió
la Guerra Cristera y sufrió una escisión en su mismo territorio
por la persecución de las manifestaciones católicas, para instaurar
un estado "revolucionario" y separado de la Iglesia. Pero, ¿acaso representa
el beso de Fox, verdaderamente, como dijo Santiago Creel, el fin de la simulación?
¿O toda esta mercadotecnia religiosa tan sólo constituye una nueva etapa
en las relaciones de dominación y simulación en nuestra América,
siempre tan anclada a la fe?
Fox puede tener y profesar la religión que quiera y el papa Juan Pablo
II puede sin duda ser un hombre santo y que ha cargado sobre su cansada espalda
con un peso muy grande, el de reformar a la Iglesia en un momento de crisis
interna y externa, un momento de transformaciones constantes que están
redefiniendo los esquemas de poder a escala global. Pero, como me hizo reflexionar
el genial cartón de Helguera, ayer en La Jornada, ambos personajes,
Fox y Karol Wojtyla "se inclinan" hacia el mismo lado: sin duda ambos renquean
hacia la derecha.
La situación de la Iglesia frente a sus múltiples escándalos,
frente a temas como el aborto, el sida o la homosexualidad, la coloca en un
momento de necesaria reflexión en torno a las bases mismas del dogma
y sus valores morales. Los escándalos de los curas pederastas manifiestan
una degradación interna de la estructura eclesiástica, tal como
en un juego de espejos, las continuas quiebras y escándalos financieros
de compañías estadounidenses dejan ver la propia podredumbre de
la economía yanqui. Y tanto Bush como el papa continúan queriendo
tapar el sol con un dedo. La guerra en Afganistán y la persecución
ridícula de Bin Laden, (que ahora funciona como pretexto perfecto para
extenderse hasta Irak),o bien, la canonización del indio Juan Diego sirven
a un mismo propósito: esconder las verdaderas problemáticas, ocultar
a los indígenas y al mundo entero sus propios miasmas, sus propias podredumbres
y evitar, con una mirada esquiva, la pobreza, la marginación y el olvido
en que viven los pueblos indios.
Pero los indígenas ya no están ciegos, han abierto sus ojos para
hablar con su palabra silenciosa y no se aceptan más como los idiotas,
los incultos de siempre. Ahora ellos están conscientes de que todo es
político y todo es comercializable en este mundo, en el que hasta los
santos son parte de "la moda". Así lo afirmaron ayer los integrantes
de la Coalición de Organizaciones Autónomas Indígenas de
Ocosingo (COAIO), en carta abierta al papa: "La presencia del presidente Fox
en la misa de canonización de Juan Diego no es por devoción religiosa
o por su espíritu cristiano, sino fundamentalmente por cuestiones políticas".
Muy bien saben y se dan cuenta los indígenas de que toda esta faramalla
no es más que otro acto de sublime simulación, tal como lo fue
el concierto para la Paz en Chiapas que organizó Fox con sus televisoras
el año pasado, con lo que intentaba ganar, a través de los zapatistas,
un poco de apoyo para su inestable nueva presidencia.
Resulta patético que en ambos casos (el concierto por la paz y la misa
de canonización) se haya presentado una imagen del México indígena
televisivo, un modelo hollywoodense de la cultura prehispánica, más
falso y acartonado que el Ballet de Amalia Hernández, con grandes penachos
y máscaras de águilas, pero eso sí con puros indios guapos,
altos y fuertes… ¿Y los indios verdaderos, los de hoy, los jodidos? Esos que
sigan escondidos en sus pueblos, en sus montes, recluidos en su pobreza y marginación,
que para eso sirven.
Los indígenas ya no pueden ser engañados. Bien claro dijo la COAIO:
"Fox y su partido, Acción Nacional son los primeros que han demostrado
su falta de caridad y humanismo[…] para sumarse en contra de los derechos de
los pueblos indios, de su reconocimiento como personas plenas […] Es necesaria
no sólo la canonización de Juan Diego, sino también el
reconocimiento de los acuerdos de San Andrés".
Pero al Vaticano le tienen sin cuidado los derechos indígenas. El papa
canoniza a un indio que para las comunidades ya era santo, desde hace cientos
de años; de hecho, los curanderos totonacos se dirigen a él para
que los ayude en sus curaciones. Karol Wojtyla utiliza la canonización
como un acto político en el que manifiesta su apoyo a los grupos indígenas,
pero a la vez les pide a cambio "humildad" y "responsabilidad para crear su
futuro". Miguel Angel Velázquez lo hizo ver en su columna Ciudad Perdida:
"el papa canoniza a Juan Diego en momentos en que existe en México un
foro de rebelión indígena y también eleva al rango de santos
a dos indios oaxaqueños, Juan Bautista y Jacinto de los Angeles, que
serán premiados por haberse sumado a la cristiandad en contra de las
creencias de los suyos, a quienes denuncian al poder extranjero". La jerarquía
católica pide pues a los indígenas seguir estos dos ejemplos,
sumisión y traición; "esto es lo que llevará a los indios
al cielo y no la lucha en todas sus formas, en contra de quienes ahora buscan
arrebatarles sus tierras, sus lenguas, sus costumbres, su manera de concebir
la vida y la muerte." (La Jornada, 31/07/02)
Fox le pintó al papa un país "democrático, plural y orgulloso
de su amplia diversidad étnica y cultural", pero en la Basílica
de Guadalupe no entraron indígenas, más que los indios blanqueados
de Televisa, vestidos todos con el estereotipo del guerrero águila o
de los danzantes aztecas y tocando sus flautas junto a la fingida voz de Ramón
Vargas. El presidente describió un país incluyente y comprometido
con "el crecimiento con rostro humano"; pero todavía no ha hecho nada
para presionar a la Suprema Corte de Justicia y que se resuelvan, en favor de
las comunidades, las múltiples controversias constitucionales. Así
mismo, cada día continúan en Chiapas las denuncias de las bases
de apoyo zapatistas, en contra del acoso militar del ejército federal
y los campesinos de Atenco se levantan con machetes para exigir sus tierras.
Ellos mismos también tienen muy clara la simulación de Fox, pues
ayer declararon que "el gobierno pretende levantar su imagen que está
por los suelos, por medio de la religión y la fe de nuestro pueblo. Quieren
utilizar la canonización de un indígena que simboliza a la raza
aborigen de nuestros pueblos para que olvidemos la falta de respuesta hacia
nuestras demandas". (La Jornada, 31/07/02)
El papa se dirigió "a los numerosos indígenas venidos de las diferentes
regiones del país, representantes de las diversas etnias y culturas mexicanas",
les expresó su respeto y hasta cariño en la Basílica el
día de ayer, pero en su acto de fe no aparecieron los indígenas,
más que como un estereotipo comercializado y rebajado de la indianidad
en la era global. La imagen del propio Juan Diego que decidió utilizar
la jerarquía católica fue la de un español barbado pero
vestido de indio. ¿Acaso no es todo esto una magnífica simulación?
Si no lo es, yo no comprendo nada. Como dijo ayer Rigoberta Menchú, Premio
Nóbel de la paz y mujer verdaderamente indígena y guerrera, en
un programa de Radiofórmula: No es lo que importa la canonización
de Juan Diego, que ya era santo para los indígenas, lo que importa es
cómo va a manejar la Iglesia su teología en esta nueva realidad,
sin seguirnos ofendiendo.