25 de agosto del 2002
Muchos fugados en 1990 durante la dictadura de Pinochet todavía no pueden regresar a Chile
El túnel de la libertad
Mario Amorós
En 1990, 49 presos políticos se evadieron de una cárcel de
alta seguridad de Pinochet a través de un túnel de 60 metros.
Muchos de los fugados, entre ellos Rafael Pascual y Jorge Martín -militantes
comunistas-, no pueden regresar a Chile porque la justicia militar aún
les persigue.
El 30 de enero de 1990 los chilenos se despertaron con una noticia sorprendente:
49 presos políticos (entre ellos siete condenados a muerte por Pinochet)
se habían evadido de la cárcel pública de Santiago a través
de un túnel de 60 metros excavado durante 18 meses por 24 militantes
del insurgente Frente Patriótico Manuel Rodríguez (FPMR), del
Partido Comunista y de la Juventud Comunista. La mayor fuga de la historia de
Chile ridiculizó a una dictadura militar que agonizaba y fue interpretado
por sus protagonistas como un saludo a la democracia que el país anhelaba
recuperar muy pronto. Entre quienes participaron en la llamada "Operación
Exito" estuvieron Rafael Pascual y Jorge Martín, hijos de exiliados republicanos
españoles llegados a Chile en septiembre de 1939 a bordo de aquel barco,
el Winnipeg, con el que Pablo Neruda rescató a más de 2.500
republicanos de los campos de concentración franceses, en lo que fue,
según el Poeta, la misión "más noble de mi vida".
El Frente Patriótico Manuel Rodríguez fue una organización
político-militar nacida en 1983 al calor de las grandes protestas populares
contra la dictadura de Pinochet y como parte de la política de la Rebelión
Popular de Masas, auspiciada por el Partido Comunista y asumida por amplias
capas de la sociedad chilena, desde los pobladores al movimiento obrero, desde
los estudiantes a importantes sectores profesionales e intelectuales. Muchos
de los militantes rodriguistas se formaron en la lucha revolucionaria en Cuba
y otros países y participaron como internacionalistas en la defensa de
la Revolución Sandinista.
La legítima lucha del Frente, que tomó su nombre de un guerrillero
de la época de la independencia, fue parte del inmenso esfuerzo del pueblo
chileno por derrotar a la dictadura, por construir una verdadera democracia
y por retomar de nuevo el camino del socialismo, tareas todas aún pendientes
en este Chile neoliberalizado a sangre y fuego por Pinochet y regido por un
presidente, Ricardo Lagos, que se dice socialista, pero que sólo gobierna
para empresarios y militares.
Decenas de compañeros del Frente Patriótico Manuel Rodríguez
dieron su vida en esta lucha, entre ellos aquellos 12 jóvenes masacrados
en una noche terrible de junio de 1987 por agentes de la Central Nacional de
Informaciones (CNI –idénticas siglas que el organismo sucesor de "nuestro"
CESID).
Miembros del FPMR, Rafael Pascual y Jorge Martín fueron detenidos en
1986, el primero en Carrizal Bajo, cuando el Frente intentó internar
en el país un enorme cargamento de armas, y el segundo mientras pretendía
vender un vehículo. Ambos fueron torturados con brutalidad en distintos
cuarteles de la CNI y después fueron trasladados a la cárcel pública
de Santiago. Dos hermanas y un sobrino de Jorge Martín fueron asesinados
por agentes de la dictadura en aquellos días.
Dos años después, a mediados de 1988 un grupo de presos comunistas
y del Frente Patriótico Manuel Rodríguez, entre ellos Pascual
y Martín, decidió fugarse de este centro penitenciario a través
de un túnel. Su construcción, realizada en condiciones muy difíciles,
exigió mucho esfuerzo e imaginación.
"Como no teníamos madera para apuntalar el túnel, optamos por
el sistema de bóveda, como hacían los compañeros vietnamitas,
pues nos ofrecía mayores garantías ante los derrumbes", explica
Pascual. Por su parte, Martín recuerda que "el túnel era pequeñísimo:
tenía cincuenta centímetros de ancho y otros tantos de alto y
en algunas partes sólo cuarenta. Sólo cabíamos estirados,
era muy claustrofóbico. De hecho, Rafa, otros más y yo tuvimos
problemas dentro del túnel y tuvimos que salir..."
Las rudimentarias herramientas (cuchillos, cucharas, tenedores, alambres...)
que emplearon para excavar el túnel, con la escasa iluminación
que les proporcionaban algunas bombillas de bajo consumo, y los constantes derrumbes,
propios de un país tan sísmico como Chile, les obligaron a trabajar
dieciocho meses en la construcción del extenso agujero que les devolvió
la libertad. Estos presos políticos de la dictadura de Pinochet construyeron
una auténtica infraestructura para su operación, tal y como señala
Jorge Martín: "Los motores que teníamos para pulir la artesanía
los empleábamos para ventilar el túnel a través de una
tubería que construimos con los envases de bebidas que nos dieron nuestros
familiares. Además, empleamos unos walkman para hacer un sistema
de comunicaciones en el túnel..."
Sin duda alguna, el principal obstáculo que tuvieron que salvar para
no despertar jamás las sospechas de los gendarmes de la prisión
fue el ocultamiento de las cincuenta toneladas de tierra que arrancaron del
subsuelo de Santiago. "Pusimos la tierra en el entretecho de nuestra galería,
que tenía una longitud de setenta metros", explica Rafael Pascual. Para
esta tarea se inspiraron en la conocida película La gran evasión
y construyeron un carrito similar al que emplearon aquellos detenidos aliados
para sacar la tierra a través de unos rieles construidos con maderas.
Durante 18 meses, día y noche, en turnos de dos horas como máximo
aquellas 24 personas fueron capaces de culminar su proyecto de fuga.
Ante la necesidad de proteger su intento de fuga, crearon también un
auténtico lenguaje para la evasión con palabras como "pera" (el
túnel), "maleta" (bolsa de plástico llena de tierra –entre ocho
y diez kilos-), "lavado" (transporte de la tierra desde la boca del túnel
hasta el entretecho), "comida" (trabajo dentro del túnel), "limón"
(aire bombeado") ...
Asimismo, los equipos artesanales de comunicación que emplearon dentro
del túnel les permitían ordenar a los compañeros que trabajaban
en él que retornaran al exterior con rapidez cuando lo exigía
su seguridad. Al éxito de la operación también contribuyó
la libertad de desplazamiento entre las calles y las galerías de la cárcel
durante determinadas horas del día que los presos políticos habían
logrado tras numerosas huelgas de hambre.
El túnel nacía en una celda de la octava galería y se prolongaba
en dirección norte por debajo de otras dos galerías con celdas,
dos patios grandes y el terreno de seguridad que antecede a las murallas de
la cárcel. Después atravesaba la avenida Balmaceda, el túnel
del metro y proseguía hasta los terrenos eriazos de la estación
de ferrocarriles.
Durante aquellos 18 meses sólo tuvieron un pensamiento: "Llegar a ver
la luz de la calle", señala Jorge Martín. Y Rafael Pascual añade:
"Todas las cosas que hacíamos eran triunfos diarios. De hecho, en cada
pedazo de madera del túnel había leyendas como 'Cava tu metro
de libertad'. Fue un trabajo muy duro porque a veces nos encontramos con rocas
que pesaban más de cien kilos y tuvimos que hacer un agujero para enterrarlas".
A las siete y media de la tarde del 29 de enero de 1990 los 24 presos políticos
entraron en el túnel. Según Pascual, "a partir de la diez de la
noche empezamos a salir al exterior uno a uno cada dos minutos e hicimos el
contacto con la gente que nos esperaba fuera. Junto al muro que nos hacía
invisibles para los gendarmes de la cárcel nos despojamos de las ropas
que llevábamos encima de las que íbamos a emplear en el exterior
y fuimos subiendo al autobús que nos esperaba. La operación fue
un éxito porque a la medianoche ya estábamos todos en casas de
seguridad y los gendarmes no descubrieron el túnel hasta las tres de
la mañana".
Además de los 24 evadidos que participaron en la construcción
del túnel, otros 25 presos políticos escaparon por él ya
que a las ocho y cuarto de la tarde uno de los fugados había comunicado
la existencia del túnel a las otras organizaciones presentes en la cárcel
(Partido Socialista, Movimiento de Izquierda Revolucionaria, FPMR-Autónomo...).
Sólo 9 de los 49 presos -entre ellos siete condenados a muerte- que escaparon
fueron detenidos. La "Operación Exito" fue el último golpe que
la oposición democrática asestó a una dictadura que expiraría
seis semanas después cuando Pinochet entregó el poder al presidente
Patricio Aylwin, elegido con los votos de todas las fuerzas democráticas,
desde la Democracia Cristiana al Partido Comunista.
Meses después tanto Rafael Pascual como Jorge Martín llegaron
de manera clandestina a Madrid. Durante su estancia en la cárcel sus
familiares se preocuparon de tramitarles la nacionalidad española. Hoy,
once años después, todavía no pueden regresar a Chile porque
aún son requeridos como prófugos de la justicia militar en unos
procesos plagados de irregularidades.
Rafael Pascual incide en esta paradoja: "Mientras los crímenes de los
asesinos prescriben gracias a la ley de Amnistía y los torturadores se
pasean libremente por las calles de Chile, quienes luchamos por la libertad
de nuestro pueblo no podemos retornar. Es como si a los partisanos que lucharon
contra el nazismo en Europa los estuvieran juzgando y a los fascistas los dejaran
en libertad".
Chile está en deuda con muchas personas como mis camaradas Rafa y Jorge,
quienes entregaron su juventud de manera tan generosa a la lucha por la libertad
de su pueblo, de la misma manera que sus padres lo hicieron por la II República
Española.