24 de agosto del 2002
Colombia: Mano Firme, Corazón Pequeño.
Uribe impone la línea dura con la bendición de Bush
Sean Donahue
Counterpunch
Traducido para Rebelión por Germán Leyens
BOGOTÁ, COLOMBIA. Las calles quedaron extrañamente vacías
en Bogotá después del ataque con morteros el día de la
ceremonia de transmisión del mando. Soldados, policías, mendigos
y vendedores permanecieron en las calles, pero todo el que podía escoger
permaneció dentro de las casas. El extraño silencio era marcado
por el ruido de los helicópteros del ejército y de los cazas jet
de EE.UU. que volaban bajo sobre la ciudad.
Esa tarde, Bogotá parecía una ciudad bajo sitio –y era difícil
decir cuál lado era el responsable – las guerrillas izquierdistas con
sus ataques de mortero, o el nuevo gobierno con su opresiva demostración
de fuerza militar en una capital que se ha ahorrado lo peor de la guerra civil
de cuarenta años de este país, pero que amenaza con convertirse
en un nuevo campo de batalla al escalar la guerra. El Presidente Alvaro Uribe
Vélez hizo campaña con el slogan "Mano Firme, Corazón Grande,"
Era evidente que la mano firme había agarrado Bogotá, pero no
se veía el corazón grande por ninguna parte.
Legalizando la represión.
Esa misma mañana, en Barrancabermeja, una ciudad en la que se refina
petróleo en el río Magdalena, al norte de Bogotá, una activista
de la Organización Femenina Popular, un grupo valeroso y dedicado de
mujeres que trabaja por la paz, el desarrollo sostenible, y los derechos de
la mujer en una ciudad que está totalmente bajo el control de paramilitares
derechistas, declaró a nuestra delegación de activistas por los
derechos humanos de EE.UU., que con la toma del mando por el Presidente Uribe,
"Esperamos ver la realización de un modelo totalitario con la bendición
de EE.UU."
En los días siguientes, Uribe ha actuado rápidamente para expandir
el poder del estado y escalar la guerra contra las guerrillas marxistas de las
Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) y el Ejército de Liberación
Nacional (ELN). Las guerrillas han combatido durante cuatro décadas contra
el ejército colombiano y los paramilitares ilegales de derecha alineados
con el gobierno.
En su primer día en el poder, Uribe anunció un proyecto piloto
para reclutar a 600 "informantes civiles" para los militares en el norteño
departamento de César. Si ese programa tiene éxito, Uribe espera
reclutar a un millón de tales informantes en todo el país.
El programa provoca escalofriantes recuerdos de la red de ciudadanos espías
de la policía secreta de Alemania Oriental y del programa TIPS propuesto
por el Presidente Bush, que hubiera reclutado a una de cada veinticuatro personas
en EE.UU. para que espíen a sus vecinos. (El programa TIPS de EE.UU.
fue echado a pique cuando los empleados federales se negaron a participar.)
La realidad del programa de Uribe puede ser aún más aterradora.
Declaró a reporteros que no excluiría que se armara a los informantes:
"Al principio, (ellos) no tendrán armas porque los matarían para
quitarles las armas, pero el ministro de defensa y los altos comandantes estudiarán
bajo qué circunstancias se autorizaría el uso de armas," dijo.
Uribe supervisó un programa similar cuando era gobernador del departamento
de Antioquia. Las patrullas armadas CONVIVIR creadas por la administración
gubernativa de Uribe terminaron trabajando estrechamente con los paramilitares
ilegalizados de derecha que son responsables por muchas de las peores atrocidades
en Colombia. Los grupos de derechos humanos temen que si se arma a los informantes
civiles voluntarios sería una forma de legitimar y legalizar a los grupos
paramilitares. También señalan que el programa borraría
peligrosamente la línea entre civiles y combatientes en una guerra en
la que todos los lados ya cometen grandes violaciones de la ley humanitaria
internacional, atacando a civiles a los que se sospecha de colaborar con sus
oponentes. Por cierto, la periodista irlandesa, Ana Carrigan informa que, parcialmente
en reacción al programa de informantes civiles: "Las FARC están
planificando la próxima etapa de su estrategia de imponer un gobierno
local alternativo, basado en la formación de "consejos revolucionarios
civiles" que funcionarían bajo la dirección de dirigentes locales,
obligados a implementar las "leyes" de las FARC a punta de pistola."
Fernando Londoño, Ministro de Justicia y del Interior de Uribe, ha sugerido
que el nuevo gobierno impulsará una enmienda constitucional que reestablecería
algunas de las provisiones del temido Estatuto de Seguridad que privó
a los ciudadanos de sus libertades cívicas y posibilitó que los
militares asesinaran, torturan e hicieran desaparecer impunemente a disidentes
a fines de los años 70. Recientemente, cuando un reportero interrogó
a Londoño a qué derechos los colombianos estarían dispuestos
a sacrificar para lograr mayor seguridad, replicó "A todos. No hay derechos
absolutos."
El lunes siguiente, Uribe declaró un "Estado de Conmoción Interna,"
dando a su administración poderes de emergencia para establecer un impuesto
de guerra de emergencia de 800 millones de dólares y para suspender algunas
de las libertades garantizadas en la constitución colombiana de 1991.
El Washington Post informa que:
"El decreto, que tendrá una vigencia entre tres y nueve meses, permite
al gobierno imponer toques de queda prolongados e impedir el acceso a áreas
sin aprobación previa de los tribunales, restringir la información
publicada por los medios noticiosos, incautar tierras, equipos y pericia profesional
de ciudadanos privados; y suspender a funcionarios elegidos que contribuyan
al desorden público."
También le permite al Presidente que autorice a los militares para que
realicen allanamientos y hagan arrestos sin autorización judicial.
El Subsecretario de Estado de EE.UU., Marc Grossman, de visita en Colombia,
apoyó las acciones, diciendo que "los colombianos han sacrificado mucho
durante años, pero Uribe los está llamando a sacrificar aún
más para proteger su democracia. Apoyamos ese llamado."
En esencia, el decreto otorga al gobierno nuevos instrumentos legales para silenciar
el disenso en nombre de la lucha contra el terrorismo.
Barrancabermeja:
¿Anticipo de lo que vendrá?
Hay quienes creen que Barrancabermeja bajo control paramilitar ofrece una imagen
aproximada de la Colombia que el presidente Uribe quisiera crear con su reforzado
estado nacional de seguridad. Los paramilitares son milicias derechistas, financiadas
por acaudalados terratenientes, traficantes de cocaína, y corporaciones
multinacionales, que han realizado durante décadas una "guerra sucia"
de masacres y asesinatos políticos contra los disidentes colombianos.
Aunque oficialmente han sido ilegalizados, operan en estrecha cooperación
con los militares.
Barrancabermeja es un sitio único. Esta ciudad de base trabajadora tiene
una prolongada historia de activismo sindical –es el sitio en el que el sindicato
de trabajadores del petróleo, la USO, obligó al gobierno colombiano
a formar la compañía petrolera estatal, ECOPETROL, a principios
de siglo, para asegurar que una parte de la riqueza petrolera de Colombia permaneciera
en el país en lugar de ser despojada por completo por las compañías
extranjeras. Barranca (como la llaman sus habitantes) fue durante mucho tiempo
una plaza fuerte de la guerrilla del ELN, hasta que los militares los expulsaron
de la ciudad en la "Operación Feliz Navidad" en diciembre de 2000. Una
vez que se fueron los guerrilleros, los paramilitares se apoderaron del control
y procedieron a asesinar a los que consideraban sus oponentes en los sindicatos,
en la OFP, y en los grupos por la paz y los derechos cívicos, para demostrar
que ahora tenían un poder absoluto. También impusieron un estricto
código social, y comenzaron una campaña de "limpieza social" matando
a gays, lesbianas, bisexuales, drogadictos, prostitutas, mujeres con tatuajes,
hombres con rizos, y a cualquiera que no se ajustara a su visión de lo
que debiera ser Barrancabermeja. En su primer año de control, los paramilitares
asesinaron a un promedio de tres a cinco personas por día en Barranca.
Esos asesinatos fueron realizados con total impunidad en una ciudad que exhibe
una inmensa presencia militar y policial. Los bloques de ruta paramilitares
son establecidos rutinariamente a la vista de los bloques militares en las carreteras
y en los ríos fuera de la ciudad. Este año, los asesinatos han
disminuido –ya que habiendo establecido un reino del terror, los paramilitares
sólo necesitan asesinar a una persona por semana en Barranca para mantener
la credibilidad de sus amenazas.
Funcionarios de la Cámara de Comercio de la ciudad condenan oficialmente
a los paramilitares, pero señalan que la ciudad es más pacífica
actualmente. Los guerrilleros y los militares solían librar batallas
campales en las calles. Pero los militares y los paramilitares no se combaten
en absoluto, y los guerrilleros han partido. También señalan que
los sindicatos se han vuelto "más razonables" en los últimos años.
El debilitamiento de los sindicatos ha significado un aumento de la pobreza
para la gente de la región. En el pasado, la USO era suficientemente
fuerte para asegurar que ECOPETROL conservara un 50% de los beneficios hechos
en todo contrato petrolero con una compañía extranjera. Pero en
los últimos años, la USO ha tenido que luchar enérgicamente
para conservar siquiera un 30% de los beneficios de la mayor parte de los negocios
petroleros en Colombia, mientras que las corporaciones extranjeras se llevan
un 90% de los beneficios de sus proyectos conjuntos con ECOPETROL.
Activistas del grupo regional de derechos humanos, CREDHOS, nos han informado
que el gobierno está ahora experimentando con la persecución y
encarcelamiento de disidentes utilizando acusaciones falsas, porque crean menos
protestas internacionales que si los paramilitares realizan asesinatos políticos
(que por cierto continúan en cantidades horrendas.) En octubre pasado,
la policía arrestó a seis dirigentes de la unión de trabajadores
del petróleo, USO, y los acusó de rebelión. Los trabajadores
siguen en arresto domiciliario.
La represión legal parece ir mano a mano con los asesinatos políticos
–representando la forma en la que el estado mantiene el orden que los paramilitares
han establecido. Amnistía Internacional escribió en un informe
sobre el arresto de los trabajadores petroleros que:
"Estas últimas detenciones ocurrieron en el contexto de una huelga en
ECOPETROL (la compañía petrolera estatal) para exigir que el gobierno
nacional diera garantías para la actividad sindical, que está
siendo impedida por las continuas amenazas de asesinatos y persecución
por los grupos paramilitares. El gobierno colombiano no sólo no ha actuado
contra los paramilitares que siguen ensangrentando el movimiento social colombiano,
ahora incluso las autoridades judiciales han acusado a estos dirigentes [sindicales]
de ejercer actividades fuera del ámbito legal, buscando en los hechos
la criminalización de los derechos de asociación y de protesta
de los ciudadanos colombianos."
Palabras fuertes de una organización cuidadosa y moderada como Amnistía.
El intento de criminalizar el disenso se hizo aún más evidente
durante nuestra reunión con el coronel Andrés Rodríguez
Fernández, un antiguo instructor de derechos humanos en la infame Escuela
de las Américas del ejército de EE.UU. en Fort Benning, en Georgia,
que ahora dirige el Batallón Especial Nº 7 de Protección de la
Energía y de la Infraestructura del ejército colombiano radicado
en Barrancabermeja. Insinuó que la USO ha sido fuertemente infiltrada
por la guerrilla, y nos mostró diapositivas de presuntos actos de terrorismo
que obreros sindicalizados habían realizado contra la fábrica
de ECOPETROL (daños menores de puertas y rejas que tuvieron lugar durante
una huelga.) Nos dijo que los grupos de derechos humanos en el área son
"gente que viene de una u otra parte para publicar comunicados de prensa y denuncias."
Sugirió que las FARC estaban detrás de esos grupos –que querían
que se destituyera a oficiales haciendo que el Fiscal General los acusara por
falsas acusaciones de abusos de los derechos humanos. En Colombia, la calificación
de activistas como simpatizantes de la guerrilla es entendida comúnmente
como una manea de decir a los paramilitares que los activistas en cuestión
son objetivos legítimos para sus asesinatos. El coronel repetidamente
aglomeró a sus oponentes bajo la categoría común de "terroristas"
–comprendiendo evidentemente que si deseaba ayuda militar de EE.UU. para su
batallón, tenía que convencer a la gente en EE.UU. de que su trabajo
formaba parte de la guerra contra el terrorismo. La actitud del coronel Rodríguez
hacia los grupos de derechos humanos provoca dudas inquietantes sobre lo que
están enseñando exactamente los militares de EE.UU. a los soldados
latinoamericanos en sus cursos de derechos humanos en la Escuela de las Américas
(que fue rebautizada recientemente como Instituto por la Cooperación
en la Seguridad del Hemisferio Occidental.)
A la mañana siguiente, una activista de la OFP nos explicó lo
que significa la "guerra contra el terrorismo," de la que habla el coronel Rodríguez,
para los activistas por la justicia social en Barranca:
"La idea del terrorismo es muy peligrosa. En el pasado, el comunismo era visto
como el gran demonio. Más tarde, el tráfico de drogas se convirtió
en el demonio que justificaba la violencia y la intervención y la destrucción
de mundos y pueblos enteros. "Actualmente el terrorismo está siendo utilizado
para justificar que se asesine a personas que piensan de una manera diferente.
Algunos de nuestros mejores hombres y mujeres están siendo asesinados
porque piensan de otra manera.
"Así que actualmente la estrategia del gobierno sobre el terrorismo está
siendo edificada alrededor de la eliminación del que piense de otra manera,
para llevar a que seamos uniformes en nuestras ideas y vidas. Como dirigentes
se nos está poniendo en listas negras y criminalizando. Aquellos de nosotros
que piensan de manera diferente serán etiquetados de terroristas, reunidos
y arrestados."
La amenazante crisis económica
La violencia en Colombia oscurece otro problema amenazante y relacionado:
Colombia está al borde de una crisis económica.
El dirigente de otro de los principales sindicatos del país declaró
a nuestra delegación que Colombia debe 48.000 millones de dólares
al Fondo Monetario Internacional y al Banco Mundial y que está en peligro
de no cumplir con los pagos de sus préstamos. Colombia podría
enfrentar pronto un colapso financiero similar a los recientes colapsos en Argentina
y Uruguay.
La respuesta de Uribe a la crisis económica es una especie de terapia
de choque que forzará el desarrollo acelerado de un país que ha
sido devastado por décadas de guerra y desplazamientos.
Quiere privatizar y vender los servicios y empresas públicas –una acción
que llevará a masivos despidos en un país que ya confronta un
desempleo de dobles dígitos.
Quiere impulsar masivos proyectos energéticos como ser nuevos campos
petrolíferos, nuevas minas de carbón y nuevas represas hidroeléctricas.
Esos proyectos traerán el ingreso de capital extranjero al país,
pero la mayor parte de los beneficios irán a las corporaciones multinacionales
que tomen el riesgo financiero inicial. Lo que es aún peor, obligarán
a la gente a abandonar su tierra, aumentando la actual crisis humanitaria en
un país que ya tiene más de 2 millones de refugiados internos,
e incrementando la concentración de la propiedad de la tierra en un país
donde los 5.000 mayores terratenientes poseen un 48% de la tierra.
Quiere que una agricultura comercial en gran escala reemplace los cultivos de
subsistencia en pequeña escala. Pero los cultivos industriales para la
exportación ya han sido un fracaso en Colombia en el pasado –las crisis
en los precios del trigo y del café devastaron la economía colombiana
en los años 80 y 90. Ahora los dirigentes empresariales, como los miembros
de la Cámara de Comercio de Barrancabermeja, están pregonando
la palmera africana como la fuente de la salvación económica de
Colombia. Grandes conglomerados alimenticios como Nabisco, General Foods, y
Unilever están comprando aceite de palmera como un ingrediente barato
de base para productos de comida basura. Pero como nos indicó un economista,
esas corporaciones y los prestamistas internacionales, con los que están
estrechamente ligadas, están alentando a los países pobres del
mundo a aumentar su producción de aceite de palmera. Pronto los mercados
estarán inundados y los precios se derrumbarán una vez más.
La únicas cosechas colombianas en las que se puede confiar para que obtengan
un buen precio son la coca y la amapola de opio.
Para empeorar la situación, a fin de financiar sus preparativos militares,
Uribe se verá obligado a reducir los servicios sociales o a pedir más
dinero a los prestamistas internacionales.
Todo esto lleva a un aumento de la pobreza y de la intranquilidad social en
un país en el que más de la mitad de la población ya vive
con menos de 2 dólares al día.
Es difícil imaginar que las cosas puedan llegar a empeorar aún
más en Colombia, pero las iniciativas políticas, económicas
y militares de Uribe podrían combinarse para llevar a Colombia al abismo
de un baño de sangre total. Un sacerdote jesuita, pacifista, nos dijo:
"La mayoría de la gente en Colombia comprende ahora que la guerra no
es la solución para ningún problema. No nos gusta la guerra de
las FARC. No nos gusta la guerra del ELN. No nos gusta la guerra de los paramilitares.
Pero si se comienza de nuevo a introducir armas, a introducir de nuevo el estado
de sitio, si se eliminan los derechos que el pueblo obtuvo en la Constitución
de 1991... Si se hacen esas cosas, este pueblo sentirá que está
siendo atacado. Nuestro pueblo es un pueblo muy noble. Si es atacado dirán
que alguien tiene que volver a tomar las armas."
Uribe depende de más armas, más dinero, y entrenamiento militar
de Estados Unidos para darle a su gobierno la fuerza militar para imponer su
voluntad. Esas políticas sólo hundirán aún más
al país en la guerra. Como nos dijo una activista del OFP:
"El conflicto en Colombia nació por las desigualdades sociales, y al
intensificarse esta guerra, estamos perdiendo nuestros derechos, y viendo que
nuestras vidas se hacen más uniformes. Esta guerra no puede terminar
mediante combates, sólo puede terminar con cambios estructurales en nuestra
sociedad."
Haciéndose eco de sus sentimientos, un dirigente sindical nos dijo que
los colombianos quieren tener la libertad de construir un país "del tamaño
de sus corazones y del talle de sus sueños." La guerra, la violencia
y la represión están en su camino. Nosotros, en EE.UU., tenemos
que trabajar para terminar la ayuda militar de EE.UU. a Colombia, para que nuestro
gobierno y las fuerzas represivas que apoya se aparten y dejen que el pueblo
colombiano controle su propio país, su propia economía, sus propias
vidas.
Sean Donahue es Co-Director de la Acción por la Paz de New Hampshire.
Volvió hace poco de un viaje a Bogotá y a Barrancabermeja con
una delegación. Su correo es: wrldhealer@yahoo.com.